SEBASTIAN DE APARICIO,
PROMOTOR DE LA TRADICIONAL OFRENDA DE DIA DE MUERTOS
Por Martín Borboa Gómez
En 2003 el cronista David Delgado Jiménez ya publicaba sobre la relación entre Sebastián de Aparicio y la ofrenda de Muertos. El 15 de abril de 2007, el Arqueólogo Gilberto Pérez Rico publicó una monografía en internet muy interesante, donde dice que el beato Sebastián de Aparicio: “Es el creador de la tradicional conmemoración de Día de Muertos… en su hacienda de Azcapotzalco”.
El personaje resalta en nuestra historia por:
1) su empeño en impulsar el progreso del transporte
2) construir caminos
3) introducir carretas
4) comprar haciendas
5) facilitar que los nativos usaran caballos dando nacimiento a la charrería
6) Favorecer el montaje de ofrendas para Muertos
Sebastián de Aparicio llegó a la Nueva España en 1533, y la recorrió como pocos. Basta con imaginar lo que habrá visitado ese hombre si se encargó de construir el camino que va de Zacatecas a la Ciudad de México, y de esta ciudad a Veracruz.
La de cerros, planicies, valles, montes, barrancas, lagos, ríos, brechas, climas, gente, obstáculos y maravillas que habrá conocido. Y qué decir de la cantidad de costumbres y tradiciones que habrá visto en primera fila en las comunidades en que estuvo. En todo ese panorama cultural que le tocó mirar apenas 12 años después de la conquista, sin duda atestiguó la importancia de la muerte entre los naturales de este suelo. Aquilató el significado que tenía para ellos poder ofrecer algo a las ánimas de sus fallecidos, y a su lado, diseñó la manera de que pudieran continuar ese ritual sin complicarse la vida con las reglas de la religión que llegó en los barcos.
ALGUNAS MENCIONES QUE VINCULAN A SEBASTIAN DE APARICIO CON EL ORIGEN DE LA OFRENDA DE MUERTOS EN AZCAPOTZALCO
El citado Arqueólogo Gilberto Pérez Rico publicó en 2007 que: “Otro personaje importante para Azcapotzalco, y para México, es el beato Fray Sebastián de Aparicio, natural del pueblo de Gudiña, en Orense, de la provincia de Galicia, España, nacido el 20 de enero de 1502. Hacia 1533 llega a la Nueva España, donde al ver las cargas que los indígenas tenían que soportar sobre sus hombros, transforma los antiguos carros e inventa las carretas atadas a bueyes, con las que abrió los caminos y brechas para recorrer largas distancias de Veracruz a México y a Zacatecas, desde donde se transportaba la plata.
Además de las carretas, Aparicio es el primer impulsor de la charrería, ya que era diestro en el manejo de la reata y la doma de animales, así como el tejido de reatas y la talabartería, artes que enseñó también a los rancheros; posteriormente, Aparicio adquirió las tierras ubicadas al norte de Azcapotzalco y alrededor del Camino de Tlalnepantla, donde fundó la Hacienda de San Nicolás, después conocida como Careaga, y del Rosario, donde se dedicó al cultivo y la crianza de ganado. Aparicio también es el creador de la tradicional conmemoración de Días de Muertos, ya que es en su hacienda de Azcapotzalco donde las antiguas tradiciones prehispánicas del culto a los muertos se funden a la conmemoración de la fiesta de Todos los Santos y de los Muertos en los días 1 y 2 de noviembre, donde sus peones indígenas realizaban las ofrendas de comida, bebida, flores y dulces a sus parientes difuntos, y realizaban procesiones nocturnas y elevaban oraciones”.
Ya antes, en 2003, la entonces Delegación, publicó “Crónica y memoria de Azcapotzalco”, y entre todos los textos que contiene, incluyó uno del gran Cronista David Delgado Jiménez, con el título “Testimonio”, y el subtitulo “Como era entonces Azcapotzalco”, (Pág. 349), en el cual, hablando de lo que fue la antigua Hacienda del Rosario, dice que: “Don Luis la vende a Sebastián de Aparicio y este hombre que vino de España se dedicó a fabricar carretas tiradas por bueyes y cambió la vida, los nativos ya no cargarían a pulmón. Este señor con abrir nuevos caminos se hizo contratista del gobierno español para llevar la plata a Veracruz y embarcarla a España, entonces hizo uso de las diligencias, ya no solo tiradas por bueyes sino por caballos, pero al vivir Aparicio, en ese tiempo su peonada era de Xochinahuac, vergel de flores, Tlihuaca, lugar de brujos, de las raíces nativas de los lugares, estas personas viven en las rancherías y le hacen a hurtadillas las ofrendas a sus muertos, aquí el sincretismo… ”.
David Delgado Jiménez incluso resalta los dos barrios originarios (Xochinahuac y Tlihuaca) de los que provenían los trabajadores de Sebastián de Aparicio, quienes fueron los emprendedores nativos que en la propiedad e instalaciones de su patrón, habrían colocado ofrendas de Muerto. Así que su muy alto merito tienen ellos también, pues sin su iniciativa, quien sabe si Don Sebastián le habría puesto la misma atención al tema.
Y si fue inicialmente a hurtadillas como se señala, esto se resolvió y convirtió en algo aceptado gracias a la solidaridad, benevolencia y participación de su patrón, Sebastián de Aparicio, como lo explica el siguiente párrafo.
Alejandro Brito Altamirano, Fernando Cuellar Reyes y Guillermo Sánchez Torres, en su monumental estudio “Unidad habitacional El Rosario, orgullo de Azcapotzalco”, de 2014, habla detalladamente sobre Sebastián de Aparicio, (Pág. 8, 9 y 10) por ejemplo que: “fue beneficiado por la Cédula Real del 16 de febrero de 1533 en la cual este joven consigue casi todas las exenciones a los impuestos… recibe otras gracias que eran otorgadas en la Nueva España, a los inmigrantes españoles o peninsulares, a quienes ponía la única condición de reinvertir en propiedades inmuebles por lo menos el diez por ciento de sus ganancias totales, con el interesado objetivo de arraigarlos a sus nuevas tierras y consolidar su poderío… Sebastián de Aparicio Prado, realmente trabajó la tierra con los indígenas y los trató bien, pisando y laborando todos estos lugares de su extensa propiedad, como cualquier labrador, dejando caer su sudor en estas tierras… su carácter era por demás agradable y sabía tratar cordialmente a la gente, llevándose bien con quien fuera. Esta forma de comportarse le valió ser aceptado por los naturales, tanto en los lugares que iba visitando en sus viajes mientras abría nuevos caminos, como también dentro de su hacienda… observaba con mucha tristeza las limitaciones, prohibiciones y maltrato de sus connacionales españoles hacia los originales de México, sin embargo, él no sólo no participaba de esa perversa dinámica, sino a veces a escondidas, permitía excepciones en la carga omniosa establecida sobre los indígenas y buscaba una variedad de beneficios para las personas que de alguna manera contactaban con él, fueran trabajadores de su hacienda o simplemente naturales de aquí, que por casualidad se lo llegaban a encontrar en el camino. Desde el año de 1533 Sebastián de Aparicio Prado, fue desarrollando un esquema de educación, apoyo, defensa, religiosidad y cultura para sus trabajadores, permitiendo al mismo tiempo que continuaran sus propias costumbres y tradiciones, en la primera simbiosis religiosa dada en estas tierras (como el rito mexicano de las ofrendas a sus muertos, añadiendo una cruz y breves oraciones…)”.
Los autores destacan el factor del carácter del personaje, que allegó beneficios a sus trabajadores, al mismo tiempo que favoreció a que conservaran sus costumbres, o le agregaran elementos aceptados por el mundo católico (como la cruz y las oraciones), para integrarlas a su ritual de la ofrenda, y convertirla en una práctica aceptable al nuevo orden. Esto sucedió en la hacienda propiedad de Sebastián de Aparicio, y como dicen ahora: “De Azcapotzalco para el mundo”.
MEZCLA DE LO PREHISPANICO Y LO ESPAÑOL
Cuenta Fray Bartolomé de las Casas en su obra “Los indios de México y Nueva España”, (Pág. 184) que los indígenas: “para que guiase al difunto y acompañase o guardase por el camino, matábanle un perro… poníanselo delante y decían que aquel perro lo guiaba…”. “Cogían las cenizas del señor muerto, y si había quedado algún huesezuelo que no había consumido el fuego, poníanlo junto en la caja con los cabellos… encima de la caja hacían una figura de palo que era la imagen del señor difunto… cada año hacían memoria ante la caja, y hacíase con sacrificar codornices, aves y mariposas y conejos, ponían también ante la caja e imagen mucho incienso y ofrenda de comida y vino y rosas… esto ofrecían cada año…”.
Prácticamente describe buena parte de lo que actualmente se pone en una ofrenda. (Comida, incienso, imagen como memoria del muerto).
Por su parte, los españoles (y Sebastián de Aparicio era español) tenían también su costumbre para celebrar a los muertos. Lilian Scheffler en su artículo “Ofrendas y calaveras. La celebración de los Días de Muertos en el México actual” (Pág. 58) de la revista “Arqueología Mexicana”, dice sobre la celebración del día de muertos, que: “en la península ibérica, durante el siglo XVI, se hacia una visita anual al cementerio, y se colocaban pan, vino y flores en las sepulturas. En la celebración de Todos Santos se preparaba una comida en recuerdo de los muertos. En Salamanca y León se repartía “pan de muerto” entre los pobres, y en Segovia, el día de los Fieles Difuntos se les daba “pan de ánimas”. La creencia de que las almas volvían al a Tierra existió también en algunos pueblos de España. El día de su llegada las personas no se acostaban para que las almas pudieran descansar en sus camas. Otros elementos que aún perduran son las velas y las lámparas de aceite para guiarlas, y el recipiente con agua para calmar su sed…”.
Esto describe una parte de lo que actualmente se coloca en el panteón o en una ofrenda. (Bebida, vela para guiar, flores y pan).
Estos dos bloques, (uno de lo prehispánico y otro de lo español), combinan y suman muchos elementos de lo que hoy en siglo XXI, hay en nuestra ofrenda de Muertos en casa y el adorno en la tumba en el panteón. Desde entonces se le han ido agregando elementos, y según la región, su composición es distinta. Es necesario resaltar lo obvio: en los barcos europeos llegaron los ingredientes con que se hace el actual pan de Muerto, harina de trigo, huevos de gallina y azúcar. Pan fundamental en las casas mexicanas en esta celebración. Reúne a las familias en el hogar, y las panaderías que mejor lo preparan, tienen pedidos abundantes. Incluso en las empresas, grandes o pequeñas, el personal gusta de partir un pan de Muerto promoviendo el convivio. El mejor acompañante de ese pan, es un espumoso chocolate caliente: bebida que combina el mexicanísimo cacao con la leche de vaca, tipo de ganado que llegó en aquellos barcos europeos.
VENERACION DE RELIQUIAS Y LA TRADICION ESPAÑOLA
En una publicación de Conaculta de 2006: “La festividad indígena dedicada a los muertos en México”. Patrimonio cultural y turismo, cuaderno 16, vienen dos artículos que voy a citar.
En el primero, de Alicia Bazarte Martínez, “Veneración de reliquias y cuerpos de cera en los días de los Fieles Difuntos y Todos Santos”, se explica que: “entre las tradiciones mejor conservadas desde la llegada de los españoles a tierras mexicanas, se encuentra, sin duda, las celebraciones de Fieles Difuntos y de Todos Santos, ésta última también conocida durante la época virreinal como Día de la Veneración de reliquias. En sentido estricto reliquias son los restos de los cuerpos de los santos y beatos, en sentido lato e impropio son objetos que fueron utilizados por ellos durante su vida (por ejemplo vestido) o cosas que tocaron sus cuerpos después de su muerte…”.
“Estas ceremonias tenían lugar los días 1 y 2 de noviembre en las iglesias y campo santos de las ciudades, lugares a los que acudía un gran número de fieles a recordar a sus familiares muertos. Sin embargo, fue en los templos de las principales ciudades del reino de la Nueva España en donde tenía lugar una gran afluencia inusitada de creyentes…”.
“Simbólicamente, las personas que visitaban las reliquias los días de Fieles difuntos y de Todos Santos tenían presente la fragilidad de la vida, pero también imaginaban el estado físico de sus difuntos, por lo que el culto a los huesos de los santos arraigó rápidamente en el pensamiento de la cristiandad novohispana...”.
“En el caso de la Nueva España, la llegada de las primeras reliquias en el siglo XVI ocasionó grandes fiestas y regocijos durante su distribución en las iglesias y parroquias de la ciudad, desde entonces, parroquias, iglesias y conventos las requerían para poder reputarse como santuarios…”.
“La visita a las reliquias ocasionaba verdaderas verbenas populares, pues en la entrada de templos se instalaban puestos de golosinas, buñuelos, aguas frescas y principalmente de pan y alfeñiques que hacían la delicia de quienes los saboreaban”.
En la misma publicación de Conaculta, Elsa Malvido, en su artículo “La festividad de Todos Santos, Fieles Difuntos y su altar de muertos en México, Patrimonio “intangible” de la humanidad”, expone que a su criterio: “dichas ceremonias son netamente españolas, coloniales, cristianas y en algunos casos romanas paganas, enseñadas por frailes, curas y otros europeos a los indios y mestizos”. La base prehispánica no era homogénea, pues: “antes de la llegada de los españoles cada grupo nativo tuvo sus calendarios festivos dedicados a celebrar la vida y la muerte de todo lo que lo rodeaba…”. Explica que de todos esos grupos, pocos fueron los que pudieron dejar una memoria de su acontecer, y menos aun los que los occidentales permitieron que se expresaran para ser traducidos e interpretados.
Dice que: “la celebración de Todos Santos el 1 de noviembre llegó a Nueva España con la conquista. Sin embargo, en los primeros años los altares de las iglesias mexicanas carecieron de reliquias, es decir, no estuvieron santificados, lo que obligó a que estas fueran trasladadas desde Roma, entre barco y barco. Algunas parte de cuerpos, ropas, pedazos de la Santa Cruz o espinas de la corona de Cristo…”.
“Las primeras reliquias en México entraron por el puerto de Veracruz y fueron seguidas por muchos indios conversos. En cada poblado se levantaron arcos con flores… y las acompañaron con música y cantos a lo largo del camino… En España y Nueva España a los dulces que imitaron estas piezas se les dio el nombre árabe de alfeñiques, siendo los que hicieron las monjas de Santa Clara y San Lorenzo los más demandados en estas fechas, por la gente rica naturalmente, mientras que los pobres compraron los que los indios hicieron con azúcar derretida elaborados en moldes de barro, así como panes diversos en formas de niños cubiertos con azúcar rosada o redondos con los huesos alrededor, ofrecidos en puestos ambulantes situados cerca de la catedral, centro de la comunidad durante la feria conocida más tarde como Los muertos”. Para el siglo XIX, nos dice García Cubas que “el pueblo que tal día dase a comer esos dulces de azúcar, que generalmente representan cráneos, esqueletos, tibias y otros huesos del ser humano, conviértanse, aunque en apariencia, en ostófago…”.
“Después de las pestes del siglo XIV, el 2 de noviembre del calendario cristiano se dedicó a orar por los Fieles Difuntos, es decir, los católicos del mundo conocido, ya que al inventar la Iglesia una tercera opción de la geografía del inframundo católico, el Purgatorio, dio oportunidad a que los fieles creyeran que gracias a sus plegarias y las de los otros, les otorgarían la licencia para salir del purgatorio en poco tiempo…”.
“Así, todos aquellos que sufrieron una perdida cercana debieron acudir a su parroquia, donde asentaron su nombre en el Rollo de los Muertos para que las plegarias de toda la comunidad imploraran por su rápido perdón… El 1 y 2 de noviembre de alguna manera sirvieron tanto para recordar a los ancestros lejanos y cercanos, como para pedir perdón por los pecados…”.
Para terminar de subrayar la fuerte raíz española de la ofrenda de día de Muertos, el artículo se apoya también en dos autores muy respetados en la crónica de México, y comenta que:
“En el siglo XIX, los costumbristas Altamirano y García Cubas se refieren a estas costumbres como bárbaras.
Los pobres e incultos ese día ponían la mesa de comedor en la noche esperando que a las doce de la noche, las almas de los muertos vinieran a comer.
Esta costumbre romana y pagana, llegó a México con los castellanos y en particular con los gallegos, pues muchas de las costumbres paganas las conservaron los católicos, como las piras funerarias que fueron tan destacadas en la Nueva España… por la noche los de pueblo bajo, que solo concurrían al paseo de la Plaza hasta las diez de la noche, hora en que irremisiblemente se cerraban las casas de vecindad, ya que en sus hogares se encendían las velas en el altar de sus ofrendas, consistiendo en biscochos, fruta y dulces, tamales y calabaza cocida, todo preparado con el expreso fin de que a medianoche tuviesen que cenar sus deudos difuntos”.
Dice la autora en sus interesantes conclusiones que: “las celebraciones de Todos Santos y Fieles Difuntos han sido fiestas de guardar en el mundo católico, pero los intelectuales mexicanos las volvieron mexicas y prehispánicas, y los antropólogos se lo han creído… los mexicanos del siglo XIX sufrieron dos separaciones, una de España y otra de la Iglesia, un siglo de guerras internas y de invasiones extranjeras, migraciones de países antes vetados… todo ello modificó una festividad de tres siglos de la cultura cristiana, convirtiendo la celebración de Todos Santos en un pretexto “democrático del Día de Muertos”, donde el acercamiento de los humanos a una muerte familiar y laica les permitió romper con ritos antiguos y crear otros nuevos después de la Revolución, ni mejores ni peores, simplemente humanos, ante la temida muerte”.
“MEXICO DESCONOCIDO” SITUA LA FIESTA COMO DE ORIGEN CATOLICO
Esta famosa revista que destaca maravillas de nuestro país, en su portal de internet expone afirmaciones muy interesantes:
“El Día de Muertos en México se presenta como una tradición prehispánica pero en realidad podría tener su origen en una celebración católica y europea”.
“A pesar de que es más probable que el Día de Muertos tenga su origen en la religión católica, en México se ha extendido la idea de que esta celebración tiene raíz prehispánica, una relación fácil de creer, por el culto de los grupos indígenas a la muerte.”
“Nos preguntamos, ¿de dónde surgió la idea del origen prehispánico? La respuesta fue sencilla de encontrar… en los años 30, un grupo de intelectuales mexicanos promovió la idea de que el Día de Muertos era más prehispánico que colonial, más azteca que católico, que la raíz de la tradición era indígena y no europea. Fueron los años del presidente Lázaro Cárdenas del Río. Los años de la reforma agraria y la nacionalización de la industria petrolera. Una temporada de bonanza económica. Bajo el mandato de Cárdenas, a lo mexicano se le empezó a identificar con el grupo prehispánico predominante a la llegada de los conquistadores, los mexicas o los aztecas. Fue por ello que los intelectuales de entonces rescataron costumbres de la colonia, costumbres católicas y romanas paganas, y les asignaron un nuevo sentido a las Fiestas de Día de Muertos al transformar las fiestas de Todos Santos y Fieles Difuntos en un evento con supuesto origen prehispánico.”
“Elsa Malvido, quien fuera investigadora de Estudios Históricos del INAH dice que la idea de que todo nació en la época prehispánica se trata de un “gran mito”. Malvido dice que hay varios factores que sostienen que las celebraciones son más un sincretismo europeo que una celebración prehispánica. Pero con la decisión de la UNESCO de declarar el Día de Muertos Patrimonio intangible de la Humanidad, los medios de comunicación y la intención de los intelectuales de visibilizar y exaltar las entonces ignoradas tradiciones de los pueblos originarios fueron los que le dieron este sentido prehispánico a la celebración. De acuerdo con la investigación de Malvido, la mayoría de los estudiantes en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) apoya incondicionalmente la ideología cardenista. “Han intentado meter el 1 y 2 de noviembre dentro del calendario ritual mexica”, dice. Sin embargo, la fecha es de origen católico.”
“La costumbre en los reinos católicos de León, Aragón y Castilla consistió en preparar ciertos alimentos dedicados a los santos que se llevaban a la iglesia en donde eran bendecidos y más tarde, en las casas, se les colocaba en “la mesa del santo”, que consistía en una imagen del santo predilecto adornado con dulces y panes con la figura de huesos. La celebración de Todos Santos, el 1 de noviembre, llegó a Nueva España con la Conquista”.
Con la construcción de iglesias, los camposantos se ubicaban en sus atrios. Pero con el paso de los siglos, la llegada de enfermedades, y la Reforma, se dispuso el mando civil sobre panteones, y se abrieron éstos algo alejados de los centros urbanos por sanidad. Dice dicha revista sobre el convivio en ellos y la decoración de tumbas, que iniciado el siglo XIX: “para hacer la visita a estos espacios ubicados a las afueras de la ciudad, se tuvieron que hacer grandes caminatas entre lodazales. Al borde de esos caminos se pusieron puestos de toda clase de comida y bebidas, como el pulque. Por supuesto, cuando la gente llegaba hasta los nuevos panteones se encontraba agotada, hambrienta y sedienta. Entonces, junto con las flores y los adornos de las tumbas, sacaban la comida y la bebida. Adornar las tumbas con flores y velas, que antes se llevaban a la iglesia, era una situación inédita. Una costumbre que hasta ahora se mantiene durante la celebración de Día de Muertos en México”.
LA UNESCO SUBRAYA EL SICRETISMO, CON APORTACION DE AMBOS MUNDOS
La UNESCO (La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) dice que: “el Día de Muertos en la cosmovisión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en sus honor. Su origen se ubica en el sincretismo entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos”. Nótese que la UNESCO distingue rasgos españoles en la celebración, pero desde el 07 de noviembre de 2003, esta celebración se integró a la lista del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, y fue reconocida por la UNESCO como exclusivamente mexicana.
No así fue el caso de la Talavera, por sus “Procesos artesanales para la elaboración de Talavera de Puebla y Tlaxcala, México, y la cerámica de Talavera de la Reina y el Puente del Arzobispo, España”, México y España lograron en 2019 que se inscribiera en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como binacional, es decir, mexicana y española.
Este último dato no lo pongo para distraer la atención y ahora charlar sobre la Talavera. Lo incluyo porque así se muestra que la tradición de Día de Muertos, aunque tenga varios elementos españoles, se reconoce mundialmente como solamente mexicana, y no porque no haya instrumentos de reconocimiento binacional o multinacional, como lo demuestra el caso de la Talavera.
AHÍ MUERE
Es orgullo de México su festejo de Día de Muertos, y nos gusta explicar y explicarnos que es originaria de nuestra tierra y previa a la conquista. Ya hemos revisado algunos elementos que sin duda pueden identificarse como tales. Por otro lado, no es sencillo que se nos diga que este festejo, (que consideramos orgullosamente de raíz prehispánica), tenga tanto o más católico que indígena, y por tanto, igual o más de español que nativo. Puede perturbar.
El ánimo de estos renglones no es para molestar sospechando que ciertos párrafos citados pueden ser irritantes. Al contrario. Se divulga para invitar a la investigación, a la reflexión, a la aceptación, y de estar errado, a la corrección de este mismo texto. La bibliografía está indicada para dar a conocer las fuentes, y su texto se valore según el crédito que el lector les otorgue.
A mí en lo personal me gustan todos los matices del festejo, el porcentaje que tenga de nativo o de lo que llegó después, creo que no me perjudica. No puede hacerlo. Yo mismo soy derivado de esa mezcla. Me identifica y simplemente lo disfruto. Y si puedo afirmar como los citados autores que el español Sebastián de Aparicio favoreció el montaje de ofrendas en la hacienda de su propiedad, y motivó a sus trabajadores a hacerlo, me da enorme gusto, ¡pues fue en Azcapotzalco, nuestra alcaldía! ¡Y es parte de nuestra muy enriquecida cultura!
FUENTES:
BAZARTE MARTINEZ, ALICIA. Artículo “Veneración de reliquias y cuerpos de cera en los días de los fieles difuntos y Todos Santos”. Publicado en: “La festividad indígena dedicada a los muertos en México”. Patrimonio cultural y turismo, cuaderno 16, 2006, CONACULTA, https://www.cultura.gob.mx/turismocultural/cuadernos/pdf16/articulo1.pdf
BRITO ALTAMIRANO, ALEJANDRO. CUELLAR TORRES, FERNANDO, SANCHEZ TORRES, GUILLERMO. “Unidad habitacional El Rosario. Orgullo de Azcapotzalco”, PROGUSAM, ARCAC, 2014, México
DE LAS CASAS, FRAY BARTOLOMÉ. “Los indios de México y Nueva España”, Editorial Porrúa, S.A., Colección “Sepan cuantos…”, Núm. 57, Séptima edición, 1993, México
DELGADO JIMENEZ, DAVID. Artículo “Testimonio” - “Como era entonces Azcapotzalco”. Publicado en “Crónica y memoria de Azcapotzalco”, Delegación Azcapotzalco, 2003, México
MALVIDO, ELSA. Artículo “La festividad de Todos Santos, Fieles Difuntos y su altar de muertos en México, Patrimonio “intangible” de la humanidad”. Publicado en: “La festividad indígena dedicada a los muertos en México”. Patrimonio cultural y turismo, cuaderno 16, 2006, CONACULTA, https://www.cultura.gob.mx/turismocultural/cuadernos/pdf16/articulo1.pdf
MEXICO DESCONOCIDO. https://www.mexicodesconocido.com.mx/el-dia-de-muertos-en-mexico-de-origen-prehispanico.html, (publicado el 2 de noviembre de 2017) no hallé datos de autor.
PEREZ RICO, GILBERTO. https://www.monografias.com/trabajos81/arqueologia-historia-azcapotzalco/arqueologia-historia-azcapotzalco2.shtml (publicado 15 abril 2007).
SCHEFFLER, LILIAN. Artículo “Ofrendas y calaveras. La celebración de los Días de Muertos en el México actual”. Publicado en “Arqueología Mexicana”, Editorial Raíces, Vol. VII, Núm. 40, nov-dic 1999, México
UNESCO. https://es.unesco.org/news/dia-muertos-regreso-lo-querido-0#:~:text=La%20UNESCO%2C%20%C3%BAnico%20organismo%20especializado,Cultural%20Inmaterial%2C%20al%20tiempo%20que