AZCAPOTZALCO COMO ESCENARIO
Por: Martín Borboa
Es muy importante
subrayar que las novelas, desde su nombre, revelan que no son historia oficial,
ni crónica escrita en el tiempo que acontecieron los hechos, ni bitácora ni
diario personal de alguien de ese tiempo. Estas novelas las tomé del área de “novelas”
de la librería, no de la sección de historia. Es fundamental tener esto en
mente. La ficción del autor está completamente permitida en una novela. En una
obra formal de historia no lo está. Con esta aclaración, es que considero que
las dos novelas de Sofía Guadarrama
Collado, publicadas por la Editorial Oceáno de México en 2019, que tienen a
Azcapotzalco como escenario, son altamente recomendables, pues cumplen con el
objetivo de entretener. No me fue fácil soltar sus novelas hasta terminar de
leerlas: uno se apasiona, quiere saber que pasa después, no desea que termine
la narración, y cuando no las está uno leyendo, las está recordando, repasando
las acciones en la imaginación. Y vaya que hay acción.
La primera de
ellas, “Tezozómoc, el tirano olvidado”
la leí de corrido en diciembre 2019, y en enero 2020, leí la segunda, “Netzahualcóyotl, la venganza del coyote”.
Azcapotzalco es el escenario principal en ambas, seguido de Tenochtitlán y
Texcoco, pero resalta por mucho nuestro hormiguero en las dos. En el primer
libro Tezozómoc es el principal
personaje tepaneca y termina con su fallecimiento, y en el segundo, es Maxtla el principal tepaneca que abarca
toda la obra y concluye con su muerte. Tezozómoc y Maxtla son los dos
dirigentes históricos de Azcapotzalco que más impacto provocaron, uno por su
elevación y asenso, y el otro por descender de aquella altura.
El punto de
partida en ambas novelas son personajes prehispánicos reales, ubicados en su tiempo
y espacio correspondientes, y a partir de ahí, sumado a la creatividad e
imaginación de su autora, logra un mar de ligas, nudos, alianzas, encuentros,
pleitos, diálogos, monólogos, batallas, amores y traiciones, suspenso,
“thriller” político, con resultados muy interesantes y frescos. Pocas veces Azcapotzalco
está en la mirada de los artistas.
Las dos novelas
son las primeras de una serie llamada “Grandes
tlatoanis del imperio”, y pone cronológicamente a Tezozómoc como el
personaje central del inicio de toda la serie.
Por eso les daría triple aplauso: Por muy entretenidas, por lucir
Azcapotzalco como escenario, y por colocar a Tezozómoc al inicio de toda la
narrativa de su serie.
La novela “Tezozómoc, el tirano olvidado” maneja
dos hilos conductores para dos tramas distintas. Una se ubica en la época
colonial sobre un niño indígena que habla castellano y náhuatl, cuyo abuelo de
oficio tlacuilo solo habla náhuatl, y es obligado por Torquemada para que le explique el contenido de ciertos amates que
tiene el fraile en su poder. Este hilo narrativo da pie a la otra trama, la del
título del libro, la de Tezozómoc.
Este señor
tepaneca gobernó por muchos años en Azcapotzalco, en la época previa al
esplendor mexica. En la vida real, se le hace homenaje en la alcaldía con una
gran avenida, una estación de metro, un estupendo parque con su nombre, una estatua
de cuerpo entero frente al edificio del gobierno local, y una sala de la Casa
de Cultura que lleva su nombre.
El lenguaje que utiliza la autora es bastante
claro y entendible. Hay
dos tramas distintas en la novela, y a ratos versa sobre una, y luego pasa a la
otra. El manejo es impecable de modo que no hay posibilidad de confusión. Hay
intrigas, amoríos, lazos emocionales robustos, amistades valiosas, también hay
traiciones, espías, sangre, guerreros, rituales, desprecios, matrimonios
fallidos, desplazamientos en la geografía del gran Valle en torno al lago de
Texcoco, retos, ataques, en fin, un buen catalogo de situaciones, emociones y
acciones, que entretienen de excelente forma. Yo conseguí el libro al inicio de
diciembre de 2019 y no pude soltarlo hasta terminarlo en dos semanas.
No recomendaría reemplazar una lectura formal de
historia si lo que se desea es el conocimiento de las versiones existentes de
aquellos hechos. Para
historia, nada como los documentos fuente. Una tarde en el Archivo histórico de
Azcapotzalco sería de más provecho.
Pero si lo que se
desea es una lectura recreativa ficticia cuyo escenario sea Azcapotzalco, que
enlace con talento literario las personalidades y acciones de ciertos personajes,
con diálogos imaginados entre ellos, incluso entre los muertos, que aproveche
algunos acontecimientos verídicos y los amalgame exponiendo con la creatividad
de la autora, poniendo sobre la mesa sus propias sospechas o versiones de los
“cómo” y los “por qué”, inventando alguno que otro personaje para facilitar el
desarrollo, y lograr que la mente se distraiga de manera amena con un tema que
no suele estar en boca de todos, entonces esta es una novela altamente
recomendable.
Definitivamente hay puntos de gran verdad en la
obra: Tezozómoc gobernó
en Azcapotzalco, tuvo autoridad sobre los señores de Tenochtitlán y Tlatelolco.
Maxtla fue su hijo, Netzahualcóyotl era hijo de Ixtlilxóchitl, y entre estos
dos últimos y Tezozómoc no hubo simpatía. Tuvieron batallas y diferencias por
determinar quién era el legítimo sucesor de Xólotl en esta vasta región, lo
cual significó envío de mensajeros, alianzas o discordias, que abrían o
cerraban oportunidades a ciertos pueblos para decidir su postura en ese
escenario. El hecho verdadero de que Netzahualcóyotl tuvo que rondar por
diferentes sitios por tener la amenaza de muerte por parte del gobernante
tepaneca, sumado a que Maxtla (hijo de Tezozómoc) no simpatizaba con rivales de
su padre ni con algunos aliados propios, como Tenochtitlán, son elementos
auténticos de donde empieza la creatividad novelesca que da una versión
literaria fresca que deja leer lo que (supuestamente) dijo Tezozómoc, y
entonces que le respondió su hijo y en que tono, y por eso se molestó más
Tezozómoc, luego entró un mensajero con una noticia inesperada y todo da un
giro, y así, sin poder despegar los ojos del texto.
Es muy poco lo que comúnmente se dice sobre
Tezozómoc en Azcapotzalco, y fuera de esa región, supongo que aun menos. Por eso considero muy positivo
que exista esta novela, pues da luces de su época, su trascendencia, su tiempo,
además de que el sitio de la acción, es Azcapotzalco.
La otra trama tiene
que ver con un niño de nombre Asholohua cuyo abuelo manco y tlacuilo (que pintó
amates con los pies) visitó la gran Tenochtitlán en 1521 por última vez, y
ahora, sesenta años después, vuelve a verla, como capital de la Nueva España y
nota los dramáticos cambios urbanos. Sin templos prehispánicos, ahora con
conventos e iglesias, entre otras cosas. El abuelo tlacuilo debe exponer ante
Torquemada el contenido de sus amates, y de ese modo la narración brinca hacia
el pasado, aquél donde el gran Xólotl dispuso que se poblara esta zona del Valle
y después sus descendientes se mudaron a Texcoco. Así, ciertas páginas hablan
en el tiempo del niño y su abuelo con Torquemada (colonial), y otras de la
época de Tezozómoc (prehispánico). El tlacuilo manco describe las imágenes de
los amates a su nieto, y al hacerlo también da su opinión, por ejemplo que los
amates de Texcoco tienen una versión de la historia diferente a la que tiene
él. Y así señala que él tiene el concepto de que Tezozómoc era un buen
dirigente tepaneca, que solo lloró cuando su hija Técpatl se suicidó luego de
haber sido violentada por el príncipe Ixtlilxóchitl de Texcoco, su esposo. Para
contrastar, la autora agrega la versión digamos texcocana del mismo pasaje, y
de ese modo, sobre un mismo hecho se presentan la versión tepaneca y la versión
texcocana, resaltando matices donde en una de ellas Tezozómoc parece benévolo y
sentimental, y en la otra cruel y destructivo. Esto da pie a exponer dos
versiones de la misma historia o del mismo personaje, depende quien la registró
en sus amates, y de los intereses de cada bando.
La creatividad de la autora luce cuando recrea la
niñez de Tezozómoc. El
cuidado que le tuvieron sus padres, quienes le asignaron un esclavo de edad
similar a la de él llamado Totolzintli que era su inseparable acompañante, y a
quien el noble tepaneca consideraba un amigo. Incluso narra un par de
travesuras de esos dos infantes, y hasta un pleito de niños entre el pequeño
Tezozómoc y sus primos de Texcoco.
Cuando uno
disfruta las trajineras de Xochimilco en la actualidad, es común que los guías locales
digan que el ingenio agrícola de los dominantes prehispánicos de esa zona (a
veces les denominan xochimilcas, pero en otras les dicen mexicas) fue el que
dispuso que inventaran las chinampas, para habitaciones o para siembra, armados
a manera de pequeños islotes artificiales.
En la novela, se
plantea que cuando los mexicas vivían bajo la sombra de Tezozómoc en la isla
que sería México Tenochtitlán, y fueron a solicitar un gobernante a otro lugar,
a Culhuacán, generó molestia en Tezozómoc, quien era dueño de dicha isla, a
quien ellos pagaban tributo. Y por eso cuando los mexicas tuvieron a
Acamapichtli como su primer tlatoani, Tezozómoc solicitó su presencia y le
exigió que le llevara más pronto el tributo, duplicado en cantidad para
subrayar el vasallaje, y para la siguiente ocasión debían llevarle un jardín
flotante en donde estuvieran los huevos de patos y garzas a punto de reventar,
para que él pudiera ver al polluelo que se abre camino a la luz por sí mismo. Así
Tezozómoc sería el autor intelectual
de las chinampas.
La novela describe la niñez de Tezozómoc, sus juegos, sus castigos, y su
indumentaria, lo trae ante la vista del lector. Fascinante logro de la
literatura, crear puentes imaginativos hacia eventos y personas de hace seis
siglos. Por ejemplo narra que cuando era niño lo castigaron y pasó una noche
fría a la intemperie con los brazos levantados, y si los bajaba le clavaban
espinas. Al terminar de cumplir su pena, su madre angustiada lo recibió con un
chocolate caliente.
Me parece muy
ágil y fluido como expone la autora los motivos de Tezozómoc para no querer darle
esposa al primer tlatoani mexica (Acamapichtli), pero si al segundo (Huitzilihuitl),
y de cómo esto molestó bastante a Maxtla, a quien describe enojado yendo de
Coyoacán a Azcapotzalco para reclamar a su padre por haber dado a su media
hermana en matrimonio al jefe de esos vasallos mexicas sin abolengo.
La narración abarca
los sucesos importantes que en los libros de historia pueden encontrarse sobre
Tezozómoc. La autora se dedicó, además, a explorar las emociones, anhelos o
rencores, de dicho personaje. Por ejemplo, en un punto detalla los cuatro
motivos que le quitaron la felicidad a Tezozómoc, y pone en boca del narrador
el juicio de que Tezozómoc merecía
gobernar también sobre Texcoco, no solo Azcapotzalco. Y basada en esta
premisa, la autora hace que su narrador concluya que: todo lo que describa a
Tezozómoc como un tirano, es por parte de sus mentirosos opositores, pero él no
lo fue. El fue justo con sus gobernados, y valiente e implacable con sus
enemigos. Expone dos polos opuestos: Azcapotzalco
como asiento del gran Tezozómoc, y Texcoco
como punto principal que lo confrontaba. En ese tiempo Texcoco fue gobernado
por Techotlala y después por Ixtlilxóchitl, quien fue padre del famoso Netzahualcóyotl.
Los dos “oponentes”
eran descendientes de Xólotl: Tezozómoc era el tecutli tepaneca en
Azcapotzalco, e Ixtlilxóchitl el
tecutli acolhua en Texcoco. El nombramiento de tecutli chichimeca, por el cual
llegaron a disputarse estos dos personajes (en la historia y en la novela)
sería el equivalente a ser el sucesor del emperador Xólotl, en el amplio
sentido. Es decir, ser el Señor no solo de su localidad y pueblos sujetos, sino
de todo lo alcanzado por los descendientes de Xólotl en conjunto. La autora se inclina a favor de Tezozómoc
como el merecedor de ese honor. En la historia formal hay varios autores que no
lo enfocan así, todo lo contrario, opinan que Tezozómoc no lo merecía.
(Abro un paréntesis para exponer dos
visiones históricas al respecto. Por ejemplo, para Mariano Veytia en su “Historia
antigua de México”, Tezozómoc no lo merecía. Le es claro que el imperio lo
fundó el chichimeca Xólotl, la cabecera la asentó en Tenayuca. El lo heredó a
su hijo Nopaltzin, éste a su hijo Tlotzin, éste a su hijo Quinantzin. Quinantzin
decidió trasladar su capital a Texcoco, y dejó Tenayuca a cargo de su tío
materno Tenancacaltzin. Éste en cuanto pudo, convenció a los demás gobernantes
que lo reconocieran como emperador y desconocieran a Quinantzin, quien quedó
solo como gobernante de Texcoco, pero no más como emperador. Aculhua, el padre
de Tezozómoc, decidió atacar al usurpador Tenancacaltzin, dice Mariano Veytia (pág. 341) sobre Aculhua:
“viendo que Quinantzin no daba un paso, ni se movía a recobrarla (corona),
antes bien parece que la había abandonado… y habiéndola él recobrado a la fuerza de las armas, tenía otro nuevo
justo titulo para coronarse, y debía ser reconocido por supremo emperador. Bien
conocieron los príncipes (del imperio) que (esa) no era la razón, sino la
ambición la que le movía, pero el gran poder de Aculhua y la alianza con los
mexicas, cuya acción y victoria había
infundido terror en toda la tierra, les hizo condescender y reconocerle
como gran chichimeca teculti…”.
Quinantzin, el legítimo
emperador, siguió sólo como gobernante de Texcoco. Así pasaron aproximadamente
26 años. Pero un día Quinantzin tuvo que enfrentar una amenaza que llegaba
sobre Texcoco, hizo aliados importantes y destacó triunfante en esa guerra.
Ante ese gran poder bélico que ahora tenía Quinantzin, Aculhua, señor de
Azcapotzalco y (segundo) usurpador del imperio, de forma “espontánea” entregó personalmente el imperio de vuelta a
Quinantzin. Quinantzin lo heredó a su hijo Techotlala, y éste a su hijo
Ixtlilxóchitl (padre de Netzahualcóyotl). Muerto Aculhua, es cuando Tezozómoc desea imponerse como el legítimo
sucesor y arrebatarlo a Ixtlilxóchitl,
a quien mata y sin éxito intenta hacer lo mismo con el huérfano
Netzahualcóyotl. Tezozómoc ostentó el titulo y a su muerte lo continuó Maxtla
su hijo. Netzahualcóyotl y los iniciadores de la Triple Alianza derrotaron a
Maxtla, y así el imperio volvió a manos de su línea sucesoria original. Esta es
la óptica de varios historiadores que examinaron al respecto.
Pero también hay
otros de muy respetable trayectoria que ven plenamente justificado que
Tezozómoc aspirara a tomar el imperio en sus manos, matara a Ixtlilxóchitl y
persiguiera a Netzahualcóyotl. Por
ejemplo en “México a través de los
siglos” Tomo II (Pág 78) sus
autores dicen: “Lo cierto es que Tezozómoc recibió con el copilli un reino de
poca importancia , que apenas dominaba las islas de Tenochtitlán y Tlatelolco,
que quiso aumentar sus dominios conquistando el territorio de los texcocanos y
el de lo otonca, y extendió sus fronteras hasta los límites de la república de
Tlaxcala y la nación de los cuexteca, que sujetó a su mando las montañas que
como un grandioso anfiteatro rodean Azcapotzalco, y extendió su poderío más
allá del Valle de México. No puede el siglo XIX reprochar al rey tepaneca el uso del derecho de conquista en este
continente aislado y en los principios del siglo XV. No valía tan poco el rey,
que más por la política que por fuerza de las armas, conquistó los pueblos del
Anáhuac. Si persiguió a Netzahualcóyotl que podía arrebatarle la corona natural
era, y todavía fue bastante grande para olvidarlo y restituirle sus riquezas y
palacios. Así es que a pesar de crónicas
apasionadas, tenemos que repetir en justica que Tezozómoc fue un gran rey”.
Como se puede ver, para sus autores, el éxito con la fuerza también daba la
legitimidad. Aplican el interesante concepto de “El uso del derecho de
conquista”. Fin del paréntesis).
En fin, esto es
parte de lo sabroso de una novela, que cuando el lector la compara (sin
obligación) con la historia, surgen diferencias que dan lugar a exámenes,
comentarios, estimaciones, y aun con el riesgo de confundir, creo que se agradece a los novelistas la
provocación de revisión. Claro, todo con medida.
Poco antes de la
mitad de la novela, la trama prehispánica centra la atención en la guerra que
disputaron Azcapotzalco y sus aliados contra Texcoco y los suyos. Una excelente
descripción de movimientos, espionaje, estrategia, altas y bajas en cada frente,
la extensión de los enfrentamientos, tanto en el terreno como en el tiempo.
Verdaderamente apasionante. No es fácil soltar el libro ante esas escenas
excelentemente descritas. Los puntos históricos seleccionados para esta novela
cuentan con suficiente emotividad, acción, nudos argumentales y llenos de
matices que atrapan muy bien al lector, quien puede disfrutar las más de 350
páginas con gusto.
La descripción de los inmensos jardines en el
palacio de Azcapotzalco
donde Tezozómoc veía los amaneceres, con su lago habitado de garzas, patos y
aves de lejano origen, junto al cual desayunaba, son párrafos que crean una
atmósfera que el lector construye en su mente, y de ese modo, el lector también
hace la narración, le pone colores al cielo de esos amaneceres, a las plumas de
esas aves, y hasta acompaña las emociones y la lógica de aquel gobernante.
La narrativa expone dos versiones de Tezozómoc:
Una, la que se
conserva en los amates que el abuelo va describiendo a su nieto, en donde la
presentación es con matices de buen gobernante, justificado en todos sus actos,
y respetuoso de los límites y de su propia historia. La otra, la que
supuestamente los texcocanos habrían conservado de él, en donde se le pinta lleno
de maldad, abuso y ambición. Incluso hay momentos en donde el abuelo le señala
al nieto que los texcocanos le tenían mala fe a Tezozómoc y por eso
tergiversaron las cosas a propósito.
Sin embargo,
luego del episodio en donde Tezozómoc
manda matar al gobernante de Texcoco, Ixtlilxóchitl, tomando bajo su poder
Texcoco, y se encarga de perseguir a muerte al descendiente de Ixtlilxóchitl,
el famoso Netzahualcóyotl (que tenía 12 años al quedar huérfano, desheredado y
vagando para salvar su vida), entonces ya no se subraya la bondad de Tezozómoc,
sólo se mencionan eventos duros y crueles como haber matado a más de mil
infantes, matanza que refiere como una acción tipo Herodes buscando eliminar al Mesías: si mato a los niños de su
edad, en una de esas le atino y me deshago de ese menor de edad que puede darme
problemas.
Otro motivo de
asesinato de texcocanos era cuando los soldados tepanecas les preguntaban “¿quién gobierna Texcoco?”, si
respondían que Tezozómoc ganaban un premio, y si decían que Ixtlilxóchitl o
Netzahualcóyotl, les daban muerte de inmediato.
A partir de ese
punto, en la novela ya no vuelve a haber las dos narrativas, la del Tezozómoc
bueno y justo, y la del malo y despiadado. Ya
deja que el lector ponga los adjetivos.
El segundo libro,
“Netzahualcóyotl, la venganza del
coyote”, es la continuación y tiene un número similar de páginas que el
primero. Muerto Tezozómoc el gobierno de Azcapotzalco recae en Maxtla, y la
postura de éste personaje ante cada situación previa es radical, de pronta reacción
a veces visceral, o de interesantes planes muy bien descritos por la autora.
Participa un enano de forma crucial, y aparece un laberinto como escenario de sucesos
determinantes.
La evolución de
los personajes del primer libro avanza de manera creíble en este segundo tomo,
surgen nuevos personajes femeninos y masculinos que aportan sustancia a los
nudos previos, y aunque el foco del título va principalmente sobre
Netzahualcóyotl, los demás personajes tienen extrema importancia en los
acontecimientos, como los gemelos mexicas. Azcapotzalco
comparte más el protagonismo con Tenochtitlán y Texcoco como escenarios,
pero las acciones que ocurren en suelo tepaneca son fundamentales para entender
porqué cayó y se destruyó Azcapotzalco.
La historia que
se contaba en el primer libro sobre el nieto y su abuelo ante Torquemada, ya no
se continuó de ninguna forma en el segundo libro, pues en el primero tiene un
fin concreto. Esto permite que el segundo libro se dedique a enfocar una época,
no a dos. Es más lineal.
El manejo de las
habilidades de Netzahualcóyotl, las emociones de Maxtla, y la participación de
todos los demás contemporáneos involucrados, es muy interesante y atrapa,
entretiene, y no deja cabos sueltos. La narración novelada de aquellos
acontecimientos es de primera calidad.
La dosis de ficción que agregó la autora a los dos grandes periodos que abarcan
sus dos libros, se agradece, el entretenimiento que proporciona y el interés que
genera, son muy disfrutables.
Como decía yo al
inicio, estos dos libros no los tomé
de la sección de historia. Los tomé de la sección de novelas, y eso significa
ficción. Con esa advertencia comencé y con la misma termino. Es ficción. Pero tan agradable, y por haber
tomado muchos eventos y personajes reales del pasado, la tentación de darlo
todo por “hecho histórico” es riesgosa. Sugiero ampliamente su lectura, habrá para
quien estas novelas sean un inicio, y después nazca el deseo de saber más y les
lleve a leer fuentes formales. En eso también puede una buena novela histórica medir
su merecido éxito. Alentar a conocer la historia. Estas dos novelas cumplen con
todo.
Creo que
Azcapotzalco tiene en la autora Sofía Guadarrama Collado, una gran amiga y una
ferviente admiradora.
Bibliografía (aparte de las dos novelas de Sofía Guadarrama):
México a través de los siglos. Tomo segundo, Editorial Cumbre, S. A.,
Varios autores. Dirigida por Vicente Riva Palacio. 17 edición. México
Historia antigua de México. Tomo primero. Editorial del Valle de
México, S.A de C.V., Mariano Veytia. 1979. México
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