SEÑOR DE LAS MARAVILLAS, SEBASTIAN DE APARICIO,
HERMANOS SERDAN
Por: Manuel Gaviño
Quero y Martin Borboa Gómez.
Recogimos en la
central camionera a unas amistades que regresaron de un viaje a Puebla. Esteban
Ruíz y Juan Alarcón. (Son sobrino y tío). Durante el trayecto a sus casas, nos
contaron cada uno su versión del paseo. Resumimos aquí las dos narraciones, con
extractos de la documentación que nos facilitaron. Al parecer existe la idea de
preparar un texto para “La hormiga en línea” a partir de la información que
recabaron, de modo que éste artículo nuestro es sólo una introducción.
INICIO
Juan Alarcón: Todo empezó con la iniciativa de mi sobrino
para viajar a Puebla, y visitar al Señor
de las Maravillas. Él es muy devoto de ésta advocación de Jesús. Aunque la
idea de ir con él me resultaba atractiva pues asegura diversión y muy buena
compañía, me excusé planteando que por ser él aún menor de edad (en esa época)
era mucha responsabilidad para mí. Sugerí que deberíamos posponerlo hasta su
vida adulta. Pasó el tiempo y creí que
él ya lo había olvidado. Mientras tanto, fui armando un plan de ir a Puebla e
investigar dos temas vinculados a Azcapotzalco:
1) El Beato Sebastián de Aparicio (dueño
de la hacienda que se conoció al final como “Del Rosario” en Azcapotzalco. Detonador
del comercio virreinal con sus carruajes y el acarreo de metales desde el Bajío
hacia el puerto de Veracruz. Se le considera iniciador de la charrería), y
2) Aquiles Serdán (iniciador del
movimiento revolucionario de 1910, cuyo nombre lo tienen en Azcapotzalco, entre
otros: una vialidad principal, una estación de metro y una escuela).
Deseaba ir pronto
a Puebla por esos temas. Ambos personajes fallecieron en esa ciudad, y allá se
ha reunido mucha información de ellos. Mi plan era adquirir libros al respecto.
No basarme sólo en internet. Visitar los espacios que los recuerdan y valoran,
y armar con ello dos artículos con fotos para la revista electrónica de “La hormiga en línea” en la cual no he
publicado nada hasta ahora, pero soy asiduo lector.
Este pasado mes
de junio hablé con mi sobrino para felicitarlo de su cumpleaños y su mayoría de
edad. Pero me había olvidado por completo de su propuesta. Durante la llamada,
me dijo: “Entonces que tío, ¿ya hacemos lo del viaje?”. Yo no recordaba la idea
y pregunté: “¿Cuál viaje?”. Con aplomo respondió: “A Puebla para visitar al Señor de las Maravillas”. Traté de
disimular mi olvido y lo intenté distraer diciendo: “Ah claro, ahora sí
sobrino, ya eres mayor de edad, y creo que no te había dicho, pero pensé que
después del Señor de las Maravillas, podemos hacer dos paradas culturales que
se relacionan con Azcapotzalco: El Beato Sebastián y la casa de los Serdán”.
Esteban Ruíz: La idea del viaje nació cerca de mi
cumpleaños 17, el cual coincidió con las vacaciones de verano. Yo tenía la idea
de viajar con mi tío desde hace tiempo. Mi idea era visitar al Señor de las
Maravillas, de quien soy un verdadero devoto, para así tener un tiempo de
oración compartido con mi tío, quien es un hombre al que verdaderamente estimo.
Cuando propuse la idea de este viaje, no se pudo realizar debido a mi edad, por
lo que mi tío y yo decidimos esperar 365 días para que cumpliese 18 años. Creo
que esta cuenta fue olvidada por parte del tío, ya que pude escuchar su sorpresa
al recordarle el viaje.
Un tiempo después
de mi cumpleaños, organizamos el viaje saliendo de Cuernavaca, Morelos. El
viaje sería de tres días y nos hospedaríamos en un hotel cercano a la catedral.
Nos vimos en la central de autobuses de Cuernavaca, muy temprano. El trayecto
rumbo a Puebla fue callado al principio, pero luego de un rato de buena
conversación, nos dimos cuenta que resolvimos los conflictos del mundo (sin
decírselo a nadie). Llegamos a nuestro destino alrededor de las 8:00 am. Taxi
al centro. Un café junto a la catedral para desayunar. Y justo a las 9:00 am., estábamos
en la puerta de la iglesia del Señor de las Maravillas.
SEÑOR DE LAS MARAVILLAS
Esteban Ruíz: Cuando entramos a la iglesia, mi mente
estaba en calma, cosa que no había sentido en un largo tiempo, pues por fin
pude pagar mi deuda con ese gran Ser. Al introducirnos, me arrodillé frente a
su presencia, mis oraciones fueron profundas y agradecidas, incluso me solté a
llorar.
Mi emoción
provenía de mi deuda acumulada desde hace mucho con el Señor, ya que desde
siempre, he sentido su compañía y he presenciado sus milagros, siempre con la
promesa de visitarlo en su templo, la cual no había podido cumplir. Incluso le
elaboré un exvoto de madera, que es una cruz con una rosa pintada.
Esos momentos
fueron muy especiales, ya que mi tío me dejó estar frente a la imagen todo el
tiempo del mundo. Era la primera vez en mucho tiempo que no debía rezar
“corriendo”, sino que pude tomar mi tiempo, incluso para las lágrimas.
Estuvimos alrededor de una hora con el Señor de las Maravillas.
Son momentos que
jamás olvidaré, los cuales le agradezco a mi tío y al Señor de las Maravillas,
quien al fin y al cabo es nuestro señor Jesucristo. Aun hoy en día no tengo
palabras para agradecer lo que hicieron por mí.
Juan Alarcón: La profundidad de la devoción de mi sobrino
la respeto. He ido con él antes a otras iglesias, y como creyentes, nos
sentimos bien dentro de espacios de oración. Ésta visita al Señor de las
Maravillas fue especial por atestiguar el muy íntimo lazo que lo une a mi sobrino.
Me emocionó. Le di su tiempo y su espacio. Mientras tanto, repasé mentalmente
sí en Azcapotzalco he visto la imagen del Señor de las Maravillas en alguna
iglesia. No las conozco todas, pero me di cuenta que ni una de las que sí
conozco, tiene esa imagen. Decidí que si en éste paseo veo una muy buena imagen
fotográfica de Él, la compraré y le propondré a mi sobrino que la obsequiemos a
alguna iglesia en Azcapotzalco que permita colocarla a la vista de los fieles.
Si no la consigo en este viaje, ya veré si en la “Librería Parroquial” de Clavería consigo una.
BEATO SEBASTIAN DE APARICIO
Esteban Ruíz: Tras el encuentro con el Señor de las
Maravillas, tomamos rumbo a la iglesia de San Francisco, para visitar el templo
donde está el Beato Sebastián de Aparicio, quien me parecía un personaje
interesante. Había leído un poco al respecto de éste Beato, entre las cosas más
importantes; está la incorruptibilidad de su cuerpo después de muerto, además
del interés que presentaba mi tío por su vínculo con Azcapotzalco.
La iglesia desde
hace mucho me había parecido interesante, pero nunca había tenido la
oportunidad de conocerla hasta éste viaje. La reconocía de la muy premiada película
mexicana animada “La Leyenda de la
Nahuala” (2007), la cual se sitúa en la ciudad de Puebla. En lo personal me
pareció una gran experiencia estar frente al Beato Sebastián. En lo histórico y
arquitectónico, me gustó llevar esa iglesia del terreno animado a la vida real.
Juan Alarcón: Yo había visitado varias veces el templo
de San Francisco y al Beato Sebastián de Aparicio, cuyo cuerpo incorrupto es
parte de su camino a la santidad. Hombre de fantástica biografía: migrante, rico, labriego, carretero,
domador, iniciador de la charrería, casado dos veces, fraile limosnero. Nunca
lo visité antes con el objetivo específico de localizar detalles de su vínculo
con Azcapotzalco. (Internet ofrece información general, pero su lazo con
nuestra alcaldía es mencionado de forma superficial). La tienda de artículos
religiosos del templo ofrece bastante literatura, y las librerías que visitamos
también. Compré todo lo que cayó en mis manos. Algunos textos son un tesoro
para mi objetivo. Por ejemplo ésto del “Romancero
de Fray Sebastián de Aparicio”, (edición de autor, Fray Jerónimo Verduzco,
1989, México), versos de Eduardo Enrique
Ríos:
“Camino de Azcapotzalco
que ya nos miras pasar,
la cuadrilla de carretas
del rico Don Sebastián.
“¡Ay, llanos de Tlanepantla!
¡Ay, hacienda de Careaga!
¡Qué triste cantan los gallos
al ras de la madrugada!”
O éste de Fray Antonio Corredor (refiriéndose a
su posterior vida de fraile):
“Viviste en Azcapotzalco
en momentos decisivos,
por fin, en la Orden seráfica
encontraste amado asilo”.
En internet y en
algo de bibliografía publicada en Azcapotzalco, se dice que por haber sido dueño
de una hacienda en la alcaldía, y por haber abierto la posibilidad de que los
nativos convivieran y montaran caballos, además de ser el iniciador de la charrería, subrayan que ese inicio fue en Azcapotzalco.
Es una afirmación audaz, ya que la combinación de Sebastián de Aparicio más
ganado más nativos a cargo de dicho ganado, inició muchos años antes de que él adquiriera su hacienda en
Azcapotzalco. Con ganado me refiero
mínimo a bueyes y caballos. Haré una muy breve semblanza cronológica: llegó a
la Nueva España en 1533. Primero construyó el camino de Puebla a la ciudad de
México. Luego construyó el de Puebla a Veracruz. Después se ocupó de trazar y
acondicionar el camino de México a Querétaro hasta alcanzar Zacatecas. Al menos
una década la ocupó en planear, ejecutar, y supervisar trabajos. En ellos
dejaba a cargo a sus peones destacados para que avanzaran las labores, mientras
él iba a otro sector a supervisar y resolver imprevistos. El traslado de
materiales, personal y abastimiento se hacía en carretas tiradas por bueyes.
Hubo caballos involucrados en sus recursos y él personalmente no podía cuidar a
cada una de ellos. De modo práctico, enseñó y confió esas tareas a sus peones,
y en esa convivencia laboral, pasaron años al lado de los animales, domando y
aprendiendo sus oportunidades, comprendiendo sus limitantes, sanando sus
enfermedades, y sin duda, disfrutando su compañía, montándolos en el binomio de
jinete y animal. La ley lo prohibía y lo terminó permitiendo. Es importante
entender que cuando Sebastián de Aparicio concluyó su fase de constructor de
caminos, se ocupó de proveer las carretas para trasladar pesados cargamentos de
metales desde Zacatecas hasta Veracruz. Continuaba la convivencia entre nativos
y animales de tiro, y aunque para ello se ocupaban bueyes, para las tareas de
supervisión y acompañamiento, se requerían caballos. Muchos años pasaron. Y fue
hasta que amasó una buena fortuna con esos traslados, que decidió terminar esa
empresa, y comprar propiedades incluyendo la de Azcapotzalco. Dice Conrado Espinosa en uno de los
libros que conseguí (Sebastián de Aparicio, Editorial Jus, México, 1959), que: “sus viajes zacatecanos acrecentaron mucho su
fortuna,… decidió… liquidar la empresa y emplear sus dineros en tierras, dentro
del mismo Valle de México, y montar una hacienda…”. “Llegó un día en que,
dejando las carretas en un corralón, menos una… Sebastián con el resto de sus
peones, la emprendiera muy de madrugada
camino de Azcapotzalco…”. “Las
tierras de Sebastián… llegaron a nuestra época como Hacienda de Careaga”. “Sin que se precise la extensión afirmándose
que Sebastián fue propietario de terrenos inmediatos a Tacubaya y acrecentados éstos con nuevas compras en Chapultepec y todavía más tarde dueño
también de vastas tierras por Tlanepantla,
terminamos con que nuestro carretero fue un gran hacendado…”.
Otro documento sin
autor difundido por la misma iglesia aclara que: “diecisiete años trabajó con su flotilla de carretas, hasta llegar a
formar un buen capital, con el cual compró tres haciendas: una de agricultura en Azcapotzalco, y dos a la ganadería en Tlalnepantla y Chapultepec. 20 años se dedicó a
trabajar estas 3 haciendas”. La
Orden de San Francisco (fransiscanos.org) dice que con el dinero de la venta de
su cuadrilla de carretas: “compra una
hermosa heredad a una legua de distancia de la ciudad de México. Está situada
entre Tlalnepantla y Azcapotzalco.
Para el cultivo de tan gran heredad necesitaba ganado abundante, a tal fin compró
una hacienda ganadera en Chapultepec”. “A
sus 55 años de edad, se trasladó a vivir a Azcapotzalco…
no fueron muchos los años que vivió Aparicio en Azcapotzalco… la abundancia de ganado que tenía en Chapultepec le
mueve a marcharse a vivir a aquella heredad…”.
Me parece sensato
pensar que en la hacienda de agricultura (Azcapotzalco) se empeñó en lograr que
los nativos y trabajadores se esforzaran en la producción agrícola, y en las
otras dos con ganadería en Tlalnepantla
y Chapultepec, su enfoque fue que los trabajadores convivieran de manera
sana, útil y productiva con los animales de su propiedad. Continuó enseñándoles
la doma, la monta, el cuidado y su aprovechamiento como animales de tiro y de
cabalgadura, es decir, a ser a ser jinetes, lo cual sería después, con el
tiempo y el arte: la charrería. Así
que vemos en base a estas fuentes, que la convivencia entre nativos y animales
de monta y carga, data de muchos años antes de su fase de hacendado: Sebastián
primero fue constructor de caminos, luego carretero, después reunió fortuna, y
cuando se convirtió en hacendado, ocupó
su hacienda de Azcapotzalco para fines agrícolas, y las otras, a su ganado.
En esas últimas, las del ganado, habrá continuado
la charrería, pues las fuentes poblanas apuntan a que el inicio de la
charrería ocurrió en su territorio en los años de su larga fase de caminero y
carretero, cuando su centro de operaciones estaba ahí.
Sebastián de
Aparicio tenía su confesor en Tacuba. Según fransicanos.org, respecto a su
primer matrimonio (y viudez) en esa
localidad “en la misma iglesia donde fue
la boda, se celebraron con solemnidad los funerales y el entierro…”. “La dolorosa circunstancia que le oprime, le
decide a cambiarse nuevamente de domicilio. Otra vez se encamina a Azcapotzalco… a los dos años del
fallecimiento de su esposa decide casarse nuevamente. Sebastián de Aparicio
queda viudo por segunda vez, fueron apenas 8 meses los que había durado ese
último matrimonio. En la iglesia de los dominicos de Azcapotzalco se celebraron
con solemnidad los funerales”.
Según Conrado
Espinosa: “los frailes franciscanos de
Tacuba y los dominicos de Azcapotzalco,
ambas Ordenes en afiebrada tarea de construcción, evangelización y socorro a
los necesitados del cuerpo y del espíritu, tenían en Sebastián al feligrés
devoto…”. A los sesenta años tuvo fuertes dolencias: “tan grave fue su estado que se creyó en la necesidad de liquidar sus
negocios con el mundo y así dictó legal testamento, dejando sus bienes a los nuevos frailes de Azcapotzalco, los
dominicos…”. Sobrevivió y ese testamento no tuvo efecto. Continuó viviendo
en Azcapotzalco. Comenzó a planear
dejar la vida de hacendado para convertirse en religioso. Lo comentó con su
confesor en Tacuba. Visitó con frecuencia a los franciscanos de Tlalnepantla. Mostró
desinterés por las fincas y sus labores.
Once años
después, en 1573, se decidió. Dejó su fortuna a las Clarisas que apenas 3 años
antes habían fundado su Orden y se entregó en un convento en calidad de donado.
Se ocupó como parte de la servidumbre. Luego
fue carretero limosnero. El 9 de junio de 1574 ingresó como novicio a la
fraternidad franciscana en la ciudad de México, y al año siguiente, ya fue
fraile y se trasladó a Tecali, en la cercanía de Puebla. Un año después, en el
convento de Puebla hacía falta un limosnero,
y fue requerido a irse para allá. Así pasó los últimos 24 años de su vida. Murió en el año 1600, a los 98 años de edad.
Casi un siglo de vida (1502-1600) y vaya centuria para la historia de nuestro
país. Su vida dio y da para muchas referencias, incluso las de tipo religioso,
campo en el cual es Beato y se proyecta su reconocimiento a la santidad. En ese
sentido, en el ya citado “Romancero”, encontré un bello verso de Fray Santiago
de los Ángeles Campero.
PASAJE MILAGROSO DE SEBASTIAN DE APARICIO CON LAS
HORMIGAS
“Una vez ya colectado
el trigo para los frailes,
unas hormigas arrieras
le dejaron solo el aire.
Comenzaron afanosas
a descargar las carretas
llevando los rubios granos
a sus profundas bodegas.
El Beato San Sebastián
fue a llamarles la atención,
y les mandó devolvieran
lo robado al Señor.
Las hormigas obedientes
a la voz de su mandato,
poco a poco devolvieron
los granos de oro robados.”
La bibliografía
que conseguí sobre él da para muchos temas: la creación y mejora de caminos, el
desarrollo del transporte y el comercio, facilitar
la difusión del festejo sincrético del Día de muertos que mezcló elementos
prehispánicos con cristianos, el inicio del deporte nacional, su tránsito
de millonario a limosnero, sus dos matrimonios y su escalera hacia la santidad.
Además, ya tengo material para “La
hormiga en línea” acerca de su época de hacendado en Azcapotzalco.
AQUILES SERDAN
Esteban Ruíz: Tras la visita al templo de San
Francisco, fuimos a comer chalupas, luego bebimos café y tomamos camino a la
Casa de los Serdán, que ahora es el “Museo
Regional de la Revolución Mexicana, Casa de los Serdán”. Este lugar siempre
me resultó interesante, a pesar de yo no comulgar con los ideales de Aquiles
Serdán, ya que en lo personal me considero un ferviente defensor de Porfirio Diaz, por lo cual el lugar me
pareció y me parece un monumento a la queja desmedida e injustificada de unos
burgueses que buscaban el poder. Debido a mi postura en los hechos sucedidos en
este lugar, mi presencia fue apenas perceptible. En cuanto salimos de ahí me
sentí aliviado. La visita fue corta porque en realidad ni yo ni mi tío logramos
encontrar un puente entre Azcapotzalco y Aquiles Serdán.
Juan Alarcón: En pleno corazón dulcero de Puebla,
probamos un café en un local nuevo llamado “Coffee
Brothers”. Compramos un kilo para compartir con su agradable hermano, quien
es cafetero como nosotros. En la calle principal para adquirir las delicias
poblanas, aprovechamos para comprar unos dulces que nos encargó la mamá de mi sobrino
(mi prima) y unos rompopes para su papá. Ahí también llegamos a la Casa de la
familia Serdán. Yo buscaba particularmente lo posible acerca de Aquiles Serdán,
quién en Azcapotzalco tiene como
homenaje una importante vialidad con
su nombre, una estación de metro en
esa avenida, y una escuela CETIS 4 en
la Calzada de las Granjas (con mensaje y mural de mosaico sobre la tecnología).
No hallé nada que
uniera específicamente a Aquiles Serdán con Azcapotzalco. Y es que además por
algún tiempo, la alcaldía se llamó “Azcapotzalco
de Porfirio Díaz”, y las historias de su Casa de Cultura, su Jardín Hidalgo, y hasta el Paseo de los Ahuehuetes,
se precian de haber tenido entre sus asiduos visitantes a Don Porfirio. (Cabe
recordar que los hermanos Serdán se oponían al gobierno de Díaz). Por ello más
me interesaba tratar de hallar algo que vinculara al hombre con nuestra
localidad azcapotzalca. Pero no hallé nada en las cédulas del museo, ni
platicando con el guía del lugar, ni en los libros que hojeé en librerías ni en
las dos biografías que compré. Mi texto para “La hormiga en línea” acerca de él, sería solo descriptivo para conocer (un poco más) del ilustre
mexicano a quien se honra con nomenclatura e instalaciones con su nombre. Pero sin poder trazar una línea directa.
Lo que aprendí (y creo que mi sobrino ya sabía porque vino recientemente con
sus padres y hermano) es que aunque Aquiles Serdán destacó en la historia a
veces a título individual, los eventos de armas del 18 y 19 de noviembre de
1910 los compartió hombro con hombro con sus valientes familiares: su madre, su esposa Filomena, su hermana
Carmen, su hermana Natalia y su hermano Máximo. Él último falleció en la
azotea de la casa durante el tiroteo. Aquiles fue acribillado en ésta casa al
día siguiente. La autoridad capturó a las tres mujeres que estaban en la casa
(su madre, su hermana Carmen y su esposa que estaba embarazada). Su hermana
Natalia era la dueña de la casa. Toda la estructura familiar estuvo
comprometida con ese violento arranque de la Revolución de México. Cada uno de los miembros de la familia
participó en esa vanguardia, antes del famoso 20 de noviembre de 1910,
inicio oficial de la gesta revolucionaria. Me propongo que en Azcapotzalco, con
mi texto, al subrayar el valor histórico del gran Aquiles Serdán, difunda yo también la grandeza de sus
familiares, pues sin ellos, la obra de él habría sido quizá, menor.
Aquiles Serdán ya
vimos que tiene reconocimiento en Azcapotzalco, pero con sus hermanos Carmen, Natalia y Máximo, aun hay
omisión. Y más con los otros mártires de aquel 18 de noviembre en esa casa:
Andrés Cruz, Fausto Nieto, Clotilde Contreras, Rosendo Contreras, Alejandro
Espinosa, Manuel Paz. Un primer paso será citar sus nombres en “La hormiga en
línea”.
CONCLUSION DEL VIAJE.
Juan Alarcón: Regreso con mucho por leer y escribir
para la revista electrónica que dirige Patricio Garibay en Azcapotzalco. Sebastián
de Aparicio sembró trayectos y rutas en esta tierra, es considerado patrono de
viajeros y choferes, y padre de nuestra charrería. Me da gusto haber viajado
por un camino trazado por él para ir a su encuentro. Celebro haber ido a buscar
información de Aquiles Serdán, y regresar con datos sobre él y toda su familia.
Mi conocimiento de la Revolución se multiplicó con cada miembro de esa
patriótica genealogía que compartió sangre, corazón y destino. Me emocionó haber
convivido más con mi sobrino, gran compañero de charlas, y atestiguar que la
vida tiene un enorme sentido para él, así como él se da sentido a sí mismo ante
Dios y sus prójimos. Será muy agradable platicar con él sobre éste viaje
tomando otro café, y revivir el paseo. Intentaré brindarle el gusto de ampliar
la devoción al milagroso Señor de las Maravillas, hacia la alcaldía
Azcapotzalco, buscando una parroquia o iglesia que nos acepte la imagen.
Esteban Ruíz: Regreso del viaje con una gran
satisfacción de haber pasado tiempo con el que yo llamo “mi tío favorito”, ya
que es más que un familiar para mí, sino mi amigo. Le agradezco que me haya
llevado a ver al Señor de las Maravillas, a quien tanto le debo, y gracias a
él; pude pagar mi deuda. Aun así debo agradecer públicamente al Señor de las
Maravillas y a mi tío por estar en mi vida, por todos sus consejos y todas sus
enseñanzas.
Felicidades por los datos sobre el Beato o Santo Fray Sebastian de Aparicio , así es hay mucha informacion al respecto y la que encontraron en Puebla es excelente , así como la hay en Puebla, la hay en Azcapotzalco y en España incluso. Y adelante con esa investigación saludos Atte : José Carbajal. Cronista de Azcapotzalco
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