HORMIGAS Y FEBRERO,
DE LOPEZ VELARDE
Por Don Nayarito Cantalicia
En esta ocasión,
la revista electrónica “La hormiga en línea” parece haber sido hecha
especialmente para divulgar a Ramón López
Velarde. Es una publicación mensual, y el poeta le dedicó unas palabras al
mes de Febrero. Es una revista que lleva por título “la hormiga”, y el poeta le puso ese nombre a una de sus creaciones
de amor más realistas, haciendo referencia al “hormigueo” como definición sensorial.
Ignoro si otras
culturas o en otros idiomas también se relacione a esa sensación nerviosa en la
piel con el caminar de las hormigas. Pero
en Azcapotzalco tenemos derecho a ocuparnos de ellas, son nuestro emblema,
y febrero es el mes ideal para referirnos a esa emoción incontrolable que
provoca el amor o la aventura de una nueva amistad, cuya electricidad llega a vibrar en la piel como el andar de las hormigas. Y quien mejor que el poeta Ramón López Velarde.
Sobre febrero,
López Velarde le reconoció un don, un
poder especial, una facultad que era encendida durante ese mes: -Mirar el alma-. Por ello llamó a su
prosa, “Don de febrero”, de la cual incluyo
unos fragmentos.
Antes de pasar a
su poesía, daré unos breves datos biográficos: Nació en Jerez, Zacatecas en
1888. Su vida transcurrió entre su estado natal, Aguascalientes, San Luis
Potosí, Guadalajara y la Ciudad de México. En 1910 estuvo con Francisco I. Madero. Al año siguiente
se tituló como abogado. Un año después ya estaba participando en publicaciones
capitalinas con su prosa y su verso. Encuadró en el modernismo literario,
manifestando en sus textos su catolicismo y cantando al amor y a la mujer amada.
Cuando José Vasconcelos ya era
Secretario de Educación, promovió dos revistas en las cuales López Velarde
publicó artículos literarios. Desde 1914 permaneció en la Ciudad de México
hasta su muerte en 1921, a la edad de 33 años, y está enterrado en la Rotonda de las Personas Ilustres. Por
su poema “Suave Patria” muchos lo
consideramos el poeta nacional. Es su poema más extenso. Ese poema lo publicó
dos meses antes de morir, y este año, cumple
100 de fallecido. La revista “La hormiga en línea” lo recuerda y homenajea.
“HORMIGAS”
A la cálida vida que transcurre canora
con garbo de
mujer sin letras ni antifaces,
a la invicta
belleza que salva y que enamora,
responde, en la
embriaguez de la encantada hora,
un encono de
hormigas en mis venas voraces.
Fustigan el
desmán del perenne hormigueo
el pozo del
silencio y el enjambre del ruido,
la harina
rebanada como doble trofeo
en los fértiles
bustos, el Infierno en que creo,
el estertor final
y el preludio del nido.
Mas luego mis
hormigas me negarán su abrazo
y han de huir de
mis pobres y trabajados dedos
cual se olvida en
la arena un gélido bagazo;
y tu boca, que es
cifra de eróticos denuedos,
tu boca, que es
mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,
tu boca, en que
la lengua vibra asomada al mundo
como réproba
llama saliéndose de un horno,
en una turbia
fecha de cierzo gemebundo
en que ronde la
luna porque robarte quiera,
ha de oler a
sudario y a hierba machacada,
a droga y a
responso, a pabilo y a cera.
Antes de que
deserten mis hormigas, Amada,
déjalas caminar
camino de tu boca
a que apuren los
viáticos del sanguinario fruto
que desde
sarracenos oasis me provoca.
Antes de que tus labios mueran, para mi luto,
dámelos en el
crítico umbral del cementerio
como perfume y
pan y tósigo y cauterio.
DON DE FEBRERO
(Escrito el 28 de
febrero de 1915)
(fragmentos)
“Soy deudor a febrero de un singular
espectáculo, el de un alma femenina que, frente a mi isla de meditación,
sufre los embates de locos vientos, sobre el mar, sobre las selvas muy
arriba…”.
“Y tal espectáculo me reconcilia con el
pobre febrero, mes equivoco que se disputan la persistencia de la nieve y
el asomar de las rosas. Febrero me es grato por primera vez…”.
“No sé por qué
amable fatalismo me ha concedido febrero
el don de distinguir, desde mi isla de rumores iniciales, sobrias fuentes y
arboleda parca, el alma que, como un
punto de plata naufrago en la inmensidad vespertina, es llevada y traída por vientos contrarios, y que paga así su afán
mitológico de enclavarse en el Zodiaco, igualando la soberbia del León o la
radiosa compostura de la Virgen…”.
“Solo sé que estas horas de febrero en que los
dioses, indigentes o irónicos, me
otorgan mirar como sangra un espíritu en las alturas, son horas que se
irisan con un matiz sentimental, con el rosado
matiz que la gota de sangre de un ideal martirio, al ir cayendo, diluyese
en la atmósfera…”.
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