EL ÁRBOL HISTÓRICO DE NEXTENGO,
UN REQUIEM
Por: José Carbajal Cortés. Cronista del Barrio de Nextengo, Azcapotzalco.
Azcapotzalco es un sitio lleno de lugares y de,
además, rincones poco conocidos en sus diversos barrios y pueblos. Uno de estos
rincones es el Barrio de Nextenco o Nextengo con su capilla, su atrio y su
vetusto e histórico árbol.
El
entorno del árbol.
El día
20 de noviembre del 2020, nos enteramos con tristeza de la pérdida de este
histórico árbol que formaba parte del entorno, dándole una característica al
atrio que lo albergaba.
El
vetusto árbol que habitaba en este lugar era un gran Fresno de los pocos que
existen en Azcapotzalco y el único que quedaba en el Barrio de Nextengo,
antiguo calpulli prehispánico. Los fresnos
llegan a crecer hasta una altura de 35 metros, sus ramas son horizontales y de
tronco grueso e imponente y de gran follaje, características que tenía este
corpulento fresno, ya que era de gran altura, con varias ramas a manera de
brazos. En torno a este fresno se suscitaron varias historias que retomaremos a
manera de memoria. Este frondoso árbol habitó durante mucho tiempo no sabemos
cuánto este lugar, pero nos comentaba el padre Gerardo en su momento que
podrían ser centenares de años debido a su grosor, quedando dentro del atrio de
la capilla de San Salvador Nextengo o Nextenco, cuyo significado en náhuatl es:
“A la orilla de la ceniza”. Es de mencionar que existían a principios del siglo
XX, entre 6 y 9 árboles de fresno en este barrio, que rebosaban en un verdor
han dicho los habitantes más longevos y de los cuales sólo quedaba este árbol
en pie.
El
histórico árbol de Nextengo.
Aunque
este árbol era ya longevo, la primera referencia escrita de éste la precisamos
a principios del siglo XX, en el año de 1906, cuando le cayó un rayo a este fresno
en el templo de Nextengo, desprendiendo algunas partes del árbol que cayeron
sobre la capilla haciendo algunos destrozos, esto nos lo contaba el párroco Gerardo
Morales quien se hacia cargo de esta capilla y de la parroquia de San Lucas por
el año del 2000, y tal referencia se encuentra en el archivo parroquial
de este lugar. También nos decía el párroco que observáramos el árbol, ya que
podíamos apreciar los estragos que hizo el rayo, ya que la mitad del árbol
estaba seco y la otra mitad reverdecía su follaje cada año con todo esplendor,
el párroco nos mencionaba que este prodigio de la naturaleza era digno de ver ya
que, al sobrevivir al terrible rayo, se debía al agua que tomaba al dejar al
descubierto el manantial que había debajo.
Este
árbol también albergaba dos curiosos hechos. El primero es que tenía un modesto
altar prácticamente unido al árbol con una pequeña escultura del Cristo de
Burlas, un bien mueble valioso ya que databa del siglo XVIII, situada en la
cavidad del nicho que, desafortunamente el pasado siglo en la década de los
ochenta, desapareció siendo sustraída de manera indebida.
El
segundo hecho también interesante, es que en el año en que la cayó el rayo en 1906
dejó al descubierto un manantial, con lo cual cuentan los vecinos se construyó
un pozo, aunque investigaciones más recientes nos indican que este pozo en
realidad es más antiguo ya que se han encontrado en sus alrededores vasijas
prehispánicas (por parte de Salvamento Arqueológico del INAH) y que se
encontraría oculto, escondido, hasta la caída del relámpago mencionado. Aunque
nos comenta más como el de un imaginario colectivo que no un hecho, Gonzáles
Gómez en su Cronología Histórica de Azcapotzalco que la población de
entonces tanto de Nextengo como de San Lucas, barrio contiguo, llegaron a creer
que el rayo fue un castigo por haber restaurado la imagen del Cristo de
Nextengo por aquellos años.
Mencionaremos
el hecho de que este árbol estaba catalogado como Histórico por el INAH,
sintiendo el barrio su pérdida de manera casi repentina en el 2020.
Tenemos un testimonio de don Luis Téllez,
vecino de toda la vida en este barrio:
“En la calle de Nextengo [Camino
a Nextengo] había 6 árboles, ahora solamente queda uno, dentro del atrio de la
iglesia había 3 árboles grandísimos y ahora solamente queda 1” (Azcapo tu
revista, 2007. p. 19).
Este
árbol grandísimo que nos comentaba don Luis que sólo quedaba uno es,
precisamente este noble Fresno que se ha tenido que retirar por su
resquebrajamiento. ¡Cuántos festejos patronales sintió en lo hondo de sus
raíces pasar este árbol a través de las generaciones, con las tradiciones de
antaño y en compañía de más árboles hermanos como él, compañeros cercanos en su
entorno natural! El árbol que habitaba este sitio, era el testimonio del verdor
de Azcapotzalco que nos cuentan los mayores de que este lugar allá por la
década de los treinta, estaba lleno de sembradíos, de campos de alfalfares,
árboles de pino y fresnos. Sitio donde ahora ya no hay ningún pino y tampoco ya
ninguno de los fresnos de los ejemplares que existían, siendo escasas las áreas
verdes de este antiguo barrio originario. Solo quedan los testimonios, imágenes
de cámara y fotos de un Azcapotzalco que quedó en el tiempo.
Allá
en el Rancho Grande.
Este Fresno último de los tres del atrio, fue testigo de la vista o paso por el lugar de muchas generaciones chintololas a lo largo de su vida, sus ramas y hojas dieron sombra y viento fresco. Entre las muchas personas que estuvieron bajo su follaje, están los actores que llegaron en el año de 1936 para filmar en esta capilla la película representativa de nuestro cine mexicano que dió comienzo a la época de oro, en Azcapotzalco: la cinta “Allá en el Rancho Grande” (Valdés, 2005). Las personalidades que nuestro árbol testimonio “ver” y sentir pasar fueron: Tito Guízar, Esther Fernández, René Cardona, Carlos López, Emma Roldán, de Gabriel Figueroa y del director Fernando de Fuentes entre otros, en la escena final de la película. También, asimismo atestiguará con su presencia nuestro corpulento árbol de nueva cuenta en la filmación del remake versión de “Allá en el Rancho Grande”, rodada en 1948 al final nuevamente, ahora con Jorge Negrete, Lilia del Valle, demás actores y director que fueron acompañados por chintololos haciéndola de “extras”. Podemos observar este gran árbol de Fresno, al final de ambas películas en conjunto con la capilla y el atrio en una algarabía en las escenas finales de las bodas, en las que nuestro árbol hace presencia en cámara, que observamos que tenía una corpulencia, gallardía y seguro verdor.
Su
leyenda o suceso.
Se dice
que entorno a este árbol a un costado del pozo que lo albergaba, se aparecía
una presencia que cuidaba el lugar, que hacía acto de presencia repentinamente
de manera difusa, vaporosa, estática por momentos, que se deslizaba al lado del
pozo y recorría el alrededor del árbol y del atrio, ello nos lo mencionaba así un
habitante cercano al lugar (Carbajal, 2017).
El
Réquiem.
Es en
febrero de 2020-1, que el árbol se empezó a abrir, para partirse finalmente
meses después. El hecho nos lo refiere el sr. Juan Rojas, vecino de este barrio
quien ha sido una de las personas que ha cuidado a través de los años esta
capilla del Señor de Nextengo con aprecio. Es en el mes de febrero de este año
del 2020-1 nos comenta, que este Fresno se empezó a partir, por la fuerza del
viento y empezó a resquebrajarse poco a poco por dentro y que, en el mes de
noviembre entre el 19 y 20 del año referido, término por desprenderse
abriéndose dramáticamente en dos, partiéndose y quebrajándose casi desde su mitad
y por lo tanto se pide a la Alcaldía por ser un árbol histórico que se debe
hacer. Hay llegar el personal se dictamina que el árbol se encuentra en malas
condiciones, encontrándose dos terceras partes del árbol con la madera deshecha
en su interior pudiéndose observar el mal estado de la madera interior podrida con
el resquebrajamiento de tal. Se decide por tanto conseguir el permiso y
cortarlo para evitar accidentes, llevándolo a cabo el personal de la Alcaldía.
Así, la fisonomía del Atrio ha cambiado, ya
que además de no estar el árbol, el pozo ha quedado tapado y con ello, parte de
su historia y leyenda del lugar.
Los árboles mueren de pie, como dice la gran
obra de Alejandro Casona, abrigando una memoria de lo que sigue en pie, aún en
las malas condiciones interiores o exteriores. Gaia, la madre tierra lo ha
recibido en su seno, ya que los árboles son seres vivos de la naturaleza, como
aquella sombra del árbol que cobijo al Maestro de todos los tiempos.
Decimos por tanto unas palabras de introito: «Requiem æternam dona
eis».
Despidiendo y recordando tanto material como simbólicamente a
nuestro noble árbol.
Cuando pases
lector por el barrio de Nextengo, advertirás que ahí estaba un árbol dentro del
atrio de la capilla, era un singular Fresno del cual, ya sabes su historia y
así como la he contado ¡cuéntala!
Agradezco a sr.
Juan Rojas Soriano por su amable atención, al párroco del templo de San Lucas,
por su apreciable amabilidad.
Referencias.
Azcapo tu revista. (edit). (septiembre 2007). Entrevista
Sr. Luis Téllez. Azcapo tu revista, (1), p. 10-12.
Carbajal, C. J. (2018). “Crónicas junto a la ceniza”. En
Consejo de la Crónica de Azcapotzalco (comp.). Tlacuilos Tepanecas: XVIII
Encuentro de Cronistas de Azcapotzalco. (p. 18-28). México: Delegación
Azcapotzalco.
Valdés, P.A. (2005). “Allá en el Rancho Grande”. En Ortiz
E.R. (comp.). Miradas al acervo. México: Conaculta, Cineteca Nacional.
Gonzáles G, A. (2003), Cronología histórica de
Azcapotzalco. Mexico: edición del autor.
Hermosa crónica querido amigo José Carbajal, me llevo a imaginarme la película y ese pozo que no devieron tapar gracias pir compartir!
ResponderEliminar