ODISEA EN EL PARQUE TEZOZOMOC
Por Patricio Garibay
Con el siempre recuerdo para Indira.
Claudia y yo no podemos recordar con
exactitud si fue hace unos 12 o 14 años cuando llegamos al Parque Tezozomoc, lo
que sí tenemos claro es que aquella tarde la Selección Mexicana de futbol
se enfrentaría al equipo de Brasil, ¿o era a la de Argentina? La cuestión es
que el parque estaría desierto al menos hasta las 4 de la tarde en que terminaría
el esperado partido e incluso el propio personal del lugar estarían atentos en
algún televisor observando ese espectáculo de masas en el que 22
hombres en calzoncillos persiguen una pelota y que al menos a Claudia y a
mí no nos causaba el más mínimo interés, pero que sin embargo lo
aprovecharíamos a nuestro favor pues estando solos en el enorme parque
azcapotzalca podríamos realizar una serie de fotos de Claudia posando casi cuál
Eva moderna en aquel edén tecpaneca, para una serie de fotografías que yo
pensaba exponer próximamente en la galería de la videoteca que se encuentra al
costado del edificio de la hoy alcaldía de Azcapotzalco.
Así pues el plan era perfecto y con esa intención entramos al parque y de inmediato comprobamos qué efectivamente estaba desierto. Yo con mi cámara colgada al cuello y Claudia con una gabardina a la detectivesca que cubría su belleza natural buscamos un lugar adecuado en dónde poder tomar la primer serie fotográfica, luego de unos minutos llegamos a una zona rodeada de verdes lomas cubiertas de pasto. De las muchas personas que visitan el parque pocos saben qué cada una de estas pequeñas lomitas junto con el lago artificial representan a escala menor a los montes, cerros y zona lacustre del Valle de México, por ello en medio del lago del parque hay un conjunto escultórico que recrea el encuentro que tuvieron los recién llegados tenochcas con él águila sobre el nopal devorando una serpiente, mítica señal qué indicaba que ahí se debía construir la ciudad de Tenochtitlan.
Pues ahí entre aquellas montañitas a escala decidimos tomar algunas fotos, no sin antes cerciorarnos de qué no hubiera testigos que se pudieran escandalizar por nuestra labor, enseguida Claudia, mi musa y cómplice de alegrías, de tristezas de amores y de mil proyectos se quitó la gabardina e iniciamos la sesión, el sol era perfecto y el escenario era tan bello como la modelo, confié en que conseguiría lo que buscaba, imágenes bucólicas y edénicas en aquel oasis verde y solitario en medio de la jungla de asfalto chintolola, solo había el inconveniente de que algunas nubes en su paso acelerado saboteaban en repetidas veces mi trabajo al ocultar la luz solar por algunos momentos.
Luego de una docena de fotografías decidimos cambiar de locación y buscar que esta vez en las imágenes apareciera parte del lago, y así llegamos frente al lago y un enorme pato blanco surgió de entre los juncos y se nos acercó, jugamos con la idea de que el pato apareciera al lado de Claudia imitando aquel cuadro atribuido a Leonardo da Vinci que representa a la hermosa Leda a quién el Dios Zeus enamorado de su belleza decidió convertirse en un blanco cisne para poder acercarse a ella mientras se bañaba, escena erótica que yo también pinte alguna vez, de aquel encuentro amoroso la hermosa Leda daría a luz dos huevos de los cuales de uno saldría la bellísima Helena de Troya y del otro su hermano el poderoso guerrero Pólux.
Cuestioné a los policías, uno se
identificó con el nombre de Héctor y el otro dijo llamarse Ulises, este último dijo:
- Está prohibido tomar fotos desnudos, bueno, más bien a personas desnudas.
- Desnuda, desnuda propiamente no estaba.
Argumentó Claudia y yo también
argumente:
Claudia interrumpió el absurdo debate en el que nos habíamos enfrascado el
policía Héctor y yo diciendo:
Le pregunté a Claudia desconcertado por el hecho de interrumpir mis
”sólidos alegatos” agregando un factor más, la intervención de un chismoso, y
que ese nuevo elemento fuera un agravante o un atenuante.
Al parecer funcionó, pues los policías nos dijeron que no tenía sentido hacer tanto escándalo, qué le mostráramos las fotos para borrarlas de la cámara y ahí terminaba el asunto, pero la idea me molestó, consideré que más bien querían echar un ojo a las fotos y que para ello usaban como pretexto la necesidad de borrarlas. Y entonces les dije envalentonado desde la típica y snobista superioridad moral del artista qué lucha contra el mundo por el bien del sacrosanto arte.
- De ninguna manera permitiré que se destruya una obra de arte, eso sería volver a los tiempos más sombríos del nazismo.
(Años después lo harían las feministas, no los nazis)
Mi petulante frase no tuvo mucho éxito y los policías insistieron en ver y en borrar las fotografías y yo en negarme a ello.
- Lo mejor es que venga el chismoso que nos denunció y el director del
parque, para aclarar esta situación.
Dije esto tajantemente y Claudia opinó lo mismo, por lo que el policía de nombre Ulises fue a buscar al chivato y al encargado del parque. No tardaron mucho tiempo en aparecer a la vista el policía acompañado del encargado del parque pero sin él chismoso que al parecer se había esfumado. El director de marras era un hombre de unos 30 años con actitud salomónica y dispuesto a resolver el caso en cuestión de segundos para volver a sus asuntos, argumentaron los policías y después lo hicimos Claudia y yo. El sujeto dijo que efectivamente era una falta administrativa, y que pensáramos en los niños que visitan el parque.
Cuando nos dimos la vuelta para alejarnos notamos que un ejército de gente en su mayoría niños comenzaba a invadir el sitio, la caballería montada en bicicletas y la infantería armada de balones se preparaba para realizar similares hazañas deportivas como las vistas por televisión minutos antes, el partido había terminado.
Los niños no dijeron nada y mi hermosa modelo y yo buscamos nuevamente la salida, pasamos por el embarcadero y nos detuvimos por un momento a contemplar la gris y melancólica tarde que caía sobre las quietas aguas del lago, ahí por alguna razón se encontraban colocadas tres sirenas de largas colas azules, hechas de fibra de vidrio y de tamaño natural, a pesar de su estilo tosco y piñatesco poseían cierto erotismo, nos lamentamos el no haber podido tomar algunas fotos ahí, entonces comenzó a llover y con la prisa que nos fue posible llegamos al fin a la salida que da a la calle de de Zempoalteca donde habíamos dejado el coche, y justo al tener la salida frente a nosotros vimos como Héctor el policía le ponía candado a la reja pues ya era la hora de cerrar, le dijimos que nos abriera para salir pues de ese lado estaba me automóvil, dijo que sólo tenía el candado, más no tenía la llave, y dijo que tardaría más en ir a buscarla y que lo mejor era salí por la puerta principal, le dijimos que con la silla de ruedas y los tacones de Claudia tardaríamos al menos 20 minutos y la lluvia comenzaba a intensificar, él, que se encontraba del otro lado de la infranqueable muralla dijo que no podía hacer nada por nosotros, así que no tuvimos otra opción que cruzar el parque bajo el torrente fluvial y no hubo parte de nuestro cuerpo que no fuera empapada de agua.
Nunca en mi vida había estado en medio de una lluvia tan intensa como aquella, cuándo al fin llegamos al auto, como en el más predecible guion hollywoodense de suspenso no encontramos las llaves del coche, hasta que al fin luego de unos minutos y decenas de litros de agua cayendo sobre nosotros recordamos que las habíamos puesto en la cangurera de la silla de ruedas y pudimos al fin refugiarnos en el interior del vehículo. Mojados como peces era imposible ir a comer al Toks como lo habíamos planeado, así que fuimos a casa a darnos un baño y evitar con ello un posible resfriado.
Así concluyó aquella tarde en el Tezozomoc, tarde de extraños sucesos donde
hubo en cierta manera, ejércitos invasores, agresivos gigantes de un solo
ojo, de un Héctor y un Aquiles, de sirenas que nos retuvieron, de una
tempestad, de una puerta infranqueable, de la belleza seductora de una Circe, y
otras tantas evocaciones mitológicas, en fin, de hechos dignos de
ser contados por el gran Homero.
Que bonita que ve claudia ja la ja pero que odisea pasaron digna de una película, por cierto nunca he visto las sirenas que mencionan tendré que darme una vuelta felicidades patricio Garibay
ResponderEliminarGracias querida Francis, si, una total odisea, en cuanto a las sirenas solo estuvieron un tiempo ahí, hace al rededor de 12 años, Saludos de parte de Claudia y míos.
ResponderEliminarQuerido Patricio, muy buena crónica, FELICIDADES. En el parque Tezozómoc se viven experiencias increibles. Recuerdo que hace años merodeaba por la orilla del lago un joven exhibicionista, tratando de espantar a las jovecitas que por ahí paseaban.Y que tal si colectamos anécdotas del Parque Tezozómoc. María Elena Solórzano
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