BOMBON, UN CARIÑO
AL PALADAR DESDE HACE 72 AÑOS
Por Don Nayarito Cantalicia (Grupo Formiga)
Un negocio con 72
años de antigüedad, con lo que gana un muy merecido reconocimiento. Tiene un
local sobre Avenida Azcapotzalco, esquina con el Callejón Bravo, junto a la
entrada del estacionamiento (frente a donde termina la barda atrial). El
lugarcito destaca por sus coloridas lonas rosa y blanco. Su logotipo muestra un
postre, y dice:
“Las auténticas
campechanas
Pastelería Bombón
Una dulce forma de ver la vida”.
Vende campechanas, pays de queso y estrellitas de piloncillo.
Sus productos son muy económicos. Las campechanas son frágiles y delicadas en su manejo. Por ello, además de vender su producción completa, también ofrecen las campechanas rotas. Y esto, pues resulta aún más económico al consumidor. Leyó usted bien: están tan ricas sus campechanas, que hasta los trozos quebrados se venden, y a precio obviamente más económico.
Este negocio que elabora gustosos panes dulces, también se
han preocupado por difundir brevemente su historia. En una sencilla lona
lateral, expone su origen y su fama de antaño, conecta al consumidor con la
historia de su esfuerzo y sus productos, y nos hace recordar lo que somos: parte de ese valor tradicional.
No inició con este puesto de la banqueta. Arrancó haciendo venta
en canasta sobre la cabeza, con el esfuerzo de pedalear la bicicleta por las
calles. O empujando un carrito en forma de vitrina con ventanas. De esa forma, Don Enrique abarcaba diferentes zonas de
Azcapotzalco.
En su lona explica lo siguiente:
“Al deleitar una
campechana, quien no recuerda aquel famoso grito de:
Lleve sus estrellitas
para el niño para la niña, para que tenga amor,
sabiduría y poder.
Al mismo tiempo que el
andar de una bicicleta y el vaivén del panadero de los puerquitos Don Enrique y su canasto de pan en la
cabeza, aquel hombre que salía de la colonia Reynosa recorriendo el pueblo de
San Andrés, San Marcos, hasta llegar a Avenida Azcapotzalco, con sus
campechanas de 5 centavos en el año de 1950.
Al probar nuestros
productos viajas al pasado, saboreas recuerdos y disfrutas anécdotas de niño.
Llevamos 70 años siendo tradición en el pueblo Chintololo, gracias a tu
preferencia seguimos llevando historia a tu mesa. Gracias por dejarnos ser
parte de tu vida.
Pastelería Bombón”.
Y la verdad, tienen razón: sus piezas de panadería saben
justo a eso, a texturas y sabores que ya nuestras abuelas conseguían y
preferían, y con ello consentían en el hogar a su familia.
Hoy las tenemos en la acera mencionada, disponibles para dar
un detalle cariñoso a las personas que más queremos: esa pareja, ese familiar,
esa amistad, ese vecino, o a mí mismo.
Y atención: el cariño no va en el objeto, ni en su costo. El
cariño del detalle, no es un ingrediente que nos pregunten: “¿Con cuanto de cariño se lo sirvo?”.
El cariño, cuando es bien dado y bien entendido, sabe y
reconoce que UN DETALLE es “brindar en
vida un apapacho que distingue a la persona receptora de entre las otras, en
correspondencia a todo lo que positivo en emoción nos inspira”.
Esa emoción cada uno sabrá cual es, pero nos la inspira, y
por ello el apapacho.
Por excelencia, un abrazo, un beso, un apretón de manos, de
hombro, al brazo, incluso acomodar el cuello de la camisa, arrojar un beso, una
palabra dulce, son tiernos detalles que a cualquier edad pueden darse, y a
cualquier edad son bien recibidos.
Obsequiar un panecito delicioso, ofrecer un dulce bocado, es
un acompañante de ese instante diferente… ese momento en que podemos decir al
otro: “Detente un momento, recibe mi
sonrisa, mi cariño, hoy he pensado mucho en ti, y además de decírtelo, y
asegurarme que lo sabes, deseo compartir esto contigo”.
Y ahí cabe lo que gustes extender. Si son los brazos,
excelente, si son los labios, tú sabrás con quien, si es una agradable
carcajada funcionará siempre. Y si se te ocurre agregar un postre, te sugiero
de forma muy sincera, que sea del Bombón.
Las fotos que reflejan la actualidad son mías, pero la imagen de Don Enrique con su carrito de pan, la obtuve de internet, de la cuenta de facebook de la “panadería y pastelería Bombon”.
En el pasillo comercial llamado “Paseo de las hormigas”, en el perímetro exterior de la explanada principal, en uno de los extremos de ese pasillo, está otro local de la pastelería que tratamos. En él tienen los mismos productos que el otro local (pan, campechanas) pero como además tiene vitrina refrigeradora, venden pasteles y rebanadas.Tienen una variedad interesante, y se les pueden hacer pedidos.
El día que acudí a consumirles, entre sus pasteles había uno grande de puro
chocolate (pan y cubierta), un pay de limón helado, un pastel de queso con
zarzamora, un pastel de zanahoria con
cacahuate, y uno de tres leches (foto).
Compré la rebanada del de
tres leches, estaba delicioso. Me cautivó a la vista. Entre las dos capas
de pan, tenía una porción muy gruesa de algo como flan y crema pastelera, muy dulce y sabrosa. La tercera parte del
relleno era esa crema, que iba muy bien con el granillo de moka espolvoreado en la cubierta. Aunque el de
zanahoria con cacahuate suena interesante, si vuelvo, será por otro de tres
leches.
Y para apapacharme así lo haré. No te doy estimado lector,
un consejo que yo no aplicaría.
Definitivamente iré por esa rebanada, la traeré a mi casa
para comerla yo, la acompañaré con un café, y leeré una vez más, el “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman,
ese que dice:
“Soy aprendiz del más
ingenuo
y maestro del más
avispado;
soy un novicio que
tiene la experiencia de siglos
milenios;
tengo el color de
todas las razas
y el prestigio de
todas las castas;
pertenezco a todos los
rangos
y a todos los credos…
Soy labrador, mecánico
y artista,
caballero, cuáquero y
marino;
un prisionero, un
iluso y un tunante;
abogado, médico,
presbítero…
Todo lo resisto mejor
que mi propia diversidad.
Respiro fuerte, pero
dejo aún bastante aire para los demás...”
En el mundo hay mucho
amor. Muchas formas de amar. Una de mis favoritas es el amor a uno mismo, y
este poeta hasta se cantó a sí mismo, se celebraba, y tenía toda la razón para
hacerlo.
Mi Padre ya fallecido, se que estará conmigo absorbiendo el
perfume de esa rebanada de pastel, de ese café, pero sobre todo, sonriendo a mi
lado leyendo a Whitman. Qué bien la pasaremos los tres (ese autor mi padre y
yo) diciendo en voz alta las sinceras palabras de ese himno:
“Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y
una noche
y te mostraré el
origen de todos los poemas”.
Felicidades por tan emotivo artículo que me recuerda el cariño en cada detalle y lo importante que es para quien lo da, como para quien lo recibe.
ResponderEliminarTambién el bellísimo poema con la añoranza del papá que aunque de forma diferente siempre estará presente