MI NIÑEZ EN SAN
MARTIN XOCHINAHUAC
Por Francis López Suárez
Cuando era niña por ahí de los años 60 /70 recuerdo esa niñez como la más feliz y libre de peligros, calle seguras si pavimentar llenas de magueyes que separaban algunos predios, vienen a mi mente esas casitas de adobe y lámina de cartón cuando llovía podías oler a tierra mojada, se antojaba tomar un pedacito y saborearla.Recuerdo
alguna vez ver a mi madre hacer adobes. Ella ponía un rectángulo de madera y
debajo un plástico, ahí vaciaba la mezcla de tierra y estiércol (excremento de
las vacas), me encantaba el aroma de la tierra, no así del estiércol que era un
olor muy feo ja ja ja.
Aquellas
casitas estaban alejadas una de la otra en ese entonces. Cuentan que la primer casa
en la calle de Centlapatl del pueblo de San Martín xochinahuac fue la de Don
Luis “el coyote”. El apodo se lo pusieron por qué fue el primero que construyó
su casa en un lugar vacío lleno de agua, con el tiempo fue llegando más gente.
Por
supuesto mi familia López y los Olivares cuentan que había cierta rivalidad
entre ellos tal vez por qué unos tenían más que otros. Lo que no se puede negar
que casi todos dormimos alguna vez en petate.
Pero
bueno lo que me trae esa nostalgia es recordar mi niñez jugando entre milpas zanjas,
animales desde guajolotes, gallinas y puercos. Recuerdo que teníamos tres vacas
y mi madre repartía leche allá por las vías, llevaba su bote de 20 litros en
bici. Ella no se subía, solo la empujaba. Yo algunas veces repartía cuando tenía
como 10 años en el pueblo casi todos nos conocíamos por eso podía salir sin
peligro. Mi bote era de 5 litros si me
pesaba pero feliz con mi medida de un litro. Les preguntaba “¿hoy cuánto litros
le dejo doña?”.
Que
tiempos aquellos cuando jugábamos entre los pesebres de las vacas. El día de Reyes recuerdo mucho
el establo de mi tía Agustina y su esposo mi tío Humberto “el chincolo”, ahí
jugábamos con los juguetes que no eran lujosos pero nos hacían super felices. Una
alacena de lámina, el jueguito de té de esos que venían en una bolsa de red, jugábamos
a la comidita.
Recuerdo
las calles llenas de niños presumiendo su bicicleta, los coches grandes de
redilas hechos de madera.
Hoy
ya no se ve esa alegría de antes. Hoy los niños ya no salen como antes, hoy les
traen tablets, teléfonos, la tecnología que los entretiene, tal vez por tanta inseguridad
sea mucho mejor no salir.
Cómo
no recordar las milpas donde nos robamos los elotes. Que ricos nos sabían con
su chilito y limón. Recordar esos árboles tan grandes donde nos ponían un
columpio hecho de una cuerda y una tabla donde muchas veces nos caíamos pero no
importaban los raspones si lo disfrutábamos al máximo.
Recordar
las tardes cuando mi abuela nos contaba leyendas de brujas, siempre super
espantados pero gustosos de escucharlas siempre, recordar los juegos como “La rueda rueda de San Miguel” o al patio de
mi casa donde nos tomábamos de la mano todos con mucha alegría, el trompo, la
lotería, el bote pateado donde todos corríamos a escondernos mientras uno se
tapaba los ojos y contaba hasta diez para después decir “uno, dos, tres por
carmelita” (si encontraba a la niña de ese nombre) y así hasta encontrar a
todos.
Creo
hasta ahí llegó mi niñez, hasta los 10 años, porque por la falta de dinero
tenía que trabajar haciendo limpieza en casas de mis tías las cuales aparte de
pagarme me regalan el café con pan o una gelatina. Recuerdo que por mí corta
edad solo lavaba trastes, barría y trapeaba o cuidaba a los hijos pequeños, es
decir a mis primos.
A los
12 años trabajé en una tortillería de Pedro Álvarez quien siempre me trató bien,
me decía “mi negrita”.
A
los 14 años terminé la primaria y tuve que trabajar ya en una empresa, claro
con una carta poder de mi padre dando su consentimiento. Fue en una fábrica de
juegos didácticos donde también me trataron bien.
Hoy
puedo decir ya sin llorar que tuve la fortuna de disfrutar a mi madre solo el
tiempo que Dios lo permitió. 17 años.
Después
que ella murió a la edad de 38 años solo me quedó ayudar a mi padre a cuidar a
mis hermanos más pequeños, ya que fuimos 8 hijos y trabajar yo al mismo tiempo.
Puedo
contar hoy con alegría mi niñez y juventud: ¡una vida llena de nostalgia por aquel tiempo que no volverá!
Hermosos recuerdos de niñez desde esa óptica desde el lugar de San Martin Xochinahuac, gracias por compartirlos, ya que cada vez encontramos en escritos así, de aquel Azcapotzalco verde y diáfano donde brillaba aquella naturaleza que se ha ido con la modernidad y urbanismo. Felicidades Francis por estos recuerdos, por estos relatos llenos de vida!!!
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