SAN
JUAN TLILHUACA.
PARTE
4.
LA CURA DE ALMAS EN EL TLILHUACA DEL SIGLO XX
Por
Seminarista Sebastián Romero Olmos
He
señalado ya el modo en el que se desarrolló a grandes rasgos la evangelización
del barrio antiguo de San Juan Tlilhuaca y para ello se ha echado mano de los
pocos datos que se tienen y que rescatan varios autores interesados en esta
materia.
Hasta el momento se ha apuntado que
Tlilhuaca fue por mucho tiempo una estancia dependiente del curato de
Azcapotzalco y probablemente piense el lector de modo muy similar a mí al
suponer, que, debido a la gran extensión de esta población, a su importancia
sociopolítica, al carácter de su gente, a sus tradiciones y devociones tan
marcadas, muy pronto hubiera merecido elevar a su sencilla ermita al grado de
parroquia, sin embargo, este acontecimiento no se dio sino hasta el siglo
pasado.
La
erección de la parroquia de San Juan Bautista- Tlilhuaca, Azcapotzalco (nombre
bajo el que está registrado el curato), se dio el día 24 de abril de 1947,
habiendo asistido a la Mitra de México un grupo de fieles de la comunidad
apoyados por el cura párroco de Azcapotzalco a solicitar esta gracia para el
antiguo Tlilhuaca[1].
La respuesta del Arzobispado no
demoró mucho y ya para inicios del mes de mayo, el Señor Arzobispo de México,
Mons. Luis María Martínez, nombró a su primer párroco, el Pbro. Gregorio
Hernández, quien al llegar a la recién erigida parroquia se dio cuenta de que
no había una casa parroquial en donde hospedarse, por lo que vivió durante su
administración en una casa vecina al templo perteneciente a la familia Vargas,
de la cual se tiene registro incluso en documentos virreinales como tantas
otras familias del barrio.
Se sabe que el padre Gregorio
respetó profundamente las tradiciones del pueblo y llevó una sana convivencia
con los vecinos de San Juan, sin embargo, su tiempo en medio de ellos fue
breve, debido a que falleció en 1950, apenas tres años después de su llegada.
La Mitra proveyó un pastor nuevo
para aquella comunidad, llegando el Pbro. Néstor Gordillo, a quien se le
describe tan respetuoso como su predecesor. Fueron similares incluso en la
brevedad de su Ministerio, pues tan solo durante cuatro años pastoreó el padre
Gordillo a San Juan Tlilhuaca.
Según
los habitantes de San Juan, los problemas llegaron en 1953, junto con el Pbro.
Luis Reyes Manríquez, su tercer párroco. Lo describen como un hombre rígido, estricto,
autoritario, que cuestionó las tradiciones y devociones populares, que intentó
controlar y centralizar toda actividad religiosa, llegando muy pronto a
suprimir toda cofradía y a eliminar un buen número de festividades y
tradiciones como la de los ya mencionados animeros, así como a la totalidad de
cofradías y mayordomías.
Sin embargo, no todo fue malo en esa época, pues el padre Manríquez realizó importantes obras de remodelación del templo y sus inmediaciones. En su administración se edificó la capilla lateral del Santísimo, se construyó la casa parroquial, se construyó una escuela primaria llamada Íñigo de Loyola, acompañada por religiosas y en la cual se capacitó a señoritas de Tlilhuaca para convertirse en profesoras, se aplanó el atrio y se colocó la hoy emblemática cruz atrial, se construyó el claustro de la parroquia y la barda perimetral y quizás una de sus obras más importantes, se colocó la puerta sur de ingreso al atrio parroquial dedicada al Sagrado Corazón y bendecida por el señor Arzobispo.
(Foto: Alumnas y profesoras de la escuela primaria instalada en la parroquia junto al Pbro. Luis Reyes en un festival, 1955 – 1960)
En
materia pastoral, Reyes Manríquez fundó en Tlilhuaca la Acción Católica, a la
cual dividió en cuatro secciones: señores, que se encargaban de las obras
materiales de la comunidad y de la representación de la Semana Santa, muy
tradicional en San Juan Tlilhuaca, agrupación que dio paso en 1954 a la
fundación de la Hermandad de nuestro padre Jesús, existente hasta el día de hoy
y bendecida por Mons. Luis María Martínez; mujeres, quienes promovían las
actividades pastorales como catequesis y ejercicios espirituales; jóvenes, que
impartían la catequesis y realizaban colectas en favor de la parroquia y
señoritas, quienes impartían clases en la escuela primaria.
Fue sumamente polémica la
administración de este sacerdote, tanto así que llegó el momento en que los
fieles intentaron sacarlo de la parroquia a la fuerza valiéndose de la policía,
sin embargo, se cuenta que los feligreses que defendían al párroco hicieron
sonar las campanas y así, el pueblo no dudó en hacerse presente para defender a
su pastor y expulsar a los uniformados.
(Foto: Bendición de la puerta
lateral sur de la Parroquia. Mons. Luis María Martínez. Arzobispo de México
1955 – 1960).
Muy
seguramente llegaron las quejas de muchos fieles y el rumor del escándalo antes
narrado a oídos del Arzobispo, quien le dio otro encargo y envió a un sacerdote
un tanto más prudente en su lugar. No es la intención de este trabajo de
investigación el realizar un resumen de la obra de cada párroco, sino señalar a
todos en general y detallar algunos hechos de suma significación para la
comunidad parroquial de San Juan Tlilhuaca. Así, a continuación, se presenta el
listado de los curas párrocos que por dicha comunidad han pasado.
|
Nombre
del Párroco |
Años
de su Administración |
1 |
Pbro. Gregorio Hernández |
1947- 1949 |
2 |
Pbro. Néstor Gordillo |
1949- 1953 |
3 |
Pbro. Luis Reyes Manríquez |
1953- 1960 |
4 |
Pbro. José Manuel Barajas
Espinosa |
1960 |
5 |
Pbro. Vicente Orozco Naranjo |
1960- 1968 |
6 |
Pbro. José Guadalupe Hernández |
1968- 1973 |
7 |
Pbro. José Tamayo Martínez |
1973- 1979 |
8 |
Pbro. Constantino Navarrete |
1979 |
9 |
Pbro. Ricardo de León Herrera |
1980- 1999 |
10 |
Pbro. Gustavo Salinas Cuéllar |
1999- 2005 |
11 |
Pbro. Jorge Aníbal González Sandoval |
2005- 2017 |
12 |
Pbro. Fco. Alejandro Fernández
Zamora |
2017- 2018 |
13 |
Pbro. Fco. Anselmo Bravo Burbano |
2018- presente |
Cabe
señalar muy especialmente al Pbro. Ricardo de León Herrera, el párroco quien
más tiempo ha estado en la comunidad, con diecinueve años, que se vieron
interrumpidos por su repentino fallecimiento. Sin embargo, a la fecha se le
recuerda como un gran pastor que supo entender y amar a su comunidad, se habla
de él como “el cura que andaba en bicicleta” recorriendo toda la comunidad,
saludando a la gente, deteniéndose a conversar, dialogar, bendecir, confesar.
Es tanto el cariño del pueblo a este gran pastor, que le dieron su nombre al
auditorio parroquial.
En cuanto a su pastoral, es
importante referir que el territorio que abarca la parroquia, aunque
geográficamente es reducido, comprende una población sumamente nutrida, pues
recordemos que la Ciudad de México “crece hacia arriba”, se calculan poco más
de 20, 000 habitantes dentro de la jurisdicción parroquial, mismos que se
encuentran distribuidos en las colonias: San Juan Tlilhuaca, Unidad
Habitacional Francisco Villa, Unidad Habitacional Presidente Madero y Unidad
Habitacional Miguel Hidalgo.
La comunidad cuenta con dos pequeñas
capillas auxiliares, una en la Unidad Madero, dedicada a la Santa Cruz y otra
en Miguel Hidalgo consagrada a Santa María de Guadalupe.
Recién erigida la parroquia, sus
límites eran mucho más extensos, incluía tres ranchos y una hacienda, en
términos actuales, ocupaba el espacio de lo que hoy son diez parroquias y
rectorías vecinas: San Antonio de Padua (Petrolera); Divina Institución de la
Eucaristía; San Pedro Xalpa; San Miguel Amantla; Divina Providencia (Hacienda
del Rosario); San Felipe Neri (Prados del Rosario); Nuestra Señora del Rosario;
Nuestra Señora del Carmen (Trancas); San Martín de Porres (Pasteros) y Purísima
Concepción (Tierra Nueva).
Hoy día, los retos más grandes de la
parroquia son: los jóvenes, a quienes le cuesta trabajo buscar debido a la
enorme brecha generacional que existe y a la dificultad para comunicar la fe en
clave moderna. Por otro lado, la unificación de la comunidad, así como el
rescate de la identidad de pueblo es una tarea de todos que la fe puede ayudar
a cumplir, pues se han suscitado grandes divisiones entre los fieles.
Finalmente, es preciso revalorar, recuperar en su totalidad y promover,
especialmente entre los jóvenes, las tradiciones religiosas del pueblo para no
perder la maravillosa herencia cultural de esta población originaria que se
mueve en medio de una gran Ciudad que pareciera devorarlo todo.
A lo largo de los años, los
sacerdotes que han pasado por la comunidad han visto necesario para la
satisfacción de las necesidades pastorales la creación de diversos grupos
parroquiales cuyos miembros colaboren con el párroco para responder a las
demandas del pueblo. Así el día de hoy existen más de veinte grupos
parroquiales de diversa índole, desde los devocionales como el del Rosario y la
Adoración Nocturna, los de Pastoral Profética como la Escuela de Pastoral y el
Catecumenado, los juveniles como su Pastoral propia y un Ministerio de Música,
hasta la Hermandad de Jesús, muy característica de San Juan, que se dedica a
organizar las representaciones de Semana Santa.
Modificaciones
de la edificación a lo largo de la historia
Ya
antes he señalado algunas modificaciones que se han hecho al templo y a sus
inmediaciones, especialmente durante la década de los 50’ del siglo pasado,
durante la polémica administración del padre Luis Reyes Manríquez, “el cura
constructor”.
Es impreciso señalar quién y cuándo
se realizó la sustitución del antiguo retablo barroco que se presume que
presidía el altar mayor del templo y del cual se conservan unas cuantas
pinturas de alrededor del siglo XVII y se colocó en su lugar el actual
monumento neoclásico que también fue intervenido tras el Concilio Vaticano II
para responder a la Reforma Litúrgica plasmada en la Constitución Sacrosanctum
Concilium, teniendo como cambio principal la separación del altar del
conjunto del retablo, finalizando con la tradición ad orientem tan
clásica del rito tridentino y adoptando la forma actual verso populo.
El
padre Manríquez vio la necesidad de anexar al lado izquierdo del templo una
pequeña capilla para resguardar al Santísimo Sacramento, cosa que hoy en día no
permitirían las autoridades encargadas de la conservación de los bienes
históricos. Muy seguramente esta obra habrá eliminado un altar lateral, que,
aunque habría sido sencillamente ornamentado, tenía un gran valor histórico
para el templo.
(Foto: Veneración de Nuestra Señora de los Dolores
por un grupo de mujeres de Tlilhuaca. 1955 – 1960)
El
mismo sacerdote consideró conveniente el dignificar el atrio parroquial que es
de grandes proporciones respecto al de otras parroquias aledañas, exceptuando a
la de los santos Felipe y Santiago, y a sabiendas de que constituía un espacio
privilegiado por el pueblo para las reuniones y asambleas vecinales. Así,
consiguió aplanar una parte de este, sembró árboles cuyas raíces en la
actualidad han terminado por destruir buena parte del aplanado y decidió,
además, colocar una gran cruz atrial, que sería utilizada cada año el viernes
santo para escenificar la crucifixión del Señor.
Igualmente, en 1951, don Juan Sandoval Oliveros y su esposa quisieron hacer una aportación al templo con el fin de dignificarlo y embellecerlo tras su elevación al grado de parroquia, y muy probablemente como parte de las obras de restauración que en la época se habrían realizado debido al mal estado de conservación en que se encontraba el edificio, sugiriendo la colocación de azulejos en la cúpula principal y en la del campanario. Así se hizo, y a la fecha lucen con singular belleza, como señala en su texto el investigador Urdapilleta, sin tener algún ejemplo que le iguale, al menos en Azcapotzalco.
Más adelante, en tiempos del padre Ricardo de León, se realizaron los trabajos de construcción de salones parroquiales al costado izquierdo de la parroquia con la finalidad de facilitar y promover las actividades de evangelización y la coordinación de los diferentes grupos parroquiales. Ello se realizó con ayuda de todos los miembros de los grupos, quienes colaboraron desde la compra de materiales hasta la obra de construcción misma.
Conclusiones
Al
recabar durante varios meses y en diversas fuentes de investigación los datos,
historias e imágenes aquí presentadas, nos es posible admirar el valor y
riqueza histórica y cultural de la antiquísima población de San Juan Tlilhuaca,
un barrio que al pasar de los años ha conservado su esencia, sus hermosas y
variadas tradiciones, el carácter fuerte de su gente y la profunda fe llena de
expresiones singulares e inigualables.
Es impresionante recorrer la
inmensidad de la capital mexicana y encontrar pequeños rincones como este,
donde pareciera que el tiempo se ha detenido, donde queda de manifiesto la
resistencia de la comunidad a ser engullida del todo por la feroz urbanización.
Resulta asombroso ubicar rincones de fe viva en medio de ciudades que avanzan a
ritmos vertiginosos, siempre a prisa, sin tiempo, sin capacidad de asombro.
Me emociona pensar en las historias
que narrarían los muros del templo, las casas, los parques, los ahuehuetes, las
calles si tan solo pudieran hablar. Pero más me emociona aún pensar en lo que
lograríamos si nuestro pueblo conociera su riqueza histórica, la valorara, la
transmitiera con orgullo y la acrecentara, y alcanzar esto sí que es posible.
Un fruto esencial del presente
trabajo de investigación es el inicio de los esfuerzos en pos de la
conservación y promoción de la cultura e historia de Tlilhuaca, ayudado
especialmente por la comunidad parroquial, sitio y personas que dan coherencia
y cohesión a la totalidad de la historia local y a quienes agradezco
profundamente su inapreciable colaboración en el presente estudio.
Aguardamos con emoción los resultados de estos
trabajos, particularmente en este 2022, año en que celebramos el Jubileo
Parroquial por los 75 años de su erección, festejo que también será posible
gracias a la investigación realizada.
En Dios, trabajamos y aguardamos los
frutos.
Bibliografía
·
Julio César Farías Reyes, Historia e
identidad en San Juan Tlilhuacan, un pueblo de Azcapotzalco, durante el siglo
XX, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2017.
[1] Julio César Farías Reyes, Historia
e identidad en San Juan Tlilhuacan, un pueblo de Azcapotzalco, durante el siglo
XX, p.158.
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