UNA
CAMINATA INSÓLITA
Descendí de aquel nuevo trolebús corriendo, mi necesidad primordial era encontrar un baño. Entré, saqué ese miembro vertiginoso, algo pequeño, lo reconozco, y dejé escapar ese chorro caliente que lastimaba mis entrañas.
Respiré profundo, me lavé
las manos con la misma velocidad con que sacudí mi alma abandonada en ese baño.
Y volví a correr, se me
hacía tarde. Tal vez debería tomar un microbús pero iban muy lentos, reconocí a
una señora que bajó de aquel destartalado transporte, caminaba a mi lado.
-Qué pínche tráfico- Me dijo
Y al llegar a aquellas rejas
negras entramos. Era la Catedral de Azcapotzalco, y como era Día de Reyes, esta
vez saldría la procesión hacia esa capilla.
¿Cuál capilla?
Recapitulemos: La Catedral
de Azcapotzalco está asentado sobre un templo religioso tepaneca, un teocalli,
donde se veneraba a Ocontecutli, a Quetzalcóatl, a Tláloc.
En esos momentos un cura
católico anunciaba la llegada de los Reyes Magos, presentó a Melchor, Gaspar y
Baltazar, cada uno de ellos hizo un pronunciamiento, sus voces eran el
advenimiento de un ocaso.
Y sin embargo el Padre
anunció la procesión hacia la Capilla de los Santos Reyes Texcacoac.
Recapitulemos otra vez: El
nombre de este calpulli es Tezcacoac, la serpiente espejo, lugar de aguas
cristalinas. La capilla fue construida sobre un teocalli tepaneca, donde se
veneraba a la deidad de las parteras, Ayopechtli.
Aprovecho para contarles un
chisme: se veneraba a la Diosa del Pulque, Mayahuel, era un lugar donde el
maguey brotaba de manera silvestre.
Salimos de la Catedral, la
gente muy ordenada, no era una manifestación contra el gobierno.
Reconocí a algunos vecinos,
uno que otro me saludó. Sin embargo los seguí. Ya ven que en este tipo de cosas
la onda es ir de incógnitos, pero ya de plano empecé a sacar fotos y videos.
A estas horas sobre la
Avenida Azcapotzalco algunos puestos empezaban a recoger, y los de elotes se
colocaban. Desde La Luna nos saludaron y entonces entendieron por qué se
detenía el tráfico.
Pasamos por el mercado, a mi
izquierda vi que en ese Gran Bar comenzaba el reventón. Rebasamos ese nicho del
pecado.
Se me olvidó decirles que a
nuestro paso se atraviesan algunos indigentes, y recordé al Chalino, asesinado
a puñaladas en la esquina de ese mercado donde me he echado esos grandes
tacotes de guisado.
Y que camino sobre esta
avenida recordando esa gran cultura tepaneca, con gran influencia teotihuacana
y tolteca, y si le rascamos un poco más, tal vez olmeca, pero eso se los dejo a
los arqueólogos.
Llegamos a la Capilla de los
Santos Reyes Tezcacoac, donde me esperaba Doña Beatriz y Virginia, madre e hija
respectivamente.
Alcancé a ver la olla de
tamales, hirviente, algunas pelotas, y una rosca gigantesca, algún tipo desde
sus oscuras entrañas sacó un mezcal.
Me eché al plato de cada uno
de esos manjares, y no habiendo nada que hacer, más que regresar a lavar mis
trastes sucios de hace dos semanas abandonados en mi cubículo, me retiré con la
discreción necesaria en estos casos.
(Por cierto, Virginia quedó
de contarnos más al respecto de esta fiesta).
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