UNA PESADILLA REAL.
Por Patricio Garibay.
30 de abril del 2020, 7 de la
noche, Eulalio Labra después de hacer unas compras vuelve a casa ubicada en la
colonia San Bartolo Cahualtongo
Azcapotzalco, va conduciendo su bien cuidada camioneta pick up mientras se
percata que a pesar de ser mediados de semana las calles están casi desiertas,
la gente está resguardada en sus casas
temerosas de un enemigo al que no pueden ver pero que es mortalmente peligroso,
enciende el aparato de radio y el noticiero anuncia que el virus ha cobrado la
vida de seiscientas personas más en las últimas 24 horas y que los hospitales
están saturados de enfermos, el comentarista les suplica a los radioescuchas
que extremen las medidas sanitarias, Eulalio duda sí después de recibir el
dinero del cambio se desinfectó las
manos, a sus 67 años le suele fallar la memoria, por un momento considera la
posibilidad de detener el coche para aplicar en sus manos el gel desinfectante,
pero en cambio huele una de sus manos y el olor a alcohol comprueba qué
efectivamente sí lo hizo. Se tranquiliza
un poco, pero solo por un momento pues el agudo alarido de una sirena lo
altera de nuevo, se trata de una
ambulancia que lo rebaza a toda velocidad, Eulalio Labra
da vuelta de la Avenida Tezozomoc para tomar la Calzada San Isidro,
acelera su flamante vehículo y abre la ventanilla pues siente la necesidad de
aire fresco, un ligero olor a pollo ahumado percibe en el aire, su mirada se
detiene por un segundo en un restaurante de pollo frito donde hace unos meses
solía ir a comer con sus amigos jubilados
Miguel y Jorge, éste último
fallecido hace un mes víctima de esa maldita enfermedad que llegó de China, la
luz en rojo del semáforo lo obliga a detener su camioneta roja como la luz del semáforo y la bandera
china, hace calor y abre aún más la ventanilla y un olor a quemado le hiere la
nariz, es un olor extraño y desagradable que al
principio no logra identificar, pero segundos después se da cuenta de lo que se
trata, es el humo que despiden las chimeneas de los crematorios que se ubican
en el panteón San Isidro, se le eriza la piel y por alguna razón recuerda el
olor del pollo ahumado que comía con sus amigos en aquel restaurante y siente ganas
de vomitar, cierra la ventanilla y un
instante más tarde da vuelta hacia la
derecha después de cruzar el panteón. Eulalio
entra a su casa con apuro, su esposa Raquel
le pregunta que porque no tocó el claxon para que ella le hubiera
abierto la puerta de la cochera, y le pregunta también si compró todo lo que le escribió en la
lista, pero Eulalio en vez de responderle la interroga angustiado; ¿Qué no
hueles el humo? ¿Por qué no cierras las ventanas? ¿No te das cuenta que es el
humo del crematorio que se metió a la casa?, ¿No ves el humo? ¿Qué estás esperando para cerrar todas las ventanas?. Su esposa al principio cree
que su marido le juega una muy pesada broma, pero su esposo insiste una y otra
vez con lo mismo, y busca la inexistente
ventana abierta, Raquel termina tan angustiada como él.
Luego de unos meses en la ciudad
de Cuernavaca en casa de su hermana donde su esposa e hijos lo llevaron,
Eulalio Labra volvió a su casa de San
Bartolo Cahualtongo, ya se ha recuperado
de los nervios, después de ser vacunado ya es capaz de salir de casa solo,
aunque con las medidas prudentes.
Es lamentable todo lo que pasamos , muchas pérdidasd de amigos familia y saber que un familiar estaba esperando su turno para ser cremado 🙏😭 el olor llegaba a muchas casas serca del panteón San Isidro
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