LA NAHUALA DE TEZCOLCO
Por Gustavo Aquino
A la memoria de Jaqueline Armenta
La historia, y algunos cronistas
sobrevivientes de la invasión española nos cuentan que aquí había un teocalli,
un adoratorio dedicado a Omacatl, la deidad de las fiestas, los banquetes y los
agasajos, de la danza, el canto y el juego y es a la vez, la historia de que
algún día por aquí anduvo Tezcatlipoca. En el tiempo de los tepanecas se llamaba
Tezcolco, “Lugar de la encina torcida”.
Actualmente es el barrio de Santa Apolonia
Tezcolco y, durante la invasión española, donde estaba el lugar sagrado, se
construyó una capilla dedicada a esta llamada Santa. Ahora, las gentes caminan
y conviven, se saludan, intercambian mercancías, pero al salir las brumas, se
ocultan.
Las madres salen a buscar a sus hijos, y las
esposas se aferran a sus maridos.
Ellas, ellos, lo saben.
Mientras salen a la tienda de la esquina, o a
buscar un pulque, o una simple cerveza, al filo de la medianoche, suenan las
campanas de aquel templo, construido en el siglo XVI, se tienen que ocultar. Es
la hora de aquella aparición, nadie sabe quién toca las campanas si en el
templo ya no hay nadie.
Porque está abandonado.
La gente entre murmullos se pregunta, ¿por
qué en este lugar y en este siglo aún se aparece la llorona?
-Y porqué doliente pregunta por sus hijos-.
Saben que si salen de su morada a esas horas
se la podrían encontrar, algunos dicen que no es la llorona.
Aquellos atrevidos que la han visto dicen que
es hermosa: tan esbelta, tan altiva, sus labios tan parecidos a una concha
marina, su cabello son los pelos de una mazorca, y sus pechos tan parecidos a
una tierna calabaza, lleva una falda con símbolos de antiguas deidades, lleva
encima un chal negro, tiene un rostro delgado, de rasgos finos, una indígena de
pelo largo, va mascando chicle y de repente deja ver sus piernas.
Es
la Nahuala de Tezcolco. Sobreviviente del Teocalli, no pregunta por sus hijos, sino
por sus amantes. Le grita a Omacatl, lamenta la falta de aquellas fiestas con
pulque.
Quien la ve se enamora, ella, desaparece al
instante y se vuelven locos al no poder tocarla.
Sólo los extraños, los que vienen de fuera,
que no conocen la historia se quedan prendados y la buscan hasta la madrugada,
caminan por la calle de Tochtli, Querétaro, llegan hasta Santa Cruz Acayucan, a
Nextengo, y después, no se sabe nada de ellos.
Cuentan que siguen a esta sombra hasta
penetrar al panteón, y allí desaparece la Nahuala.
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