DÍA DEL NIÑO EN AZCAPOTZALCO
Por María Elena Solórzano Carbajal
La ONU designó el 20 de noviembre
de 1959 para celebrar El Día del
Niño. Los diferentes países recibieron
con beneplácito el señalamiento, aunque cada país tomó la fecha que le convenía
de acuerdo a sus circunstancias.
En México, en 1924, se señaló el 30
de abril como Día del niño cuando era presidente de México el General Álvaro
Obregón y Ministro de Educación Pública el licenciado José Vasconcelos.
Uno de los objetivos de esta
celebración es recordar y reafirmar los derechos de los pequeños. Pues los
niños han sido objeto de maltrato excesivo en algunas familias y de descarada
explotación por gente sin escrúpulos: trabajan como sirvientes, dependientes,
mandaderos y muchas otras ocupaciones con un salario ínfimo. Las niñas desde
muy pequeñas son contratadas para trabajar como aprendices de sirvientas, a
veces sin salario, comen las sobras de la comida, no se les permite sentarse a la mesa de la
familia y las visten con la ropa que dejan los hijos destinada a la basura.
Hay familias que son más humanas, las infantes
únicamente ayudan a la señora de la casa en algunas labores. Las mandan a la escuela primaria vespertina y
cuando terminan su primaria a alguna escuela comercial para que cursen una
carrera corta o algunos cursos de cultora de belleza.
Desde luego que los menores no
deben trabajar, pero la miseria obliga a los padres a permitir que desempeñen
trabajos mal remunerados. No quiero que se malinterprete, pensando que el niño
no debe hacer nada, no nos vayamos al otro extremo. Los niños, sin distinción
de sexo, deben desempeñar algunas labores en su hogar de acuerdo a su edad.
Pero ¿Cómo celebrábamos el Día del
Niño en el Barrio de San Lucas Atenco, Col. El Recreo?
La celebración al principio
meramente oficial, yo no recuerdo ninguna celebración en mi estancia en la
escuela primaria. La primera celebración que recuerdo del Día del Ñiño es en la
Escuela Primaria Adalberto Tejeda en la Col Jardín Azpeitía, Azcapotzalco. Los
maestros nos poníamos de acuerdo para celebrar a los niños, no se pedía colaboración
a los padres. Así que preparábamos cosas sencillas: emparedados de jamón, agua
de Jamaica, bolsitas de dulces y no nos alcanzaba el dinero para más.
Los alumnos entraban a las 9:00,
algunos vestidos de fantasía, en los salones los niños acomodaban las sillas
haciendo pequeños círculos y platicaban en voz baja. A las 10:00 la maestra
servía en un plato de cartón dos tortas de jamón y una rebanada de pastel. Los
niños felices con las golosinas, ordenadamente iban por su vaso de agua fresca.
En toda la escuela por las bocinas se escuchaban las canciones de Cri-cri: El
ratón vaquero, La patita, El rey de chocolate, La muñeca fea y muchas más.
Los profesores habían organizado
algunos juegos: carreras de encostalados, las sillas, la gallinita ciega y
otros. Algunas niñas se ponían a bailar y todos terminaban bailando. Se les
obsequiaba una bolsita de confeti, todos contra todos aventándose confeti.
A las 12:00 terminaba la fiesta.
Salían felices con su bolsita de dulces para seguir festejando en casita.
Aquí en el Jardín del barrio de
San Lucas Atenco el presidente del comité de la colonia Lic. Roberto Ortiz como
era ya costumbre durante varios años organizaba un lúcido festejo con ricas
tortitas de jamón o algún otro bocadillo, también solía haber pastel y aguas frescas de tamarindo y limón,
mientras la compañía de teatro de Azcapotzalco “Club Sándwich” dirigida por
Patricio Garibay brindaba una puesta
escénica de teatro infantil y otras veces de teatro guiñol.
El festejo principiaba con el
cuento de Caperucita Roja representado por los muñecos de guante manejados por
las actrices que les daban vida con sus manos y sus voces. Las caritas de los
infantes expresaban las diferentes emociones que en ellos provocaban los
personajes. Desde luego su corazón lo ganaba la dulce niña que le llevaba los
alimentos a la abuelita. Muy impactante era cuando: Caperucita preguntaba:
-Abuelita ¿Por qué tienes esos
ojos tan grandes?
-Para mirarte mejor…
-Abuelita ¿Por qué tienes esa boca
tan grande?
-¡Para comerte mejor!
Y los pequeñitos gritaban y se
abrazaban para que el malvado lobo no se los fuera a comer.
¡Qué momentos tan inolvidables! Después los niños jugaban rondas: La rueda de Sn. Miguel, doña Blanca, Naranja dulce y otras. Después de un buen rato de juegos y carreras, ya tenían hambre y sed y se repartían las tortitas y el agua fresca. Por último para despedirlos, pues ya empezaba a pardear la tarde, el Lic. Roberto Ortiz y el dramaturgo y cronista Patricio Garibay les obsequiaban una bolsita con dulces y un arbolito para sembrarlo en el pradito de su banqueta, dentro de su casa o en una maceta, por lo regular se cerraba el evento con una crónica del barrio narrada por algún otro cronista invitado o por una servidora.
El 30 de abril de 2020, en el
jardín solitario, sin risas y sin trinos, circulaba un aire de tristeza y
fatalidad, ya teníamos la noticia de muchos hermanos fallecidos por el
coronavirus. Este año tampoco se celebrará con teatro cantos y risas el Día del
Niño, el Jardín de San Lucas otra vez se mirará triste y desolado.
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