LA IMPORTANCIA DE LA FICCIÓN
EN LA CRÓNICA.
Por Patricio Garibay
Hace algunos días tuve una intensa pero cordial discusión con un estimado amigo cronista, quién aseguraba con tenaz insistencia que la ficción no cabe en la crónica, él sostiene qué la ficción cuando entra en la crónica, esta deja ya de ser crónica. De ser esto así implicaría meterse en una serie de cuestiones que pondrían todo patas arriba, para empezar dejarían de ser considerados cronistas los más connotados cronistas, tanto mexicanos como figuras ya universales.
Pero antes que nada definamos ¿Qué es la crónica y cuál es subjetivo? Según la Wikipedia más conocida como la Wiki vulgo, dice:
" Crónica es la denominación de un género literario que consiste en la recopilación de hechos históricos narrados en orden cronológico. La palabra viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego cronos.
Características;
Los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona. En la crónica se utiliza un lenguaje sencillo, directo, muy personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones. Emplea verbos de acción y presenta referencias de espacio y tiempo. La crónica lleva cierto distanciamiento temporal a lo que se le llama escritos históricos. La literatura cronística no tiene el rigor metodológico de la historiografía científica, sus pretensiones son otras muy distintas, por lo que su utilización como fuente historiográfica se hace con la prevención necesaria por los historiadores"
Y precisamente en lo que la define se encuentra su valor principal, que es el de contar con una mayor libertad que la que permite la historiografía, así pues a un historiador le importará muy poco lo que le cuente su anciana tatarabuela, pues el historiador entenderá que la memoria de la veterana mujer puede estar distorsionada por el paso del tiempo, sin embargo para el cronista los supuestos testimonios de la viejita son rico material a recabar, y casi siempre estos testimonios nutren sus libros. Por otra parte el teórico de la literatura Jesús G. Maestro en su obra "Crítica de la razón literaria" aclara que toda obra que pertenezca a la literatura deberá tener ficción, por consiguiente si la crónica es un genero literario debe contar con una dosis de ficción.
El primer cronista que llega a mi memoria es el gran Homero quién en su épica obra “La Ilíada” narra de manera poética y con muchísimos elementos de ficción la guerra de Troya, guerra que durante más de dos mil años se pensó que era producto únicamente de la fantasía griega, y hasta se pensó que la heroica ciudad nunca existió, pero que gracias a los relatos homéricos finalmente fue descubierta en 1870 por el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann. De esta manera de no haber sido por un relato tan fantástico como La Ilíada y la Odisea nunca habríamos conocido de la existencia de aquel pueblo y aquel conflicto bélico. Así pues las aportaciones de la ficción a la crónica han sido fundamentales
Es además La Crónica la encargada de conservar para la posteridad las costumbres, tradiciones, el modo de pensar y los pequeños hechos cotidianos qué en su conjunto explicarán en un futuro la esencia de un barrio, pueblo o de una región, ¿Cómo se puede entender el siglo XV sin “El lazarillo de Tormes”, ¿Cómo se puede saber el modo de vida de la España de los Austria sin las comedias de Lope de Vega o las novelas de Miguel de Cervantes? Y Cómo entender los pormenores de las ciudades de Oviedo y Madrid en el siglo XIX sin leer las novelas “La Regenta” o “Fortunata y Jacinta” de Leopoldo Alas y de Don Benito Pérez Galdós respectivamente?
O ¿Cómo saber de la Londres decimonónica sin leer las novelas de Charles Dickens? Y en México ¿Cómo entender la vida de la ciudad de Guanajuato de mediados del siglo XX sin leer a Jorge Ibargüengoitia? ¿Se puede entender a los hombres que hicieron la revolución mexicana sin leer sus dos novelas claves “Los de abajo” de Mariano Azuela y “La Sombra del Caudillo” de Martín Luis Guzmán? Ahora pongamos los casos de dos escritores de novelas frente a la obra de dos importantes cronistas, Manuel Payno y su libro “Los Bandidos de Río frío”, y a Rodolfo Usigli y su novela “Ensayo de un crimen”, estas dos novelas por sí solas son más ricas en detalles del modo de ser y del modo de sentir de los habitantes de la Ciudad de México, que la crónica más formal de La Marquesa Calderón De La Barca y la obra de Salvador Novo, pues todo escritor qué hace ficción de la época en que vive, buscará darle a su obra un realismo tal que si lo hace bien convertirá su texto en una crónica de tu tiempo, esa rica descripción de detalles que los farsantes literatos franceses creyeron haber inventado en el siglo XIX y que denominaron "naturalismo francés" pero que cientos de años atrás ya se había elaborado en la España del siglo de oro.
Por otra parte uno de los libros que todo mundo identifica como un libro de crónica es “Las calles de México” de Luis González Obregón, libro que durante muchísimo tiempo fue uno de los más vendidos en cuanto a Crónica, o que al menos que se identifique como tal, un libro ficción pero también, rico en datos sobre la historia de la ciudad de México, de sus calles y sus barrios. Si un extranjero me pidiera que le recomendara un libro para entender cómo era la Ciudad de México en el siglo pasado, sin dudarlo le recomendaría qué leyera algunas novelas de Luis Spota, de Ricardo Garibay o de José Agustín, antes de recomendarle las petulantes crónicas de Salvador Novo o las pretenciosas crónicas de Carlos Monsiváis.
Desde luego qué están los grandes cronistas indispensables y sus obras monumentales, como la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo, o la obra enciclopédica de Fray Bernardino de Sahagún “Historia general de las cosas de la Nueva España” pero estás dos colosales crónicas, están más cerca de la historia qué de la crónica. Desgraciadamente no existen obras de ficción escritas en el pasado que hayan utilizado cómo escenario a nuestro querido Azcapotzalco y a su gente. Obras que hubieran recreado en su momento cómo era la vida del Azcapotzalca de la época virreinal o de los siglos posteriores, y esto es de lamentarse.
Que este artículo sirva para incitar a que se escriba más ficción en la que se plasme el actual modo de ser del Azcapotzalca y en las que se cuenten sus tradiciones y fiestas de barrios y colonias, donde se describían sus jardines y espacios, sus comidas, sus mercados y comercios, ¡a escribir de todo ello antes de que las inmobiliarias acaben con todo!
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