487 PEREGRINACION DE
LOS NATURALES DE AZCAPOTZALCO
Por: Martin Borboa Gómez
El presente texto habla de hechos inspirados en la fe
religiosa de personas, lo cual ha llevado por casi 500 años a varias
generaciones de azcapotzalquenses, a efectuar un traslado a pie desde su
alcaldía, hasta la Basílica de la Virgen de Guadalupe, en el Tepeyac.
Para los creyentes en la fe católica, las apariciones de la
Virgen María en ese sitio de la hoy alcaldía Gustavo A. Madero, y en Tulpetlac,
Estado de México, en el año de 1531, son un hecho. Creer en ello no es dogma de
fe, no se condiciona la creencia en estos eventos para ser admitido en dicha
religión. Los fieles se dirigen a esa
Basílica para adorarla, pedirle, agradecerle, visitarla, acompañarla o ser
acompañados por ella. Yo he asistido dos veces a esta peregrinación. La primera
en calidad de fiel. La segunda en la misma calidad, además de hacerlo para
poder reunir datos y fotografías del evento, para luego compartirlo aquí en “La
hormiga en línea”.
Las cuatro apariciones de la Virgen ante Juan Diego en el
Tepeyac, y la quinta a su Tío Juan Bernardino en Tulpetlac, en diciembre de 1531,
fueron narradas en la obra “Nican Mopohua” redactada por el azcapotzalquense
Antonio Valeriano.
El suceso mariano suscitó un gran aumento en la cantidad de bautizos
entre la población indígena en aquel tiempo, y aun hasta la fecha, hacen que
este sitio, la Basílica de Guadalupe, sea la segunda plaza religiosa más
visitada del mundo, solamente después de la de San Pedro en el Vaticano. Para
los fieles, este evento marcó el inicio de una relación con la Virgen, que con
el hecho de plasmar su imagen en la tilma de Juan Diego, dio a los pobladores
de esta región un elemento de cercanía glorioso. Once meses después de las
apariciones, en noviembre de 1532, naturales provenientes de diversos puntos de
Azcapotzalco, caminaron de forma organizada hacia el Tepeyac para visitar a la
Virgen y el sitio en donde ella estuvo. Y como anualmente se ha repetido,
comenzó la cuenta de las Peregrinaciones.
Seguramente a lo largo de tantos años, ha habido cambios. Por
ejemplo, me comentó uno de los coordinadores que hace 3 años fueron cerca de 25
mil peregrinos. Este año solo éramos 5 mil. Y eso que podría haberse esperado
un incremento luego de que apenas en septiembre 2019 la Parroquia de
Azcapotzalco fue elevada a la categoría de Catedral por instrucción papal. El
trayecto tiene aproximadamente 9.7 kms desde la puerta exterior del atrio de la
Catedral de Azcapotzalco, hasta la puerta del edificio de la Basílica, con una
pausa en el km 6.4 en el Mercado de San Bartolo.
La reunión se convocó a las 8 a.m. La llegada de los fieles
fue saludada con un grande y bello tapete de aserrín en el suelo ante la
entrada de la Catedral. Los estandartes se fueron acomodando a un lado.
Algunas personas se introducían a la Catedral y tomaban su
sitio para la misa. Otras se quedaban afuera esperando a los demás contingentes
o localizando amistades o familiares. Hubo quien colocó verduras en el tapete
como ofrenda.
A las 9 a.m. ya había más gente en el atrio, adentro de la
Catedral, músicos en la puerta, y es cuando entró la gran imagen de la Virgen
que era llevada por resistentes cargadores. Fue seguida por los portadores de
estandartes (representantes de cada barrio participante) y así en ordenada y
alegre fila, se metieron hasta la parte del pasillo más cercana al altar.
Ahí dos sacerdotes dieron la bienvenida, la bendición,
oramos, se mencionó el hecho de que es nueva nuestra diócesis, se gritaron
vivas a todos los pueblos de Azcapotzalco, inició el canto de “La Guadalupana”,
y a las 9.10 a.m. dio inicio el recorrido. Es preciso dejar anotado que la
alegría, entusiasmo, buen humor, interés espiritual, camaradería, fueron
actitudes que se distinguieron a todo lo largo de las 4 horas que tardó toda la
gente en desplazarse a su objetivo. No solo se movió el contingente en una
misma dirección geográfica, también anímica y espiritual. Las constantes porras
a la Virgen de principio a fin, prueba intangible de ello.
Salimos de la Catedral (Km 0), de su atrio, y avanzamos por
la Avenida Azcapotzalco. Pasamos frente al mercado local y dimos vuelta a la
derecha en la calle Nueva Jerusalén. Los coheteros iban al frente, alejados del
contingente, lanzando sus artificios. Metros atrás iban los que sostenían una
larga lona anunciando la peregrinación y su antigüedad.
Después venían una primera y una segunda imagen de la Virgen
y después venía la banda musical.
Luego iban los portadores de estandartes y los Chinelos
bailando, llenos de enérgica alegría.
Después de estas secciones mencionadas, veníamos el resto de
participantes. Familias, parejas, personas por su cuenta, mamás con sus hijos
de la mano, señores cargando botellas de agua en mochilas a la espalda, mujeres
portando flores. Y eso quiero destacarlo. Con mucha frecuencia durante la
peregrinación llegaban aromas dulces como a rosa, y a otras flores,
principalmente cuando iba uno cerca de las grandes imágenes, pero también en el
grueso del contingente. Las flores que llevaban varias mujeres aportaban un
pacifico perfume. Había personas de diferentes barrios, unos llevaban infantes
en carriola, otros en brazos, otros llevaban personas de la tercera edad en
sillas de ruedas, o ayudándolos a caminar sosteniéndolos de ambos brazos, o
ayudándose con bastón, pocos iban con bicicleta pero caminando e incluso vi uno
que efectuó todo el recorrido descalzo.
Pasamos por la estación de Bomberos Agustín Yáñez, cruzando
la avenida 22 de febrero, continuamos por la calle Nueva Jerusalén, que
curiosamente está en la Colonia del Maestro. ¿A que maestro se referirá si la
calle es Jerusalén?
Esta arteria desemboca en un amplio cruce y ahí tomamos la
diagonal izquierda: Calzada Santo Tomás (Km 0.7). Avanzamos escuchando cohetes,
y pronto fueron respondidos por el repique de campanas, que sonaban desde la muy
cercana Parroquia de Santo Tomás.
A las 9:51 a.m. llegamos a la Avenida Granjas (Km 1.7).
Viramos a la izquierda y avanzamos sobre de ella. Unos pasos adelante fuimos
testigos de un accidente. Una camioneta blanca que se pasó el alto provocó
daños a un motociclista que cayó mal herido al pavimento. Afortunadamente una
ambulancia con paramédicos acompañaba al contingente, así que la ayuda llegó de
inmediato, antes que los mirones. Los coordinadores exclamaban que eso es lo
que debíamos evitar: un accidente, que atendiéramos sus llamados, tales como
“Péguense a su derecha”, “Atrás de las imágenes” (pues las rebasábamos, las
rodeábamos, y se ensanchaba la fila). Los caminantes acompañaban su marcha con
porras a la Virgen, el rezo de un Padre Nuestro, o alguna conversación. Los que
cargaban las imágenes ya pedían relevo.
Luego de avanzar por Granjas, a las 10:06 a.m. llegamos a su
esquina con el Eje 4 Norte Azcapotzalco La Villa (Km 2.4), en donde fuimos
hacia la derecha, para subir inmediatamente por el puente que pasa sobre las
vías del Tren suburbano, cuyo emblema se levanta en lo alto.
Bajando de ese puente, y aun al cruzarlo, el contingente
estuvo expuesto a la cercanía del tránsito de camiones pesados. Con buena
coordinación y con el respeto de los conductores, todo salió muy bien.
Descender de ese puente permitió ver lo largo que era nuestra fila. A las 10:21
a.m. hubo oportunidad de hacer una pausa de 5 minutos, en la equina del Eje 4
Norte con avenida Norte 59.
Ahí es donde distinguí a la muy dinámica Mary Domínguez,
vecina de San Martín Xochinahuac, ataviada como corresponde al grupo de
Chinelos. Puede ver y reconocer su rostro ya que en cierto momento se acomodó
la máscara de su atuendo. Vaya energía que tiene esta ágil compañera, tan
comprometida con las tradiciones, la cultura y el bienestar. Y como dicta su
interés por difundir las actividades vivas e intangibles de nuestro patrimonio
ancestral, no perdió ocasión de registrar el evento durante sus descansos de
danza. Y no era para menos. El cielo muy azul, y las numerosas nubes impedían
que el sol fuera muy fuerte. Por ello la luz era óptima para fotos y video.
Saludé también a la siempre cordial compañera Tere Martínez
Legorreta y a Tarsicio López, quien fue tomando imágenes del evento, de modo
que para más y mejores detalles sobre todo este suceso, ellos muy bien pueden
exponerlos, pues lo vivieron paso a paso de principio a fin.
A las 10:32 a.m.
íbamos a la altura del Metro Norte 45. Ahí me alcanzó Martin Martínez Olguín,
el entrenador del equipo “Cervantinos” en la cancha “Los Olvidados”. Estuvimos
platicando. Me contó de los calistemos que sembró por esa zona cuando trabajaba
en la sección de Parques y Jardines del gobierno de la alcaldía. No conocía yo
esos árboles. Qué buena sombra dan y que hermoso el color rojo de sus
peculiares flores que parecen cepillo. Me dijo que cuando las puso hace 20 años
era apenas unas varitas. Hoy sus troncos son firmes de más de 2 metros de
altura. Su copa ofrece una fresca protección contra los rayos del sol, que en
una procesión se busca y agradece. Esa especie vegetal es originaria de
Australia.
Martín, que
también es arbitro en la mencionada cancha, me contó que una chica que juega en
un equipo y que iba en la peregrinación, se acercó a darle una estampa del
patrono de su barrio, San Andrés, y le agradeció lo bien que les había
arbitrado el día anterior en el partido que sostuvo ella con su equipo. Me
consta que miles de personas en Azcapotzalco (y fuera también) aprecian y
valoran su trabajo. Generaciones de deportistas han estado con él y buscan su
saludo.
A las 10:46 a.m.
y estábamos en el Metro Vallejo, cuyo exterior fue remodelado recientemente con
apoyo del gobierno local y la empresa panificadora Bimbo. Tiene varias bancas,
y estoy seguro que no fui el único que les echó un ojo, pues ya íbamos para dos
horas caminando. Pero nadie se sentó. El descanso era para después.
A las 11:00 a.m. llegamos a la Calzada Vallejo (Km 4.9), la
cruzamos, y de ese modo salíamos de la alcaldía de Azcapotzalco. La vialidad
deja de llamarse Azcapotzalco La Villa y ahí se denomina Poniente 134.
Avanzamos un poco sobre de ella, y pronto dimos vuelta a la izquierda, en la
calle Norte 25-A (Km 5.1). La recorrimos apenas una cuadra, y desembocamos en
el Eje 5 Norte (Km 5.4), ahí llamado Poniente 140, pero que su tramo más
popular se llama Montevideo. Ahí está la estación del Metrobús Lindavista
Vallejo.
Siendo las 11:13 a.m. cruzábamos el Eje Central Lázaro
Cárdenas. Llegamos a la estación del Metrobús Instituto del Petróleo. Luego,
por fin, a las 11:21 a.m. llegamos al Mercado de San Bartolo Atepehualcan (Km
6.4). Pausa de 40 minutos. Baños. Refrigerio. Almuerzo. Bebidas. Sentarse.
Abanicarse. Soltar los estandartes. Incluso hubo quien se descalzó para
revisarse o sobarse los pies. Luego, a las 12:00 exactas, continuamos el
avance. Pasamos por la estación de Metrobús San Bartolo y continuamos por
Montevideo.
Cruzamos la Calzada Instituto Politécnico Nacional (Km 7.1) y
pasamos frente a la estación de Metrobús del mismo nombre. 12:26 estábamos en
Metrobús Riobamba. Hay bancos por ahí. Aproveché para pasar al cajero
automático, pues en la Basílica deseaba comprar veladoras para el año próximo. Ante
la mirada de la gente, el grupo expresaba porras a Azcapotzalco y a la Virgen,
de modo que se informaba nuestra procedencia y nuestro destino.
A las 12:30 cruzabamos Insurgentes Norte (Km 8.3) sobre un
puente que pasa sobre las vialidades, las vías y trenes del metro. Después
estábamos frente al Metrobús Deportivo 18 de marzo y la lastimada iglesia que
se destinó al culto de San Juan Diego, ahora cerrada por el riesgo de desplome
de su fracturada estructura. Poco a poco se asomaba ya el techo de nuestro destino.
12:40 Metrobús La Villa. Tres minutos después dimos vuelta
en Calzada Misterios (Km 8.8). Siete minutos más tarde, vuelta en la calle
Ricarte (Km 9.1), donde está la estación del Metro La Villa Basílica.
Y de ahí, por fin, ingresamos al centro del camellón de la
Calzada de Guadalupe (Km 9.3). Era la recta final. Avanzamos por ese espacio de
peregrinos hacia la reja exterior del complejo religioso.
A las 13:00 horas exactas, estábamos en la
puerta principal del edificio de la Basílica (Km 9.7). El obispo de
Azcapotzalco, desde adentro se dirigió a la puerta, y ahí nos recibió.
Ingresaron las imágenes y los estandartes. En fila se dirigieron hacia el
altar. El grueso del contingente ocupó el interior del lugar. El obispo ofreció
una cálida bienvenida, las familias se abrazaron, unos sentados para descansar
y atender la misa, otros se hincaron, algunos con lágrimas. No corresponde que
yo sepa si de alegría, de tristeza, de agradecimiento, o de algún
arrepentimiento por el que ofrecen su más sincera disculpa a la Virgen. Es mi papel
ignorarlo y respetarlo. Pero lo menciono porque fue muy conmovedor. Tantos
rostros con tan diferentes expresiones. Y todos ahí coincidiendo en la interlocución
con el mismo ser divino: la Virgen.
La misa fue con coro. El Obispo invitó a que se incremente
la profundidad de la fe, del sentimiento y de la cantidad de fieles que acuden
a la peregrinación. Mientras tanto, algunos fieles sostenían fotografías de
familiares, otros imágenes religiosas de bulto o en estampa. Todos con el
corazón en las manos. Quise aprovechar para bajar y desde el pasillo móvil
admirar a la Guadalupana. En esos momentos guardé la pluma, el papel y la
cámara, y saqué mis lágrimas, mis agradecimientos y mis peticiones. Todo el
camino pensé en mi mejor amiga: mi fallecida y muy querida madre Aurora Gómez,
y en ese pasillo móvil, sentí su abrazo y alcancé su beso.
TULPETLAC, EDOMEX
Este poblado cercano a la Basílica, es donde la Virgen hizo
su quinta aparición ante Juan Bernardino, tío de Juan Diego, a quien sanó.
Opino que debería de haber un transporte que conectara la Villa con Tulpetlac,
de modo que pudieran visitarse ambos sitios con facilidad. Este año visité
aquel lugar, y comparto aquí unas fotografías. La cantidad de visitantes es
grande, pero lejos de compararse con el Tepeyac. Sin embargo, el sitio tiene
impregnado un valor espiritual tan alto, que provoca una emoción vibrante al
entrar y orar en él.
Pienso que acudir a Tulpetlac complementa la experiencia
espiritual y la vivencia de estar donde alguna vez se apareció la Virgen. En el
altar de este santuario, se ve un gran cuadro que la muestra a ella de pie ante
un recostado y enfermo Juan Bernardino, efectuando el milagro de sanarlo. El
santuario es muy apacible y sus misas muy concurridas. Tiene tienda de
artículos religiosos y un pequeño estacionamiento. A un lado hay un panteón y
afuera venta de flores.
cabe mencionar que después de la misa solemne, se reúnen en el parque de los indios verdes, para compartir los alimentos que diferentes pueblos llevan, toca la banda y el señor obispo llega a bendecir dichos alimentos.
ResponderEliminarGracias Martín y enhorabuena por tu artículo