LIBERTAD ESQUINA INDEPENDENCIA. COLONIA SAN ALVARO.
Por Don Nayarito
Cantalicia.
Dos grandes
anhelos individuales, grupales, o de toda una nación: la Libertad y la
Independencia, tienen sus calles en nuestra colonia, y además, hacen esquina.
La esquina de la calle Libertad con la de
Independencia, es
sencilla en cuanto a las construcciones que ahí existen. No son museos, ni
oficinas de algún partido, tampoco hay una estatua o busto, ni es un gran
crucero. No tiene semáforo, ni jardinera. Es un cruce cualquiera.
Y sin embargo, en
los nombres de las arterias lleva los valores por lo que se han iniciado
guerras, removido ejércitos, y han sido el fuego que hierve en los corazones
patrióticos de muchos valientes. De esos que luego dan lugar a un nuevo país, a
una nueva nacionalidad.
Para mi es
correcto y loable que sea un cruce cualquiera. La libertad y la independencia no se obtienen luego de que se coloque
un bulto que lo invoque. Simplemente se viven, se respiran, se aprovechan, se
cuidan y se utilizan en el mejor beneficio posible.
Me basta con saber que en esa esquina de la Colonia San Álvaro, como en todas las de México, habitan vecinos saludables que valoran esas cualidades de su patria, que las tienen presentes, y que conocen de donde viene su libertad y su independencia.
Por ello, y desde
hace cinco años, voy en fechas patrias septembrinas a ese cruce. Estando ahí
saco mi libro de “Poesías patrióticas
mexicanas”, y leo para mí algunos versos. Esta vez ya me acompañó mi nieta,
así que leí para los dos.
Para generarle
más interés a ella, le platiqué de un gran
amor que hubo entre dos patriotas, una pareja que tuvo aventuras heroicas,
que podríamos calificar “de película”: Leona
Vicario y Andrés Quintana. Solo daré una leve semblanza parcial de ella, basándome
en el libro “Leona Vicario y la Ciudad
de México”, de Héctor R. Olea (Colección popular Ciudad de México, número
34, Departamento del Distrito federal, 1975, México). Este año 2020 se declaró
en homenaje a ella.
Para Leona
Vicario hay un busto y un mosaico en la esquina de la Avenida Cuitláhuac y la
avenida Plan de San Luis, en la Colonia
Nueva Santa María.
LEONA Y ANDRES
Ella de familia
solventada, quedó huérfana de padre y se hizo cargo de ella su Tío Agustín
Pomposo, que tenía un bufete de abogados. Él era partidario de la monarquía española. Su hijo Manuel, y
su sobrina Leona, lo fueron de la independencia.
Al bufete de abogados llegó a laborar Andrés Quintana, que también se inclinó
por la emancipación. Se ve que poca influencia pudo hacer el Señor Pomposo
sobre los jóvenes que tuvo cerca, y que la
determinación de ellos no admitió manejos.
Sobre ello dice el
libro que: “tiempo atrás había llegado al
bufete un joven yucateco llamado Andrés Quintana Roo, quien era bachiller en
Artes y Ciencias en la Real y Pontificia Universidad. Quintana Roo, con el
deseo de graduarse de licenciado en derecho, tuvo que cumplir con el requisito
legal de practicar por dos años, jurisprudencia al amparo de su catedrático… en
la casa de don Agustín Pomposo… Leona y
Andrés tuvieron ocasión de tratarse frecuentemente. Hermosa ella, apuesto él, y
ambos jóvenes, buenos, inteligentes, instruidos, igualmente apasionados de su
patria, era completamente natural que llegaran a amarse… Quintana Roo,
hecha su práctica del 11 de enero de 1809 al 11 de enero de 1811, esperó para
contraer matrimonio con Leona hasta los primeros meses de 1812… en virtud de
que ella en el mes de abril había cumplido los veintitrés años que la ley
exigía para la mayoría de edad…”.
Una complicación
aparente para el enlace fue que el padre de Quintana Roo, que era periodista, estuvo preso cuatro años en San Juan de
Ulúa por sus ideas políticas. Ante la imposibilidad de casarse, Andrés se
retiró y junto con otros jóvenes decidieron unirse a los insurgentes. “Se presentó con sus compañeros al Lic. Ignacio López Rayón, jefe de la
zona de México que estableció, después de formar la Junta Suprema de Zitácuaro,
su cuartel general en Tlalpujahua a mediados del año 1812”. Leona mientras
tanto: “Estableció correspondencia activa
con los hermanos López Rayón, con
Quintana Roo… y principales jefes de la insurgencia. Organizó recuas o
“conductas” para enviarles de su propio peculio: armas, ropas, medicinas,
municiones, alimentos, pólvora, tipos y tinta de imprenta, hizo gastos para los
viajes de los contactos secretos y ayudó económicamente a los huérfanos y a las
viudas de los luchadores por la libertad”.
Leona fue
descubierta y tuvo que escapar. En una de sus guardias fuera de la ciudad
enfermó y su tío la llevó de vuelta a México. La entregó a la autoridad en el
Colegio de Belém el 13 de marzo de 1813. Escándalo
fue su escapatoria como luego lo fue su prisión en Belém. Un mes después,
el 22 de abril un grupo de insurgentes la sustrajeron de su prisión, y se la
llevaron montada en un caballo. Esta vez
escapó hasta Oaxaca. Allá recibió cartas y apoyos de José María Morelos y Pavón. Mantuvieron correspondencia. Mientras
tanto, en la sociedad novohispana, su fama personal comenzó a llenarse de
verdades y de cosas inventadas.
A fines de enero
de 1814, cuando Oaxaca dejó de estar en manos rebeldes, Leona y los insurgentes
tuvieron que dejar la ciudad. Se dirigieron hacia Chilpancingo, en
donde estaba instalado el Congreso Nacional, y en el cual participaba Andrés
Quintana como diputado por Puebla. Esa fue la circunstancia que a inicios de
1814 les permitió por fin, casarse. (Aunque
muchos dicen que ya se habían casado desde antes). Al año siguiente Morelos fue
capturado, y el 22 de diciembre de 1815 fue fusilado. Se le ofreció el indulto a la pareja de Leona y Andrés, pero no lo
aceptaron. Siguieron huyendo. Dice el libro que: “en plena fuga tuvo, dentro de una inhóspita cueva de un áspero lugar
llamado Achipixlta, a su primogénita hija, el día 3 de enero de 1817. Esta niña
fue bautizada posteriormente, y se le impuso, a pedimento de la madre, el
nombre de Genoveva… el bautizo de la
niña lo apadrinó el general y licenciado don Ignacio López Rayón”.
Continuaron la fuga acompañados de un grupo
guerrillero. El gobierno volvió a ofrecerles el indulto y lo rechazaron. Vivieron más de un año refugiados en una
barranca. Un día un contingente realista dio con ellos. Andrés escapó pero
Leona fue apresada junto con su hija, y llevada a Tejupilco. El Comandante de
Temascaltepec dio noticia de ello. (Ambas poblaciones hoy pertenecen al Estado
de México). Leona llevaba el papel del indulto que les había sido ofrecido antes
e hizo valer su contenido. Más tarde, Andrés se reencontró con ella. Vivieron veintisiete meses en la ciudad de
Toluca y después se mudaron a la ciudad de México. Los peligros sufridos
por Leona Vicario fueron del día 23 de abril de 1813 en que fue llevada a su
prisión en Belém, hasta el 14 de marzo de 1818 en que tuvo efecto el indulto. Casi cinco años.
Ambos conservaron
su libertad, pero su lucha siguió, en el terreno político y en el económico.
Una pareja ejemplar, que junto con muchos otros patriotas, lograron la libertad y la independencia de México.
Los nombres de ambos se leen en letras de oro en el Muro de honor del Congreso
mexicano. Igualmente están sus nombres en la Columna de la Independencia, donde
descansan sus restos, siendo la única
pareja que tiene ese destacado honor.
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