CRÓNICA DE UNA
COLECCIÓN ARQUEOLÓGICA DEL ARCHIVO HISTÓRICO DE AZCAPOTZALCO.
Por: Arqlgo.
Ricardo M. Pilón A.
Sin duda
muchos conocerán aquellas vitrinas de madera que se encuentran, actualmente, en
el archivo histórico. Esas vitrinas que exhiben ciertos objetos, entre replicas
y algunas originales, que llama la atención a ciertos curiosos. Objetos que nos
hablan o indican un cierto indicio del pasado. Quisiera relatarles un poco
sobre la experiencia que tuve sobre ello; pues esa colección que estuvo en el
archivo y luego migró hacia la Escuela del Cronista, en San Miguel Amantla,
para regresar a su origen en dicho archivo por razones que tienen cierta
justificación.
Todo
empezó en el mes de Noviembre del 2018, en aquel entonces junto con el
antropólogo Rubén Zárate estábamos buscando hacer proyectos en la Escuela de
Cronistas “Carlos Monsiváis”, a razón de su muy evidente abandono. La directora
del lugar, María Isabel Sierra García, nos había comentado que la Subdirectora
de Educación y Cultura, Rosalinda Moreno Patrón, visitaría el lugar para una
inspección. Y en efecto, ella llegó y
nos fue presentada a fin de compartir nuestros proyectos. Debo admitir que su
llegada fue un tanto peculiar, pues de principio sólo queríamos platicar y
compartir nuestros proyectos para realizar actividades en dicho lugar. Pero
luego de que estuviera inspeccionando
cada una de las aulas del lugar, nos pidió nuestra opinión sobre la condición y
ubicación del Archivo y la colección de ciertas piezas arqueológicas. Creo que
nuestro atento lector le gustaría conocer el contexto en el que se desarrolla
el tema del Archivo Histórico y en específico de dicha colección:
Primero, la sede original se encontraba en la llamada “Casa de Bombas”. Que se inauguró el mes de agosto del año 2000. Este recinto se trataba de una casa que se encargaba de bombear el agua y que fue construida en el año de 1943 a 1946 (Ver foto 1-INAH 1945). Tras su desuso, fue condicionada para tal propósito; pero desconocemos cuando se introdujeron dichas vitrinas con ciertas piezas arqueológicas. Lo cierto es que antes del 2012 ya existían dichas piezas.
Segundo,
al volverse la crónica un modo de expresar de todo cuanto fuere de Azcapotzalco
y una necesidad de difusión, se creó la Escuela de Cronistas “Carlos Monsiváis”
en septiembre del 2012. Lo que supondría ser una escuela para crear a los
futuros cronistas, con el tiempo su abandono fue
1.
La
ubicación, pese al embellecimiento del área y sus instalaciones, no es de fácil
acceso, si no se conoce o se es del lugar. La mayoría de los cronistas eran del
centro o lugares de límites de Tacuba. De hecho llegué a escuchar en las
personas que desconocían que el Archivo Histórico se encontraba ahí.
2.
Poca
difusión del recinto y muchas actividades ajenas a la crónica he investigación.
3.
Originalmente
el Archivo tenía su espacio exclusivo, pero con el tiempo todos los materiales
se fueron trasladando a otra aula. Esto debido a que el Archivo era muy poco
(documentos, mapas, fotos) y al parecer no se tenía la intención de hacerlo
crecer.
4.
Aunque
tenía horarios, no siempre estaba disponible ante la ausencia del personal.
5. El maltrato de los materiales, por la humedad y el polvo, ere inminente y el personal no estaba capacitado para ello.
¿Qué
destino deparaba para ese Archivo ante estos contratiempos? Ni los cronistas
hacían uso de las instalaciones llena de condiciones y prejuicios. Si se
revisaran las carpetas de visita, notarán que la asistencia al Archivo no era
muy concurrido, técnicamente abandono. Incluso los encargados se quejaban de
que el recinto estaba muy lejos del centro de Azcapotzalco y deseaban volver a
la sede original.
De
regreso a nuestra crónica, era de esperarse hacer la pregunta sobre las piezas
arqueológicas. No hace un año, 2017, que se había inaugurado el Museo de
Azcapotzalco; por lo que esta colección era nada en un lugar tan marginado como
es San Miguel Amantla. Así que se determinó regresar el Archivo y esta
colección arqueológica a su sede original: la “Casa de Bombas”. Esta acción es
controversial, pues entre aceptación o indignación, estaba claro que la Escuela
de Cronistas ya nada significaba para esa administración. Tomada dicha
decisión, había que hacer el traslado y eso requería de todo un procedimiento
técnico para su cuantificación, clasificación y embalaje. Ese quehacer me fue
asignado ese mismo día que conocimos a la Subsecretaria de Educación y Cultura.
Para una
persona común, es claro que ésta colección no es sorprendente; incluso algunos
se han expresado con suma sinceridad que son “puros tepalcates” o “pedazos de
las ollas de la abuela”. Tales expresiones son verdaderas y no podemos
tildarlas de ignorancia: pues uno nombra lo que conoce. Para un arqueólogo no
es el caso, pues es una fuente de información que nos habla o señala a que
tiempo pertenecieron esos “tepalcates de la abuela”. Para estas colección había
que hacer un registro de las piezas que había (clasificación, cuantificación y
fotografía), por lo que se empezó vitrina por vitrina. Entre líticas, cerámicas
y réplicas prehistóricas y prehispánicas, se cuantificaron 69 piezas en total:
Vitrina
1: contaba con 10 piezas cerámicas y 25 piezas líticas, un total de 35 piezas.
Vitrina
2: esta tenía 9 piezas cerámicas, 1 pieza lítica, 4 piezas fósiles (réplicas) y
1 ósea, un total de 15 piezas.
Vitrina
3: contenía 9 piezas cerámicas y 10 piezas líticas, un total de 19 piezas.
Una vez
realizada esta cuantificación, se empezó a embalar y guardar en cajas para su
traslado. Esto último en vehículo oficial de la alcaldía. Todo este registro se
realizó temprano, antes del mediodía se trasladó hacia la “Casa de Bombas” y
ese mismo día se des-embalaron las piezas y se hizo otro registro
(Cuantificación, clasificación y fotografía) para corroborar –siempre por
procedimiento- que las piezas estaban todas y completas. Las vitrinas de madera
se regresaron al espacio de la habitación del recinto, y se omitió la otra
vitrina dado el espacio y su apariencia no acorde a los otros cuya condición
semeja a un anticuario antiguo.
Finalmente,
de todas esas piezas, había que clasificar las que son originales (o
pertenecientes a las épocas culturales e históricas) de las réplicas. Sin duda
este es uno de los quehaceres más satisfactorios de un arqueólogo y en el que
hay que tener una visión cronológica para presentar un discurso para el público
a través del tiempo (Ver foto 3-R.Pilón 2018). En ese compromiso y que podrán
notar, empecé por las réplicas del tipo prehistórico –aunque reconozco que mis
fichas técnicas no son del tipo paleontológico, área que no compete a un
arqueólogo- a fin de no menospreciar estos hermoso objetos. Una de las
dificultades de los elementos líticos es su clasificación temporal, la
experiencia general me ha enseñado que estos tienen esta cualidad si se sabe el
contexto estratigráfico en la que se encontraron; este no fue el caso, ya que
son piezas que no se tiene registro de esa condición; por lo que junté todas
las piezas líticas a fin de que el visitante viera cierto desarrollo de uso y
producción de estos objetos –que van del tipo de materiales
Pienso
que esta pequeña colección tuvo la cualidad de tener un poco de las etapas
“oficiales” en los objetos cerámicos y las culturas a las que pertenecen. Por
lo que su orden tiene ese formato de línea del tiempo que va: desde el periodo
preclásico (Tlatilco, Ticoman), Clásico (Teotihuacán), Epiclásico
(Coyotlatelco, Tollan), Posclásico (Azteca II-Tepaneca, Azteca III y IV-Mexica)
y Colonial (Ver esquema-R.Pilón 2018).
Respecto
a las réplicas y como una exigencia del discurso planteado, fueron excluidas a
razón de que son de manufactura moderna y muchas veces eran invenciones de los
artesanos. Empezando por la antigüedad del material que en ojos de un
arqueólogo no escapa a ciertos detalles, así como el tipo de materiales
(pintura y acabados) que no pertenecen a las épocas prehispánicas. Estás fueron
puestas, todas, en un rincón de las vitrinas, separadas de los objetos
clasificados y con cédula general. Al término de dicho ordenamiento, entregué
–como una formalidad necesaria- un informe de los procedimientos para cotejar
todo lo que implica esa colección. En ese sentido, quedó nuevamente establecida
esa Colección Arqueológica del Archivo Histórico de Azcapotzalco, formalmente,
el 24 de noviembre del 2018. A fin de que ésta pequeña colección motivara a los
curiosos, visitar en el ya inaugurado Museo de Azcapotzalco a un costado del
Parque Tezozomoc.
CONCLUSIÓN.
Tal vez
para muchos ésta colección es insignificante, incluso risible. Sin embargo, de
no existir el actual museo, este sería la única evidencia arqueológica sobre
Azcapotzalco. Las recientes excavaciones (2019) -y en la cual fui parte en la
zona del Barrio de San Salvador Nextengo-, nos permite contar con más evidencia
arqueológica. Si bien la ineptitud y falta de conciencia histórica de los
funcionarios (2018-2021) no se tuvo la oportunidad de tener ventanas
arqueológicas en el centro de Azcapotzalco, es importante notar que nuestro
pueblo cuenta con mucha riqueza arqueológica. Una lástima para una zona con
mucha historia y patrimonio cultural. Pero independientemente de ésta anomalía
político-social, motive a las nuevas generaciones, originarios o residentes, de
Azcapotzalco a conocer su pasado… ¡No perdamos la esperanza!
In quexquichcauh
maniz cemanahuatl,
Ayc pollihuiz in
itenyo in itauhca
In altepetl Azcapotzalco…
“En tanto que
permanezca el mundo,
No acabará la
fama y la gloria
De la Ciudad de
Azcapotzalco…”
(R. M. Pilón
2022)
FOTOS DE LA COLECCIÓN ARQUEÓLOGICO DEL ARCHIVO HISTÓRICO DE AZCAPOTZALCO (R.Pilón 2019):
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