Esta
leyenda con aroma local y universal que se encuentra en todos los rincones de nuestro
país y los que la han visto penar en el barrio de Santa Apolonia Tezcolco
cuentan que aparece una mujer muy elegante vestida de blanco, de falda muy
amplia hasta los tobillos; sombrero de ala ancha bordado de encaje y guantes
blancos a la usanza porfiriana, se distingue como un alma en pena pues su
vestido brilla de un modo descomunal a altas horas de la noche como si quisiera
opacar a la luna, los que han visto su rostro debajo del sombrero solo al
logrado ver una cara amarillenta, con unas grandes ojeras que no le permiten
distinguir sus ojos y es entonces que profiere el ya conocido grito desgarrador
¡Ay mis hijos!
Dicen que flota por lo que alguna
vez fue un canal, ya que ella siempre busca los cuerpos de agua, pues ahí
cometió su crimen, en las noches principalmente de luna llena, se escucha su
canto desgarrador que hace eco principalmente en la calle de Ferrocarriles Nacionales.
Propios y extraños dicen que otra de sus calles favoritas es la calle de
Querétaro, donde susurraba al oído de sus habitantes y lejos de sentir miedo
sabían que se encontraba muy lejana sin embargo se aterraban cuando la escuchaban
en la lejanía pues el eco parecía distante de dicho espectro indica que está dentro
de las habitaciones pues seguía las reglas mágicas de toda la nación.
Se cuenta que este barrio desde la
época de la conquista cuando todos estaban durmiendo en sus aposentes se
escuchaban lamentos en los campos de cultivo y en las terrazas, quien alcanzo a
escuchar al espectro le veían de reojo como para no quedar paralizados al
escuchar su eterno lamento.
La llorona que se aparece en el barrio se escucha con
un llanto desgarrador por las vías del tren que corría hacia Tacuba, tal vez
sigue buscado los canales que alguna vez engalanaron Azcapotzalco.
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