sábado, 13 de julio de 2019



PROPUESTA DE DAR NOMBRE A UN ESPACIO PUBLICO: LA “PLAZA TRIGARANTE”

Por: Martín Borboa

Entre la explanada de la alcaldía y la biblioteca Morelos y Pavón, (separados por la calle Jerusalén) hay un espacio público renovado en 2018 que tiene un gran mural hecho con mosaicos pintados a mano, que refleja el momento de la batalla de Azcapotzalco, en su episodio frente a la Parroquia. Un grupo Trigarante en esfuerzo heroico intenta rescatar un cañón atorado en el lodo, situación que dio lugar a que estuviera expuesto y vulnerable el militar zacatecano nacido en el rancho La Pachonda Encarnación Ortiz, (alias el “El pachón”, al igual que sus hermanos Matías y Fernando, “los pachones” o “pachondos”), acto en que las balas le arrebataron la vida. La obra está firmada por R. S. Ayala en el año 2017.
     
Si el mural se terminó en 2017, y el espacio público (aun sin nombre) se terminó de remodelar en 2018, yo propongo que en 2019 se le asigne un nombre a dicho lugar, “Plaza Trigarante”.

Esta muy cerca el bicentenario de la consumación de la independencia efectuada en septiembre de 1821, y si esta alcaldía fue un escenario destacado en dicho logro nacional, sugiero que se dé nombre a este espacio, y sirva de catapulta para subrayar todo lo que en la alcaldía aporta y significa dicha batalla.
El argumento para hacerlo, se puede explicar en breves líneas, las cuales sugiero se coloquen en una lámina o muro para conocimiento del que pasea en dicho lugar.
“Azcapotzalco fue escenario de los últimos enfrentamientos armados entre Realistas y Trigarantes, antes de la Firma de los Tratados de Córdoba el mismo agosto de 1821, y sitio de la batalla más cercana a la capital de la Nueva España previa a la gloria independentista”.
Este argumento, a prueba de toda investigación documental rigurosa, destaca el valor pacificador de aquellos Tratados, el significado de haber estado los Trigarantes más cerca que nunca de la capital novohispana, y la vocación de este territorio azcapotzalquense por la libertad.

Además, la bandera Trigarante que se ha plasmado en dicho mural, es la más grande que he encontrado en todo el país -fuera de un museo-. He visitado con este objetivo Córdoba, Iguala, Durango, Teloloapan, la Ciudad de México, Morelia, entro otros, y en espacios públicos a nivel nacional, me parece que Azcapotzalco ostenta la bandera de las Tres garantías más grande, en un muy digno espacio, al cual propongo desde ahora, nombrar en un acto solemne como “Plaza Trigarante”.
Así, si otros poblados, otros gobiernos, otros ciudadanos, desean unirse a la conmemoración futura del bicentenario en 2021, sería mención obligada lo que aquí en Azcapotzalco se conmemore y trascienda. La otra opción es seguir sabiendo solo nosotros, lo que aquí aconteció, y darnos cuenta que nadie más en la periferia de la ciudad o en el país lo sabe.
Por último deseo mencionar, que aunque la significativa batalla en Durango fue posterior (30 de agosto de 1821), el proceso pacificador y de acuerdos que se logró en Córdoba con la firma de los Tratados entre Agustín de Iturbide y Juan de O´Donojú, los más altos mandos de ambos ejércitos, el 24 de agosto, la deja en una lista diferente, siendo la última la de Azcapotzalco.

Para cuando se dio el hecho de armas en Durango, ya habían firmado seis días antes un Tratado que otorgaba a la Nueva España su calidad de independiente (punto 1 de dicho Tratado), y reconocía un solo obstáculo situado en la ciudad capital, -en ningún otro lado-, y lo dice en su último punto, el 17: “Siendo un obstáculo a la realización de este tratado la ocupación de la Capital por las tropas de la Península, se hace indispensable vencerlo; pero como el primer Jefe del Ejército Imperial, uniendo sus sentimientos á los de la Nación mexicana, desea no conseguirlo con la fuerza, para lo que le sobran recursos, sin embargo del valor y constancia de dichas tropas peninsulares, por falta de medios y arbitrios para sostenerse, contra el sistema adoptado por la Nación entera, D. Juan O´donojú se ofrece a emplear su autoridad, para que dichas tropas verifiquen su salida sin efusión de sangre, y por una capitulación honrosa”.= Villa de Córdova 24 de agosto de1821”. Y de hecho así fue, O´Donojú parlamentó con la máxima autoridad peninsular en la capital, Novella, luego platicaron ambos con Iturbide, y así se ganó la capital, y la nación.
De modo que el posterior enfrentamiento en Durango, aunque con gran significado, queda en una lista aparte, posterior a la firma en que se aceptó la independencia mexicana el 24 de agosto.

INVENTARIO ARTISTICO CONMEMORATIVO DEL ÉXITO TRIGARANTE
Para abundar en el tema, a continuación expongo algo más en relación a la batalla de Azcapotzalco. En publicaciones anteriores de esta revista electrónica “La Hormiga en línea”, ya se ha hablado con detalle de dicha lucha armada, y por ello no repetiré la narración.
Lo que deseo aportar es un breve inventario de expresiones artísticas que dan cuenta de aquel suceso, cuando la bandera Trigarante ondeó en el territorio de nuestra actual alcaldía, y lo hizo para gloria de la anhelada independencia. Las expresiones artísticas que logré retratar son pintura mural, mosaico pintado a mano, escultura, y placa con letras en bajo relieve.

1.- NOMENCLATURA AVENIDA: Cabe decir que en la alcaldía existe la avenida con el nombre de Encarnación Ortiz, la cual tiene varias cuadras de largo y contiene un espacio de juegos infantiles que se llama también Encarnación Ortiz. De hecho a lo largo de la arteria hay varios espacios lúdicos y deportivos, incluyendo una cancha de básquetbol y otra de fútbol.


2.- MURAL DE MOSAICOS Y NOMENCLATURA: Veamos las fotografías de la zona del Puente de Guerra. La calle lleva ese nombre, y el mural expresa que ahí fue la penúltima batalla, el día 19 de agosto de 1821. En él se plasmó la imagen del puente que no se llamaba así. El acto le dio nombre.
  
  


3.- PLACA: En la fachada de la Parroquia de los Santos Felipe y Santiago, está la placa colocada en 1921 para conmemorar la batalla. Con tristeza puedo decir que el hecho es medianamente conocido en esta alcaldía, y bastante ignorado en el resto de la ciudad y del país.


4.- MUSEO Y CEDULA FUNERARIA: En el Museo de Azcapotzalco, hay un espacio en donde se toma el tema. La cédula explica los hechos de guerra acontecidos en el centro de la alcaldía, y agrega una copia parroquial.


En ella se lee: “En 20 de agosto de 1821 se le dio sepultura en esta parroquia de Azcapotzalco al cuerpo de don Encarnación Ortiz (alias el Pachón) el que falleció en el ataque de este pueblo el diez y nueve en la noche y se sepultó en compañía de otros veinticuatro que fallecieron en la misma noche que el que era capitán del Ejército de las Tres Garantías, casado y que fue con… No se confesó, ni restó ni pagó fábrica y lo firmé. Josef (ilegible) Cura”

5 MAQUETA: Dentro de la Casa de Bombas, donde se aloja el Archivo histórico de Azcapotzalco, hay una maqueta grande que retrata la escena de la batalla en su momento frente a la Parroquia. Fue elaborada por V. Manuel Arellano García.




6 MURAL: Afuera de la Casa de Bombas hay un mural tan alto como la construcción, que igualmente escenifica la batalla frente a la Parroquia, la cual está a unos pasos de este edificio. Ese mural fue elaborado por (Arte) Enrique Martínez Maurice (Diagramación) Martinheli Jarillo Yáñez (Asistentes) Cristina Dorantes, Ricardo Salazar Piñón, Iván Duque Dávila, La voz




7 ESCULTURA: El el atrio de la Parroquia se encuentra un monumento a Encarnación Ortiz junto al cañón que intentó rescatar para impedir que quedara en manos enemigas. Elaborado por Raúl Basurto Juárez y colocado aquí el año de 2010.

  
 8 LITERATURA: “LAS TERTULIAS DE LOS MUERTOS ANTIGUOS Y MODERNOS” Para acompañar los registros con que deseo hacer un incompleto inventario de lo que en Azcapotzalco conmemora su batalla, he copiado un fragmento, casi la mitad, de “LAS TERTULIAS DE LOS MUERTOS ANTIGUOS Y MODERNOS”, escrita por José Joaquín Fernández de Lizardi, publicada en “Obras, XI folletos, 1821 -1822, UNAM, Colección Nueva Biblioteca Mexicana, ed. 1991”.


El coronel Concha y don Encarnación Ortiz

“ORTIZ:                  ¡Oh, señor coronel! ¿Con que ya vino usted a visitar estas moradas lúgubres, depósitos de sombras y eternos receptáculos de la verdad?

CONCHA:            Si, amigo Pachón, y asin saber como, me hallo confinado a estos mundos enteramente nuevos para mi.

ORTIZ:                  Los son para cuantos llegan tan pronto como usted.

CONCHA:            En verdad que todo me es extraño. Ahora treinta días, no podía yo acostumbrarme en el mundo de la mentira a cosas que ya me voy acostumbrando.
Más en verdad señor Pachón, que usted vino con anticipación a estos lugares sombríos, enviado por mis valientes tropas, la noche del 19 de agosto en el pueblo de Azcapotzalco.

ORTIZ:                  ¡Valientes! ¡oh! Si lo serán, pero mi muerte no fue efecto de su valor, sino de la suerte.

CONCHA:            ¿Cómo de la suerte?

ORTIZ:                  Así: en una noche muy lóbrega, nadie de vuestros soldados podría decir, yo maté al Pachón. Amigo, era difícil que me hubiera tocado unabala entre la granizada de ellas que nos disparaban, parapetados en el cementerio y azoteas del pueblo.

CONCHA:            El parapetarse no arguye cobardía, antes sí, buena disposición en un general que debe cuidar su tropa cuanto pueda.

PACHON:            No lo niego, pero más valor manifiesta la tropa que acomete al enemigo dentro de sus trincheras y sin más antemural que sus pechos. Si yo hubiera estado tras un parapeto no hubiera muerto esa noche, pero tengo la gloria de que morí cumpliendo con mis deberes.

CONCHA:            Usted murió por arrojado, pues el cañón que quiso sostener no era su arma.

PACHON:            Todas las armas son del soldado y, si fuese dable, debía saber manejarlas todas, para usarlas en su caso. Yo le aseguro a usted que si la mala suerte no me dirige la bala con tanta anticipación, siempre se llevan ustedes el cañón de a ocho, pero se lo llevan descargado, y a costa de algunos muertos más, pues no me era desconocido el manejo de la artillería.

CONCHA:            Me dicen que usted murió con l amecha en la mano.

PACHON:            Y sintiendo no haber disparado el cañón.

CONCHA:            Fue en usted una temeridad viendo el cañón atascado, con las mulas y os artilleros muertos, dejar el caballo y aplicarse solo a su servicio.

PACHON:            Yo no tuve tal acción por temeridad, sino por obligación, y algunos soldados que han venido por acá después que yo, me aseguran que mis jefes y todos mis paisanos han alabado mucho lo que usted llama arrojo, apellidándolo de valor sobresaliente y heroico.

CONCHA:            Si los paisanos de usted son pródigos en alabar, y su gobierno en dar honores. Yo creo que dentro de poco le darán a los descendientes de usted un famoso escudo de armas.

PACHON:            Si, ¿y cómo será el tal escudo en concepto de usted?

CONCHA:            Se lo pintaré a usted según el arte heráldica. Dividido el escudo en sus cuatro áreas, la primera será de gules, la segunda azur, la tercera sinople, y la cuarta, sable. En la primera se colocará del primer esmalte un brazo al pie de un cañón con una mecha encendida y…

PACHON:            Poco a poco señor coronel. Hábleme usted en castellano, porque yo no entiendo nada de cuanto dice. ¡Vea usted y qué se yo de áereas, ni gules, ni sures, ni nada de eso! Hábleme de modo que nos entendamos francamente.

CONCHA:            Las que yo uso son las voces propias de la arte heráldica o del blasón. Áreas se llaman los cuatro cuarteles en que se divide el escudo. Gules se llama el color rojo, azur el azul, sinople el verde y sable el negro.

PACHON:            ¿Pues no hubiera sido mejor que hubiera usted dicho: el escudo se partirá en cuatro partes, una colorada, otra azul, otra verde y la última negra, y no esos sinoples y sables? Yo no entiendo por sable sino la espada con que he peleado en campaña. Pero dejándonos de boberías, yo para nada necesito esos distintivos de la vanidad de los vivientes, porque aquí, como usted irá mirando, todos somos unos y solo se distinguen por sus méritos los que habitan estas regiones, de manera que, aunque vea usted que yo a muchos les dé los tratamientos que tuvieron en el mundo, es porque usted los vaya conociendo, pero aquí no se usan tratamientos.

CONCHA:            Así lo he conocido, pues usted no me ha dado señoría.

PACHON:            Ni usted la ha menester, como ni yo el escudo. A mis hijos si pudera servirles tal distinción, -porque en el mundo todos son locos y es fuerza que los cuerdos, que son los menos, se sujeten a las preocupaciones de los locos que son los más-, par apasar la vida con algún alivio y honor.  A más que no creo que se le hiciera a mi familia un favor extraordinario con darle un cuadrito pintado, como usted dice, con un brazo con una mecha encendida al pie de un cañón y un letrero que dijera: Murió al pie del cañón en defensa de su patria. ¡oh! semejante figurilla y estas palabras, juntas con un pliego impreso y autorizado que refiriera mi muerte, al que creo que ustedes laman diploma, sería un aliciente para que mis descendientes me imitaran y para que los demás se llenaran de una noble emulación.
Con estas frioleras, que no cuestan un real, pueden los gobiernos sabios premiar el 
verdadero mérito y animar a los ciudadanos a emprender acciones heróicas.

CONCHA:            Pero ¿Cómo quiere usted señor don Pachón o señor don Encarnación Ortiz, que se le conceda un escudo de armas, propio solo de las familias ilustres, cuando su nacimiento y principios son humildes?

PACHON:            Vaya, vaya, señor don Concha, que ésas son las preocupaciones de la rancia España, y por las que el famoso Cervantes, escribió su tan bien aplaudido Quijote.
Amigo, los premios no deben recaer sobre las cunas, sino sobre los méritos de los hombres. Los romanos fueron los mejores políticos que ha conocido el mundo, y libraran los honores a quien los merecía, sin preceder informaciones de hidalguía y limpieza de sangre, lo que ha sido, me parece, privilegio exclusivo de los antiguos españoles. Digo los antiguos, porque los de hoy creo que piensan con más cordura.
Las acciones grandes hacen al hombre grande; las distinguidas, distinguido; las virtuosas, virtuoso; y las infames, infame, sea quien fuere las haga, y todo lo que se desvíe de estos principios eternos, es locura y quijotismo con el que jamás pasarán los americanos de brutos si lo siguen. ¿Me entiende usted señor don Manuel? Mientras que los premios recaigan sobre las cunas ilustres, los grandes caudales, los relumbrones, y no sobre los méritos legítimos ni las acciones virtuosas, no crea usted que habrá muchos héroes en España ni en la América, sino muchos quejosos del gobierno y muchos farolones inútiles que ni honrarán las armas ni las letras.

CONCHA:            Yo admiro el estilo de usted, seguramente no se explicaba así en Azcapotzalco.

ORTIZ:                  Yo no tuve escuela ni erudición en el mundo de la mentira, pero en éste nadie desconoce la verdad.

CONCHA:            Pues la verdad es que usted fue un temerario en querer sostener un cañón solo y ya atascado.

ORTIZ:                  Este fue valor, señor don Manuel, temeridad fue la de usted en haber salido de Jalapa solo y después de haber vuelto a los dragones que había pedido, exponiéndose a morir como murió.

CONCHA:            ¿Pero en que estuvo mi temeridad? Yo caminaba bajo la salvaguardia del gobierno, ¿debería temer que me asesinasen unos bárbaros despreciadores de las leyes?

ORTIZ:                  Si, amigo, usted debió temerlo, y no fiarse de las leyes, de aquellas mismas leyes que atropelló tantas veces con ofensa de Dios y de los hombres, porque este mismo Dios ha dicho que con la medida que el hombre mida, será medido”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario