EL HOMBRE DE LA CAPA y
EL
CHARRO NEGRO
Dos
leyendas de miedo de Azcapotzalco.
Por:
María Elena Solórzano
EL
HOMBRE DE LA CAPA
El
terreno donde está ubicado el Hospital Infantil de Zona e inclusive la oficina
de
correos
era propiedad de don Ángel Zimbrón y colindaba con el rancho de don Modesto
Paredes.
En ese terreno había una entrada de un metro de ancho aproximadamente y
una
barda pequeña. Dicen que allí se aparecía un hombre todo vestido de negro,
envuelto
en una gran capa del mismo color, embozado, con vestimenta a la usanza de la
época
colonial. Cuentan que se sentaba en aquella barda ancha y chaparra y llamaba a
la
gente, haciendo un ademán con la mano derecha y se encaminaba hacia un frondoso
granado
que se alzaba en ese solar.
Un
buen día la señora María Jiménez –mamá del informante– dijo que ese hombre
entró
y la llevó debajo del granado, hizo una cruz de tabique y dijo: “Aquí está el
dinero”.
Mi mamá se impresionó mucho y le dio aviso a don Alfonso Zimbrón, –hijo de
don
Ángel–. Él le dijo: “Son suposiciones doña María”; entonces ella lo llevó a ver
la
cruz
de tabique.
Al
día siguiente escarbaron y encontraron una fosa de difunto y dentro puro cisco.
Volvieron
a tapar todo con tierra, le pusieron otra vez las lozas y el asunto se olvidó.
Los
albañiles que había llevado don Alfonso siguieron trabajando en la construcción
de unos cuartos que necesitaba su patrón, precisamente en el lugar donde estaba
sembrado el granado y el árbol quedó dentro de uno de ellos. Un día los perros ladraban insistentemente, fueron a ver y encontraron alrededor del granado un escarbadero,
cabos de velas, las herramientas de los albañiles, supusimos que ellos si encontraron
el tesoro enterrado, porque desaparecieron con todo y sus familias y jamás se
les volvió a ver ni a saber nada de ellos, como si se los hubiera tragado la
tierra.
(David
Delgado, Barrio de San Marcos, Azcapotzalco, D. F., 11/02/1999).
EL
CHARRO NEGRO
Corría
el año de 1940. La gente decía que en la vecindad situada en Santa Cruz Atenco
núm.
7 si aparecía un Charro Negro. Ese charro se les aparecía únicamente a las
mujeres
cuando
iban al patio a buscar algo a los lavaderos o cuando iban al baño, ya que esa
vecindad
tenía solamente un baño que compartían todos los inquilinos.
Los
lavaderos eran de dos tipos: unos altos, otros bajos donde las mujeres se tenían
que hincar para poder lavar. Muy cerca de esos lavaderos se erguía una frondosa higuera
que los cubría de sombra, y cuando el sol era más inclemente las señoras recibían
el frescor de sus ramas.
Después
de las diez de la noche se aparecía el Charro Negro y ya ninguna de las
mujeres
quería salir al gran patio. El Charro le decía a la señora que se le aparecía
“Allí
bajo
la higuera está enterrado un dinero”, pero pedía que una mujer a solas fuera a
escarbar
y pues nadie se atrevía a ir en esas condiciones.
A
mi abuela –nos dice Mary Huízar– se le apareció y quedó muda por unas horas.
Espantada,
quería relatar con puras señas lo que le había ocurrido. La salud de mi
abuelita
se empezó a deteriorar a raíz de ese susto y al poco tiempo murió.
Las
señoras tenían mucho miedo de salir en la noche para ir al baño, por lo que
todas
las mañanas el desfile de bacinicas era obligado. No cabe duda que eran otros
tiempos,
la higiene dejaba mucho que desear, pues ahora la más humilde vivienda tiene
baño
propio.
No
se sabe si alguien se atrevió a escarbar, para encontrar el tesoro que decía el
muerto,
pero la vecindad todavía existe. (Mary Huízar, Barrio de Santa Cruz, D. F.,
Azapotzalco,
02/04/2005).
A que albañiles abusados bueno al menos ganaron algo, saludos mi querida maestra Solorsano la leyendas me fascinan 🙈👌
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