EMMA GODOY.
LA VEJEZ, EL INVIERNO Y LA NAVIDAD
Por Don Nayarito
Cantalicia (Grupo Formiga)
Emma Godoy nació
en la primavera de 1918, y falleció en julio de 1989. Vivió muchos años en la
Colonia Nueva Santa María, hasta el final de su vida. Hizo una gran labor en
varios campos, como la filosofía, la literatura, la comunicación, y elevó la dignidad social y de derechos para
la población de la tercera edad y la vejez.
Mucho tiempo
participó en radio con Janett Arceo. Y ella, en su programa “Janett Arceo y la mujer actual” del 25
de diciembre de 2020, retomó una grabación que hizo junto con la Doctora Godoy,
y la retransmitió. (Duración 13:11). Es
muy bella la idea que expone nuestra vecina de Azcapotzalco, y por ello
considero que vale la pena, en esta época navideña, invernal, contar con su
mensaje, precisamente, sobre estos asuntos: la vejez, el invierno y la Navidad.
El audio dice así
(Habla Janett Arceo):
“Estamos ya
preparados para recordar a nuestras inolvidable Maestra, la Doctora Emma Godoy, fíjense que en
diciembre de 1988, nos habló, nos preparó, para recibir la Navidad. Yo les
invito a que escuchen con todo cuidado y detenimiento esta grabación que Emma
nos regala. Adelante Emma”.
(Habla Emma
Godoy, y en ocasiones Arceo):
“Estamos llenos
de campanitas de oro, en tiempos de Navidad. Bueno yo pienso que también la
vejez tiene sus campanitas de oro. ¿Se acuerdan de aquel poema cursi que suelo
repetir?, no me importa lo cursi ¿eh? Que
tiene la vejez horas tan bellas / como tiene la tarde sus celajes / como tiene la
noche sus estrellas.
Pues eso podríamos
aplicarlo también al año que termina, al año viejo, tiene sus estrellas, tiene
sus campanitas de oro, bueno, todo el mundo compara “la juventud a la vejez”, y compara la “primavera al invierno”.
Bueno, la primavera
tiene sus valores pero no le quiten sus valores al invierno, también los tiene.
Oye además ¿no tiene sus daños la
primavera?, ya les he dicho que es cuando aumentan en las estadísticas el número
de suicidios, hasta había una obra de teatro que se llamaba “Prohibido suicidarse en primavera”.
La juventud no es
miel y dulzura, trae sus cosas como también es el tiempo de la reproducción, el
tiempo sexual, esa es la primavera, el tiempo sexual. Los ganaderos saben que
las crías nacidas del ayuntamiento en primavera son las mejores, eso lo saben
los ganaderos. Tiempo de reproducción,
las flores de primavera, pues son los órganos sexuales de las plantas, las
flores, es el tiempo del sexo, es el tiempo de la reproducción, el tiempo de la
vida.
Bueno, pero ese
tiempo también lo toman los microbios y se reproducen con ganas, y ahí están
todos, la gente moqueando o con diarrea, tienen veinte mil enfermedades en
primavera, también tiene sus daños la primavera, claro, el invierno también
tiene los suyos: “¡Ay que frio hace!, ¡ay que oscuro está!, mira el cielo, gris
como panza de burro”. Bueno, también tiene sus daños el invierno, ¿no?
La vida es así.
Primavera:
juventud, sexo.
Invierno: alma.
La primavera es para el cuerpo, el invierno es
para el alma.
Yo creo que a
todos nos gustan las tarjetas de Navidad, aunque estemos en México y nunca
nieva, allá cada veinte años una nevadita en el Ajusco, pero que preciosas son
las tarjetas de Navidad, donde hay invierno de veras invierno, que aparece por
ahí la casita, llena de nieve, y la nieve también colgando de los abetos, que
lindas las tarjetas de Navidad, son un verdadero cantico al invierno.
En el ritmo
vital, la primavera es el momento sexual, del cuerpo, pero el invierno es el
recogimiento para viajar a lo profundo del alma. Entonces, la iglesia por muchos
motivos puso el nacimiento de Cristo en invierno, porque NO nos dice el evangelio cuando, a lo mejor nació en junio,
no sabemos pero la iglesia eligió el invierno.
¿Porqué escogió
el invierno?, porque no tenemos la menor idea de cuando nació Cristo ¿no? No lo
dicen los evangelios, y le ponemos nieve, cuando
que allá en Judea no nieva.
Lo hacemos más
invernal. Es que es la época del recogimiento, de la vida interior.
El invierno, el
año que se acaba, se va a acabar el año como se acaba todo, hasta nuestra
existencia, pero se acaba para
recomenzar en un plano superior, ese es el asunto, yo me muero pero para
una vida eterna, no para una vida miserable aquí, sexenal.
No es tiempo de tristeza la ancianidad, como no es tiempo de tristeza el
invierno, y oye, es curioso, pero no hay mes más alegre que el de diciembre,
para todos, porque en primavera: carnaval, es la fiesta, carnaval, “carnis vale”, (adiós a la carne), y no, más bien
venga para acá la carne, cual adiós, es una explosión de todos los instintos…”
“Todo es
permitido en carnaval, es la fiesta de la carne, nada de “carnis vale”, vale
quiere decir adiós, no, nada, en cambio la hora del invierno, cuando se va a
acabar el año, bueno, podríamos gritar como Santa Teresa: “al fin voy a librarme de estos hierros, de esta cárcel en que el alma
está metida”, se libra uno de la carne, en el fin de año, por lo menos
debieran ustedes pensar en esta forma ¿no?, no nada más en la fiestecita, si no en toda la fiesta espiritual de la
venida de Cristo, pero también la ancianidad -no es-, como el invierno, no es tiempo
de tristeza.
Tiene la
ancianidad unas cosas preciosas, es cierto que tiene el frío de los huesos, tiene las canas, es la nieve, es invernal,
la vejez, pero para eso, hemos inventado para el invierno las chimeneas,
bueno, aunque sea los calentadores eléctricos y las cobijas, y nos ponemos un
gorro, tenemos muchas maneras de librarnos de las tristezas de la edad, del año
que acaba, y tenemos una sensación de intimidad,
de algo recogido, de algo hacia adentro.
Tiene un encanto especial el invierno, y tiene un encanto especial la ancianidad, la Navidad es un estallido pero melódico
del alma, ¡va nada menos que a nacer
Cristo!, entonces toda la nublazón del invierno
se vuelve un oro de sol, se alegran los corazones y también las montañas,
porque también creó Dios las montañas y se alegra el mar, se alegran las
estrellas, y más arriba los ángeles en el cielo cantan “¡Gloria a Dios!” Es el mes
de la felicidad, ¿Por qué no hacer de nuestra vejez un símbolo? Es tiempo de
Navidad.
No pensar “es el final de mi vida”, bueno, es el
final de una vida precaria, para tener una vida sólida y perfecta, pero sobre
todo es el tiempo de mi Navidad,
nuestra vejez puede ser el tiempo en que gritemos: “¡Llega el redentor!”, “llega al fin la luz”, “llega el amor”, el
amor que no tuve tiempo cuando era joven, ahora voy a vivir para el amor, voy a vivir para esa luz celestial, en
medio de mi vejez está la Navidad. La gran fiesta de mi vida, va a ser el
Jubilo del Espíritu Santo, no el jubilo del carnaval, no por favor, va a ser el
Jubilo del Espíritu Santo.
Claro que no
vemos al Espíritu Santo pero con él se renueva la faz de la tierra, es cosa de que
los ancianos piensen “se está renovando
el mundo, porque llega Cristo, llega Cristo a mi vida, voy a cambiar, y al
cambiar yo cambia todo el universo, voy a mirar todo con otros ojos, ya no con los
ojos juveniles llenos de carne, voy a tener que ver con los ojos del espíritu”.
“El mundo es para mí ahora una ocasión de amor, de amor a Dios, y de amor a mí,
y de amor a mis semejantes, y de amor a las plantas…”
Amarlo todo…
Tenemos que vivir
de amor, y el amor, claro, trae sus sufrimientos, pero es un sufrimiento sublime,
precioso, además no es mi sufrimiento propio, sufro con el dolor ajeno,
aprender a sufrir con el dolor ajeno, y aprender a gozar con el goce de los
otros, ya no con el propio goce, es muy chiquito.
Así que en esta
hora, que no es hora de tristeza para los ancianos, porque oye, después que
pase esta Navidad, la Navidad de nuestra vida, nos vamos a ir allá, a gozar de
una perpetua fiesta, más allá de las estrellas, pero también los que me están
oyendo no saben si van a morir pasado
mañana, ninguno de nosotros sabe cuándo va a morir…
Porque no hacemos
que la Navidad, como la ancianidad, se plante en mitad de este diciembre y digamos:
“Ahora sí, ha llegado el Espíritu Santo
a renovar la faz de mi mundo, ya no voy a tener el mundo que tenía yo, ya no. En
este final de año voy a convertir en un vergel esta vida árida mía, esta vida
infecunda”, tengas tú la edad que tengas, porque no sabes si estás como el
viejo, al borde de la muerte, no lo sabes, te puede atropellar un coche en una
esquina o te da un infarto, nadie puede estar seguro y decir: “Si amiga ahí nos
vemos mañana”, hay que agregar :”si Dios
quiere, si Dios nos presta vida”, porque nadie ha comprado su tiempo.
Entonces ahora
podemos hacer que se renueve la faz de la tierra, cada uno, es un microcosmos,
un micromundo, que el Espíritu Santo nos llene a todos con la luz del “logos”,
de la palabra del Padre, acercarnos a Dios con eso, con la palabra, Cristo es la palabra de Dios, es el
“logos”, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Pues con palabras nos
entendemos, para eso nos dio el lenguaje.
Hablarle a Dios a
cada rato: “Ay Señor que bonito esta ahora el tránsito, hay muy pocos
automóviles”, comentarle como comentaríamos con un amigo, y decirle: “Ay Señor
ya tengo mucha hambre, ¡ah! pero en mi casa me está esperando una comida rica”,
y decirle: “Oye Señor ¿cómo le haré para
que este día tenga un poco más de virtudes?”, “¿cómo voy a hacer para que este
día tenga una sonrisa de amor?”,
vamos a inventar alguna cosa bonita, llevarle a ese viejo que está solo
allá, le voy a llevar un pastel, o como una niña que fue y me llevó un
dulcecito, si vieras que me gustó más que los otros regalos que me llevaron…
Entonces algo. Una
obra de amor, para que sea la hora de la verdad y del amor en nuestra vida…”.