lunes, 20 de diciembre de 2021

 

TRADICIONES DECEMBRINAS 

(CUANDO NO HABÍA PANDEMIA DE CORONAVIRUS)

 

Por María Elena Solorzano 

12 DE DICIEMBRE 

Una fecha muy señalada para los mexicanos es la celebración de las 4 apariciones a Juan Diego de la Virgen de Guadalupe, se realizan peregrinaciones  que vienen de todos los estados de la República Mexicana. 

Corría el año 1531 a principios de diciembre, cuando Juan Diego iba de madrugad a la ciudad de México y ya para llegar al del Tepeyac escuchó que lo llamaban por su nombre. Subió a la cima y vio a una Señora muy bella, su vestido brillaba como el sol, y le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la Virgen María, madre del verdadero Dios. Ve con el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este lugar. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo. Tres veces más se le apareció la Virgen María le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote para su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. Juan Diego le explicó que el obispo Zumárraga le pedía una señal. La Señora le pidió que en la cima cortara unas rosas de Castilla y las llevara al obispo. 

 Al llegar con Monseñor Zumárraga, extendió su tilma, cayeron las rosas y en la tilma estaba grabada la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Una vez ante Monseñor Zumárraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas, en la tilma estaba estampada la imagen de la Virgen de Guadalupe. Ante este prodigio, el obispo llevó la imagen a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado Juan Diego. Después se construiría la Basílica primera y después una segunda que está en servicio hasta hoy. 

 

ENTREN SANTOS PEREGRINOS 

Corría el año de 1950, nos preparábamos para celebrar las posadas, en esa época eran muy bonitas. Convocaba el padre José Cantú, varias señoras y jóvenes se ofrecían para diversas actividades. Primero se rezaba el rosario y después el jolgorio. 

Los peregrinos se elegían entre los niños más aplicados y bien portados de la doctrina. Las mamás los vestían de acuerdo a los personajes: la Virgen María con túnica blanca y manto azul. San José con túnica verde, manto amarillo y barbas de color castaño. Los pastores llevaban calzón y camisa de manta, jorongo y sombrero de palma. El ángel túnica blanca con galones dorados y sus alas de albas plumas extendidas como queriendo volar. El ángel representaba un papel muy importante pues era el que acompañaba a los santos peregrinos. Para darle mayor ambientación conseguíamos un burrito para que la virgen hiciera el recorrido montada en el manso animal. Partíamos de las puertas del templo del Sagrado Corazón de Jesús situado en la calle de Grecia (colonia San Alvaro), dábamos vuelta a la manzana, durante el trayecto se entonaban alabanzas a la Virgen, cada feligrés llevaba una velita (hasta los infantes), a lo lejos se veía una columna de luz que avanzaba lentamente, era hermoso. Cuando llegábamos a la entrada de la iglesia, encontrábamos cerrada la puerta principal y entonces entonábamos las estrofas para pedir posada. Unos cantaban afuera y otros contestaban desde el interior. Al finalizar los cantos se abría la puerta, entraban los santos peregrinos, los acompañantes y todos entonábamos con singular ímpetu:  

Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, aunque es pobre la morada, la morada la ofrezco de corazón. 

Por último rompíamos la piñata, las catequistas nos explicaban que la piñata en forma de estrella con siete picos tenía su significado: los siete picos representaban los siete pecados capitales, al apalear la piñata tratábamos de aniquilar el mal, limpiar nuestras almas y quedar libres de todo pecado. 

No quiero oro, ni quiero plata,/ yo lo que quiero es romper la piñata. 

Dale, dale, dale no pierdas el tino,/ porque si lo pierdes, pierdes el camino. 

Ya le diste uno,/ ya le diste dos,/ ya le diste tres y tu tiempo se acabó. 

 

Por fin se rompe la panza de la piñata, los dulces, la fruta y el confeti caen sobre todos los participantes. ¡Qué algarabía! Los muchachos grandes ganan más y los chiquitos lloran porque solo lograron atrapar un dulce. La derrama de frutas y golosinas representa las gracias y bienes que Dios otorga a los hombres. Nueve días de alegría en las casas de los diferentes barrios. 

 

NOCHE BUENA 

Adornan el pequeño jardín hermosas flores de nochebuena o cuetlaxóchitl (nombre en náhuatl). Esta planta es originaria de México, ahora se cultiva en todo el mundo y se ha convertido en uno de los íconos de la Navidad, en 1825 Joel Roberts Poinsett la lleva a EUA y en su honor recibe el nombre de poinsettia. Los arbustos están pletóricos de luces blancas. 

Todos se preparan para celebrar con la familia la Noche Buena. En la sala el nacimiento y el árbol lleno de adornos y foquillos contribuyen a dar ese ambiente tan especial. La mesa luce un albo mantel de encaje, los hijos y los nietos llegan muy elegantes para acompañar a los ancianos padres, que a pesar de las limitaciones de su edad se han esmerado para recibirlos en esa casita cálida y llena de recuerdos. Pero ¡Qué tanto hace que el hijo mayor correteaba por el pasillo, qué tanto hace que la nena arrullaba a la muñeca y ahora ya casados con sus propios hijos! ¡Qué alegría tenerlos a todos juntos! La felicidad se derrama en cada copa de sidra. Mamá grande guisó un bacalao exquisito y un pavo con un relleno que sólo ella sabe preparar, nadie más. 

Suenan las doce campanadas y todos se abrazan y besan con tanto amor que ya no cabe en los corazones y entre risas escapa una que otra lágrima. ¡Feliz Navidad!

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