AZCAPOTZALCO A
TRAVES DE SUS BARRIOS
Por Mtra. Martina Rodríguez García, Cronista de Azcapotzalco
Podemos comparar el pasado con el presente recorriendo tanto
la historia escrita como la historia oral, y tomando en cuenta también la
arquitectura de casas y monumentos, como podemos leer en el libro “Restauración
de ciudades”.(1)
A grandes rasgos, podemos definir en tres categorías los núcleos
donde habitamos: pueblos en decadencia, poblaciones en equilibrio y ciudades en
crecimiento, estas ultimas una desmesurada e incontrolada expansión debido a
los particulares intereses políticos y económicos, la especulación, el lucro y
aun el desconocimiento y la indiferencia.
Por eso creemos necesario insistir entre el publico en
general en la divulgación de de los antecedentes, enfoques y posibilidades que
tiene la restauración de ciudades en América.
La tesis que sostenemos es que el pueblo, y más aun el habitante,
de esos centros históricos es el medio idóneo para mantener su historia sin
caer en falsas teatralidades ni escenarios cinematográficos. A través de un
rápido recorrido histórico podremos percatarnos de cómo una cosa es lo que se
dice en los congresos y reuniones de expertos, y otra muy diferente, la triste
realidad de los hechos donde, salvo contadas excepciones, al realizador solo le
interesa la obra de escaparate, olvidando lo demás, llámese medio físico o
condición social y económica.
México, mi país, me da la oportunidad de expresar lo que
siento por mi ciudad, por los pueblos, barrios y su historia, pero sobre todo por esos pequeños fragmentos
de la ciudad, los barrios, para defender sus costumbres y tradiciones, la gente
que en ellas habita, sus dialectos, los tonos de voz con los que se expresan, pero
siempre en recuerdo de su pasado histórico.
En el barrio de Los Reyes Ixquitlan (granos de maíz
cocidos), los habitantes de mi comunidad llevan una vida confortable, la
mayoría son personas que han heredado propiedades que fueron de sus abuelos y
bisabuelos. La casa habitación es el primer elemento de estabilidad de la
familia. Sin embargo, otros pueblos van sumiéndose en la decadencia, los monumentos
y casas que conservan un estilo acorde a la fisonomía del pueblo se van
perdiendo.
Las unidades habitacionales pueden planearse de manera que
puedan conservar la arquitectura tradicional y no ser simples plastas de
cemento sobre tierras que fueron de cultivo, en las que construían hace más de
doscientos años con adobe (lodo mezclado con baba de nopal y pasto). El pueblo
tenia vida, con el colorido que la gente le daba a sus casas, el canto de las
aves y los arboles, todo en armonía.
Azcapotzalco se defiende por su gente para no perder su señorío,
por todo esto y por el amor a nuestras raíces culturales, salvaguardan los
arboles llamados ahuehuetes (viejo, del agua) también sus monumentos, una
danza, los espacios arqueológicos, zona de conservación patrimonial.
La tierra de Azcapotzalco ya no cuenta con la alberca
encantada (Xancopinca), pero si con la hormiga en la torre del campanario de la
Catedral de los Santos apóstoles Felipe y Santiago. Debemos cuidar los mantos
freáticos para que no se cumpla la leyenda y la hormiga no llegue a la cima de
la torre porque se acabará Azcapotzalco.
Por nuestro pasado prehistórico defendemos los huesos de
mamuts. Por nuestro pasado prehispánico nuestro señorío debe ser lugar digno,
en recuerdo de nuestros viejos, los hombres que parecían hormigas, yendo y
viniendo a su trabajo con el rostro alegre y el dinero suficiente para llevar
el alimento a su familia.
El pueblo y su gente aun respiran, eso significa que unidos
estamos defendiendo nuestra herencia tepaneca. La limpieza y el orden atraen
turismo, y dan economía a nuestro país, sin perder su cultura, sus trajes
regionales, el sonido del tan tan de las campanas en sus fiestas patronales;
luz y color. Respetándonos conservamos nuestra herencia, nuestro patrimonio
tangible e intangible en el mundo en el
que nos gusta vivir para estructurar sobre bases más firmes nuestra
personalidad como pueblo milenario.
Azcapotzalco es uno de los centros importantes del periodo
preclásico, caracterizado por su desarrollo comercial y por su cerámica típica.
El periodo preclásico se extiende a partir de 1,500 a.C. hasta el inicio del
periodo clásico, de 400 a 800 d.C.
Durante esos periodos, Teotihuacán era el más desarrollado
de los centros ceremoniales y por lo tanto una gran ciudad que se formo con el
estilo arquitectónico de talud y tablero, cuidando la orientación de los
edificios, la pintura al fresco, la escultura monumental, las colosales cabezas
de serpiente y una religión y culto organizados.
En el periodo clásico, Teotihuacán, se desintegró en
pequeños centros, y uno de los cuales perduró y fue los más conocidos e
importantes: Azcapotzalco.
Destruida Teotihuacán, el lugar fue ocupado por los otomíes,
quienes continuaron la tradición cultural teotihuacana, fundando además el
notable centro urbano de San Miguel Amantla, en Azcapotzalco, desde los
teotihuacanos fueron mezclándose cada vez más con los invasores y descuidaron
la conservación de los adelantos logrados anteriormente.
Ya existía señorío en Azcapotzalco cuando llegaron los aztecas
en el año 1521, que venían desde las llanuras del norte.
Sabemos por una lista de 1532 que en Azcapotzalco existían
los siguientes barrios: Pochtla (lugar de pochotes o reunión de mercaderes),
Izquitlan (lugar de los esquites), Tetlaxuman (lugar de los trabajadores de la
tierra), Azcacoalco (lugar de serpientes y de hormigas), Tlalatzinco (pequeño
lugar de agricultores), Atenco ( a la orilla del agua) Amolonco (lugarcito de
la hierba de agua), Nextenco (lugar del puente gris), Huitznahuac (lugar de
sacrificios), Texcolco (lugar de piedra arenosa), Zapotla (lugar de zapotes),
Huexotitla (lugar de ahuejotes), Xochihuacan (lugar de los que tienen flores),
Xaltilolco (lugar arenoso), Acayúcan (lugar de las caña de agua), Tomatlán
(lugar de tomates), Ahuejotla (lugar de huejotes en agua), Mazatlán (lugar de
venados), Atlicholohuacan (lugar donde brota el agua), Tlilhuacan (lugar negro
o de brujería), Xocoyohuacan (lugar de los que tienen pequeños), Cuautla
(arboleda).
Todos los barrios o calpullis formaban la unidad básica de
Azcapotzalco. Existían en estos barrios, además, los telpochcaltin, escuelas de
mancebos donde los jóvenes aprendían la historia de su señorío, el arte de la
guerra, las artes manuales y también normas de educación, convivencia y
respeto. Cada barrio contaba con su templo, donde se celebraban las fiestas
rituales.
Festejaban el principio y el final de su ciclo agrícola el
ciclo de la vida de un nuevo miembro del grupo, pueblo o barrio, los
matrimonios y la muerte, se reunían para construir en común y aumentaba el desarrollo
de la comunidad.
Las poblaciones más antiguas creadas desde tiempos arcaicos
y teotihuacanos fueron Azcapotzalco, Culhuacan, Chalco, Xochimilco. Se afirma
en el texto de los informantes indígenas de Sahagún (fray Bernardino de Sahagún),
que todas estas ciudades comenzaban su vida cuando se establecía en ellas la
música.
Se estableció el canto,
se fijaron los tambores,
se dice que así,
principiaban las ciudades,
existía en ellas la música.
El pueblo de San Miguel Amantla es conocido porque en este
lugar trabajaban con la pluma de las aves los antiguos mexicanos, aunque la
cerámica y muchas obras artísticas se realizaban en Amantla, “ningunas
excitaron mas su admiración que los mosaicos de pluma en que los indios
representaban con las más primorosa exactitud las más hermosas plantas, los más
bellos animales de Anáhuac”, nos dice el cronista Francisco Javier Clavijero:
“Nada tenían en tanta
estima los mexicanos como los trabajos de mosaico, que hacían con las plumas más
delicadas y hermosas de los pájaros, para esto criaban muchas especies de aves
bellísimas que abundaban en aquellas regiones, no solo en los palacios de los
reyes donde mantenían toda clase de animales, sino también en las casas
particulares, y en cierto tiempo del año les quitaban las plumas, para servirse
de ellas con aquel fin, o para venderlas en el mercado. Preferían las de
aquellos maravillosos pájaros que llaman huitzintzilin, y los españoles
pica-flores”.
Estas historias dan
vida a nuestros pueblos, a su cultura, a sus tradiciones, en San Miguel Amantla
aun quedan descendientes de los amantecas, trabajadores de las plumas de aves,
algunos realizaron repicas del penacho de Moctezuma, como Jesús Valle Valeriano
y su familia.
Luis de la Rosa Oteiza, periodista, escribió: “no sé cómo se
haya podido desconocer la civilización de un pueblo cuyos artistas empleaban
tanta laboriosidad y estudio en la imitación de los más bellos objetos de la
naturaleza … tejidos de pluma, penachos, etcétera”.
Las siguientes palabras son un homenaje al arqueólogo Manuel
Gamio al cumplirse en el año 2009 los cien años de estudiar la cultura de la
tierra y de los hombres de Azcapotzalco mediante sus estudios arqueológicos y
antropológicos, los estudios científicos mas reconocidos en México, “Restos de
la cultura tepaneca”. Manuel Gamio, como alumno de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología, por ordenes de Franz Boas, director
de la escuela, explora en San Miguel Amantla la antigüedad de tipo cerámica “de
los cerros” (teotihuacano y tolteca).
En 1918, bajo el título de “Lugares de las zona arqueológica
de Azcapotzalco con montículos, edificios, terrenos estratigráficos, esculturas
o solamente históricos”, Gamio hace una lista de lo explorado dentro de la zona
tecpaneca. Por todo esto merece mención de honor en esta crónica de los pueblos
y barrios originarios de Azcapotzalco.
Tanto San Miguel Amantla como el pueblo de San Juan
Tlilhuacan tienen su historia pegada en el corazón de cada uno de sus
habitantes: por eso se ocupan en defender la tierra, como lo hicieron sus
abuelos revolucionarios, como el señor don Román Álvarez, abuelo de Edna Álvarez
Ruiz, quien defendió sus tierras y aun se conserva su casa protegida por el
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la que conserva la
arquitectura tradicional, ellos defendieron sus tierras de sembradío, las
tradiciones, la ofrenda de Día de Muertos. Los “animeros” y los “ayateros” con
rezos y cantos recorren calles del pueblo
y en las pueblos les entregan fruta que juntan y que sirve para hacer la
ofrenda en el panteón, y se hace otra ofrenda en el atrio de la parroquia. La
costumbre es tan arraigada que la conservan muchas familias, así se convive y
se reparte la ofrenda entre las familias y las personas que visitan el pueblo.
La fiesta del santo patrono san Juan Bautista, el 24 de
junio, es un motivo para visitar este pueblo. El pueblo de san Miguel Amantla
celebra a su santo patrono el 29 de septiembre y es igualmente digno de
visitarse y ver el colorido de sus portadas y de los tapetes de aserrín con sus
hormigas hechas con jitomates, el trabajo lo realiza un adulto mayor, el señor Crescencio
León, ayudado por mas personas, entre ellas la señora Lupita Robles Guzmán, que
lo hace para que no se pierdan estas costumbres tan hermosas, que con la música
de banda y las danzas armonizan todo el pueblo.
San Miguel Amantla
Flor y canto en tu suelo florecieron,
la naturaleza descubrió en tu fértil tierra
obsidiana, cristal hecho flor en tus entrañas,
maravilloso colorido en el vuelo de tus aves,
El amanteca hace el copilli del guerrero
los habitantes de tu tierra y otros viajeros
vieron la hermosura de tu teocalli
tu cerámica, oro y plata fundidos en tu historia,
espacio de la luna, del colibrí, de la mariposa
tu suelo aun vive y es defendido con amor por tu grandeza.
San Juan Tlihuacan
Para hablar de San Juan Tlilhuacan
hay que desnudarse el alma,
hay que abrir bien los ojos,
recorrer sus calles y su historia
convivir con toda su gente,
levantar una flor en el cementerio,
y recordar a los amigos,
en ese momento santiguarse
frente al Santo Cristo de las Animas.
Caminar despacio, en silencio,
como lo hace el viento cuando vaga solo
y llega hasta la Parroquia de San Juan Tlilhuacan.
(1) Carlos
Flores Marini. “Restauración de ciudades”, México, Fondo de Cultura Económica,
1976