miércoles, 16 de junio de 2021

 EX FABRICA DE HARINA

Por Don Nayarito Cantalicia  (Grupo Formiga)

Hace aproximadamente dos años, la estructura de lo que fuera una fábrica de harina, se aprovechó para abrir un interesante espacio multidisciplinario, plagado de propuestas, siendo un fascinante sitio para quien guste de la fotografía urbana. La gente y el mapa de Google lo conocen como “Ex Fábrica de Harina”, pero en instagram, facebook, etc, y en su fachada, se identifica como “Exfábrica MX”.

Almorzar, comer o cenar ahí, está resuelto. Las famosas pizzas de chilaquiles son una de las originales creaciones de las “Pizzas del Perro negro”, que tienen ahí una sucursal. Preparan otras especialidades, pero ésta es una que a mí me gusta mucho. (Tienen unas hechas con suadero, con cochinita, con bolognesa, con chiles cuaresmeños capeados, con carnitas, con puré de papa, con totopos, con chilorio, con papas con chorizo, con tortilla de huevo, con pollo capeado, etc). Mi sobrino ha llegado a traer un par de esas pizzas a casa, y me cuenta del lugar. Esta vez le pedí que me llevara a conocerlo.


De acceso gratuito, con vigilancia, música del gusto de sus jóvenes visitantes promedio, diariamente puede irse a disfrutar de esta propuesta, ubicada en la esquina de la calle Primavera con la Calzada Aquiles Serdán, en la colonia Ángel Zimbrón, en Azcapotzalco, cerca del Metro Refinería, ya en el límite de la alcaldía.

A lo largo de sus fachadas en ambas arterias que forman su esquina, hay murales y grafiti, de modo que no pasa inadvertida. Incluso de noche puede verse iluminado desde arriba del Circuito vial que se ubica frente a él (si es que va en auto). Buena atmósfera nocturna, con amigos, la pareja o hasta solitarios que busquen un agradable rincón.

Antes de la pandemia, dos espacios de las instalaciones se usaron para conciertos. Cuando ésta pesadilla sanitaria mundial termine o quede plenamente controlada, sin duda regresará la música en vivo y todo el reventón que le haga los honores de corear, bailar y cantar. Es un gran foro.

Además del restaurante, hay algunas accesorias que venden ropa y otros productos.

En el amplio espacio para recorrer, hay pocas bancas para sentarse, pero de verdad que mirando se va el tiempo fácilmente aun estando de pie. Hasta los baños tienen personalidad. Yo amo las calcomanías y en esta Ex fábrica abundan. No conozco otro lugar así en la ciudad.

Sugiero que para visitarlo con calma, sea entre semana antes de las cuatro de la tarde, o en fin de semana se haga a partir de las once de la mañana, cuando no hay todavía mucha gente, pues ya desde las trece horas, comienza a llegar el público y ya no se vacía hasta el cierre. Mis fotos no proyectan el ambiente de convivencia del público, solo son una muestra del escenario, porque fui temprano y entre semana. Pero aquí es donde cada día, y especialmente cada fin de semana, el ánimo y la buena onda tienen su hogar dulce hogar en Azcapotzalco.


 ANTONO VALERIANO  PARTE  3  DE  4

Por Martín Borboa Gómez (Grupo Formiga)

Continuamos con la publicación mensual de una recopilación de textos que se refieren a Don Antonio Valeriano, y que se publicaron en diferentes épocas y desde diferentes enfoques. La bibliografía se incluirá en la parte 4.

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) REFERENCIADO POR EZEQUIEL A. CHAVEZ (1868 – 1946) QUIEN NACIO 263 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

En su obra “La Colonia”, (pág. 62 a 64) Ezequiel A. Chávez hace referencia a Antonio Valeriano por su valiosa colaboración con Fray Bernardino de Sahagún. Dice que: “De cuantas obras se hicieron por la verdadera y cabal redención de la raza indígena por los grandes educadores de ella, difícil es señalar ninguna tan eficaz y comprensiva como la que llevó al cabo Fray Bernardino de Sahagún, porque dando a los indios con quienes trabajó: al “principal y más sabio” como él le llamó, a “Antonio Valeriano, vecino de Azcapotzalco”, maestro en latín en el Colegio de Santa Cruz; de azteca, en varios conventos; gobernador de los indios de México durante 40 años; discreto auxiliar de Fray Alonso de Molina en la redacción de su Vocabulario de la Lengua Castellana; a otro que “fue poco menos que este” – dice Sahagún- llamado Alonso Vexarano… a Martín Jacobita… a Pedro de San Buenaventura… Diego de Grado, Bonifacio Maximiliano y Mateo Severino, y en general a los de Tepeapulco, a los de Tlatelolco, a los de México, que tanto le ayudaron todos ellos para hacer su historia…”.

Ezequiel A. Chávez también resalta el trabajo de Antonio Valeriano en el apoyo a las labores educativas que emprendió Fray Juan Bautista, quien “reconoció los servicios que por sus profundos conocimientos de las lenguas latina, mexicana y castellana le prestaron indios de reconocida y grande cultura…”, y entre ellos describe que: “D. Antonio Valeriano gobernó a los indios mexicanos por más de treinta años con gran prudencia y rectitud y murió en el año de 1605, y fue tan gran latino que hablaba ex témpore aun en los últimos años de su vejes con tanta propiedad y elegancia que parecía un Cicerón o Quintiliano”.  (Siendo el primero un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano, y el segundo un escritor y retórico latino, ambos oradores, muy reconocidos por su gran forma de expresarse).

En Azcapotzalco, es importante mencionar que una sala de la Casa de la Cultura, lleva el nombre de “Antonio Valeriano”.

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) MENCIONADO POR EL DR. MIGUEL LEÓN-PORTILLA (1926- 2019) QUIEN NACIO 321 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

No alcanzaría este artículo para hacer siquiera la presentación del gran Doctor Miguel León-Portilla, experto en tantas áreas, de tantas culturas. Autor de tantas obras, dador de tantas cátedras. Su vasta investigación y producción también lo llevaron a ocuparse del evento guadalupano y de nuestro Antonio Valeriano. En su libro “Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican Mopohua”, hace notar lo que alguna vez fue un debate: la autoría del Nican Mopohua. Y se ocupa de hacer precisiones al respecto (Pág. 20): “El relato en cuestión apareció publicado por primera vez en México en 1649, junto con otros textos asimismo en náhuatl. Quien los publicó fue el bachiller Luis Lasso de la Vega, tenía entonces a su cargo, como capellán, al que llamaban santuario de Guadalupe”. (Pág. 23, 24): “Se debe al conocido erudito e historiador Carlos de Sigüenza y Góngora (1643-1700) un testimonio que atribuye la autoría del Nican Mopohua, no a Lasso de la Vega cuya publicación conocía, sino a un indígena de considerable prestigio. Acerca de esto Sigüenza y Góngora escribió en uno de sus libros: Digo y juro que ésta relación (el Nican Mopohua) que hallé entre los papeles de don Fernando de Alva (Ixtlilxóchitl), que tengo todos, y que es la misma que afirma el licenciado Luis Becerra en su libro haber visto en su poder. El original en mexicano está de letra de don Antonio Valeriano”. Y lo que Sigüenza cita respecto al licenciado Luis Becerra, éste último lo manifestó en su obra de la que León-Portilla cita: “Y vide entre los papeles de don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl un cuaderno escrito con las letras de nuestro alfabeto, de mano de un indio, en que se refieren las cuatro apariciones de la Virgen Santísima al indio Juan Diego, y la quinta a su tío de éste, Juan Bernardino, el cual fue el que se dio a las prensas en lengua mexicana por orden del licenciado Lasso de la Vega”.  El material que había reunido Sigüenza y Góngora, a su muerte en 1700 (Pág. 25): “todos sus libros y papeles que dejó en herencia a los jesuitas, debió pasar a la biblioteca de su Colegio de San Pedro y San Pablo en la ciudad de México. Años más tarde, hacia 1736-1743, el caballero milanés Lorenzo Boturni Benaducci, profundamente interesado en las antigüedades mexicanas y en todo lo tocante al culto de la Virgen de Guadalupe, supo allí de él”, refiriéndose al Nican Mopohua. León-Portilla también cita a Edmundo O ´Gorman (pág. 32,33) quien afirmó que: “tenemos por conjetura la más plausible y segura que (Antonio) Valeriano compuso el Nican Mopohua en 1556”. A la pregunta de ¿en dónde está el manuscrito? contesta que (quizá una copia temprana del original) (pág. 28): “está en que verosímilmente es uno conservado en la Biblioteca Pública de Nueva York junto con otros reunidos bajo el título de Monumentos guadalupanos”.

León-Portilla dedica una interesante sección al autor oriundo de nuestra alcaldía (pág. 34 a 36): “Respecto a la persona de Antonio Valeriano existe amplia documentación. Consta que nació en Azcapotzalco entre 1522 y 1526, pues ingresó entre los primeros estudiantes, hacia 1536, en el recién fundado Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. De él escribió el conocido cronista nahua Hernando Alvarado Tezozómoc que “no era pilli (es decir noble) sino un gran sabio”. El prestigio de que merecidamente gozaba hizo posible que se casara con doña Isabel, hermana precisamente del mismo Alvarado Tezozómoc… Valeriano fue depositario desde su niñez de tradiciones provenientes del pasado indígena… Acerca de Valeriano afirmó Sahagún que entre los estudiantes triligues que tuvo –hablaban náhuatl, castellano y latín- se distinguió él como “el principal y más sabio”. También fray Juan de Torquemada, autor de la magna Monarquía Indiana, alabó mucho a Valeriano, de quien se dice aprendió el náhuatl y al que atribuye haber traducido a dicha lengua un libro de Catón, verosímilmente el De agricultura. Cuando Sahagún inicio formalmente en 1558 sus investigaciones sobre “las cosas humanas, naturales y divinas” de los antiguos pueblos nahuas, Antonio Valeriano fue su principal auxiliar… que desde antes había trabajado en otras tareas al lado de Sahagún, había cursado ya lo que en los estudios clásicos se conocía como el trívium y el cuatrivium. Lo primero abarcaba la gramática, retorica y lógica; lo segundo, la aritmética, geometría, rudimentos de astronomía y muisca. En el caso de Valeriano consta que además se adentró en el conocimiento de la historia indígena y aun se inclinó por la filosofía… después de colaborar con Sahagún en sus investigaciones sobre la lengua y culturas nahuas, llegó a ser gobernador de Azcapotzalco, cargo que ejerció durante ocho años. Su buen desempeño en dicho puesto contribuyo a que en 1570 se le elevara a gobernador de los indios de México-Tenochtitlán… Su gestión como gobernador se extendió por más de treinta años hasta 1605, en que murió. De él se conservan varios escritos en latín y también en náhuatl con un estilo que deja ver el profundo conocimiento, incluso gramatical que tenia de su lengua materna… ”.

Y enseguida León-Portilla explica uno de los varios motivos de su obra, y en los cuales va a una gran profundidad que maravilla de la capacidad que tuvo Antonio Valeriano para expresarse.

“Por mi parte añadiré otro elemento a favor de la que él (Edmundo O ‘Gorman) llama “conjetura la más plausible y segura es que Valeriano compuso el Nican Mopohua”. Me refiero al hecho –que voy a mostrar- de que este relato sol pudo haber sido escrito por un conocedor de buen numero de textos de la antigua tradición indígena y asimismo de la estilística inconfundible del náhuatl clásico. En el Nican Mopohua aflora el rico universo de sus metáforas, muy frecuentes en esta lengua, sus difrasismos o palabras yuxtapuestas de las que brota una particular significación, así como sus expresiones paralelas que iluminan desde doble perspectiva lo que se quiere decir. Conocedor de todo esto fue Antonio Valeriano, al que Sahagún califico de “el principal y más sabio” de entre sus antiguos estudiantes…”.

León-Portilla pregunta (pág. 38). “¿En qué circunstancias y movido por que pudo tomar la pluma Valeriano hacia 1556 para escribir el Nican Mopohua? Y si lo hizo, ¿a qué fuente o tradición pudo acudir, o es que todo fue mera invención suya?”.

Esta pregunta la responde el autor en su magnífico libro, el cual invitamos al público lector de “La hormiga en línea” a leer. No adelantaremos nada aquí. Solo diremos que León-Portilla aclara que para ese año de 1556 en que Valeriano lo redactó (pág. 41, 42): “recibía ya… amplio culto la pintura colocada en la ermita del Tepeyac, la de Guadalupe Teotl inantzin, Madre de Dios…”. “Por otra parte, Antonio Valeriano y trece señores principales de Azcapotzalco, entre ellos el bien conocido poeta Francisco Plácido, a quien se atribuye un cantar compuesto en 1533 y haber participado en otro dos años antes, hicieron expresa referencia a la veneración de la Virgen de Guadalupe en 1561. Ello ocurrió en una extensa carta en elegante latín –lengua que consta conocía al a perfección Valeriano- dirigida nada menos que a Felipe II. Se quejan en ella dichos personajes de los despojos territoriales que ha sufrido Azcapotzalco y de los servicios personales que se han impuesto a sus moradores”. En esa carta se quejan también de los gobernantes de la ciudad de México, quienes, apunta León-Portilla (pág. 43): “demandaban la participación de los de Azcapotzalco y muy probablemente de quienes vivían en otros pueblos vecinos, para edificar iglesias tan importantes como la de Santo Domingo, la catedral del arzobispado y así mismo el templo a la Virgen que vulgarmente se dice Guadalupe. Si Valeriano y los otros principales exponen esto, no es porque se opongan a tales edificaciones, sino porque se exigía a su pueblo este trabajo…”. “A esta petición añadieron otras los firmantes de la carta, como la de que el monarca sancione la existencia de las que llaman insignias de Azcapotzalco, es decir, su escudo, precisamente en razón de su importancia histórica”. “Consta que el dicho escudo de Azcapotzalco fue concedido por Felipe II en 1564. Al año siguiente, en la fiesta de San Felipe, para festejar ese acontecimiento, se entonó allí un canto compuesto por Francisco Plácido”.

Así que por favor distinga usted amable lector, que también Antonio Valeriano participo de que en latín se solicitara al rey de España un escudo para Azcapotzalco, y así lo obtuvo en 1564. Cabe subrayar como lo hace León-Portilla, que esto sucedió cuando Antonio Valeriano era gobernador de Azcapotzalco.

Y eso no fue lo único que solicitó para su pueblo natal. Continua León-Portilla: “Éste y otros de esos señores principales, que se habían formado en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, manifiestan respecto a Azcapotzalco que: como algo convenientísimo juzgamos se deba conceder tenga una casa de las musas (una escuela) en la cual, aun cuando no se enseñe en todas las ciencias, si lo sean al menos la gramática, con la lengua española, lo cual fácilmente puede lograrse por algunos de nosotros que tanto la lengua latina como la española han profesado ampliamente”.

Así que Valeriano también le pido al Rey una escuela para Azcapotzalco.

 

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) OPINADO POR CANONIGO DR. EDUARDO CHAVEZ (1956 - ) QUIEN NACIO 351 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

El canónigo publicó la siguiente información en su obra “Nican Mopohua. Análisis y reflexión”:

“Carlos de Sigüenza y Góngora, uno de los hombres más sabios de México en la segunda mitad del siglo XVII, confirmo que Antonio Valeriano fue el autor del Nican Mopohua”. En su “Piedad heroica de Don Fernando Cortés, Marques del Valle”, 1689, México, pág. 32, escribió: “Digo y juro que esta relación halle entre los papeles de Don Fernando de Alva que tengo todos y que es la misma que afirma el Lic. Luis Becerra en su libro (pág. 30 de la impresión de Sevilla) haber visto en su poder. El original mexicano está de letra de Don Antonio Valeriano, indio que es su verdadero autor…”. No cabe duda que el Nican Mopohua es una de las más importantes y maravillosas obras indígenas, tesoro de la lengua náhuatl, como dice Miguel León-Portilla “joya de la literatura náhuatl digna de conocerse y disfrutarse en los cuatro rumbos del mundo”, escrita entre 1545 – 1548, como de hecho está clasificada en la Biblioteca Pública de Nueva York, en donde se preserva la copia más antigua de este importante documento.

Antonio Valeriano fue un indígena noble y sabio, nació en Azcapotzalco por el año de 1522 y murió en 1605, se educó en el colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, fundado en 1536 por los franciscanos, por lo que fue un instituto contemporáneo de san Juan Diego. Antonio Valeriano debió escribir el Nican Mopohua cuando el contaba entre 23 y 26 años de edad, y entre 9 y 12 años de estudiar español y latín, por lo  que no era difícil para el tener muy bien adquiridos los conocimientos suficientes para escribir una historia que no era de su invención, sino que simplemente transcribió lo que supo de boca de los protagonistas del evento y, de una manera especial, directamente de san Juan Diego…”.

“En el presente libro trataremos de este mensaje de amor (de Dios expresado por medio de Santa María de Guadalupe) plasmado en el Nican Mopohua, cuya fuente principal del suceso fue el mismo Juan Diego, quien siempre lo transmitió hasta su muerte en 1548. Antonio Valeriano, como decíamos, escucho al humilde macehual y de los protagonistas del Acontecimiento Guadalupano quienes informaron detalladamente sobre los pormenores de los sucesos del sábado 9 al martes 12 de diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, que se encuentra ubicado al norte de la Ciudad de México. Como ya indicábamos, durante más de 16 años, san Juan Diego fue constante en su misión, atendiendo la ermita y manifestando su experiencia, llevando una vida contemplativa de profunda oración, penitencias y, al mismo tiempo, una vida activa de gran devoción”.

“Indígenas y españoles ya conocían el contenido del Acontecimiento Guadalupano, que Antonio Valeriano plasmaría, posteriormente, entre 1545 – 1548, en su manuscrito en náhuatl, que cien años después publicaría Luis Lasso de la Vega, en 1649. Mientras que en español el Nican Mopohua se publico gracias a Primo Feliciano Velázquez hasta 1926.” El Acontecimiento Guadalupano “después seria plasmado en el manuscrito de Antonio Valeriano… realizado en caracteres latinos con sonido náhuatl, y que conservo los datos puntuales de este suceso prodigioso”.

“Con extrema precisión histórica el Nican Mopohua nos dice que al día siguiente, 10 de diciembre, que en aquel año de 1531, efectivamente caía en domingo, Juan Diego se preparó muy temprano y salió directo a Tlatelolco, Vale la pena destacar que esa referencia topológica: “salió de su casa hacia acá derecho a Tlatelolco, vino” nos confirma nuevamente que este manuscrito que estamos analizando y reflexionando, el Nican Mopohua, fue escrito en Tlatelolco, esto es una certificación mas de que su autor fue Antonio Valeriano, quien fue alumno, maestro y rector del Colegio de Santa Cruz, instalado en este importante lugar de Tlatelolco”.

Respecto al nombre que eligió ella para ser identificada, “Santa María de Guadalupe, “María” es de origen judío y “Guadalupe” de origen árabe, es decir, las dos grandes razas culturales y religiosas, lo judío y lo árabe, que en esos años habían sido expulsadas de España. Así, en su nombre, Santa María de Guadalupe, une, armoniza, ama, y hace del pobre, marginado, despreciado a los ojos del mundo, su identidad”.

“Como ya señalábamos, las fuentes históricas nos confirman que no fueron los españoles quienes supuestamente le pusieron el nombre de “Guadalupe”, recordando a la titular del monasterio de Extremadura, España, pues se comprueba, documentalmente, que los primeros misioneros españoles trataron, de muchas formas, quitarle el nombre de “Guadalupe” a la Virgen del Tepeyac, para que no se confundiera con la extremeña, que además, como imagen, no se parecía en nada a la devoción española…”.  (Continuará el próximo mes).

ENTREGA DE RECONOCIMIENTOS AL MERITO CULTURAL JUNIO 2021

En la segunda mitad del mes de mayo 2021, al correr las campañas electorales de todo el país, en Azcapotzalco se presentó la oportunidad de que los Cronistas y Narradores, y otras personas del ámbito cultural, tuvieran una reunión con algunos candidatos a algún cargo público.

Dicha reunión se llevó a cabo el día 2 de junio en el Jardín Hidalgo.

Hubo oportunidad de plantear puntos interesantes acerca de que podría beneficiar al grupo participante desde la autoridad local, y las candidatas se llevaron anotaciones de todas esas ideas y preocupaciones plantadas, de modo que se llevaban la tarea de analizar y explorar que acciones podrían realizar en caso de ganar.

De las ideas expuestas a las candidatas, hubo una petición a la que se le vio posibilidades de atender, incluso antes de las elecciones, es decir, ganaran o no ganaran la elección. Dicha petición era el que la comunidad cultural y artística no tenía una mención, un reconocimiento ni una forma de presentarse con cierta representatividad oficial. Se puso el ejemplo de que cuando un cronista o una narradora van a un pueblo o barrio de Azcapotzalco, con el objetivo de entrevistar vecinos, documentar una investigación, tratar de armar un relato, verificar información, etc, pues no posee ningún tipo de credencial o documento que así lo señale, situación que se ha prestado a escenas difíciles e incomodas.

Las candidatas identificaron esta petición como posible de solucionar, y así lo comunicaron a quien funge como enlace con los Cronistas, narradores y participantes del ámbito cultural, que son Tere Legorreta  y la secretaria de la "Sociedad de Cronistas  y NarradoresAna Marisol Reséndiz Pizarro .

La retroalimentación fluyó y se fue dando forma al proyecto de otorgar un reconocimiento a todo el gremio de Azcapotzalco activo en esas actividades mencionadas. Es importante decir que al tiempo que las mentes iban aterrizando la posibilidad de llevarlo a cabo, también el tiempo límite para cerrar campañas se acercaba a su fin.

Guadalupe Delgado hija de Don David Delgado con Marisol Reséndiz y Gustavo Aquino Domínguez

Era necesario que por un lado las candidatas organizaran sus agendas, planes y recursos, así como que la población a la que iría orientada este esfuerzo, fuera siendo informada, avisada, y convocada. Pero todo era partir de cero. Así que había que exponer a contactos y conocidos del gremio la idea, preguntar a quien postulaban, y en ese proceso, es natural que pasara tiempo. Ya era la penúltima semana de mayo cuando por teléfono, mensajes y redes sociales, fue pasando esta información, y se fueron obteniendo respuestas.

En México en estos días, estos siete días, se juntaban muchos factores significativos, cada uno en diferentes ámbitos. Cuatro de ellos dan a entender que la gente estaba avocada en distintas ocupaciones, además de las habituales. 1) Las vacunas contra el SARS CoV2 (Covid 19) seguían aplicándose, unos ya tenían sus dos dosis, otros estaban justo en la semana en que les tocaba ir a recibir la primera, y emocionaba que el semáforo sanitario iba siendo cada vez más positivo según la región. 2) las elecciones ya en puerta para el 7 de junio, obligan a un final de campañas para dar lugar a un breve periodo de reflexión y permitir que el electorado evalúe la tendencia de su voto, y en este caso el ultimo día para permitir reuniones de proselitismo y de abierto contenido político con desplegado de banderas y logotipos, era el 2 de junio. 3) El semáforo sanitario que poco a poco pasó de naranja a amarillo, y ya rozaba al verde, fue permitiendo actividades y aforos más holgados que cuando inició la pandemia, así que ya las agendas y acciones cotidianas de las personas, se veían más abultadas y diversas, y comenzaba a complicar acordar fechas, o incluso asegurar participaciones. 4) Tras 23 años de sequía, el equipo Cruz Azul ganó el máximo campeonato de futbol nacional, y aunque dicen que el deporte es lo más importante de lo menos importante, no puede negarse que justamente este triunfo tuvo un impacto emocional en muchas personas, tanto para inclinar la balanza hacia la parte social que se reúne a ver partidos, la parte restaurantera que ofrece la transmisión en sus instalaciones, y el relajamiento de medidas sanitarias que aunque no es deseable que ocurra, no podemos negar que así fue. 5) un día después de las elecciones, iniciaría la asistencia a clases presenciales optativa, es decir, las familias podían decidir si continuar las clases de sus hijos vía digital o reanudar las rutinas previas a la pandemia de llevarlos a clases a la escuela en persona. Todo regreso a clases mueve las rutinas de las familias, y si se trata de un regreso después de un año de ausencia presencial, pues dicho movimiento tiene impacto más profundo.

 La Actriz Claudia Isela Djaddah  y las maestras Yolanda del Carmen Quintero y Martina Rodríguez

Estas cinco situaciones se dieron o darían a la vez en un periodo de una semana, y en ella se pretendía armar el evento para entregar reconocimientos al gremio cultural de Azcapotzalco, sin que hubiera estado en la agenda de nadie apenas una semana antes.

La decisión de llevarlo a cabo tuvo una gigantesca fuente de entusiasmo, ánimo e ideas. Era claro que de hacerse, el evento iba a tener bastante de espontáneo, lo cual sacrifica organización, difusión y orden. No hay como negar que esas importantes carencias se contemplaron y se asumieron. Aun así continuaba siendo más elevado el objetivo de entregar esos reconocimientos antes que detenerse por no alcanzar a asegurar la mejor forma, el mejor sitio, el mejor fondo, la mejor hora del día, etc.

Se estaban juntado los factores necesarios para satisfacer una petición gremial, pendiente de atención por décadas: -obtener un reconocimiento que identifique al receptor como participante cultural-, pero en un momento local y nacional agitado, nervioso, con euforia deportiva, con roce político, con reducción de medidas estrictas por el avance en el semáforo sanitario, con prisa por volver al supermercado y preparar el regreso a clases, entre muchas otras cosas.

Había dos cosas seguras: se haría el mejor esfuerzo espontáneo, y muchas cosas podían salir mal por hacerlo aprisa, con poca comunicación entre los involucrados y apostando a que los obstáculos serían pocos sin ninguna garantía. Era más el entusiasmo que la certeza. Y aun así, poniendo en juego todo lo que ello implica, se prefirió avanzar en alcanzar el objetivo, que era una petición gremial.

No es momento de aplicar citas de autores europeos exigentes con la formalidad. Más bien era momento de reforzarse con ideas como que los hechos hablaran por los que se esforzaron, y que el fin justifica el medio. Se podrá criticar la forma y la manera, pero el objetivo sería alcanzado, y se alcanzó.

Siendo las 4 de la tarde, del 2 de junio de 2021, último día de campañas electorales, casi cien personas de forma libre, gratuita, sabiendo que la convocatoria era hecha por dos partidos políticos aliados, sin recibir alimento ni agua, sin pedirle a nadie su voto ni su credencial de elector, comenzaba el evento.

Algo así empieza por la llegada de sus participantes, el inicial uso del micrófono, el aviso de una primera, segunda o tercer llamada, la instalación de las mesas, sillas y otros elementos que se fueran a usar. A las cuatro de la tarde ya sucedían estas cosas, y conforme pasó el tiempo se fueron sumando elementos. Los invitados seguían llegando, se comenzó una lectura, se continuaban instalando desplegados o acomodando banderas, se fue repartiendo material de propaganda de los partidos participantes, se fueron revisando los diplomas impresos ordenándolos según se detectaba que iban llegando los invitados. esa es una descripción fría de lo que estaba sucediendo.

La verdad es que los asistentes se iban reconociendo, había muchos que no se veían desde que inició la pandemia, había abrazos pendientes por darse, tanto por el gusto de verse como por las perdidas familiares sufridas en este largo periodo. Mucha gente no traía en su mano el reloj verificando si ya eran las cuatro. Mucha traía el corazón en la mano por la emoción de por fin volver al Jardín Hidalgo, por fin ver a sus amistades, por fin poder dar un pésame que antes solo fue telefónico, y mucha gente que había dejado esa tarde a un familiar en su casa y que requiere compañía.

Había demasiada tela de donde cortar si el propósito fuera encontrar fallas o puntos mejorables. Si uno conoce la parte del Jardín Hidalgo que está frente al monumento a Hidalgo, el tramo que va del Super Soya hacia donde se ubican los boleros, pues sabrá que es el paso de casi todos los que van y vienen por el centro de la alcaldía. Es el lado de la avenida por donde más transeúntes pasan pues hay bancas, negocios, comida y se interna uno hacia el jardín. La acera de enfrente solo es una larga barda atrial. Sumemos que en el kiosco del mismo jardín otro partido tenía todo armado para su cierre de campaña. Era un evento más de esos que si son agendados, porque se replican muchas veces: música, bailarinas, entretenimiento, banderines, camisetas, y motivación constante para el aplauso. Subrayo que en ese no se estaba atendiendo ninguna petición ciudadana, ni haciendo homenaje a ningún artista local fallecido. Era un cierre de campaña normal, con buen equipo de sonido, artistas contratados y tablas para armar ambiente.

El de la entrega de reconocimientos, tenía su mejor tesoro, en la cantidad de corazones, entusiasmos y sonrisas que se reunían. Por lo menos a tres destacados personajes de la cultura en Azcapotzalco se les deseaba rendir homenaje póstumo: Rafael Hernández Barba, Don David Delgado Jiménez, Antonio Urdapilleta, y así se hizo. Hubo familiares de algunos de ellos que asistieron a recibir el reconocimiento y a decir unas palabras. El momento y el lugar fueron los menos propicios para guardar un minuto de silencio. La colectividad presente manifestó su cariño a los fallecidos en forma de un minuto de aplausos, y esos aplausos rebasaron el minuto, me consta pues tuve el cronometro en mano, ya que a petición de la candidata Silvia alguien debía contar el tiempo, y yo estaba justo frente a ella cuando lo pidió.

Las personas que iban a recibir reconocimiento fueron siendo llamadas una por una, y si no estaba se preguntaba si algún familiar, y si tampoco estaba, se preguntaba si alguien cercano podía recibirlo. Como fuera, no faltaba el aplauso, porque el gusto de participar en ese evento, ver tantas caras sonrientes, tanta gente usando su celular para tomar la foto, la emoción de que quizá el próximo que nombren sea por fin yo, etc, muchas cosas lindas armaron un buen ambiente, a pesar de las carencias, omisiones, y larga lista de imperfecciones que podrían señalarse, y que no tendrían caso ocultar, callar ni minimizar en un texto.

Esas imperfecciones si fueron minimizadas por las emociones de muchos de los asistentes. No se veían caras largas ni rostros amargados. Era imposible, pues la asistencia fue libre, sin paredes ni cintas que fungieran como límites o accesos al evento. Todo lo contrario, hubo gente que se atravesó entre los ponentes y los asistentes, por ejemplo cuando llegaron utileros con  equipo y material de propaganda del partido que cerraba campaña en el kiosco, se pasaron de la banqueta exterior del jardín hacia el kiosco, justo para pasar al lado del monumento a Hidalgo, que de alguna forma enmarcaba nuestro evento. En su paso, algunos de esos utileros repartieron bolsas de su partido. Otros se quedaron un ratito a ver cómo íbamos nosotros, de que se trataba. Y así podríamos decir que mirones llegaron varios, a todo lo largo de las más de dos horas y media que duró el evento.

Sin música de fondo, y compitiendo con una niña que lloraba en la primera fila porque no se quería limpiar la mano, una excelente cantante dedicó al público una canción de “Chava” Flores. El público entusiasmado aplaudió y pidió “otra”. Ella nos dio gusto, y se me ocurrió voltear a ver los rostros de la gente. Que contentos se veían. Fue un evento de notorio corte político, dedicado a la gente del ámbito cultural, pero yo no distinguí militantes ni profesionistas, puedo decir que era una reunión de buenos ánimos, de optimismo, de gusto, de buenas intenciones, y de reconocimientos merecidos.

Ya sabemos que el tema ameritaba un mejor recito, una mejor plan, una optima organización. ¿Pero sin la autoridad no había decidido hacerlo y es quien autoriza o no el uso de esos recintos, quien tiene los recursos y dispone calendarios de actividades?

Claro que si la iniciativa hubiera sido de la autoridad, otro gallo hubiera cantado. Pero cuando se da la oportunidad de ir por el objetivo, sin pasar encima de nadie, sin lastimar ni faltar el respeto a nadie, sin pedirle un peso a nadie, sin pedir su voto ni su credencial a nadie, y en pocas palabras, cuando de la manera más limpia se puede armar una reunión y repartir los diplomas, pues a darle. Las oportunidades se pintan calvas, las tomas o se van (no tienen pelo del cual sujetarlas).

Montados en esas breves verdades, carentes de suficiente organización, apostando a la alegría y el contento del público asistente, que siempre supo que era convocados por partidos políticos, aun contra cualquier pronóstico, el evento salió adelante.

Diría que el buen ánimo subsanó las carencias. Ese sería un posible balance, además de subrayar que se alcanzó el objetivo.

Obstáculos fueron varios, y con escasa planeación, sin plan B para maniobrar, con un evento a un lado que tenía un mejor equipo de sonido, sin techo ni toldo ni carpa para protegernos, lógico que cuando llegó la lluvia, no había manera de apostar a un premio de logística ni de soñar con la aprobación unánime.

Sin embargo, seguían las sonrisas, la gente se tomaba foto con su diploma y quien se lo había entregado, muchos que ya tenían su reconocimiento en mano continuaban ahí, escuchando, aplaudiendo.  Es verdad que cuando inició la lluvia para muchos fue buena idea retirarse. Yo mismo me alejé cuando eso ocurrió. Y cuando estaba en la acera de la Casa de cultura me detuve, me di cuenta que un par de personas a quien había invitado no habían ido, y sentí mi responsabilidad solicitar sus diplomas para entregárselos posteriormente. En ese regreso me di cuenta que mucha gente aun seguía ahí. Me metí al centro de la reunión y pregunté a la convocante que cargaba los diplomas, y seguía repartiéndolos, si deseaba que la cubriera con mi paraguas. De inmediato me contestó: “No gracias, mejor cubre la urna”.


Francis y Mary de San Martín Xochinahuac y la candidata entregando un reconocimiento. 

Una de las candidatas quedó viuda durante la actual pandemia y llevó la urna de su esposo. A él cubrí durante el lapso de lluvia, que no fue muy largo, aproximadamente unos quince minutos.

Para entonces ya había llegado la otra candidata, y ella tomó el relevo de vocear los nombres que iban apareciendo en los diplomas, los entregaba, y casi todos posando con el receptor para la foto.

Siendo un evento libre, llegaba el que quería, se retiraba el que así lo deseaba, nuevos asistentes se incluían y otros eligieron continuar su encuentro en algún café o restaurante cercano.

El evento sirvió para muchas cosas, además de para entregar reconocimientos y difundir la imagen de los partidos convocantes. Los abrazos, las sonrisas, los aplausos, las fotos, las porras, los homenajes póstumos, todo eso nos lo llevamos puesto. Muchos llegando a casa mostraron su diploma, otros ya desde el jardín lo compartieron con su gente vía foto del celular. La alegría y el buen ánimo se contagió hacia esos familiares o amigos de los beneficiados. Y claro que quien tuvo observaciones y juicios críticos sobre el evento, también llegó a su casa a comunicarlo. Y eso se agradece. La crítica es un tributo de tiempo y acto mental que dedica el que juzga al juzgado, y se debe aprovechar y recibir. Así tiene sentido haberse arriesgado y hecho el esfuerzo, y las observaciones serán la guía para la próxima ocasión. Y para no recibir critica, la receta es no hacer nada. Hechos, la prueba de haber hecho algo es que te hayan criticado por haberlo hecho. La palabra clave es esa: Hechos.


Y claro, mucho antes que la crítica, lo deseable es que si creo que el evento está decaído y mal armado, me acerque como invitado y exprese un sincero y fraternal “¿En qué te ayudo camarada?”.

Porque no fue la autoridad quien lo ejecutó, ni fue la alcaldía quien lo programó, lo hicieron principalmente ciudadanas fuera de la nómina gubernamental, en pocas palabras, vecinas de Azcapotzalco, y en un tiempo de siete días partiendo de cero. Ese mérito de haberlo sacado adelante con tantas caritas felices y corazones satisfechos en tan cortísimo tiempo, sin pasar encima de nadie, es un acto limpio, y si se alcanzó el objetivo fue un éxito, un éxito limpio.

No hay forma de negar que este escrito fue elaborado con mucha simpatía y satisfacción por lo vivido el 2 de junio de 2021 en el Jardín Hidalgo, por lo que es bastante subjetivo y peca de tener enorme simpatía por las caras felices que vi en niños, jóvenes, adultos, y adultos mayores que recibieron su diploma, y por los conmovidos rostros de quienes recibieron el diploma póstumo de su familiar fallecido.

Todos los errores aquí contenidos cúlpese al embriagador gusto de haber visto un objetivo alcanzado. Durante la noche de ese día 2 de junio, y al día siguiente, continué verificando si esa alegría permanecía en mis contactos, y en su gran mayoría no pudieron esconderla.


No debemos echar en saco roto cada observación y critica que este evento obtuvo, pues habrá sido merecida cuando el afán es nuestra mejora. Favor que se hace al que arriesgó. Y en una próxima ocasión se debe mostrar que se aprendió. Se antoja bastante ver qué ocurre cuando pasen las elecciones, quizá las candidatas hayan ganado y ocupen los cargos que buscaban, y siendo autoridades, den o no seguimiento a lo sembrado aquella tarde del 2 de junio. Y en eso quiere decir abrir puertas físicas al desarrollo de las actividades, abrir carteras públicas para solventar gastos de esas expresiones, y facilitar la ejecución de las creaciones, de las manifestaciones culturales, sin dictar la agenda, sino formándola con los ciudadanos, como bien lo señala un pensador de Azcapotzalco en su opinión.

Bravo por las compañeras convocantes, bravo por los beneficiados, bravo por la atención que cada uno puso a este evento y con buena fe anotó sus reflexiones. Gracias por aquella tarde en el Jardín Hidalgo. Hoy, un día después, volvió a llover, y con el recuerdo de lo visto ayer, volví a sonreír de gusto. Y sé que varios hoy también lo están haciendo, lo han comentado en el chat. 


 

DOCTORA YOLANDA PAREYON MORENO

Por Martina Rodríguez García, Cronista de Azcapotzalco.

 Colonia Clavería, en Azcapotzalco.

Estamos celebrando a la mujer de la ciudad de México.

Al decir mujer tenemos que celebrar principalmente a aquella mujer que hizo algo por su pueblo, que aun lo recordamos todos.

Les voy a hablar de la Doctora Yolanda Pareyón Moreno, y principalmente con sus palabras.

Y principio el tiempo de recoger la semilla”, por Yolanda Pareyón Moreno.

Esta crónica contiene los recuerdos que se van acumulando cuando una persona  que ama la tierra en donde ha crecido, rodeada de la historia de un lugar muy especial como es Azcapotzalco.

Muchas personas fuimos las que convivimos con Yolanda, amante de comunicar  lo que ella llevaba en su corazón, y lo que vivía día con día.

Escribía lo que veía en los alrededores, las veredas, las hormigas, la refinería “18 de Marzo”, el rio consulado, el camino a la Basílica de Guadalupe, las calzadas y las escuelas, con el ruido interminable de voces y risas que muy alegres quedaban tras las paredes y jardines de la escuela.

Yolanda escribió y logró por sus propios medios hacer un libro que tituló “Por donde pasaron las hormigas”. Después lo repartió a todos sus amigos, a las bibliotecas de Azcapotzalco y a su familia.

Me alegra mucho recodar a Yolanda, y como ella era parte del Consejo que se formó para conservar el archivo de Azcapotzalco, y fue la primera persona que llevó un mueble, un estante para archivar los libros, correspondientes a la historia de este lugar.

Yolanda participaba en grupos de lectura, en el conocimiento de las hierbas medicinales, por amor a su profesión de doctora, investigaba para poder ayudar.

Recuerdo una entrevista que le hicieron, y cuando se integró al grupo de Cronistas de Azcapotzalco, en un boletín del año 2000. Ya integrado el Consejo de la Crónica de Azcapotzalco. Después en un libro llamado “Colección reflejos e imágenes de Azcapotzalco No. 1. Crónicas, historias costumbristas y urbanas, del Consejo de la Crónica, Pacmic,1999, Azcapotzalco 2000.

En la sección de personajes dice así: “El 26 de abril de 1923 nació una niña muy hermosa con unos ojos azules y una sonrisa que le harían carismática en su juventud, Yolanda Pareyón Moreno”.

Yola, la llamaríamos cariñosamente. En las calles de Venezuela vio la primera luz en aquella entonces Ciudad de los palacios. Sus padres fueron el coronel Eduardo Luis Pareyón Azpeitia y María Asunción Moreno de Pareyón.

Poco tiempo vivieron en las cercanías de Santo Domingo, pues cambiaron su residencia a la Colonia Clavería, en Azcapotzalco. En aquellos tiempos la colonia empezaba, la avenida principal estaba dividida por un camellón en que se levantaban majestuosas palmeras. Donde está el mercado había caballerizas, y la colonia estaba rodeada de llanos y solares. En los alrededores todavía se podía disfrutar de bosquecillos y huertas pletóricas de fruta y por los caminos vecinales que atravesaban la localidad.

Yolanda cursó sus estudios de educación primaria en el Colegio Morelos, en Tacuba, y en la escuela José Arturo Pichardo, caracterizándose por la vivacidad e inteligencia.

La enseñanza media la cursó en la Secundaria No. 2 en el barrio de Santa María la Ribera, de ahí pasó a la Escuela Nacional de Maestros, para cursar la carrera de profesora de Enseñanza Primaria. Años más tarde ingresaría a la Universidad para estudiar medicina.

Como maestra trabajó en Iztapalapa, y el mayor tiempo aquí en Azcapotzalco, donde sus alumnos la recuerdan con mucho cariño.

Cuando nos regaló su libro  “Por donde pasaron las hormigas” nos dijo: “con los años todo se acaba, pero antes de que la memoria se borre, se presenta este sencillo testimonio de Azcapotzalco de alma campirana, dador de hombres laboriosos, progresistas, heredamos el empuje de aquellos tepanecas que habitaron en palacios, y que hoy como ayer, dan una gran pujanza, lo mejor que poseen para este México nuestro”.

Con Yola también hablamos del Códice Badiano, de lo importante que es para el estudio de las plantas, las enfermedades y la manera de curarlas. El acierto del médico indígena que hizo originalmente esta Códice, Martín de la Cruz, para el año 1552, traducido al latín por Juan Badiano, tlacuilos o escribas de Xochimilco, Martín de Zacapan, y Juan de Chililico, hoy barrio de la Santísima en Xochimilco, el barrio indígena.

Aunque la versión del latín al español la hizo Ángel María Garibay, y fue publicada en 1964 por el Instituto Mexicanos del Seguro Social en forma facsimilar. Llevado el Códice a España, y posteriormente a la Biblioteca Vaticana, en Roma.

El día 8 de mayo de 1990, el Papa Juan Pablo II, regresó el Códice de la Cruz Badiano, entregándolo al gobierno mexicano.

Su consultorio de Yola en el que ejercía como médico estaba en la colonia Prohogar. Como recuerdo aquel día que preocupada por la salud de mi hija, llamé a Yola por teléfono, platicamos un poco, le informe de la salud de Martha. Ella escuchó mi voz y con eso le dije la urgencia que tenía, que ella como médico acudiera a auxiliarme. Me dijo: “en unos minutos estoy en tu casa, no te preocupes”. Al llegar la observé y observó a mi hija y habló con ella.

Con tu voz calmaste su angustia y dolor, con palabras tan hermosas como tus poesías, y nos aconsejaste levantar el ánimo. Mi esposo y yo vivíamos agradecidos de tu ayuda y de la lectura que hiciste de unas de tus crónicas, la “del castillito”.

Con Yola también hacíamos una revista llamada “Buscando rumbos”, y todos los que de una u otra forma tenemos relación con esta publicación, sentimos enormemente el fallecimiento de nuestra amiga y colaboradora, la Doctora Yolanda Pareyón Moreno.

Un diez de junio, al iniciar el nuevo siglo, dejó de vivir. Sin embargo, su vida como la de todas las personas nobles, nos dejan muchos y gratos recuerdos que no permitirán que se extinga su existencia.

No todas sus palabras quedaron plasmadas, faltó tiempo, pero nos ha dejado este poema:

“Y principió el tiempo de recoger la semillas”

Busqué en el erial donde sembré la mía, aun sabiendo que nada encontraría, ni flor ni fruto: algo que hable de presencia: Tampoco me recuerdo labrando en la piedra del camino, de aquel sendero de la vida, dónde un día, muy hondo creí estaba mi huella”.

 

Yola, te recuerdo con tu cutis bronceado por los rayos del sol y el viento, muy cerca del volcán Popocatépetl, en Yecapixtla. Ese lugar donde construiste tu casita, y con afecto nos recibías mientras disfrutábamos de la charla, la carne asada, y  la música alrededor de la fogata.

Tu alma cálida cumple veinte años de haberse entregado a Dios en otro plano superior.

Amiga Yola, Doctora de corazón, de cuerpo y alma, estás en mis pensamientos, veinte años de tu ausencia no son cualquier cosa, porque me hace falta tu risa, tu charla amena, y tus remedios caseros, y los de patente, y los de corazón, en los que eras la mejor especialista del mundo.

Sanaste el cuerpo y el alma de quien en ti confiaba. Extraño tus palabras, tu mirada hermosa, apacible, y el movimiento de tus manos señalando los sembradíos, donde abundaba el tomillo, la manzanilla, y la yerbabuena, el fruto del capulín, recuerdo las gotas de té de manzanilla, chamomilla para los ojos rojos, por las desveladas, el llanto o el smog.

Explicabas la propiedad de las plantas y vegetales, con sus virtudes medicinales, más o menos útiles, decías.

 

Hay muchas cuya virtud es tan recomendable y tan general su uso, que no podemos abstenernos de enumerarlas, como una pequeña muestra de la riqueza vegetal: Las malvas, y entre ellas la tea, la linaza, la loba, la savia, la chía, el toronjil, el cedrón, la borraja, adormidera, la amapola, la violeta, el sauco, la zarzaparrilla, el guayacán, y muchas más de estas llamadas hierbas medicinales, que contigo se podía platicar y saber del uso de cada una. El  gordolobo para curar la tos, el orégano con tomillo y piloncillo o queso de tuna para los cólicos premenstruales, el romero para el aire en los oídos, así como también nos hablabas del aceite de ricino para curar las impurezas en el estomago de los niños. Así eran curados y también vitaminados con la blanca emulsión de Scott, aquel frasco de color ámbar que en la etiqueta tenía dibujado un enorme pez, explicando que era de hígado de tiburón. ¡Ya se imaginan la cara que ponían los niños cuando les daban eso para tomar!. Como olvidar esto.

Que en tu querido Azcapotzalco viviste, además de lugares, cosas, casas, jardines, la refinería en tus maravillosas crónicas. Como nos narrabas de tu libro, aquel fragmento: “También había hormigueros en Clavería”.

“Pues bien, para llegar a Clavería, el viajero se bajaba del camión o del tranvía, en donde estaba aquel agradable kiosquito de techo con tejas rojas que cubrían a una banquita de piedra con un respaldo, para formar un doble asiento. Uno de estos miraba hacia la avenida y el otro a la  banqueta, por donde pasaban los vecinos, a los cuales, les enviaban un cordial saludo, los colonos que ahí se sentaban, ya sea para esperar su transporte, o simplemente desde ese lugar contemplar el deslizante tiempo”.

Nos contabas de tu investigación sobre las hierbas de Clavería, la entrada campirana de esta hacienda, era por la antigua calzada de Camarones, sitio más o menos localizado actualmente por donde se encuentra un restaurante Vips. Esa puerta se alzaba inhiesta, solitaria, y pintada de azul, con sus grandes hojas de madera, asomándose sobre los tiernos elotes de los maizales, pero más allá de la glorieta de Camarones, la mirada se perdía allá a lo lejos, por entre terrenos divididos por verdes y esponjadas moreras que blanqueaban caminos, los que servían para separar parcelas, sembradas cuidadosamente de coles, lechugas, nabos, rábanos, coliflores, zanahorias, cultivadas y cuidadas por laboriosos japoneses, propietarios de esas extensas hortalizas, las cuales llegaban hasta las acequias que estaban a lo largo de la vieja calzada de Camarones, camino muy antiguo que iba directamente hasta el fabuloso mercado de Tlatelolco, de la época precortesiana. También reflexionabas como el Jardín de los Vagos, fue el lugar escogido por algunos borrachines para dormir la mona, también fue elegida por gente sin oficio ni beneficio, para efectuar ahí sus reuniones sociales en donde trataban álgidos temas sobre la vagancia, el ocio, la flojera, el “ahí se va” y “el me vale”, lo que constituyó motivo mas que suficiente, para llamar a ese lugar “El Jardín de los Vagos”

También se cree que este nombre fue puesto por las mamás del rumbo quienes hartas de las travesuras de sus hijos, dentro del hogar, los mandaban a vagar al jardín de enfrente. Las madres usaban muy bien esos viejos trucos, y ahora el jardín tiene la efigie de Margarita Maza de Juárez.

Querida Yolanda, una oración 20 años de tu presencia en nuestros recuerdos, en mi pensamiento, doctora del corazón, gracias, Yolanda Pareyón Moreno.

Su hermana Olga nos contaba lo traviesa que era cuando niña la doctora, y ellos estudiando su hermano Eduardo también, arqueólogo, que hizo trabajos en lo que es la pirámide de Tenayuca, Gracias doctora Yolanda Pareyón Moreno.


LA VIDA ES UN HORMIGUERO

Por: Jaime Valverde Arciniega

Presidente del Cabildo Nacional de la Crónica de la CDMX


Sobre el libro "En el Montículo de las Hormigas" de María Elena Solórzano 

Tal y como ya  nos tiene acostumbrados a lo largo de su vasta obra, nada le es ajeno, sus ojos esmeralda contemplan la vida, sus desfiladeros y despeñaderos, y nos la devuelve más alegre, más tierna, más disfrutable y más bella.

Estamos ante la obra de una gran escritora, historiadora, poeta y cronista, además de madre de familia, esposa, compañera y amiga,

Atributos estos que le dan a su creación literaria un valor superior muy por encima de lo meramente académico y esterilizado.

La autora tiene la calidad y profundidad necesaria, para contarnos la historia no para ser archivada en un volumen de historiadores del siglo XXI, sino para ser contada y cantada, por ejemplo en un corrido del dominio público, que lo mismo puede ser escuchado en una cantina, en un parque, en una fiesta cívica o en una tertulia familiar como en el caso del Señorío de Azcapotzalco, donde la escritora lejos de desdibujarse, aprovecha el camino para resaltar su vocación de maestra. Así, a ninguno se le puede olvidar la lección: Vuela, vuela palomita/ y dile a toda la gente/ que Azcapotzalco fue un día/ del Anábuac el mejor”. Así a ninguno se le puede olvidar, que la finalidad del trabajo de la ajutora, es que su obra anide, pero en el archivo del corazón de cada persona.

Lo mismo Corazón a flor de piel, que Los viudos, Mi abuelita fue soldadera o temas tan duros como el TLC o la Linea 7 del Metro, encuentran en María Elena el lado humano y trascendente. El trabajo de María Elena, si bien en gran medida está arraigado en Azcapotzalco, es evidente que su pensamiento es universal; no está por demás decir que al ser tan prolífica su obra, literalmente su pensamiento es un hormiguero, de donde brota la palabra de una escritora imprescindible, por lo demás, siempre identificda con las causas y los personajes del pueblo.

La hormiga simboliza el trabajo infatigable, la honestidad, la organización de la vida y la humildad, eso es María Elena Solórzano y queda plena constancia de ello en el presente volumen; la hormiga es el contacto necesario entre la oquedad y el cielo abierto, eso también es María Elena Solórzano.

Enero de 2021

María Elena Solórzano


 

ESA ÚLTIMA GOTA

Por: Gustavo Aquino Domínguez

Intenté engañar a la lluvia que amenazaba con desprenderse del cielo, asomé mis narices a la puerta y de repente cayeron unas tímidas gotas. Regresé a mi guarida, sin embargo a través de la ventana no apareció tormenta alguna.

Esta vez di un paso, simulando salir a la calle. Nada. Ni un chisguete ni una brisa mojada de primavera. Pensé que no llovería, que logré distraer a la naturaleza fingiendo mi vagabundez cotidiana.

Me desprendí de mi abrigo anti lluvias y salí.

Mala decisión.

Alcé la vista por encima de aquellas unidades habitacionales de El Recreo, se juntaban algunos nubarrones, seguí mi trajinar hacia la Avenida Camarones

Al llegar a la esquina, inició el chaparrón. Caminé suponiendo que sería una ligera mojada. No fue así, al llegar a la otra cuadra cayó totalmente un vendaval que remojó aquellos huesos hartos de la inmortalidad de aquellas minúsculas gotas.

Continué hasta el entronque con la avenida Azcapotzalco. El ruido de los automóviles y el aquel vendaval no cesaban en mi oído.

Resignado caminé tranquilamente bajo aquel diluvio, aceptando que ahí estaba mi destino.

 

EL MANANTIAL ENCANTADO

Por María Elena Solórzano Carbajal 


La calle que hoy se llama Calzada Miguel Lerdo de Tejada antes se le conocía como el Paseo de los Ahuehuetes, era una vía quizá más rústica pero muy hermosa, bordeada de árboles y que llegaba al conjunto de añosos sabinos y que era uno de los emblemas de Tlilhuacan. Este lugar es rico en leyendas, por ejemplo dicen que aquí llegaban las brujas a quitarse las piernas para poder volar mejor en su escoba encantada, y que se las veían levantar el vuelo desde lo alto de los árboles que les servían de refugio en las noches más oscuras.

En el libro sobre los Conventos suprimidos en México se localiza una leyenda sobre los ahuehuetes escrita en 1850 por Manuel Ramírez Aparicio. 

“…Cuanto más avanzáis, adquiere su figura mayores dimensiones: ensánchase la calle, y en medio de una placeta en parte alfombrada de césped, arraiga el corpulento grupo, compuesto de unos cinco árboles, cuyas ramas, eternamente vestidas de follaje, se entrelazan, estrechan y adunan, como si fueran los brazos de algunos amigos que se prestan recíproco auxilio.

Contemplas unos instantes aquella copa asombrosa, imponente, y pasando por entre los robustos troncos, os halláis con admiración bajo una cópula de verdura.

Descansad sobre el asiento natural que os brinda la cepa de uno de los ahuehuetes, y contemplemos a todo nuestro sabor esta maravilla del reino vegetal”.

Y comenta algo que ahora nos parece increíble, que por esta vía hayan pasado rebaños y pastores, donde ahora miramos colectivos, camiones, motos, coches y todos los automotores habidos y por haber.

“Quizá mientras saboreáis estas ideas acierta a pasar no lejos de vuestro asiento, algún pastor que conduce lentamente su rebaño a pacer el rastrojo en los vecinos campos. 

-¡Amigo! ¿me dirás quién plantó estos árboles?

-¡Ah, señor! ¡quién sabe!

-Pero, ¿cuántos años tendrán, poco más o menos?

-Ya son muy viejos: desde que mi señor padre era como yo, los ahuehuetes ya estaban así de grandes y copados, sólo que … los señores más viejos de mi pueblo, dicen que estaban encantados.

-¡Cómo así! Dime, ¿cómo es eso?

-Aquí cerca había un venero de agua dulce. Y el agua nacía, pero se quedaba represa junto a las raíces de los ahuehuetes. Y ninguno quería venir a beberla, aunque tuviera mucha sed. Y se sentía mucha sed pasando por aquí , pero, ¡ pobre del que bebía el agua, porque ya no se volvía a saber de él . Y cuando algún caminante se atrasaba y no lo volvían a ver sus compañeros, luego decían : ¡este bebió del agua de los ahuehuetes! Y esto era porque estaban encantados.

¿Y desde cuando ya no lo están? ¿Cómo desapareció el manantial?

-Yo se lo diré a su merced, señor amo. Un día salió de la iglesia grande una procesión, y se fue viniendo para acá, trían a la Virgen en unas andas, con muchas flores. Y todos decían: ¿a dónde irá esa procesión?  Y los padres del convento (porque entonces dicen, dicen que había muchos padres) venían cantando por el camino. Y luego que llegaron al venero, pusieron a la Virgen en un altar, con sus velas, y un padre empezó a predicar. Y dijo que aquí estaba el enemigo malo, pero que echando tierra sobre el agua se iría. Y todos se pusieron a echar tierra y piedras sobre el agua, hasta que quedo el suelo como ahora está.

-¿Y se acabó el encanto?

-Sí, señor amo. Y luego hicieron una capilla de tablas debajo de los árboles, con su altar, para la Virgen. Y desde entonces, los ahuehuetes quedaron desencantados para siempre.

-Pero, ¿cuánto tiempo duró esa capilla?

-¡Quién sabe! Dicen que se cayó de puro vieja. Y entonces se llevaron a la Virgen a la iglesia. Pero si su merced pone el oído contra la tierra, todavía oirá el ruido del agua, que pasa por debajo…”


Calzada Miguel Lerdo de Tejada