miércoles, 17 de marzo de 2021

  EN EL MONTÍCULO DE LAS HORMIGAS

 Por Ana Marisol Resendiz Pizarro

María Elena Solórzano Carbajal con ochenta años recién cumplidos éste mes de marzo  y con toda una trayectoria literaria de alrededor de 30 años dedicada a la creación de crónicas, cuentos, poemas y relatos que se encuentran contenidos en alrededor de 35 libros de su autoría sigue desarrollándose como creadora y nos ofrece una deliciosa antología de crónicas que nos conduce por diversas ángulos de nuestro muy querido Azcapotzalco, recorriendo todas las facetas de la historia desde la cultura tepaneca hasta la crónica urbana, en su trayectoria además ha participado como guionista en dos documentales sobre Azcapotzalco "Avenida Azcapotzalco, Hacia el corazón del hormiguero" y "San Lucas Atenco,  Barrio Ancestral"  ambos realizados por el director y cronista Patricio Garibay.

El libro en el Montículo de las hormigas es un texto que reúne toda una vida dedicada a la crónica, una obra que podremos apreciar próximamente este 2021 conmemorando su labor artística y su trabajo comunitario en Azcapotzalco en Crónicas con aroma de Café donde también participo Rafael Hernandez y grupo Tlahtoque.

En el montículo de las hormigas es una obra maestra de la crónica, un ramillete de historias que se entrelazan en el tiempo, con toques de añoranza, María Elena Solórzano delinea en su obra, momentos imprescindibles en la vida del mexicano, mostrando diversas aristas de la naturaleza humana y nuestra identidad, el texto es una sublime oda a la belleza de lo cotidiano, con la perfección del mejor retrato costumbrista, observando la estética del panorama cultural desde el montículo de las hormigas, la obra nos seduce a conocer a La reina del barrio, o a probar las deliciosas petroleras, además dicha antología de crónica nos conduce por un estilo único donde las palabras engendran imágenes que contribuyen a la construcción de la verdad histórica de Azcapotzalco, sin dejar de pasar un momento agradable con una grata lectura, evocadora, además de provocar una que otra sonrisa, al reconocer el brillo de lo cotidiano; la obra recorre el glorioso pasado prehispánico en crónicas como Tezozómoc y Tradiciones amantecas; sin olvidar la epopeya revolucionaria en Mi abuela fue soldadera; dicho libro narra magistralmente La última batalla de la Guerra de Independencia que fue librada en Azcapotzalco construyendo un pertinente rescate histórico además de hacernos caminar entre leyendas como La hormiga roja y Los nahuales de San Juan Tlilhuacan con retoques literarios de un estilo esculpido por los años, que va cerrando el telón de un libro magnífico un trágico Olor a nardo…

De parte de mis compañeros cronistas de "La hormiga en lineal" y de la mía propia le deseamos a la maestra María Elena Solórzano ¡feliz cumpleaños!

 

ANTONIO VALERIANO 

parte 2 de 4

Por Martin Borboa Gómez (Grupo Formiga)

Esta es la segunda parte de cuatro, en las que he dividido el material que deseo compartir sobre Antonio Valeriano, en fragmentos de autores que van desde sus contemporáneos, a los nuestros.  No es una colección exhaustiva ni la más completa,  pero busco que sea ilustrativa de lo que sobre ese importante personaje  se ha escrito en diversas épocas.

La introducción de esta colección se anotó en la parte 1 (publicada en febrero 2021) y la bibliografía se anotará al final de esta serie.

 

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) OPINADO POR FRAY SERVANDO TERESA DE MIER (1765- 1827) QUIEN NACIO 160 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

Fray Servando Teresa de Mier menciona varias veces a Don Antonio Valeriano en sus “Memorias”, respecto al Nican Mopohua. Unas resultan muy informativas y le reconocen directa o indirectamente un merito respetuoso a Valeriano. Otras no tanto.

En las positivas por ejemplo está en la (pág. 80), donde dice que: “el manuscrito mexicano, que se creía muy antiguo, que es el único documento de la tradición como se cuenta, y del cual todos los autores guadalupanos no son más que paráfrasis, tradiciones y copias, es obra del indio D. Valeriano, natural de Azcapotzalco, escrita de ochenta a ochenta y dos años después de la aparición”.

O ésta de la (pág. 63), donde elogia a Torquemada y por tanto a su compañero Valeriano, de quienes nos da noticia que vivieron juntos en el Colegio. Dice que: “Torquemada es el depósito más copioso y auténtico de hechos pertenecientes al reino. Juró en su prólogo no haber dicho sino la verdad pura, averiguada con toda la diligencia posible, y lo desempeñó. Se crió desde niño en México, fue provincial, cura de indios, en cuyo favor principalmente escribió, tenía todos los manuscritos de los antiguos misioneros, escribió también  sus vidas, y con notable prolijidad y afecto la de Zumárraga. Fue guardián de Santiago, objeto de los viajes de Juan Diego; vivió allí con Don Valeriano, catedrático de aquel Colegio y autor original… de la historia de Guadalupe, asistió a su muerte, recibiendo en legado algunos manuscritos, y en fin, fue arquitecto de la calzada de Nuestra Señora de Guadalupe”.

Respecto a que hubo quien imprimió el texto de Valeriano, quizá con ello creando la confusión de la autoría, dice que (Pág. 69): “publicó a los seis meses después su relación mexicana Lasso… Boturini conjetura que imprimió algún manuscrito antiguo de algún indio de Azcapotzalco, por lo mucho que supo del reino de los tepanecas…”. “La relación que imprimió Lasso es el manuscrito de D. Valeriano, porque en efecto, era de Azcapotzalco, como Boturini  conjeturaba serlo el autor original…”.

En otras reduce el valor del texto de Valeriano, de crónica de sucesos, a ficción. Antes de pasar a ver cómo juzga Fray Servando la obra de Antonio Valeriano respecto al Tepeyac y la Virgen, conozcamos más del pensamiento de Fray Servando por sus propias palabras.

Su forma de ver las cosas lo dejó expresado en sus “Memorias”, y dice que  (pág. 6) la imagen de la Virgen no está en la tilma de Juan Diego, sino en la capa del apóstol Santo Tomás, que vino a predicar a América. Dice que el maltrato de la capa del Santo: “pudo provenir de algún atentado de los apostatas, cuando la persecución de Huémac, rey de Tula, contra Santo Tomás y sus discípulos… los cristianos la esconderían y la Virgen se la envió al obispo con Juan Diego…”. Propone (pág. 20) que: “el Evangelio ha sido predicado en América siglos antes de la conquista por Santo Tomás, a quien los indios llamaron ya Santo Tomé… ya Quetzalcohualt (sincopado Quetzalcóatl) en lengua mexicana. Porque quetzal, por la preciosidad de la pluma de Quetzalli, correspondía en las imágenes aztecas a la aureola de nuestros santos… y por consiguiente, vale como decir santo. Y coatl, corruptamente coate, significa lo mismo que Tomé, esto es, mellizo, por la raíz taam, pues en hebreo se dice Thama o Taama, y con inflexiones griegas Thomas, a quien, por lo mismo, los griegos también llamaban Dydimo en su lengua…”.


“He dicho que esta opinión es la más conforme a la Sagrada Escritura, porque Jesucristo, enviando a predicar a sus apóstoles, les mandó: Yendo al mundo entero…”. Fray Servando afirma que en tiempos del año 1 d.C. ya se sabía en Jerusalén de la existencia de América, y el paso era conocido antes de que se hundiera la Atlántida.

Explica que (Pág. 25, 26, 30): “Decir que no se conocía entonces la América es un despropósito, porque los Apóstoles  tenían ciencia infusa de cuanto importaba el desempeño de su misión. Fuera de que es falso que no se conociese la América en los primeros siglos del cristianismo… prueba con evidencia que, no obstante la sumersión de la Atlántida, que interrumpió la comunicación entre el antiguo y nuevo continente… nueve siglos, se tuvo en Europa claro conocimiento de la América…”. “En toda la América se hallaron monumentos y vestigios evidentes del cristianismo, según testimonio unánime de los misioneros…”. “Así la antigua predicación del Evangelio en América es tan cierta como gloriosa a americanos y españoles, pero no es igualmente indisputable quien fue el predicador, porque la quema que hizo el obispo Zumárraga de todos los archivos y bibliotecas de nuestros indios y que otros obispos  aun continuado, nos han dejado en esta incertidumbre…”.

Fray Servando afirma saber quiénes fueron los dos predicadores que llegaron a América: Santo Tomás y San Bartomé. (No Bartolomé, él dice Bartomé) Ya vimos que Fray Servando dice que Tomás se llama Tomé.

Dice (pág. 30 a 34):“El más antiguo no pudo ser otro que el apóstol Santo Tomás, como ellos piensan, y ésta es la opinión general de los autores. No solo porque en todas las Américas se conservó el nombre de Tomé, que no aprendieron de los españoles… en cuanto al segundo predicador que hubo en el Anáhuac… diría que había sido San Bartomé apóstol… y cuyo nombre encontramos acá en el célebre copil de Tula, que martirizo el rey Huémac y mando echar su cabeza en la laguna, donde se llamó Copilco, que quiere decir “donde está el hijo de Tomé”, y eso significa Bartomé…”. “Yo lo que advierto es que esto cuadra admirablemente con la historia del célebre Quetzalcóatl…el cual hacia ese tiempo desembarco en Panuco con siete discípulos, que después fueron venerados bajo el nombre de Chicomecoatl, o los siete Tomés…”. “Era blanco, rubio, ojos azules, pelo y barba largas y cara rayada de azul, como sus siete compañeros y como por ese tiempo lo tenían los irlandeses…  el país a donde se volvió y de donde había venido se llamaba Huehuetlapallan, que significa gran tierra colorada, y eso puede significar Irlanda; land, a lo menos, sé que es tierra…”. Fray Servando anota no ser el único que piensa en la venida del apóstol a América, dice (pág. 35): “los dos canónigos censores de mi sermón, los cuales convinieron conmigo en ser verdadera la predicación del Evangelio, en la América antes de la conquista de los españoles, y que es probable la del apóstol Santo Tomás.”

Para terminar de dar el marco de referencia con que Fray Servando juzgaba y juzgó la obra de Antonio Valeriano (casi 160 años después que éste vivió), se puede valorar este texto suyo (Pág. 38) de sus “Memorias”: “Este Señor de la Corona de espinas a quien pintaban también desnudo y con una cruz en la mano, formada con cinco globos de pluma, se llamaba por otro nombre Mexi, que pronunciado en mexicano como en hebreo, con la misma letra hebrea scin, significa lo mismo en ambas lenguas, esto es, ungido o Cristo. Por eso celebraban su fiesta todos los ungidos, y aun decían que tuvieron el nombre de mexicanos desde que su Dios les mando ungirse las caras con cierto ungüento. Es decir: que mexicanos significa lo mismo que cristianos, y a consecuencia México significa donde es adorado Cristo.

Fray Servando dio un sermón que le valió severas consecuencias, en el cual pretendía exponer diferentes ópticas del evento guadalupano, las cuales de ser ciertas modificarían la manera en que se cuenta el milagro del Tepeyac, y si no fueran ciertas, reforzarían los detalles que se narran en el milagro. En sus “Memorias”, esa dice haber sido su intención de expresar nuevos enfoques. Las consecuencias no le fueron gratas, y por ello con su nuevo texto se defiende.

Fray Servando, para subrayar la veracidad de su argumento, expone las faltas que él dice distinguir en la narración tradicional de las apariciones de la Virgen a Juan Diego. Incluso al grado de plantear que solo una de las dos versiones puede ser verdadera, la suya o la de Valeriano (Pág. 43) “Y así, una de dos: o lo que yo prediqué es verdad o la historia de Guadalupe es una comedia del indio Valeriano”. “Una comedia del indio Valeriano, forjada sobre la mitología azteca tocante a la Tonantzin, para que la ejecutaran en Santiago, donde era catedrático, los inditos colegiales que en su tiempo acostumbraban representar en su lengua, así en verso como en prosa, las farsas que llamamos autos sacramentales, muy en boga en el siglo XVI  en España y en América".  Es decir, para Fray Servando, el texto de Antonio Valeriano es texto arreglado por la creatividad  del autor para un fin didáctico, que pudiera ser representada teatralmente en la iglesia de Santiago Tlatelolco. “Y por eso hizo Valeriano a Santiago como lugar de la escena objeto de los viajes de Juan Diego, aunque natural y feligrés de Cuautitlán, y aunque quizá tampoco existía entonces la iglesia de Santiago. Es necesario optar entre los cuernos de este dilema, porque no hay medio.”

Para Fray Servando no hay puntos grises en este asunto. Blanco o negro. Su sermón es el que narra la verdad, o lo de Valeriano que tacha de comedia. Incluso pone en tela de juicio que ya hubiera siquiera una iglesia en Santiago Tlatelolco.

Respecto a ese importante detalle de si había o no dicho construcción, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dice en su página: https://www.tlatelolco.inah.gob.mx/index.php/recorridoss/iglesia que:

 “En enero de 1522, Hernán Cortés decidió la construcción de la ciudad de México y al mismo tiempo borrar toda huella que recordara la grandeza de los vencidos. Designó a Tlatelolco como señorío de indígenas bajo el mando de Cuauhtémoc y el nombre de Santiago. En 1527 se inauguró la primera iglesia en Tlatelolco, la cual fue construida con las piedras del Templo Mayor prehispánico. La iglesia se dedicó a Santiago, el santo patrono de las huestes de Cortés, y quedó al cuidado de los franciscanos”.

El INAH dice que hay iglesia ahí desde 1527. Las apariciones fueron en 1531, por lo tanto SI había un sitio religioso católico en Santiago. Fray Servando lo pone en duda. Ignoro que podría ganar Antonio Valeriano inventando una historia así, y todavía más difícil me es imaginar que gana el INAH contradiciendo a Teresa de Mier. Lo que si veo es a Fray Servando en oposición a Valeriano en unas cosas y al INAH en otras.

Y aunque Fray Servando no distingue entre iglesia y colegio como dos cosas diferentes y edificios distintos, afirma (Pág. 75): “El Colegio de Santiago lo fundó Zumárraga en 1534. En vano se dirá que habría ya antes iglesia o convento, al que se agregó. Es imposible que en la primitiva escasez de ministros se multiplicasen los conventos en México…”.

Fray Servando insiste (Pág. 72) sobre el texto de Valeriano, afirma que: “el manuscrito está lleno de anacronismos, falsedades, contradicciones, necedades y errores mitológicos. En una palabra: es un auto sacramental, farsa o comedia hecha por Don Valeriano a estilo de su tiempo para representar en Santiago, donde efectivamente se usaba representar en prosa mexicana y aun en verso, dice Boturini que tenía dos comedias de Nuestra Señora de Guadalupe. En la de Don Valeriano es fácil designar de donde tomó la trama…”. Dice (Pág. 79 a 85) que Valeriano supo de un suceso en donde la Virgen (más bien Tonantzin, deidad prehispánica) se apareció a un pastor en Azcapotzalco, y que de ahí se copió la trama, y de esa forma daba realce al suceso de su paisano azcapotzalquense.

Expone que el hilo de la trama de Valeriano “está tomado a mi ver de otra aparición que cuenta Torquemada hecha a orillas de la Laguna en un viernes del año 1575 a un indio de Azcapotzalco… a quien apareció la Virgen en forma de india, con manto azul, es decir, en figura de Tonantzin, perpetua aparecedora de los indios antes y después de la Conquista… dióle orden de ir (a ver) al guardián de Xochimilco… y decirle de su parte avisase a las gentes que se confesasen e hicieran penitencia, porque Dios estaba muy enojado… el guardián no hizo caso del indio, pero éste repitió sus viajes con la misma demanda, hasta que entrando el guardián en cuidado con su constancia, dijo en la iglesia lo que la Virgen mandaba, que por ventura… fue de algún provecho…”. “Es muy probable que Don Valeriano quiso aludir a la aparición del indio de su tierra, poniendo en su lugar a Juan Diego, en lugar de Xochimilco colocó a Santiago (Tlatelolco), lugar de la escena, donde era catedrático, y que estaba más cerca del Tepeyac… para que esa aparición equivaliese  a la del indio de Azcapotzalco, su tierra…”. “He aquí toda la trama: vamos a ver el nexo o nudo de la comedia. Esta se compone de la historia de Tzenteonantzin, con todos los errores mitológicos de los aztecas sobre el paraíso, y de la aparición de Dios a Moisés en la zarza del monte Oreb. Para entender el plan del indio Valeriano, que era latino y de mucho ingenio, es necesario acordarse de que después de la Conquista cayeron sobre los indios las diez plagas de Egipto…”.  “Se propuso pues, el indio Don Valeriano dar a entender que así como apareció al pastor Moisés el Dios de sus padres sobre el monte Oreb, compadecido de la aflicción y esclavitud de su pueblo… y lo envió a los afligidos prometiéndoles la libertad… acá también apareció al pastorcito Juan Diego en el monte del Tepeyac, la Madre del verdadero Dios… compadecida de sus miserias, prometiéndoles con Juan Diego la antigua ternura de Madre…”. “Para desenvolver este plan, empezó Valeriano por traer a Juan Diego de pasaje para Santiago por el lado occidental del cerrillo…”. “La Virgen llamó a Juan Diego de en medio del iris, como Dios a Moisés de en medio de la zarza…”. “Si las primeras palabras: Hijo mío, Juan Diego, a quien yo amo como a más pequeñito y delicado”… no las conservó Valeriano (ya le quita el Don) por ser quizás las únicas que el pastorcito enfermo refería haberle dicho la Virgen, están copiadas  a la letra de aquellas de Dios en la escritura… todas las que siguen están sacadas de las que dijo Dios a Moisés y éste le respondió en el monte Oreb…”. “Juan Diego vuelve a la Virgen, le refiere el poco caso que se ha hecho de su mensaje, sin duda por lo despreciado de su embajador, y le ruega envíe otro de más valía. Son idénticas las palabras que dice a aquellas con que se excusó Moisés, y las mismas casi las que Dios y la Virgen dicen a sus enviados para animarlos a repetir la diligencia, sino que Valeriano añade las palabras que Dios dijo a Abraham cuando le mandó ir a Canaan…”. “El obispo pidió a Juan Diego una señal de ser la Madre del verdadero Dios quien le enviaba, y la Virgen le da las flores, como allá Dios a Moisés  la vara que también floreció. Allá, como dije, lo dio por compañero a Aarón, aquí a Juan Bernardino, su tío, a quien dice su nombre y aquí dice que quiere ser llamada Santa María de Guadalupe. Es evidente la copia, y por consiguiente, la ficción”.

Parece fácil tomar una historia llena de detalles, luego elegir un par de cosas desechando lo que no sirve a propósitos específicos, y después, basándose únicamente en lo selecto, asegurar que todo lo que otra persona hizo, es copia y por tanto ficción. Y si la otra persona tiene siglo y medio de muerto, pues más fácil.

Servando de Mier hace comparaciones selectivas, pero entre las cosas que a propósito omite comparar, resalta que Dios no pidió a Moisés que le hiciera una iglesia en el Tepeyac, Dios no se apareció a Aarón ni se comunicó con Moisés a través de la Virgen. No se presentó con una tez similar a la de la raza de Moisés ni plasmó su imagen en la tilma o capa o cobertor de Moisés. Dios no pidió a Moisés le llevaran pruebas a un obispo recién electo, en fin, podría enlistar un largo listado de diferencias entre el tema de Moisés y el de Juan Diego, demostrando que el argumento de Fray Servando, primero seleccionó el trozo que convenía a su interés y luego solo juzga dicho tramo.

Me basta decir que es útil que Fray Servando, quien critica el texto de Don Antonio Valeriano, haya dejado por escrito su propia versión: él sostiene la versión de que Santo Tomás predicó en América, donde fue conocido como Quetzalcóatl, que la Atlántida permitió ese contacto o lo hizo el estrecho camino entre Asia y América, y que la pintura que contiene la imagen de Nuestra Señora que se exhibe en la Basílica está en realidad la capa de Santo Tomás, que siglos después, la Virgen le daría a Juan Diego en el Tepeyac.

Fray Servando argumentó varias veces no haber negado el milagro guadalupano, sino haberlo en tal caso engrandecido con los antecedentes que él le adjudicó en su sermón.

Dice Alfonso Junco en su libro “El increíble Fray Servando. Psicología y epistolario” (pág. 11) que el fraile: “Tenía 31 años de edad, cuando pronunció en la Colegiata, el 12 de diciembre de 1794, ante el Virrey, el Arzobispo y lo más granado de la metrópoli”. Como hubo desagrado por sus palabras: “el arzobispo Nuñez de Haro, hombre de merito y de altura, recogiendo el escándalo que suscitó en los oyentes y cumpliendo su deber –no por odio, ni envidia, ni torpeza- abrió causa al estrambótico predicador, de la cual salió privado del derecho de cátedra, pulpito y confesionario, y condenado a cumplir una reclusión de 10 años en el convento de las Caldas, de España”.

Dice Junco que (pág. 14), el 15 de julio de 1822, cuando Fray Servando ya era diputado por Nuevo León, en el Congreso constituyente, luego de lograda la Consumación de la Independencia mexicana por Don Agustín de Iturbide y su exitoso Ejército Trigarante, Fray Servando dijo: “Los mejicanos que en el año 1794 me llenaron de imprecaciones, creyendo que en un sermón había negado la tradición de Nuestra Señora de Guadalupe. Los engañaron: tal no me había pasado por la imaginación; expresamente protesto que predicaba para defenderla y realzarla”. Y aconseja (pag. 15): “Fray Servando es todo un caso psicológico. Muy en serio, resulta imposible. Risueñamente hay que tomarlo –y disfrutarlo- como era.”

 

TODOS SOMOS CRONISTAS

Por Don Nayarito Cantalicia  (Grupo Formiga)

De donde yo vengo, en tiempo de mis ancestros, la gente no sabía escribir en la gran mayoría de los casos, pero tenía muchas cosas que contar. Así que por medio de su ingenio, para conservar la temática de sus historias fundamentales, lo registraron en tejidos, aplanando estambre con miel o cera, o en elaboradas y multicolores piezas planas que antes se hacían con semillas y ahora con chaquira, distintivo del arte huichol. Pero esa ayuda del registro vino después. Lo primero era tener algo que contar. Y así ha sido por siglos. Después en algún momento surgió la manera de registrarlo en algo tangible, portátil, didáctico. Ni a quien se le ocurriera usar letras. Eso ya fue mucho después, se los aseguro. Es decir, la trama del asunto, el deseo de contarlo, y él quien lo relatara, son una combinación antiquísima. Los cronistas y la crónica son cosa vieja. La escritura es muy joven en comparación. ¿O seremos capaces de afirmar –demostrando- que antes de la escritura, no hubo jamás crónica ni cronistas?.

Ya ubicado en Azcapotzalco, mi paisano Don Jimeno, (“Jimenillo el bolerillo” para los amigos), lleva más de 30 años ejerciendo su oficio de bolero en el Jardín Hidalgo, en el corazón de Azcapotzalco. Entre el monumento a Miguel Hidalgo y la fachada de nuestra Catedral, ha lustrado el calzado de políticos, gente del espectáculo, estudiantes, mujeres embarazadas, clérigos, oficinistas, cantantes, y hasta distinguidos autores de cuando hay feria internacional del libro en dicho Jardín.

La de gente que ha conocido, y sucesos que ha atestiguado: desfiles, bodas, misas de cuerpo presente, cierre de la avenida por vendimia decembrina, excavaciones que momentáneamente dejan ver ruinas prehispánicas bajo el suelo de la Avenida Azcapotzalco. ¡Uy!, la de cosas que nos ha contado cuando hemos ido de compras al centro de la alcaldía y pasamos con él. Claro que como todo buen bolero, tiene su periódico para el cliente, pero ningún diario supera las anécdotas y acontecimientos que nos ha relatado Jimenillo.

 

¿A POCO PORQUE NO LOS HA ESCRITO, NO ES CRONISTA?

¿A poco el cuñado de Jimenillo, que es campanero de la iglesia del barrio cercano, que tantas fiestas patronales ha visto y ayudado a organizar, por más que nos cuenta sobre las celebraciones religiosas y los obstáculos que cada año vencen para que todo salga bien, no es cronista porque no lo he tecleado en Word ni en Whatsapp a nadie? Si no hay quien lo detenga, solo habla de sus fiestas, y de que si vino el Obispo a dar la bendición, que si este año la portada de flores no la trajeron de Xochimilco porque Don Evaristo se enfermó, y ahora la trajo su ex yerno desde Lerma, y de pilón les regaló hartos cohetes, y entonces que los García querían que a su hija la quinceañera le hicieran su misa y mejor esos cohetes fueran para la niña en vez de para el santo de su parroquia, y a cambio ellos ponían la bebida. Y entre que son peras o manzanas, ya se apalabraron para la mayordomía del año próximo y que hasta ofrecen traer al Niñopa de visita, ahora que se recupere Don Evaristo. En fin. No para de relatar, y creo que jamás lo va a escribir. ¿Y por ello no le alcanza para cronista?, ¿Sus vivencias de décadas de campanero no valen como crónica?

No hombre. Eso sería un error. Evitemos caer en soberbia discriminación de oficios: Para ser cronista no es condición escribirlo.

Les aseguro que en muchos casos, el que escribe o publica, lo supo porque alguien se lo contó o le facilitó el documento que explica la trama. Y está bien. Es muy válido. La fuente es otra, y uno a veces por ganas de compartir o difundir, le dedica tiempo y lo escribe. ¿Quién es el cronista, quien lo contó o quien lo difundió? Yo creo que ambos, pues los dos están al servicio de la crónica. Y esa es mi burda definición subjetiva e individual:

Cronista es “el que está al servicio de la crónica, aun sin darse cuenta”.

Mi buen amigo Jimenillo NO escribe, pero cuenta, narra, difunde, comparte, transmite, informa, recuerda, memoriza, relata. Nos ha hablado de las veces que han estado asaltando atrás del kiosco mientras en el templete de enfrente hay danza, música o charlas ante público nutrido. Del día que vinieron unos honorables combatientes mexicanos del escuadrón 201 a ver si se organizaba una muestra fotográfica en la Casa de la cultura, y se fueron con la cabeza triste sin pena ni gloria ante la indiferencia oficial de aquel periodo. Del atleta que ganó su medalla en uno de los maratones locales, y en cuanto se bajo del podio, se metió a la entonces Parroquia, a dejarle su premio a la Virgen del Rosario. Y así, infinidad de historias, que las cuenta en el tiempo exacto que tarda en darle su boleada a un par de zapatos. Con él, la boleada incluye la crónica.

En la valiosa revista “La hormiga en línea”, en donde varios hemos aprovechado para relatar acerca de Azcapotzalco, el escrito sirve para difundir a un público actual y futuro sin tener que reunirnos en el mismo tiempo y sitio. Pero eso es solo aprovechar avances tecnológicos. El contenido del relato y quien lo dice, ya existen. Un texto es solo UNA forma de divulgar el relato. También podría llamarles por teléfono y contarles de que trata el artículo, y el objetivo se alcanzaría igual. ¿o no?

 

CRISTINA PACHECO, SU PARQUE Y SU EJEMPLO

Hago un breve paréntesis para traer a cuento el nombre de Doña Cristina Pacheco, de quien en agosto de 2017, se le puso nombre a un Parque de bolsillo, justo a un lado del “Centro Cultural Casa de la palabra José Emilio Pacheco”. (Hermosa manera de que tan interesantes personas –y pareja sentimental- hayan quedado unidos en espacios de desarrollo y expresión).

Me gusta mucho el ejemplo profesional de Doña Cristina Pacheco que con micrófono y camarógrafo, ha ido a la calle, justamente a entrevistar a gente como mi amigo Jimenillo, gente de oficios esforzados en pleno trajín urbano, a ver que le pueden relatar para que en sabrosas confidencias colectivas, le ayuden a darle contenido a su programa. Ella se presenta como periodista y narradora, conductora de un programa. Deja a su interesante entrevistado, por ejemplo el bolero o el tendero, ser el cronista. Él, por haber sido testigo de un acontecimiento, o escuchado de sus mayores una historia, o visto en fotografías difundidas, o  incluso conocido al autor de algún suceso, o porque se refiere a su oficio o ubicación, le da sustento a su mensaje, y con voluntad lo cuenta. Al final del programa, donde uno relató, otra lo condujo, y nosotros lo atendimos, el proceso comunicativo de la crónica cumplió su objetivo, y nadie tuvo que usar letras para nada.

Esto es lo que sucede en la realidad, y en cualquier sitio en donde haya quien quiera contar el acontecimiento que recuerda, planea, o está viviendo. ¿O es que aunque un temblor lo sentimos todos, nomás los que lo escriban pueden dar crónica de ello? Como dicen los chavos, ¿es neta?

 

FOGATAS Y JUGLARES

La crónica ya era vieja antes de que nacieran los símbolos acuñados en arcilla. La crónica se escuchaba ante paisajes, ante fogatas, mucho antes que registrarlas en máquina de escribir o computadora. Los cronistas podían llevar penacho o collar de cuentas, o tener aun las armas ensangrentadas mientras contaban una vez más como habían cazado a tal animal, o como la fiera había tragado el brazo del compañero en el intento.

La oralidad y las señas con las manos son más antiguas que la escritura y la imprenta juntas.

La crónica se cantaba caray, los juglares eran un “archivo”, no meto las manos al fuego por su objetividad, pero el oficio era difundir la crónica y era exclusivamente oral, musical y algo de danza. Lo digo porque hay quien opina que quien no publica por escrito, no es cronista. Tienen todo el derecho a estar perfectamente equivocados. Don “Chava” Flores cantó numerosas veces sobre los detalles del trajín social y urbano de su época, retratando en crónicas musicalizadas sus observaciones. Y en Azcapotzalco tenemos además, el orgullo de que fue vecino un tiempo. Los juglares de todas las épocas se han valido de la oralidad, compartiendo crónicas de sitio en sitio.

 

REVISTA DE LA CRONICA “LA HORMIGA EN LINEA”

Actualmente hay muchos esfuerzos en el internet que reúnen crónicas. Reconozco que muchos abarcan extensiones territoriales inmensas, por ejemplo un continente. Otras solo se enfocan en una nación, un personaje, o una institución. Pero hasta ahora no he visto una página de internet mexicana con más artículos que “La hormiga en línea”, de temática exclusivamente municipal y no gubernamental.

Por ejemplo, visité la página que se comentó en esta revista el mes pasado “tlahtoque.blogspot.com”. Importante material sobre Azcapotzalco, con contenido sobresaliente sobre nuestra alcaldía. Tiene 30 artículos y el último se publicó en 2017. Hay que aprovecharlo.

Precisamente por ello resulte brillante y vanguardista, el esfuerzo de la revista electrónica “La hormiga en línea”, que desde hace 25 meses, (febrero 2019 a febrero 2021) ha reunido 153 artículos de crónica, de 19 autores diferentes. Lo ha hecho mensualmente de forma ininterrumpida, a pesar de la pandemia, y se hace sin fin de lucro. Todo el esfuerzo es gratis, sin apoyo de ningún gobierno. En esta liga se puede acceder al Índice de dicha revista:

http://tlalpujahua1.blogspot.com/

Mientras no se demuestre lo contrario, afirmo que “La hormiga en línea” es única en su tipo (crónica gratuita y digital de publicación ininterrumpida y mensual, que versa sobre un territorio específico mexicano, con más de 150 artículos de crónica), entre todos los municipios y alcaldías del país. Es el documento sobre Azcapotzalco más amplio que además, sigue creciendo mes a mes. Incluso el Archivo histórico de Azcapotzalco que lamentablemente estuvo cerrado y luego ha operado con horario restringido por motivos de salud, fue rebasado por esta revista, ya que al estar en la red mundial, opera las 24 horas, y me dicen que en cantidad de usuarios, hay artículos que llevan, en dos años, más de 400 consultas.

Los autores que hasta ahora han publicado sus crónicas en dicha revista son 19. En orden alfabético:

Acosta Edith

Aldasoro Ruiz Beatriz

Aquino Gustavo

Borboa Gómez Martin

Cano Ayala María de Lourdes

Cantalicia Nayarito

Carbajal Cortés José

Carrasco Aquino Roque Juan

Garibay Patricio

Garrido Paulina

Gaviño Quero Manuel

Luna Mendoza Joel

Martínez Legorreta Teresa

Mondrágon Nieto Jorge

Peña Fernández Marcelino

Reséndiz Pizarro Ana Marisol

Sevilla Tapia Antonio

Solórzano Carvajal María Elena

Urdapilleta Arredondo Antonio

Me gustan mucho las palabras de la cronista (y compiladora del libro “Memoria e historia de Santa Apolonia Tezcolco”) Ana Marisol Reséndiz Pizarro (1) en su último artículo: “la crónica revalora el sentido de lo humano, el valor de la anécdota, así como la reconstrucción de una historia colectiva, justa, ética, equitativa y libertaria. Una crónica que tenga vida propia y que haga vibrar y reflexionar a propios y extraños”.

No olvidaré la entrevista que ella le hizo a los dueños de una funeraria de su barrio, acerca de las cosas que ocurren en torno a dicho negocio. Unos lo contaron verbalmente (una forma de transmitir crónicas), ella lo recopiló y lo difundió (retransmisión de la crónica), yo lo leí y me impactó: ¡Misión cumplida!

Cosas así de claras, las he aprendido en esta revista “La hormiga en línea”, en donde hay información útil, entretenida, sabrosa, interesante, por lo que estoy profundamente agradecido con el editor y autor del proyecto, Patricio Garibay, quien además de compartir la revista gratuitamente, ha dejado las puertas abiertas desde hace más de dos años, para que aquí divulgue quien lo deseé. Y puedo dar fe de que es así, pues dicho emprendedor cultural no me conoce en persona, solo a través de mis textos y nuestros correos, desde hace apenas un año.

En esta revista he disfrutado mucho todos los artículos, pero particularmente los de dos autores, Joel Luna y Gustavo Aquino. Sus colaboraciones me han resultado muy entretenidas e informativas. El Señor Luna nos ha compartido platillos voladores, así como también box, lucha y cómicos en un mercado. Ha platicado acerca de expresiones musicales en la alcaldía. Genial. El Señor Aquino, ha sido uno de los más abiertos de corazón al mostrar la intimidad en sus crónicas, llenas de emociones, a veces desoladoras, otras divertidas, que más que informar, conmueven, hacen sentir. Sus textos no hacen tanto reconocer el paisaje urbano de Azcapotzalco, sino reconocer sentimientos EN sus calles, parques, avenidas. Eso si ya es alcanzar lo sublime con la crónica, en mi opinión. Ojalá ambos publicaran más seguido.

Como el mes pasado algunas colaboraciones trataron el tema de la crónica, quise aprovechar para agradecer el esfuerzo de nuestro productor editor organizador y cronista Patricio Garibay, y mencionar que si se quiere hacer una lista de cronistas, hay que calcular que somos más de cien millones de mexicanos que algo tendremos que decir de nuestro suelo e historia común. Y si de poeta y loco todos tenemos un poco, sumémosle que de cronista, también. Por no hablar de los millones de turistas que han pasado por Azcapotzalco, y también tendrían bastante que compartir de su auténtica experiencia, es decir, su propia crónica.

En noviembre de 2010, en un portal sobre crónicas, arraigado en Nuevo León, “sabinashidalgo.net”, Antonio Guerrero Aguilar (2) publicó un concepto muy claro: “Quien puede ser cronista y para qué sirve la Crónica”.

Y dice que: “Para Edgar Tavares López, coordinador del programa Historia Oral de Barrios y Pueblos del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México en el año 2000, todos podemos relatar nuestras vivencias y hablar de los sitios que conocemos y de lo que atestiguamos en su transformación a través de los tiempos. En sí todos podemos ser cronistas…

Muchas de las veces, el que se ocupa de la Crónica, trabaja en forma espontánea y por gusto. Puede ser el profesor, el cura, el notario o el médico del pueblo, lo mismo que el peluquero, el barrendero o la señora de la tienda de la esquina”.

Y aunque tenga yo mi propia definición de cronista, la recién mencionada es la que más me gusta.

 

UN HECHO VERIDICO, DE HACE POCO

Una mamá le pregunta a su hijo de casi 4 años que sale de la guardería: “¿Y cómo te fue hoy tesoro?”

Y el tesoro, oliendo a talco y caramelo, (ni soñar que sabe escribir), la hace de cronista y responde…

 

FUENTES CITADAS:

(1) http://lahormigaenlinea.blogspot.com/2021/02/por-que-es-impotantela-cronica-por-ana.html

(2) https://www.sabinashidalgo.net/libros/sabia-virtud-de-conocer-la-cronica/6792-quien-puede-ser-cronista-y-para-que-sirve-la-cronica-sp-1971396673

 

 AZCAPOSTALES  1

EL KIOSCO

Por Diana N. Colín (Grupo Formiga)

Junto al edificio de la Alcaldía, a un lado de su explanada, y frente al Cinema Azcapotzalco, hay un kiosco. Su verde herrería tiene un bello y elaborado  conjunto de círculos que, a mi parecer, contienen la letra “A” de Azcapotzalco. Al alejarse del kiosco se pierde ese detalle, pero de cerca lo distinguimos. Nuestra demarcación tiene muchos detalles fotogénicos que solo esperan ser vistos.

En esta nueva sección “Azcapostales”, deseo compartirlos con ustedes.


 

ZAPATOS ROTOS

Por Maria Elena Solórzano
Escuela Vicente Arcaraz


Mi Mamá nos manda a la escuela a mi hermana y a mí, yo no quiero ir porque mis zapatos están rotos. Asistíamos a la escuela Vicente Arcaraz. Llegamos a la puerta, mi hermana entra, yo me regreso para entrar al atrio de la Parroquia de los Apóstoles Felipe y Santiago, sigilosamente me acomodo en una de las bancas de la Capilla del Señor de la Vida, cuentan los fieles que es muy milagroso, tiene prendidos muchos corazones, ojos, brazos y piernas de metal. Me arrodillo, me persigno: “Ayúdame, necesito $20.00 para comprar unos zapatos, me da mucha vergüenza traer unos zapatos rotos, yo sé que Tú me ayudarás, si no me lo concedes no creeré en ti, no existes. Buscando el dinero llegué a la puerta de mi casa y nada ni un triste quinto.

Al otro día había fiesta, regresábamos de misa, mis hermanos y mi mamá nos sentamos en una banca a mirar pasar la gente, se acercó una señora de ojos verdes, se veía muy humilde y me dice “¿Niño, quién viene contigo?” Mi mamá contesta: “El niño viene conmigo” entonces la señora de los ojos verdes le dice: “Aquí le manda el señor $100.00”. Con la sorpresa se nos olvidó preguntar ¿Qué señor los envía?, buscamos a la mujer, se perdió, ni su sombra. Entramos a la Parroquia y todos de rodillas dimos gracias a Dios.

Fuimos a comprar zapatos para todos y un costal con galletas de animalitos, nos duraron mucho, no queríamos que se terminaran, ya no venden esas galletas que de niños comimos tantas veces. Decían que eran de las más corrientes, pero a nosotros nos sabían a gloria.

martes, 16 de marzo de 2021

 

 LA CALLE DE GANTE Y CLAVERIA

Por Gustavo Aquino

Gante y Clavería, ¿porqué los relacionó automáticamente? Por un pequeño local usado como cafetería parecido a uno de Clavería. La primera vez que estuvo en Azcapotzalco desayunó ahí.

Mecánicamente relacionó los dos lugares, como la mirada de la hoja de un árbol que despunta la noche. Se acomodó la mochila al hombro, se tenía que quedar en el albergue, aún alcanzaría esa cena caliente que sirven en la época de invierno. Llegó al Eje Central y caminó hacia Garibaldi.

La calle de Gante, una de las calles más hermosas del Centro Histórico de la Ciudad de México, siempre está lleno de gente. Jóvenes que llegan al primer encuentro amoroso, ancianos sentados en las jardineras esperando lo que podría su última primavera. Bares y cafés donde añoran turistas su lejana tierra. Vagabundos de todas partes del mundo que cargan un timón al que dan vuelta con una leve brisa, ignorando aquel faro tan parecido a un astro en el cual habitan Alicias, Raqueles, Circes, Rómulos y Remos.

Él camina sin rumbo. Un microbús deja caer a un pasajero, una linda mesera que sirve un café. Buscaba entre aquellos locales “El Lobo Estepario” una famosa cantina entre algunos poetas, periodistas, y estudiantes de literatura. El local aún permanecía, pero no esa cantina, sin embargo, se veía remodelado, cortinas nuevas, fachada recién pintada, y un letrero anunciaba próxima inauguración. El albergue también está cerrado, no queda de otra, más que regresar.

Volver al Callejón de Victoria donde las madres salen enojadas por un novio desconocido, greñudo, correr sobre Democracias, no hay rescate, peor cuando los perros te corretean, esquivar al paletero, un puesto de frutas, al vendedor de tacos, el amigo que te saluda y tu corriendo, hasta que aparece la avenida Tezozomoc  y  subes al bendito pesero, jadeando.  Regresas a la realidad cuando el conductor te pide que pagues. No queda más que descender por la falta de presupuesto. Pero al fin ya estás en el Centro Histórico de Azcapotzalco.

 EL ESPANTAJO DEL PANTEÓN 

SAN ISIDRO 

Capítulo  IV 



Por Patricio Garibay

Con gravedad don Nicanor comenzó a narrar:

-Su historia es tan  extraña como triste. Él se llamaba o mejor dicho se llama don Guillermino Elizondo, hombre enamorado del amor y de su amada. Digo esto porque desde muy joven  le dio por leer toda la poesía romántica que caía en sus manos, conocía de memoria todos los versos de Garsilaso, de Francisco Becker, de  Manuel Acuña, de Amado Nervo y se sabía todas las canciones de Agustín Lara. Vino de Tamaulipas a trabajar a la aun joven refinería de Azcapotzalco allá por inicios de los años 50s,

Era técnico, ingeniero o algo así, era soltero y vivía en un cuarto rentado cerca de la planta petrolera. Por aquellos tiempos era muy común ver a muchas mujeres qué se acercaban a la refinería con enormes canastas llenas de comida y que en las entradas de la refinería les vendían a los trabajadores de los diversos turnos almuerzos, comidas y cenas. Una mañana el joven Guillermino salió a comer como era de costumbre y vio que en el puesto donde comúnmente compraba tortas de jamón o chorizo se encontraba ayudando a la vendedora una hermosa muchacha de 17 años, morena como la canela, y con un cabello tan negro como el mismo petróleo, y fue  en ese momento en  que la  vio, cuando todos sus sueños románticos de aquel hombre fueron encarnados en esa chica de nombre María del Carmen, quien resultó ser hija de la tortera. Durante varias semanas la amó en silencio, todos los días de lunes a sábado en punto de las 3 de la tarde salía de la refinería para reunirse con su amada, así mientras el degustaba los tacos o las tortas que la madre despachada, observaba a hurtadillas a la muchacha qué ayudaba a cobrar el dinero de la venta y  que destapaba los refrescos. La madre tenía cara de pocos amigos lo que hacía aumentar en él su timidez,  un día se le ocurrió a Guillermino escribirle poemas en papelitos y dárselos a María del Carmen al momento de pagar la cuenta, la primera vez por poco queda al descubierto aquel amor epistolar pues la joven con ingenuidad en cuanto recibió el papelillo comenzó a desdoblarlo y poco faltó para que la señora se diera cuenta de no haber sido por una seña del enamorado para que María  mantuviese discreción.

Con el paso de los días los poemas fueron haciendo estragos en la resistencia de la joven pues por las tardes cuando concluían sus labores domésticas  se encerraba en su cuarto y leía uno a uno aquellos versos que pegaba en un cuadernillo ya gordo de tanto almacenar acrósticos, rimas, nocturnos y sonetos.

Una tarde María no pudo más y les dijo a su padre y a su madre que el sábado iría a verlos aquel hombre alto y güero de la refinería para pedir su mano. El papá no supo qué decir pero la señora dijo rotundamente que no, que aquel  hombre no era adecuado para ella, que porque estaba muy viejo,  que porque estaba muy feo, que porque estaba muy flaco, que porque estaba muy güero y los güeros olían muy feo. El papá aceptó con mansedumbre lo que decía la mamá ya que odiaba discutir con ella pues la señora era más terca que una mula. Entonces empezó un estira y afloja entre la pareja de enamorados contra la resistencia de la madre, ambos jóvenes lloraban en sus respectivas camas pensando en todas esas cosas que piensan los enamorados cuando no pueden estar  juntos. Finalmente la madre al ver que su hija enfermaba por no comer y llorar todo el tiempo aceptó que fueran novios pero con una serie de reglas sumamente estrictas. Así pasó un año y medio, al principio fueron felices y se conformaron, pero los amantes nunca se conforman y siempre quieren más y más, deseaban ahora casarse y estar juntos sin separarse jamás. La madre de nombre Esther Lina que al principio tuvo la esperanza de que el noviazgo durara  solo unos cuantos meses y el güero se aburriera, vio que ocurría todo lo contrario, cada día los novios se amaban con mayor intensidad que al principio, por lo que doña Ester decidió finalmente aceptar que se casasen, aunque poniendo nuevamente una serie de condiciones. Primero que todo Guillermino debería comprar muy cerca de ahí enterramiento y construir una casa digna de su hija María y además comprarse un auto para llevarlas a pasear los fines de semana, el vestido de novia debería ser de seda y tul y la luna de miel debería ser en Acapulco, viaje al cual los acompañaría desde  luego  la madre   de la recién casada.

Guillermino dijo que sí a todo y  aunque no ganaba tan mal en Pemex calculó que tardaría unos 4 años en reunir el dinero suficiente, pero cómo lo leyó en algún poema aquello de ” yo te digo que sí  recorrí mil caminos esperaré por siglos para estar contigo”  trabajó arduamente y poco a poco logró hacerse de un terrenito el cual hipotecó para pagar la construcción de la casa, después  compró el coche de medio uso a plazos, y justo un par de meses de darle la sorpresa a su novia diciéndole que ya había reunido todo lo solicitado por la mamá, vino la devaluación del gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines y el dólar pasó de $8.50 a $12.50 por dólar, lo que hizo  subir los intereses hipotecarios también, perdió el coche y por poco pierde la casa, finalmente con mucho apuro logró recuperarse y comprar otro automóvil aunque más viejo que el anterior,  y lo que le hubiera tomado cuatro años le tomó seis  y casi 8 años el casarse después de haberse visto por primera vez, pero la pasión de los enamorados no fue menguada por el tiempo y seguían amándose como el primer día en que se conocieron, y al fin  unieron sus vidas en santo matrimonio en el año de 1962  en la hoy catedral de los Santos Apóstoles de Azcapotzalco, la que tiene la hormiguita pintada en la torre. La pareja o mejor dicho Guillermino y su nueva familia política se fue de luna de miel a Acapulco como estaba estimulado  para después entrar en su nueva casa y cumplir al fin sus sueños románticos. De esa manera la pareja del güero y la morena se volvió inseparable en ocasiones ella iba a encontrarlo a la salida de la refinería para estar más tiempo juntos, iban de compras  juntos, ella  lo acompañaba a la peluquería, al taller mecánico cuando había de repararse el auto.  Pero lo peor fue qué Guillermino comenzó a faltar al trabajo, le costaba demasiado separarse de su negrita como él le decía. Entonces sus jefes comenzaron a  levantarle reportes por ausencia laboral, pero el poderoso sindicato petrolero lo protegió siempre. Un amor tan intenso siempre viene acompañado de celos intensos y esos celos eran en parte a lo que hacía qué el güero quisiera estar todo el tiempo al lado de su esposa, y ella sentía lo mismo,  incluso ambos llegaron a decir  qué cuándo se alejaban uno del otro sentían que les faltaba la respiración. Y es que con perdón de mi señora presente la esposa de Nicolás estaba bien buena!  Lo sé porque esa noche en que me contó todo esto  me enseñó una foto de ella en traje de baño tomada durante su luna de miel en  Acapulco, haga de cuenta señor Garcés que era igualita a la Ana Berta Lepe pero con cabello chino y esponjado.

Doña Matilde interrumpió a su descriptivo marido:

- Nicanor ya no te salgas del tema y termina ya de contarle al señor que no he tiene toda la noche.

-Ya voy mujer ya voy.

-¡Pues apúrale hombre! que haces muy largo el cuento, deberías de escribir novelas.

- ¿ En que estaba?

-Me estaba diciendo usted que aquel hombre era muy celoso. 

-¡Ah sí! Muy muy celoso,  y por y por parte de ella era lo mismo, ella lo consideraba el empleado más guapo  de toda la refinería, y a pesar de los celos que su gran amor despertaba en ellos jamás hubo un solo pleito entre los dos en diez años de matrimonio, él vivía para recitarle todo el repertorio de la lírica romántica y ella suspiraba y se desvivía por él atendiéndole en todo y cumpliéndole todos sus antojos, tanto así que el día del cumpleaños de Guillermino su mujer se dirigió al mercado de “La Viga” a comprarle no sé qué pescado o marisco que era el preferido de su marido y cuando volvía a casa el chofer del camión quiso ganarle el paso al tren y la hermosa joven murió junto con el atrabancado conductor y otros ocho pasajeros de manera casi instantánea.

El golpe para Guillermino fue devastador, no podía creer que fuera cierto tan horripilante hecho, mientras trasladaron el cuerpo a la funeraria el pobre hombre era como un zombi, no se quería apartar de la muertita ni un minuto  y no lo hizo hasta que fue sepultada en el recién inaugurado panteón San Isidro. Mientras el cadáver descendía en la fosa el recién viudo recitó de memoria los poemas que a ella más le gustaban, y un trío cantó canciones del “flaco de oro”  durante varias horas hasta que los sacaron del panteón porque ya era hora de cerrar.

Hasta ahí todo puede ser relativamente normal, pero al día siguiente se presentó nuevamente el viudo en el cementerio y a recitarle nuevamente poemas frente a la tumba y mientras los albañiles construían el sepulcro Guillermino recitó completito el libro de “La Amada Inmovile” de Amado Nervo, los días  siguientes, sucedió lo mismo, al principio lo acompañaron sus amigos, pero con el paso de los días las visitas las hacía él solo. El sindicato le había dado permiso de faltar 15 días pero después le exigieron que se presentará a trabajar y él lo hizo de muy mala gana, pero saliendo del trabajo se dirigía derechito al panteón a recitarle poemas a su amada. En muchas ocasiones se negó a abandonar el panteón a la hora del cierre y se tuvo que recurrir a la fuerza para ponerlo en la calle. El único tema de conversación de Guillermino era el recuerdo de su difunta, por ello fue perdiendo amistades, él decía que los que se decían sus amigos eran una punta de mediocres y banales sujetos incapaces de comprender su infinito dolor,  y ya únicamente hablaba lo necesario en el trabajo y con su suegra, qué al fin le había tomado cariño al ver el gran amor de aquel hombre por su finada hija. Yo pienso que si al menos hubieran tenido un hijo él pobre güero no  hubiera perdido la cordura. Una noche Guillermino no llegó a dormir a casa, doña Ester, su marido y sus hijos que  se habían ido a vivir a la casa del viudo para según ellos cuidarlo  se alarmaron, y fueron al panteón a preguntar por él, ya en el cementerio le pidieron a los vigilantes que los dejaran entrar a  buscar a su pariente político, pero les negaron el acceso, dijeron que ellos echarían un ojo,  que volvieran por noticias al  día siguiente. Cuando regresaron por la mañana, los guardias del panteón les informaron que no habían encontrado  rastro alguno del güero Guillermino, entonces fueron a buscarlo a delaciones de policía, hospitales, y anfiteatros pero sin dar con aquel desesperado viudo. Ya no se supo  nada más de él.

 Diez años después entre a trabajar en el panteón y todavía pasaron otros 10 años para que lo viera por primera vez deambular entre las tumbas y la noche. No le voy a decir mentiras, y si, las primeras veces me dio miedo pero después fui atando Cabos y tuve la corazonada de que se trataba del mismo  sujeto del que nos habían contado 20 años atrás uno de aquellos vigilantes que a petición de la familia lo buscaron esa noche. Hasta que al fin e presentó ante mi enfermo y moribundo aquella noche de luna en el que el mismo me lo confirmo y me contó su bizarra y triste vida mientras le convidaba un poco de café de junto con un paquete de donas. Aquel esquelético hombre a la luz escasa de la lamparilla del escritorio después angustiosamente  me hizo jurarle que no le contara nada a nadie, yo le juré para que se tranquilizara pero le dije que lo mejor sería hablar con las autoridades para que le permitiese quedarse en un cuartito a modo de empleado sin sueldo. Él dijo asustado que no, que lo correrían del panteón y que no podía vivir alejado ni u segundo de su adorada, pues cada vez que lo hacía la desesperación se apoderaba de él, que antes de esa tortura prefería mil veces la muerte, y enseguida se comenzó a sentir mal, me pidió un poco de agua, y fui a toda prisa buscarla, al volver con el vaso en la mano, el güero Guillermino más conocido como el espantajo del panteón San Isidro se había ido. Todo aquello era tan extraño, incluso muchas veces dudé si no lo había soñado en realidad o si en verdad se trató de un aparecido. Lo cierto es que no lo volví a ver hasta un año después caminar a lo lejos bajo la luna, y luego pasaron otros dos años para volverlo a ver frente a alguna sepulcro recitándole versos y rimas a las tumbas sordas, y cuando digo tumbas me refiero que nunca es la misma tumba, no sé si porque ya se le olvidó Cuál es la de su esposa o porque quiere consolar con sus poemas a otros muertos, imagínese son más de 80,000 tumbas en 311000 metros cuadrados,  es el tercer panteón más grande de la Ciudad de México. Yo creo que este amigo se volvió loco por leer tantos poemas así como este cuate ¿Cómo se llama? El  don Quijote, que se volvió loco por leer tantos libros de caballería. ¿No cree usted señor Garcés?

Di el último trago a mi taza de café, me puse de pie y le dije.

-Probablemente, probablemente, no superó la muerte de su esposa.

-¡Uy! Pues imagínese usted, yo soy divorciado y viudo, y  con todo respeto ya hasta le dije a mi señora, Qué si ella estira la pata ella o yo me petateo primero, pues que nos casemos aunque sea con otros viejitos. ¿Verdad mi vida?

-No digas tonterías, bonita me iba a ver de novia a mis años.

Respondió frunciendo el ceño la mujer y después alarmada me preguntó.

-Entonces usted cree que aún este vivo ese hombre señor Garcés?

-Eso parece seño, eso parece.

Les dije sin ocultar mi asombro.

-¡Pero debe de tener  más de 90 años!. ¿Cómo ha podido sobrevivir en esas condiciones? ¿Qué come? ¿De qué se alimenta?

-Esas son muy buenas preguntas, muchas gracias por el café y por la plática.

Dije eso mientras me acercaba a la salida y el jubilado se adelantó para abrirme la puerta  y se me quedó viendo un instante antes de preguntarme.

-¿Levantará un acta? ¿Lo buscarán para échalo a la calle?

-¿El güero Guillermino en la calle? ¿Para qué? ya hay muchos locos afuera, dejémoslo ahí dentro. Buenas noches. 

FIN