AMALIA ELORDUY.
LA CRONICA Y LA FERIA
El presente texto
no tiene origen ni formato de entrevista, pues al asistir el 14 de noviembre al
domicilio de la Maestra Amalia Elorduy, no era con intención de entrevistarla.
Era el saludarla, recibir de ella un material bibliográfico que pronto
compartiremos con los lectores de “La hormiga en línea”, y desearle que todo
vaya bien con una futura operación que deben hacerle para mejorar la salud de
una pierna.
La hospitalidad
de la Maestra es enorme, quien apoyada por su asistente Lety, con entusiasmo,
interesante charla, y frescura, lo recibe a uno con calidez y sincero gusto.
Recibí de sus
manos una copia de un interesante material, y sobre de él charlamos un rato,
pero de ahí, pasamos a conversar sobre la revista electrónica de “La hormiga en
línea”, y parte de sus comentarios fueron en el siguiente sentido.
No puedo repetir
palabra por palabra, pues no estaba ni grabando ni tomando notas, pues era solo
una visita social, pero haciendo un resumen de sus palabras, la idea central
era:
UNO DE LOS ASPECTOS IMPORTANTES DE LA CRONICA
ESCRITA
“Ustedes en la
revista están haciendo algo por la crónica que ayuda mucho, pues lo que
recuperan en entrevistas, narran de sus experiencias, de sus visitas, de lo que
atestiguan, de lo que va pasando, al escribirlo y publicarlo, lo convierten en documento”.
“Ese documento, luego sirve a quienes
hacen investigaciones formales, que deben basarse en datos comprobables, en
testimonios publicados, en voces registradas por escrito, para hacer tal o cual
afirmación, sostener alguna tesis, plantear algo de manera formal”.
Repasó como es
que a los frailes o soldados de la época de la conquista, les fueron referidas
muchas cosas de manera verbal por parte de los ancianos o informantes, y esos
españoles luego se dieron a la tarea de escribirlo, dando lugar a documentos,
los cuales son desde entonces base para nuevas investigaciones,
argumentaciones, etc.
Y ese proceso no
deja de ocurrir. Lo que el cronista reúne, atestigua, reflexiona y luego escribe,
se convierte en un documento, y ese documento, da sustento o acompaña a nuevas
investigaciones, que incluso en un terreno antropológico, de carácter
científico, puede participar en la bibliografía de soporte. Los testimonios de
un poblado, al quedar registrados en texto,
son documentos, y estos pueden ser después, parte de la bibliografía de un
trabajo más profundo, de carácter científico, con medición, análisis y
contraste, que aunque sirvan o no para la demostración que buscaba esa tesis o
investigación, son materiales que contienen información que avala o se
contrapone a lo que se pretende ensalzar.
Con estas
reflexiones (que no con esas palabras, pero esas son las que he elegido yo para
repetir la idea que ella transmitía) daba su opinión acerca de uno de los
papeles que juega la crónica escrita, y del valor que puede llegar a tener para
los demás, y con ello, dar palabras de aliento al esfuerzo que en “La hormiga
en línea” se hace desde casi cuatro años ininterrumpidamente, y por ello, nos
quiso facilitar material de estudio impreso. Gracias Maestra, a nombre de todos
los que escribimos en esta revista, por dar a nuestro trabajo un valor de
utilidad y de interés para esta generación y las futuras.
LA FERIA EN EL CENTRO DE AZCAPOTZALCO
La Maestra Amalia
Elorduy, luego de exponer uno de los aspectos de importancia de la crónica
escrita, pasó a dar un ejemplo: sus experiencias de niña en la feria, de lo
cual no existe un libro en librerías o bibliotecas, que contenga algunas de sus
memorias de infancia en la feria de Azcapotzalco. Y sin embargo, la falta de
documentos al respecto, no le quita que sea un hecho, y que quien lo conozca
pueda entender, imaginar, o plantear mejor, una época de la vida de ella, y de
la vida en Azcapotzalco en aquellos tiempos.
Hizo memoria de
cuando era niña, y de cuando iba al pan al centro de Azcapotzalco. Hablamos de
antes de los años cincuenta. Iba a la panadería que todavía existe en Avenida
Azcapotzalco, hoy es de “Lecaroz”, en el mismo bloque de la Papelería Olivo, y
una tienda de aparatos electrónicos.
Aunque hoy sea de
“Lecaroz”, en aquel tiempo tenía otro nombre, pero ya era panadería.
Bueno, pues
cuando ella iba ahí al pan, con sus amigas, se escapaba de lo acordado y se
atravesaba a la feria que se puso en Azcapotzalco, y ahí se quedó. Era en el
predio del actual mercado de Azcapotzalco. En ese tiempo, ese mercado no
existía, y en su lugar era solo un terreno, y por eso cuando esa feria llegó y
se instaló, pues no se fue.
En ese tiempo el
mercado estaba junto a la Parroquia (hoy Catedral), era un mercado que
funcionaba desde 1901, porfiriano, y al ser una vanguardia en su tiempo, se le
llamó “Siglo XX”.
Hoy aunque ese
mercado fue demolido, y quedó una plaza junto a la Catedral, la plaza en su
memora, se llama “Siglo XX”.
Pero en el tiempo
de la infancia de la Maestra Amalia, el mercado ese, y donde está el actual era
un terreno vacío que aprovechó una feria.
Y esa feria tenía
una carpa en donde contaban chistes, dijo, una carpa no muy grande, y la
asemejó con el espacio de su comedor que es amplio.
En ese punto de
la conversación, yo recordé una parte del mural de Juan O´Gorman en la
Biblioteca Fray Bartolomé de las Casas que aquí adjunto al texto.
También ella recordó
que le gustaba subirse al juego llamado “El latigo”, cuyas canastillas se
jaloneaban mientras giraban en torno al centro del juego, y otro juego que de
manera algo empinada, tenía a los usuarios agarrados de tubos con los brazos, y
giraba, elevando del suelo una parte, y bajando la otra parte, mientras giraba,
y todos sentían el vértigo de la velocidad y la inclinación del juego mecánico.
También recuerda
que había dos atracciones en esa feria: la mujer serpiente y la mujer
cocodrilo.
Dijo que la mujer
serpiente, tenía un programa de funciones, no era todo el tiempo, había
horarios, y cuando uno entraba a verla, ella estaba en un cubo de cristal, y su
cabeza estaba unida de manera sorprendente al cuerpo de una serpiente, y que no
se notaba la unión, o mejor dicho, la unión del cuerpo y la cabeza, era de aspecto
natural.
El rostro de la
mujer dice, era bello, de bonitos ojos, pestañas, facciones atractivas, y era
asombroso mirar como su rostro estaba a la vista, unido de forma natural a ese
cuerpo serpentino.
Tantas cosas que
hay en nuestros recuerdos, y significan una vida personal, pero también una
vida colectiva, de una comunidad, de todos aquellos que pudieron asistir a esa
feria, y siendo un tiempo pasado, no queda más que testimonios, de quien
amablemente como ella, quieran compartir, y de esfuerzos como “La hormiga en línea”, que podamos
distinguir el significativo valor de esas memorias, de un Azcapotzalco que no
quedó documentado, y solo ahora, a la distancia, puede con la crónica,
convertirse en ello, en documento para la posteridad.
Maestra Amalia Elorduy, muchas gracias por sus
cariñosas enseñanzas, por darnos la oportunidad de aprender y compartir, y con
todo nuestro cariño, deseamos lo mejor para su próxima operación, deseando que
su salud mejore, y poder continuar disfrutando de su experiencia, su calidez,
su amable trato, y su digno ejemplo, además de su gran conocimiento y voluntad
de compartirlo.