miércoles, 16 de junio de 2021

 ANTONO VALERIANO  PARTE  3  DE  4

Por Martín Borboa Gómez (Grupo Formiga)

Continuamos con la publicación mensual de una recopilación de textos que se refieren a Don Antonio Valeriano, y que se publicaron en diferentes épocas y desde diferentes enfoques. La bibliografía se incluirá en la parte 4.

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) REFERENCIADO POR EZEQUIEL A. CHAVEZ (1868 – 1946) QUIEN NACIO 263 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

En su obra “La Colonia”, (pág. 62 a 64) Ezequiel A. Chávez hace referencia a Antonio Valeriano por su valiosa colaboración con Fray Bernardino de Sahagún. Dice que: “De cuantas obras se hicieron por la verdadera y cabal redención de la raza indígena por los grandes educadores de ella, difícil es señalar ninguna tan eficaz y comprensiva como la que llevó al cabo Fray Bernardino de Sahagún, porque dando a los indios con quienes trabajó: al “principal y más sabio” como él le llamó, a “Antonio Valeriano, vecino de Azcapotzalco”, maestro en latín en el Colegio de Santa Cruz; de azteca, en varios conventos; gobernador de los indios de México durante 40 años; discreto auxiliar de Fray Alonso de Molina en la redacción de su Vocabulario de la Lengua Castellana; a otro que “fue poco menos que este” – dice Sahagún- llamado Alonso Vexarano… a Martín Jacobita… a Pedro de San Buenaventura… Diego de Grado, Bonifacio Maximiliano y Mateo Severino, y en general a los de Tepeapulco, a los de Tlatelolco, a los de México, que tanto le ayudaron todos ellos para hacer su historia…”.

Ezequiel A. Chávez también resalta el trabajo de Antonio Valeriano en el apoyo a las labores educativas que emprendió Fray Juan Bautista, quien “reconoció los servicios que por sus profundos conocimientos de las lenguas latina, mexicana y castellana le prestaron indios de reconocida y grande cultura…”, y entre ellos describe que: “D. Antonio Valeriano gobernó a los indios mexicanos por más de treinta años con gran prudencia y rectitud y murió en el año de 1605, y fue tan gran latino que hablaba ex témpore aun en los últimos años de su vejes con tanta propiedad y elegancia que parecía un Cicerón o Quintiliano”.  (Siendo el primero un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano, y el segundo un escritor y retórico latino, ambos oradores, muy reconocidos por su gran forma de expresarse).

En Azcapotzalco, es importante mencionar que una sala de la Casa de la Cultura, lleva el nombre de “Antonio Valeriano”.

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) MENCIONADO POR EL DR. MIGUEL LEÓN-PORTILLA (1926- 2019) QUIEN NACIO 321 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

No alcanzaría este artículo para hacer siquiera la presentación del gran Doctor Miguel León-Portilla, experto en tantas áreas, de tantas culturas. Autor de tantas obras, dador de tantas cátedras. Su vasta investigación y producción también lo llevaron a ocuparse del evento guadalupano y de nuestro Antonio Valeriano. En su libro “Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican Mopohua”, hace notar lo que alguna vez fue un debate: la autoría del Nican Mopohua. Y se ocupa de hacer precisiones al respecto (Pág. 20): “El relato en cuestión apareció publicado por primera vez en México en 1649, junto con otros textos asimismo en náhuatl. Quien los publicó fue el bachiller Luis Lasso de la Vega, tenía entonces a su cargo, como capellán, al que llamaban santuario de Guadalupe”. (Pág. 23, 24): “Se debe al conocido erudito e historiador Carlos de Sigüenza y Góngora (1643-1700) un testimonio que atribuye la autoría del Nican Mopohua, no a Lasso de la Vega cuya publicación conocía, sino a un indígena de considerable prestigio. Acerca de esto Sigüenza y Góngora escribió en uno de sus libros: Digo y juro que ésta relación (el Nican Mopohua) que hallé entre los papeles de don Fernando de Alva (Ixtlilxóchitl), que tengo todos, y que es la misma que afirma el licenciado Luis Becerra en su libro haber visto en su poder. El original en mexicano está de letra de don Antonio Valeriano”. Y lo que Sigüenza cita respecto al licenciado Luis Becerra, éste último lo manifestó en su obra de la que León-Portilla cita: “Y vide entre los papeles de don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl un cuaderno escrito con las letras de nuestro alfabeto, de mano de un indio, en que se refieren las cuatro apariciones de la Virgen Santísima al indio Juan Diego, y la quinta a su tío de éste, Juan Bernardino, el cual fue el que se dio a las prensas en lengua mexicana por orden del licenciado Lasso de la Vega”.  El material que había reunido Sigüenza y Góngora, a su muerte en 1700 (Pág. 25): “todos sus libros y papeles que dejó en herencia a los jesuitas, debió pasar a la biblioteca de su Colegio de San Pedro y San Pablo en la ciudad de México. Años más tarde, hacia 1736-1743, el caballero milanés Lorenzo Boturni Benaducci, profundamente interesado en las antigüedades mexicanas y en todo lo tocante al culto de la Virgen de Guadalupe, supo allí de él”, refiriéndose al Nican Mopohua. León-Portilla también cita a Edmundo O ´Gorman (pág. 32,33) quien afirmó que: “tenemos por conjetura la más plausible y segura que (Antonio) Valeriano compuso el Nican Mopohua en 1556”. A la pregunta de ¿en dónde está el manuscrito? contesta que (quizá una copia temprana del original) (pág. 28): “está en que verosímilmente es uno conservado en la Biblioteca Pública de Nueva York junto con otros reunidos bajo el título de Monumentos guadalupanos”.

León-Portilla dedica una interesante sección al autor oriundo de nuestra alcaldía (pág. 34 a 36): “Respecto a la persona de Antonio Valeriano existe amplia documentación. Consta que nació en Azcapotzalco entre 1522 y 1526, pues ingresó entre los primeros estudiantes, hacia 1536, en el recién fundado Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. De él escribió el conocido cronista nahua Hernando Alvarado Tezozómoc que “no era pilli (es decir noble) sino un gran sabio”. El prestigio de que merecidamente gozaba hizo posible que se casara con doña Isabel, hermana precisamente del mismo Alvarado Tezozómoc… Valeriano fue depositario desde su niñez de tradiciones provenientes del pasado indígena… Acerca de Valeriano afirmó Sahagún que entre los estudiantes triligues que tuvo –hablaban náhuatl, castellano y latín- se distinguió él como “el principal y más sabio”. También fray Juan de Torquemada, autor de la magna Monarquía Indiana, alabó mucho a Valeriano, de quien se dice aprendió el náhuatl y al que atribuye haber traducido a dicha lengua un libro de Catón, verosímilmente el De agricultura. Cuando Sahagún inicio formalmente en 1558 sus investigaciones sobre “las cosas humanas, naturales y divinas” de los antiguos pueblos nahuas, Antonio Valeriano fue su principal auxiliar… que desde antes había trabajado en otras tareas al lado de Sahagún, había cursado ya lo que en los estudios clásicos se conocía como el trívium y el cuatrivium. Lo primero abarcaba la gramática, retorica y lógica; lo segundo, la aritmética, geometría, rudimentos de astronomía y muisca. En el caso de Valeriano consta que además se adentró en el conocimiento de la historia indígena y aun se inclinó por la filosofía… después de colaborar con Sahagún en sus investigaciones sobre la lengua y culturas nahuas, llegó a ser gobernador de Azcapotzalco, cargo que ejerció durante ocho años. Su buen desempeño en dicho puesto contribuyo a que en 1570 se le elevara a gobernador de los indios de México-Tenochtitlán… Su gestión como gobernador se extendió por más de treinta años hasta 1605, en que murió. De él se conservan varios escritos en latín y también en náhuatl con un estilo que deja ver el profundo conocimiento, incluso gramatical que tenia de su lengua materna… ”.

Y enseguida León-Portilla explica uno de los varios motivos de su obra, y en los cuales va a una gran profundidad que maravilla de la capacidad que tuvo Antonio Valeriano para expresarse.

“Por mi parte añadiré otro elemento a favor de la que él (Edmundo O ‘Gorman) llama “conjetura la más plausible y segura es que Valeriano compuso el Nican Mopohua”. Me refiero al hecho –que voy a mostrar- de que este relato sol pudo haber sido escrito por un conocedor de buen numero de textos de la antigua tradición indígena y asimismo de la estilística inconfundible del náhuatl clásico. En el Nican Mopohua aflora el rico universo de sus metáforas, muy frecuentes en esta lengua, sus difrasismos o palabras yuxtapuestas de las que brota una particular significación, así como sus expresiones paralelas que iluminan desde doble perspectiva lo que se quiere decir. Conocedor de todo esto fue Antonio Valeriano, al que Sahagún califico de “el principal y más sabio” de entre sus antiguos estudiantes…”.

León-Portilla pregunta (pág. 38). “¿En qué circunstancias y movido por que pudo tomar la pluma Valeriano hacia 1556 para escribir el Nican Mopohua? Y si lo hizo, ¿a qué fuente o tradición pudo acudir, o es que todo fue mera invención suya?”.

Esta pregunta la responde el autor en su magnífico libro, el cual invitamos al público lector de “La hormiga en línea” a leer. No adelantaremos nada aquí. Solo diremos que León-Portilla aclara que para ese año de 1556 en que Valeriano lo redactó (pág. 41, 42): “recibía ya… amplio culto la pintura colocada en la ermita del Tepeyac, la de Guadalupe Teotl inantzin, Madre de Dios…”. “Por otra parte, Antonio Valeriano y trece señores principales de Azcapotzalco, entre ellos el bien conocido poeta Francisco Plácido, a quien se atribuye un cantar compuesto en 1533 y haber participado en otro dos años antes, hicieron expresa referencia a la veneración de la Virgen de Guadalupe en 1561. Ello ocurrió en una extensa carta en elegante latín –lengua que consta conocía al a perfección Valeriano- dirigida nada menos que a Felipe II. Se quejan en ella dichos personajes de los despojos territoriales que ha sufrido Azcapotzalco y de los servicios personales que se han impuesto a sus moradores”. En esa carta se quejan también de los gobernantes de la ciudad de México, quienes, apunta León-Portilla (pág. 43): “demandaban la participación de los de Azcapotzalco y muy probablemente de quienes vivían en otros pueblos vecinos, para edificar iglesias tan importantes como la de Santo Domingo, la catedral del arzobispado y así mismo el templo a la Virgen que vulgarmente se dice Guadalupe. Si Valeriano y los otros principales exponen esto, no es porque se opongan a tales edificaciones, sino porque se exigía a su pueblo este trabajo…”. “A esta petición añadieron otras los firmantes de la carta, como la de que el monarca sancione la existencia de las que llaman insignias de Azcapotzalco, es decir, su escudo, precisamente en razón de su importancia histórica”. “Consta que el dicho escudo de Azcapotzalco fue concedido por Felipe II en 1564. Al año siguiente, en la fiesta de San Felipe, para festejar ese acontecimiento, se entonó allí un canto compuesto por Francisco Plácido”.

Así que por favor distinga usted amable lector, que también Antonio Valeriano participo de que en latín se solicitara al rey de España un escudo para Azcapotzalco, y así lo obtuvo en 1564. Cabe subrayar como lo hace León-Portilla, que esto sucedió cuando Antonio Valeriano era gobernador de Azcapotzalco.

Y eso no fue lo único que solicitó para su pueblo natal. Continua León-Portilla: “Éste y otros de esos señores principales, que se habían formado en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, manifiestan respecto a Azcapotzalco que: como algo convenientísimo juzgamos se deba conceder tenga una casa de las musas (una escuela) en la cual, aun cuando no se enseñe en todas las ciencias, si lo sean al menos la gramática, con la lengua española, lo cual fácilmente puede lograrse por algunos de nosotros que tanto la lengua latina como la española han profesado ampliamente”.

Así que Valeriano también le pido al Rey una escuela para Azcapotzalco.

 

ANTONO VALERIANO (1521- 1605) OPINADO POR CANONIGO DR. EDUARDO CHAVEZ (1956 - ) QUIEN NACIO 351 AÑOS DESPUES DE FALLECIDO VALERIANO

El canónigo publicó la siguiente información en su obra “Nican Mopohua. Análisis y reflexión”:

“Carlos de Sigüenza y Góngora, uno de los hombres más sabios de México en la segunda mitad del siglo XVII, confirmo que Antonio Valeriano fue el autor del Nican Mopohua”. En su “Piedad heroica de Don Fernando Cortés, Marques del Valle”, 1689, México, pág. 32, escribió: “Digo y juro que esta relación halle entre los papeles de Don Fernando de Alva que tengo todos y que es la misma que afirma el Lic. Luis Becerra en su libro (pág. 30 de la impresión de Sevilla) haber visto en su poder. El original mexicano está de letra de Don Antonio Valeriano, indio que es su verdadero autor…”. No cabe duda que el Nican Mopohua es una de las más importantes y maravillosas obras indígenas, tesoro de la lengua náhuatl, como dice Miguel León-Portilla “joya de la literatura náhuatl digna de conocerse y disfrutarse en los cuatro rumbos del mundo”, escrita entre 1545 – 1548, como de hecho está clasificada en la Biblioteca Pública de Nueva York, en donde se preserva la copia más antigua de este importante documento.

Antonio Valeriano fue un indígena noble y sabio, nació en Azcapotzalco por el año de 1522 y murió en 1605, se educó en el colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, fundado en 1536 por los franciscanos, por lo que fue un instituto contemporáneo de san Juan Diego. Antonio Valeriano debió escribir el Nican Mopohua cuando el contaba entre 23 y 26 años de edad, y entre 9 y 12 años de estudiar español y latín, por lo  que no era difícil para el tener muy bien adquiridos los conocimientos suficientes para escribir una historia que no era de su invención, sino que simplemente transcribió lo que supo de boca de los protagonistas del evento y, de una manera especial, directamente de san Juan Diego…”.

“En el presente libro trataremos de este mensaje de amor (de Dios expresado por medio de Santa María de Guadalupe) plasmado en el Nican Mopohua, cuya fuente principal del suceso fue el mismo Juan Diego, quien siempre lo transmitió hasta su muerte en 1548. Antonio Valeriano, como decíamos, escucho al humilde macehual y de los protagonistas del Acontecimiento Guadalupano quienes informaron detalladamente sobre los pormenores de los sucesos del sábado 9 al martes 12 de diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, que se encuentra ubicado al norte de la Ciudad de México. Como ya indicábamos, durante más de 16 años, san Juan Diego fue constante en su misión, atendiendo la ermita y manifestando su experiencia, llevando una vida contemplativa de profunda oración, penitencias y, al mismo tiempo, una vida activa de gran devoción”.

“Indígenas y españoles ya conocían el contenido del Acontecimiento Guadalupano, que Antonio Valeriano plasmaría, posteriormente, entre 1545 – 1548, en su manuscrito en náhuatl, que cien años después publicaría Luis Lasso de la Vega, en 1649. Mientras que en español el Nican Mopohua se publico gracias a Primo Feliciano Velázquez hasta 1926.” El Acontecimiento Guadalupano “después seria plasmado en el manuscrito de Antonio Valeriano… realizado en caracteres latinos con sonido náhuatl, y que conservo los datos puntuales de este suceso prodigioso”.

“Con extrema precisión histórica el Nican Mopohua nos dice que al día siguiente, 10 de diciembre, que en aquel año de 1531, efectivamente caía en domingo, Juan Diego se preparó muy temprano y salió directo a Tlatelolco, Vale la pena destacar que esa referencia topológica: “salió de su casa hacia acá derecho a Tlatelolco, vino” nos confirma nuevamente que este manuscrito que estamos analizando y reflexionando, el Nican Mopohua, fue escrito en Tlatelolco, esto es una certificación mas de que su autor fue Antonio Valeriano, quien fue alumno, maestro y rector del Colegio de Santa Cruz, instalado en este importante lugar de Tlatelolco”.

Respecto al nombre que eligió ella para ser identificada, “Santa María de Guadalupe, “María” es de origen judío y “Guadalupe” de origen árabe, es decir, las dos grandes razas culturales y religiosas, lo judío y lo árabe, que en esos años habían sido expulsadas de España. Así, en su nombre, Santa María de Guadalupe, une, armoniza, ama, y hace del pobre, marginado, despreciado a los ojos del mundo, su identidad”.

“Como ya señalábamos, las fuentes históricas nos confirman que no fueron los españoles quienes supuestamente le pusieron el nombre de “Guadalupe”, recordando a la titular del monasterio de Extremadura, España, pues se comprueba, documentalmente, que los primeros misioneros españoles trataron, de muchas formas, quitarle el nombre de “Guadalupe” a la Virgen del Tepeyac, para que no se confundiera con la extremeña, que además, como imagen, no se parecía en nada a la devoción española…”.  (Continuará el próximo mes).

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