Agasajo por el metro Tezozomoc
Por: Martín Borboa Gómez
Aunque no siempre es fácil afirmar con total certeza que un platillo fue
preparado por primera vez aquí o allá, hay ocasiones en que la vida nos sonríe
y nos permite hasta estrechar la mano de quien se animó a innovar en el mundo
de la gastronomía.
El trabajo creativo que la humanidad ha aplicado a sus alimentos, ha
permitido que se pase de un simple acto de satisfacer el hambre, al de
experimentar verdaderos placeres, lo que gusta al paladar se busca repetirlo,
se establece una costumbre y con el tiempo se vuelve una tradición. La receta
para las creaciones no existe, pero contiene imaginación, ingenio, lleva a
menudo un poco de inspiración en algo ya existente, puede enfrentar la
posibilidad o no de conseguir los mismos ingredientes, se agasaja con el deseo
de explorar nuevos matices, innova hacia lo extraordinario, se adapta a la
realidad, y atiende la curiosidad del público que agradece cosas nuevas. Hay
hasta quien ha creado algo porque lo soñó, como el caso del científico ruso
Dimitri Mendeleyev nacido en 1834, quien en un sueño vio una tabla en la que
todos los elementos químicos encajaban ordenados. Dijo que cuando despertó,
tomé nota de todo en un papel, y así creó la tabla periódica.
Siguiendo la receta inexistente de las creaciones, un día alguien adaptó
un reloj en una pulsera, alguien diseñó las letras minúsculas, usando un motor
con aspas dentro de un vaso se licuaron ingredientes, una bola de helado
triturada en leche formó una malteada, y así. Lamentablemente no siempre se
sabe quien hizo las cosas por primera vez. ¿Dónde se habrá servido el primer
hígado encebollado o la primer papa horneada envuelta en aluminio? De aquí la
conveniencia de hacer registros sobre algunas cosas sencillas pero sabrosas que
se han creado en Azcapotzalco, y que se pueden degustar a menos de 3 cuadras de
la estación del Metro Tezozómoc, línea 6 (Cruce de Av. Ahuehuetes y Sauces),
Colonia Pasteros.
Es oportuno mencionar (por si decide venir en Metro) que en los andenes
de dicha estación, se exhiben replicas de 15 obras escultóricas antiguas de las
culturas Huaxteca y Olmeca principalmente, incluidas 4 cabezas colosales. Es de
resaltar que siendo el emblema de Azcapotzalco el dios Quetzalcóatl en forma de
hormiga roja, rodeado de granos de maíz, entre las
figuras exhibidas, hay una lápida que representa a ese dios sacrificándose,
y otra que es la diosa del maíz.
Respecto al personaje histórico Tezozómoc que da nombre a esta estación,
fue el gobernante más destacado del pueblo tepaneca, cuya sede principal fue
Azcapotzalco, y por ello con justicia la nomenclatura urbana de la alcaldía le
asigna parque, avenida, estación y hasta museo de ciencia del IPN, además de
una digna escultura frente al edificio de gobierno local.
Afuera de la estación hay un parque de bolsillo muy amplio con juegos infantiles,
zona de patinetas, foro, cancha de básquet y fútbol, murales y 13 cómodas
bancas circulares de madera cuyos centros tienen un árbol. También está la
moderna Parroquia de San Martín de Porres, en la calle de Sauces No. 597,
colonia Pasteros. Sus bellos vitrales son muy coloridos, y representan la vida
de Jesucristo desde su nacimiento hasta su resurrección y ascensión. Me parece
una agradable coincidencia que mi tema es la comida sencilla en esta zona, y
que la escultura de San Martín (mi patrono) en el altar, con la mano izquierda
sostiene una canasta con pan, y con la derecha ofrece un bolillo a quien lo
mira de frente.
En la banqueta de dicha parroquia, hay un remolque del negocio Délit que
prepara crepas, malteadas y frappés moleculares deliciosos. Las crepas van muy
bien servidas, las hacen sencillas, combinadas, coquetas o especiales, todo lo
preparan con productos de muy buena calidad y los frappés mencionados se hacen
con perlas explosivas (leyó usted bien). La atención es amable y los precios
muy razonables por lo rico y generoso de sus alimentos.
Petrolera de "Las Originales"
PETROLERAS
Este famoso antojito empezó a servirse en el marco de la refinería de
Azcapotzalco, en donde la gran cantidad de trabajadores de la construcción que
la levantaron, y luego la numerosa plantilla de empleados que laboraron en
ella, vieron satisfecha su necesidad de comer en los puestos de comida que se
habrán asentado en la zona, además de los que ya habrían existido.
La refinería de Azcapotzalco, la primera de la ciudad de México
(hablando de creaciones y novedades), fue inaugurada en 1933 por la empresa
privada El Águila, (nótese que fue antes de la expropiación). Contaba entonces
con 60 hectáreas que llegaron a ser hasta 174. En 1946 fue reinaugurada con el
nombre de “Refinería 18 de marzo” para conmemorar la fecha de la expropiación
hecha en 1938. En esta etapa ya como propiedad nacional, se usaron por primera
vez en México tanques esféricos (otra novedad). Esta planta llegó a producir
principalmente gasolina magna, Premium, turbosina, diesel, gas, gas LP y
combustóleo, y alcanzó a refinar hasta 7,500 barriles de petróleo al día.
Mucho tiempo después, por accidentes, contaminación y otros factores, la
sección de refinación cerró 18 de marzo de 1991. La revista Proceso del 23 de
marzo de 1991 reprodujo las palabras del entonces Jefe del Ejecutivo en la
ceremonia de celebración de la expropiación petrolera de ese año: “Doy
instrucciones al Director General de Petróleos Mexicanos para que a partir del
dictamen de la SEDUE y desde esta tarde, cierre definitivamente la refinería de
Azcapotzalco. Solo se mantendrán las instalaciones de depósito y distribución…
doy instrucciones al Jefe del Departamento del Distrito federal para garantizar
que los predios hoy ocupados por la refinería sean, tan pronto como lo permitan
las circunstancias, destinados a la creación de áreas verdes…”.
Efectivamente, se creó el Parque Bicentenario en aquel espacio, se
inauguró el 7 de noviembre de 2010. Para transformar la refinería en un parque
ecológico, se dio el proyecto a un grupo multidisciplinario a cargo del
arquitecto mexicano nacido en la ciudad de México, Mario Schjetnan, egresado de
la UNAM en 1968. El diseñó en Azcapotzalco el Parque Tezozómoc en un espacio de
la antigua Hacienda El Rosario y el Campus corporativo Tecnoparque donde antes
hubo una planta industrial que producía acero. Entre otras cosas, también
proyectó el Parque La Mexicana en Lomas de santa Fe, en un espacio que fue
antes una mina de grava y arena. Como se ve, el rescate de sitios para
integrarlos a una función armoniosa de convivencia son lo suyo. Por eso también
se encargó de la rehabilitación del Bosque de Chapultepec.
La refinería de
Azcapotzalco funcionó en su totalidad por casi 6 décadas. Y en una esquina
vecina de su instalación se creó el hermano mayor del sope, la Petrolera. Es
una base redonda y plana de maíz de tamaño superior a la de un sope normal,
untada de frijoles, bañada de salsa verde o roja, con cebolla picada y queso
rallado. Se le puede poner algún guiso encima, como bistec, chorizo, huevo,
etc. Originalmente iban sin guisado, eran más grandes y mucho más gruesas. Hay
pocos sitios para comerlas en Azcapotzalco. No es mi intención proporcionar
aquí un directorio de ellos, sino hacer la sugerencia de buscarlas y probarlas.
El que si quiero y debo mencionar primero que todos es el llamado “Las
originales Petroleras”, ubicado en el contorno del Parque Bicentenario (antigua
Refinería) en la esquina de Av. Aquiles Serdán con la calle Otoño, Colonia
Ángel Zimbrón. Desde 1970 empezaron la preparación de dicho platillo, así que
el año próximo cumplirán 50 años de haber creado el más distintivo platillo de
nuestra alcaldía. Es obligatorio ir a probarlas en el mismo sitio donde su
historia comenzó. Según me contó muy amablemente la Sra. Lorena Vallejo
(descendiente de los iniciadores de esta tradición), la refinería cerró sus
secciones en diferentes periodos. La zona de aceites al inicio de los noventas,
la de reparto hasta inicios del siglo XXI, y por ejemplo el Hospital de Pemex
sigue funcionando. El primer día que fui a conversar con ella, llegaron a comer
trabajadores de dicho hospital, así que la historia de este negocio se debe
narrar en pasado y en presente: los petroleros siguen viniendo a comer aquí sus
especialidades. Incluso choferes de pipas de Pemex siguen parando aquí a
deleitarse. No puede haber una crónica que mencione las Petroleras sin decir
cuál es su punto de origen, invitar a que se visite el negocio que las inventó,
en donde puede seguirlas consumiendo, y vibrar con la historia que hay en sus
paredes, y sobre todo, en su comal y en el esmero que ha puesto la familia y
Doña Rosita en cada Petrolera que han amasado sus manos en estos cincuenta
años.
Habiendo hecho honor a quien honor merece, dirijo ahora mi texto hacia
el área del Metro Tezozómoc, en donde he encontrado sabrosos platillos que
deseo recomendar y dejar registrados.
A dos cuadras del Metro Tezozómoc, en la colonia Pasteros, están las
“Petroleras y Huaraches Vero”, en Av. Aquiles Serdán No. 92, casi esquina con
Sauces. Su Petrolera mide 30 centímetros de diámetro, su grosor ronda el medio
centímetro, el frijol negro viene integrado a la masa de maíz, aun frita en
manteca es suave, y calentada solo al comal sin grasa es aun más suave. El
precio varía dependiendo del guisado que se le agregue, aunque también puede
ser sencilla sola con salsa, queso y cebolla. No son caras y su tamaño permite
compartir. Este negocio se estableció hace 4 años, y coincidentemente ha
participado en las 4 ferias gastronómicas anuales que se han hecho en
Azcapotzalco desde 2016. La atención personalizada de la Sra. Verónica Guzmán
garantiza que la experiencia de probar sus Petroleras sea un éxito.
APLASTADAS
En el mismo local recién mencionado, la Sra. Verónica Guzmán creó este
antojito mexicano de excelente sabor, que es muy similar a la Petrolera, pero
en vez de llevar frijol tiene chicharrón prensado integrado. Las combinaciones
posibles son semejantes a las descritas anteriormente. Podemos decir que es un
platillo con apenas 4 años máximo de antigüedad, no son todavía una tradición,
pero deseando que lleguen a serlo, más vale registrarlo, que para ello también
sirve la crónica.
TORTA DE ESQUITE
Afuera del Metro Tezozómoc en el cruce de Ahuehuetes y Sauces, hay un
negocio que vende elotes y esquites, se llama “Con Poldo”, derivado del nombre
de Leopoldo, su dueño. Además de patitas, mollejas y elotes, vende esquites, y
su propuesta es servirlo en torta.
El bolillo calientito se unta de mayonesa y se le vacía un vasito completo
de esquite, el cual puede ir con chile. Rápido, sencillo y barato, es un bocado
sabroso que nació en febrero de 2018. El puesto emprende y propone, es una
aventura conjunta con la clientela por cuya preferencia y comentarios, puede ir
evolucionando. Por ahora es bastante satisfactorio y solicitado, lo cual me hace
sospechar que estamos ante el posible surgimiento de una tradición.
TOSATADAS MANSU
Dentro del mercado de la colonia Pasteros, en el local 74 de toldo verde,
está la cocina de la Sra. Blanca Díaz. Sus comidas corridas son deliciosas y
más sanas que el promedio en otros mercados. Su gusto por la cocina se nota desde
que uno cruza palabra con ella. Los viernes de todo el año ofrece pescados y
mariscos, y en fin de año bacalao. En búsqueda de lograr un platillo original y
sabroso, combinó ingredientes que ha tenido oportunidad de probar en
experiencias laborales previas, y una de sus propuestas es la tostada de surimi
con mango, pepino y cebolla morada. Del mango y el surimi derivó el nombre de
“mansu”. Ahora en su propio negocio, que en mayo 2019 cumplirá 3 años, deleita
cada viernes a sus comensales con frutos del mar (además de otros platillos con
pollo o carne), de ese modo un viernes ofrece como especialidad ceviche de
pescado, y el siguiente viernes las tostadas de surimi con mango, que son una
fresca delicia en el paladar y muy agradables a la vista. La porción es muy bien
servida, queda uno satisfecho. Vale advertir que estas tostadas son lo primero
que se le termina, así que si las desea probar, la sugerencia es ir temprano.
Pasado el mediodía ya hay. Diario tiene agua fresca hecha con fruta de verdad,
no usa polvos pintados industriales.
CONCHAS TIPICAS, DE CANELA, CREMA PASTELERA, INTEGRALES Y MANTECONCHAS
En la calle de Jacarandas No. 44 esquina con Tejocotes, a un par de
cuadras del Metro Tezozómoc, está la Panadería Paulino, bonita por fuera,
sabrosa y económica por dentro, además de inspiradora con frases en la pared en
donde aclaran que hornean felicidad, y que en donde hubo pan, migajas quedan. Las
conchas tradicionales de vainilla y chocolate destacan por su gran suavidad y
rico sabor del decorado. Además, tienen una variedad de conchas de tamaño
similar pero de canela espolvoreadas de azúcar. Otras con un decorado de
vainilla o chocolate más sencillo, pero rellenas de crema pastelera, muy suavecitas.
A estas les llaman también “patas”. Ofrecen también las recientemente afamadas
manteconchas, que desde un máximo de 2 años se hicieron populares, aunque aún
es pronto para asegurar que se quedarán en el gusto del respetable.
Hay en ésta panadería una gran variedad de figuras y panes, pero menciono
las conchas porque las diferentes versiones superan lo habitual: regulares,
manteconchas, de canela y las rellenas de crema pastelera, éstas últimas por
cierto se han convertido en mi pan dulce favorito. También venden unos roles y
polvorones de cacahuate deliciosos.
ROSAS, LECHE Y CAFE
En la misma cuadra del Metro, en la calle de Sauces No. 38, desde 2014
está “Campos de Café”, un negocio que ofrece crepas saladas y dulces, sodas, y
como su nombre lo indica, café. Aquí crearon el “Rose coffee”. Su carta dice:
“¿Rosas, leche y café? Te encantará”. Y es verdad. Su original sabor es tenue
pero suficiente para apreciar el enfoque floral que se desea, y brinda una
deliciosa experiencia inesperada.
En resumen, este registro que agradece su atención, reúne algunas piezas
gastronómicas que surgieron en Azcapotzalco, y están a su alcance a una
distancia no mayor a tres cuadras de la estación del Metro Tezozómoc, línea 9,
colonia Pasteros. Si usted no ha probado todavía las aplastadas, las tortas de
esquite, los frappés moleculares, las conchas de canela o de crema pastelera,
ni el café con sabor a rosas, venga y verá que agasajo se da.
¡Buen Provecho!
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