EL CACAHUATE
Por: Gustavo Aquino
El Enrique es un cuate facilísimo de
entender, es un tipo muy simple. Lo que menos le preocupan son los estudios.
Sólo quería pasársela de vago, andar con sus amigos, drogándose, y otras cosas.
Éramos compañeros de secundaria, allá
por Azcapotzalco, por el Pueblo de Santa Bárbara.
Cuando el
maestro de física le dijo que podría reprobar si no se apuraba con un trabajo,
lo único que se le ocurrió fue decirme que yo le ayudaría. No me caía muy bien,
pero él siempre me hacía la valona si alguien me golpeaba, o cuando me hacían
bromas pesadas. Siempre entraba al quite, así que ni modo, a echarle la mano.
Y luego,
tenía que hacer el examen de matemáticas, y también a dejarle copiar, pues no
me quedaba de otra.
Si no paso,
para el otro año me cambian de grupo, contaba Enrique, que tiene un apodo muy
chistoso, el Cacahuate.
No debe ser
tan importante esta materia, matemáticas, como para que pongan a un maestro
como el Chilorio. Se nota que no sabe ni cómo se llama, en clases todo mundo se
burla de él.
Pero si no
paso me cambian de grupo y ya no voy a ver a la Lola.
¡Esa era la
preocupación del Cacahuate!
No, no, no,
no, del Enrique. No le gusta que le digan así.
Y si se
entera que a mí también me gusta Lola.
Pero como
decía, a él no le interesaba sobresalir, ser alguien en la vida, quedar bien
con sus papás, sólo quería a Lola.
Claro que yo
también pasaría no uno, sino hasta tres exámenes con tal de ver a Lola, pero a
mí ni me hace caso. Aunque de vez en cuando me saluda, sobre todo cuando
necesita algo, como aquella vez que le hice la tarea, y luego cuando le dejé
copiar en un examen, hasta me dio las gracias.
No era
difícil imaginar que al Enrique algún día lo clavarían al bote, unos dicen que
debe estar en el Tribunal de Menores, pero bueno, a quién se le ocurre asaltar
a un taxista que vive a la vuelta de su casa.
Ya les decía
que es un tipo muy simple, sólo le interesaba echar desmadre, qué bueno que le
dije que no tenía tiempo cuando me dijo que le ayudara en ese “trabajito”.
Lo malo fue
cuando le pregunté por Lola, la golpiza estuvo de poca.
El regresaba
de una borrachera, creo que se había echado como mil tachas en el cuerpo, yo
regresaba de la vocacional, él tambaleaba en la banqueta, nunca se me ocurrió
meter las manos cuando intentó golpearme. Me golpeó. Le aventé libros. Le
aventé mi estilógrafo de trescientos pesos, nuevo, con una punta muy fina, fue
cuando sentí que se metió suavemente en algo acolchonado.
Corrí cuando
sentí la sangre en mis manos.
Corrí.
A las dos
cuadras busqué mis heridas y no había tal. Creo él era el herido.
Al otro día
las patrullas buscaban a un asesino terrible, detuvieron a varios vecinos,
conocían al cacahuate y lo odiaban, ese fue el problema, todos tenían un motivo
para matarlo.
Yo no. Era, fue mi amigo.
Lo extraño.
Muy buena historia, yo conocí varias cacahuates creo la lola fui yo, que no le hacia caso a nadie pero nunca copie, felicidades Aquino!
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