LA
ESPERA
Por: Gustavo Aquino
Regresó
al lugar, la pareja ya no estaría, camino varias horas, veía con atención a
cada mujer que se acercaba, esta vez fue más discreto. Se metía al viejo cine,
regresaba al puesto de periódicos, hojeaba una revista, preguntó los precios de
algunas chácharas, le sonrió a una niñita que se espantó al verlo.
Preguntaba
la hora, le miró las piernas a una señora gorda.
Un
homenaje a Celia, al amor, a la amistad, y este tipo de cosas, estaría bien
hacer algo que podría ser considerado equivalente al Taj Mahal.
Sin
riquezas, pero podría esperar todos los días a Celia, en el mismo lugar, a la
misma hora.
Tal
vez regresaría, y pasar por esta parte de la ciudad, si antes se encontraban
casualmente en tantos lugares, podría suceder otra vez.
Él,
que no creía en el amor, pasaba todos los días por allí, salía del metro, no
recordaba si era refinería, camarones, o Aquiles, siempre salía a una calle conocida,
y ahí estaba ella.
Vio
las portadas de nota roja, después su mirada rodeó la avenida, el jardín, la
entrada a la iglesia
Se
convenció de que ya era un absurdo su intención, y al fin, aburrido, decidió
retirarse.
Caminó
pensando en grandes poemas de amor, “Ella no regresará, a cada paso, la avenida
es más profunda, donde había un bache, está el hoyo negro”, pateando algunas
piedras se dirigió a visitar a unos amigos, a su encuentro le salió una tienda
regalos.
Él
que no creía en el amor, adquirió una rosa, se la colocó en la solapa, y festejó
así aquel extraño sentimiento que le permitían las ganas de vivir.
Hay el amor, siempre nos hará suspirar hasta en los recuerdos, felicidades mi gran amigo Aquino
ResponderEliminar