miércoles, 16 de marzo de 2022

 


MARZO 2022 NÚMERO 38

Contenido:

EL MUSEO DEL PUEBLO “PRÍNCIPE TLALTECATZIN” Y DON OCTAVIO ROMERO

Por: José Carbajal Cortés.

LAS ENSEÑANZAS DE DON OCTAVIO

Por: Marcelino Peña Fernández.

OCTAVIO ROMERO ARZATE: 

Una interpretación de nuestras raíces prehispánicas.

Por: Ricardo M. Pilón Alonso.

RECORDANDO A DON OCTAVIO

Por: Joel Luna Mendoza.

EL MUSEO PRINCIPE TLALTECATZIN Y DON OCTAVIO ROMERO ARZATE: ENTREVISTA A RICARDO MOLINERO

Por: Martín Borboa Gómez.

CHALETS EN AVENIDA AZCAPOTZALCO

Por: Don Nayarito Cantalicia.

SAN JUAN TLILHUACA DIEZ DÍAS EN COMPAÑÍA DEL BEATO FRAY SEBASTIAN DE APARICIO

Por: Raquel Rodríguez Sandoval.

LO QUE HE APRENDIDO SOBRE FRAY SEBASTIÁN DE APARICIO

Por: Faty Kim Mingi.

ESTE VIEJO EDIFICIO

Por: Gustavo Aquino.

“DÍA INTERNACIONAL DE LA LENGUA MATERNA”

Por: María Elena Solórzano Carbajal y Ana Marisol Reséndiz Pizarro.

CUADRO “VISTA AEREA DE AZCAPOTZALCO”,  CUMPLIRA 31 AÑOS

(AZCAPOSTALES 11)

Por: Diana N. Colín.

 

EL MUSEO DEL PUEBLO 

“PRÍNCIPE TLALTECATZIN” 

Y DON OCTAVIO ROMERO

Por: El Centinela de Xancopincan, Cronista José Carbajal Cortés


  En las localidades de nuestro México en ocasiones acontece algún suceso que nos llama la atención, tal es el caso de un peculiar museo en Azcapotzalco, aunque antes de anotar este relato, contaré que en nuestro país existen sólo dos museos que han tenido una extraña conformación de su acervo en sus piezas arqueológicas: el Museo de Acámbaro en Guanajuato en los límites con Michoacán, este es un pequeño museo de sitio que nos muestra entre sus piezas algunas que parecen ser extraídas de lo insólito: ya que muestra objetos como mamíferos y fauna del pleistoceno así como de reptiles parecidos a dinosaurios, de una fauna extraña, desconocida y ajena al entorno mesoamericano y prehispánico, además de que se dice estas piezas tiene una maldición y de ahí su leyenda (aunque ha sido desmentida y en debate) y el otro es El Museo Príncipe Tlaltecatzin llamado también “Museo del Pueblo Príncipe Tlaltecatzin” de origen y conformación diferente, inspirado se cuenta, por las apariciones de un espíritu: de un príncipe o noble tepaneca a un habitante oriundo de Azcapotzalco quien aseguraba que tal aparición le indicaba excavar encontrando hallazgos, además presumiblemente del contacto con otras animas o espíritus  y a quien mencionaremos.

  La primera impresión que puedo anotar sobre este museo es que lo vi por primera vez al pasar por la calle de Libertad en el año de 1997 en la colonia El Recreo o el Barrio de San Lucas Atenco, lugar en el que he resido desde hace varios años.

  Me sorprendió ver un recinto de manera local en esta colonia o barrio, que en su fachada decía: MUSEO ARQUEOLOGICO DE AZCAPOTZALCO PRINCIPE TLALTECATZIN, nombre formal de este museo instalado en la calle de Libertad en la Colonia Del Recreo.

  Desde que estudiaba la secundaria, ya se oía hablar de que había un pequeño museo local o de sitio en Azcapotzalco en la Colonia aledaña de Santa María Malinalco y que, en ocasiones, iban algunas escuelas y hasta vecinos a conocerlo siendo algo público, donde la entrada era de cooperación voluntaria y que lo atendía una persona de quien supe después el nombre: sr. Octavio Romero.

  Los antecedentes de este recinto -futuro museo- lo podemos así situar antes por la Cerrada de Tula en la calle Santa María 181 en la Colonia Santa María Malinalco Azcapotzalco, cuyo sitio era cercano a esta ubicación del Recreo y que se le conocía como “el Museo del pueblo” establecido por Don Octavio Romero Álzate, desde el año de 1951 (según la Monografía de la Delegación Azcapotzalco 2000-2003) Aunque aclaro así se le conoció primero al pequeño y sencillo espacio que no propiamente era un museo como tal establecido, pero que Don Octavio lo ostentaba como Museo del pueblo y que por instrucciones del Regente del Departamento del Distrito Federal de entonces que visitó una Feria de Exposición en Azcapotzalco a mediados de la década de los 90’s que se instaló en el predio Van Beuren en San Miguel Amantla (nos lo contó una persona connotada de Azcapotzalco) observó lo expuesto en un espacio de la Feria por  don Octavio, de algunas piezas con el concepto de este “museo casero o del pueblo” al saber que exponía las piezas en una casa y no en un espacio indicado, le fue cedida  una construcción ubicada en la calle Libertad para que pudiera exponer su colección al público que era muy nutrida. Anteriormente esta construcción en la calle de Libertad había sido parte de una cárcel (irónicamente) y hasta de una biblioteca que olía a humedad (lo contó en su momento el cronista decano de Azcapotzalco don David Delgado).  Este museo quedará instalado en la mencionada calle de Libertad número 35 cuando en julio de 1996 tanto el Departamento del Distrito Federal (DDF) como el Gobierno Delegacional concedieron el recinto de la calle Libertad de la colonia el Recreo para el museo e inaugurándose ese mismo año y cuya entrada era gratuita al público y de cooperación voluntaria si así lo decidía el visitante.

   El Museo se conformaba de tres Salas: la Sala 1 era una Introducción al periodo Pleistocénico, al concepto de Mesoamérica, de los horizontes culturales y establecimientos o asentamientos humanos; la Sala 2 era sobre el Señorío Tepaneca, desde la llegada del chichimeca Xólotl en Tenayuca, hasta el gobierno de Tezozómoc o Tezozomoctzin y del fin del esplendor tepaneca con Maxtla ante la guerra de la triple Alianza de Tenochtitlan-Tacuba y Texcoco; la Sala 3 propiamente mostraba las investigaciones realizadas en Azcapotzalco por Arqueólogos y Antropólogos con información de aspectos tales como la cultura o forma de vida tepanecas y relacionadas con el entorno. Al entrar al museo se sentía una atmósfera especial del pasado prehispánico y daba la sensación de que las piezas de este pequeño museo, se antojaban un tanto diferentes a las expuestas por ejemplo de las del Museo de Antropología que, aunque las piezas no eran enormes, si eran muy interesantes observarlas y sentir cierta identidad local en ello, ya que en Azcapotzalco se habían encontrado la mayoría de las piezas por don Octavio y que observábamos entonces como: caracoles con inscripciones, vasijas, utensilios, flautas, pequeñas cabezas olmecas y de pequeñas máscaras rituales de otras culturas mesoamericanas como tolteca, mexica y tepaneca, entre muchas piezas de índole interesante en la colección de don Octavio.

  En el tríptico elaborado por el arqueólogo Gilberto Pérez en el año de 2001 (en la gestión de la delegada Lic. Margarita Saldaña) sobre la información del recinto Museo Arqueológico “Príncipe Tlaltecatzin” se lee:

  El Museo Arqueológico de Azcapotzalco “Príncipe Tlaltecatzin” ofrece al público una visión general sobre la historia prehispánica de la región que ocupa en la actualidad la demarcación Territorial de Azcapotzalco, cuyos antecedentes se remontan desde el poblamiento de América desde Asia por grupos nómadas, las primeras sociedades, los primeros asentamientos humanos y el desarrollo de las altas culturas mesoamericanas, así como el florecimiento del señorío tepaneca de Azcapotzalco.

  La colección de diversas piezas arqueológicas, reproducciones y artesanías que se exponen en el museo, han sido reunidas a lo largo del tiempo, gracias a la entusiasta labor de Don Octavio Romero Arzate, gran parte de los objetos proceden de excavaciones realizadas en distintas zonas de Azcapotzalco y de donaciones”.

  Este Museo llamaba la atención realmente por sus piezas expuestas y era algo que distinguía a la colonia del Recreo y a Azcapotzalco, en él se realizaron varias actividades referentes a las raíces culturales prehispánicas y lo visitaban las escuelas y colegios de los alrededores, así como de visitantes oriundos del lugar y externos a Azcapotzalco.

  Vi en infinidad de ocasiones al paso de los años a don Octavio en su museo atendiéndolo, pero yo no lo abordaba. Un día del año 2010 al pasar por el lugar quise saludarlo y preguntarle sobre su museo y me lo encontré ahí en su recinto museístico vestía un pantalón azul con un saco gris y camisa blanca y al verme fijo su mirada en mi persona, como examinándome o tratar de ver algo más allá de la visión ordinaria, así me pareció a mí ya que, en alguna ocasión debido a algunos problemas de salud visite a una curandera en Michoacán de la que me hablaron y cuando me atendió observé que tenía una mirada especial como si traspasará el alma y la fijaba en las personas la primera vez que los veía como una mirada llamémosle mística o espiritual como examinándolas, esa misma mirada fue la que encontré en don Octavio cuando me vio fijamente con una mirada extraña y con mucha atención, le pregunté sobre su museo, pero al parecer tenía prisa y no pudo atenderme o se sentía indispuesto, algo le noté como un cierto malestar o enojo y quizá cierta desconfianza, pues le hacía creo preguntas muy técnicas que no me respondió a lo cual era entendible, pues no me conocía como vecino del lugar aunque yo si sabía quién era don Octavio, pero era curiosidad por su museo y nada más y salió con prisa dejando al guardia policía en turno a cargo, a que me atendiera el cual amablemente me dejo entrar como en otras ocasiones. Fue la única vez que le hable, ya que pasaron los meses y por ocupaciones ya no volví a visitar el museo, tiempo después cuando de nueva cuenta fui a visitar el museo y de querer poder saludar a don Octavio de nueva cuenta, me tope con que se encontraba cerrado y tenía un moño negro colocado arriba de la puerta de entrada, sentí que algo le había pasado a don Octavio y después me enteré de su deceso y a partir de ahí el museo cerró sus puertas al público desde entonces siendo el año de 2011. Por lo que el Museo Arqueológico de Azcapotzalco “Príncipe Tlaltecatzin” desde su inauguración en el año de 1996 hasta que cerró sus puertas en 2011 funcionó por espacio de 15 años atendido por don Octavio Romero Alzate.

   No es mucho lo que se puede encontrar al respecto históricamente sobre el príncipe Tlaltecatzin ya que existen algunos vacíos, confusiones e interpretaciones en los registros históricos de los códices o mejor dicho amoxtlis existentes y en los escritos poshispanicos por lo que es difícil abordar al personaje histórico debido a las pocas referencias que hay de él y empatarlo con “las historias” que contaba don Octavio que al parecer no concordaban, ya que tales cuestiones es materia y será materia de los historiadores principalmente, sin ofender alguna otra profesión aunque se vale claro investigar sobre el tema, ello va a colación porque don Octavio contaba aquella historia “alternativa” que no se halla en los textos de historia, que no está escrita en la historia formal de los antiguos tiempos y sucesos prehispánicos ya que al parecer le eran contados de quienes según él tenía como sus informantes. Lo que contaba sería algo cierto para él y sólo para él, siendo algo subjetivo. Lo curioso a pensar es que en el sitio que indicaba y excavaba según por sus misteriosos informantes ahí se encontraba lo que él aseguraba estaría, esto según los testimonios de las personas involucradas en ello.

  Reflexionemos también que si se estableció este museo a partir de 1996 es porque varias de sus piezas en un gran número constan ser reales (sin tomar en cuenta reproducciones o reconstrucciones) ya que la controversia en sí fue la curiosa conformación de las piezas prehispánicas, pero fue debido a estas que se estableció el museo, ya que las piezas se encontraban (y encuentran) registradas ante la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos como lo establece dicha Ley y verificadas por tanto ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como auténticas. Dentro del museo las cédulas o mejor dicho “las fichas” con la información de los objetos o piezas expuestas estaban escritas a mano habiendo además cartulinas también a mano con explicaciones concernientes a lo relativo a los temas al interior del museo y de figuras con atavíos prehispánicos y algunos cromos en cartel.

  He de anotar que el mérito de Don Octavio Romero Alzate, fue el establecer el germen si se puede decir así de un Museo en Azcapotzalco -aunque como hemos dicho no un museo formal como tal en sus comienzos- con piezas prehispánicas “rescatadas” en el perímetro de Azcapotzalco al establecerse un recinto o museo en donde antes no lo había en importancia, ya que en alguna gestión pasada existió un pequeño museo local efímero en San Miguel Amantla a mediados de los setentas que paso prácticamente desapercibido ya que casi no se le menciona en ningún lado siendo en realidad nulo y que debió estar tan sólo seguramente lo que dura una gestión administrativa como suele suceder en Azcapotzalco y cuyo número de piezas (unas pobres 16, aunque algo importantes) no se comparara con las que existían en el Museo Príncipe Tlaltecatzin  ya que ninguna autoridad al momento lo había pensado de algún museo de cierta mediana magnitud, hasta mucho después de que se dio el respaldo de las autoridades de entonces, siendo que ya estábamos casi a finales del siglo XX entonces. También debemos de anotar que en el Archivo Histórico de Azcapotzalco en la Casa de las Bombas existían unas figuras en vitrinas que algunos decían es como un “pequeño museo” lo cual es incorrecto no siendo así.  Si reflexionamos la importancia de Azcapotzalco en el pasado de la historia del México antiguo y de la local, si tan antiguo y ancestral es este territorio, entonces ¿Por qué nadie pensó antes en establecer un museo en Azcapotzalco? Aunque su extraña e interesante conformación nos pone a pensar muchas cosas ¿será cierto que el espíritu del príncipe Tlaltecatzin ha deambulado y deambula por Azcapotzalco? ¿Qué don Octavio tenía conversaciones con tal espíritu, además de otros? Ya que la aparición principal le indicaba según contaba don Octavio, las indicaciones para excavar y encontrar vestigios del pasado, desde que él era un adolescente y, conforme fue creciendo, también de los encuentros con otras ánimas prehispánicas y de sus “relatos” del más allá dimensionales, que fueron tomados como testimonios orales verídicos por don Octavio.

  Don Octavio Romero también nos llegó a compartir de manera comunitaria la Leyenda del callejón del beso, cuya leyenda y por tanto del callejón se le debe a él. Este breve callejón se encuentra a un costado de la calle Libertad y entre 16 de septiembre, lugar en donde hace años se encontraba una lámina metálica fijada en un parte del muro del callejón con esta leyenda escrita de la autoría de don Octavio como un rescate de las tradiciones y leyendas de Azcapotzalco, que podríamos apreciar los vecinos al pasar por el callejón y al leerla conocer esta leyenda, dicha lámina actualmente ha desaparecido y de manera desafortunada este callejón del beso pocas veces está arreglado por la autoridad en turno y en muy diversas ocasiones se le halla en un abandono.

  Una de las personas que me comentaba con emoción sobre este Museo es Elena Beltrán quien me decía que escuchaba con atención y emoción cuando don Octavio en su museo platicaba ante un pequeño pero nutrido público, de la historia de las piezas por él rescatadas al excavar algún lugar en Azcapotzalco y la forma como fue y explicar que significaban algunas piezas y de escuchar ella de viva voz de don Octavio de los espíritus guías del pasado prehispánico. Son varias las personas que de alguna u otra forma seguían y le tenían un aprecio a don Octavio y al Museo Príncipe Tlaltecatzin por mencionar algunos como: Marcelino Peña, Miguel Cárdenas, Armando Magadan, Yolanda García, Guadalupe Robles, Socorro Campos, entre otros vecinos y amistades que le frecuentaban.

  Aunque también tuvo sus contrarios o detractores debido a las historias que se tomarían como inverosímiles e increíbles que contaba don Octavio sobre las apariciones de los espíritus que le hablaban en español y no en náhuatl y que no concordaban con los hechos históricos interpretados siendo el principal el del llamado príncipe Tlaltecatzin, cuya historia no compaginaba con lo poco que se tiene al respecto y ante la falta de información histórica realmente o sustancialmente, estaba la de los extraños informantes del más allá dimensionales si vale decirlo así. ¿Verdad? ¿mentira? Qué habremos de decir, lo que sí es que hay algo tangible en todo esto: el gran número de piezas prehispánicas que reunió a lo largo de los años y que se encontraban expuestas en el Museo y que el público de entonces pudo apreciar y de las que existen varias fotografías como un testimonio gráfico.

 Podemos indagar en publicaciones como son libros, artículos y escritos referentes al Museo Príncipe Tlaltecatzin y de don Octavio Romero diversos e interesantes como son, entre otros el de Concha Labarta quien, a manera de anécdota, viajo desde España exclusivamente (ya que no había un corresponsal aquí en México) al museo Príncipe Tlaltecatzin en Azcapotzalco, ya que este museo hizo eco hasta España para así enviar a la periodista y entrevistar a don Octavio del que aparecería un artículo publicado. Doy una lista a continuación de algunas publicaciones [ya que bien puede haber más] amable lector:

v  Un museo inspirado por los espíritus, artículo de la revista Más Allá de 2004, escrito por Concha Labarta, periodista española.

v  Las narraciones del príncipe Tlaltecatzin, recopilación que se hizo en 2001.

v  Del príncipe Tlaltecatzin y don Octavio Romero, perteneciente al libro De Gamio, un gigante, un príncipe y tres mamuts de la cronista de Azcapotzalco Yolanda García.

v  El Museo Príncipe Tlaltecatzin, un apartado del libro Ciudad de México, Ciudad desconocida, de Edgar Anaya Rodríguez periodista, fotógrafo y cronista turístico.

v  El Museo Arqueológico de Azcapotzalco, de Francisco Martínez Arias, escritor y cronista publicada en la revista Tlacuilo número 5 de julio-agosto de 2004.

v  Descubren dos tumbas tepanecas, artículo del periódico La Hormiga, refiriéndose a don Octavio Romero a manera de entrevista y testimonio, escrita por Rosalío Martínez en octubre de 1995.

v  La “aparición” que inspiró un museo en Azcapotzalco, artículo de el Universal de 2019 de Susana Colin Moya, que se puede consultar en internet (entre otros muchos artículos que se encuentran o localizan en la red).

v  Del príncipe Tlaltecatzin y don Octavio Romero, crónica en la Revista digital Azcapotzalco, Historia, Arte y Literatura, número 2 del año 2021, de la cronista Yolanda García Bustos en donde se retoma a Don Octavio Romero por la autora como una nueva y acertada difusión y conocimiento de ello al respecto.

 Además de un programa del canal 22 a don Octavio y su Museo Príncipe Tlaltecatzin.

 Es también de anotar que se le han hecho aniversarios luctuosos cada año a la persona de Don Octavio, no dejando que se pierda su memoria y del legado del museo que debería de ser más conocido llevando una continuidad, de que existió este recinto y la persona que lo cuidaba que, atinadamente algunos cronistas así lo han hecho como han sido las crónicas y las charlas de Yolanda García Bustos y lo difundido por Marcelino Peña Fernández en los recorridos ciclistas llamados “El príncipe Tlaltecatzin deambula en bici por Azcapotzalco”, quienes nos han compartido este saber cómo cronistas y ciudadanos del hormiguero. Particularmente hubiese sido un agrado conocer a don Octavio de viva voz como le conocieron algunos cronistas y vecinos como los descritos, pero que, a través de ellos, se puede decir que lo conocemos en espíritu gracias a los testimonios de quienes lo conocieron y que nos transmiten sus vivencias y su legado.

  Debo decir que nunca había tenido un museo tan cercano a mi domicilio en la misma colonia y quizá no vuelva a tener otro museo tan cerca, ya que tan sólo caminaba desde la calle de Camino del Recreo y daba la vuelta en la calle de Libertad en que llegaba con emoción al recinto y en donde en varias ocasiones como vecino y público asistente veía además afuera del museo, que se realizaban algunos eventos con la presencia de don Octavio, donde se reunían vecinos y autoridades en algunas actividades en torno al museo que se realizaban a cabo por ejemplo algunas danzas prehispánicas, el saludo a los cuatro rumbos y demás, en ese espacio al exterior frente al museo, además de las llevadas a cabo dentro del recinto, hoy en día cerrado pero del que se encuentra abierta su memoria.

  Cuentan que, en la calle de Libertad si caminas a lo largo y la recorres, dicen que, si tú sientes un aliento o una bofetada, es el espíritu del Príncipe Tlaltecatzin que quiere llamar tu atención. Cierto o falso es parte de la historia de esta colonia y del recinto desaparecido del “Museo arqueológico Príncipe Tlaltecatzin” y del que algunas de sus piezas, unas setenta aproximadamente que son pocas en realidad de las que estaban originalmente en el museo de Libertad y en la colección de Don Octavio (según la Monografía Delegacional de Azcapotzalco 2000-2003 y de la Revista Más Allá serían de unas 2500 piezas aproximadamente mencionadas por el mismo don Octavio  y del cual el paradero del gran número de piezas es algo desconocido públicamente) las puedes apreciar en el nuevo Museo de Azcapotzalco inaugurado en agosto del 2018 en los terrenos del Parque Tezozómoc, (cuyo espacio anteriormente fue el Museo de Arte Regional que no tenía que ver con la arqueología) en la colonia Prados del Rosario en Azcapotzalco.

LAS ENSEÑANZAS DE DON OCTAVIO

Por el cronista Marcelino Peña Fernández.

Tesoro Arqueológico en Azcapotzalco 1988 México Desconocido Número 13. 

Todo comenzó en Malinalco

El primer encuentro…

 

Porque sin memoria  histórica e identidad ancestral cultural, no puede existir ninguna transformación de la realidad. El pueblo primer tiene que cambiar

la percepción de sí mismo para poder transformarla…

Guillermo Marín.

 

Todo comenzó en el año 1986  mi búsqueda me llevo al oficio de vendedor conocedor libros en una época donde el libro impreso era una herramienta fundamental para acercarse saber la obtención de todo tipo de conocimiento, por lo cual yo encontraba buscando un local para poner una librería en el centro de Azcapotzalco entonces conocí a un empresario de libro llamado Guillermo Bautista que quería poner una librería en Azcapotzalco entonces me entreviste con los señores Gonzales eran dueños de la vinatería Salgado ellos tenían un local a un lado del restaurante “Las cazuelas” entonces me contacte con su hermano Antonio  dentista que me cito en Santa María Malinalco, entonces tuve la fortuna de conocer a don Octavio que también realizaba trabajos de plomería en la vieja calle Aspiros, número 7 al primer contacto  me saludo de un modo extraño diciéndome -Tengo mucho tiempo sin verte, a lo que yo respondí sorprendido de manera respetuosa, yo no lo conozco, a lo que el respondió –Pero eres tu Marcelino Peña de  Xochinauac a lo que yo respondí quien ha sido oriundo  de Santa María Malinalco fue mi abuelo Marcelino Peña Vilchis mi abuelo era oriundo de Santa María Mallinalco para mi sus palabras resonaron en mi ser puesto que yo llevaba un tiempo constantemente presente en mi mente la evocación del recuerdo y el pensamiento la vida de mi abuelo y lo que había sido su existencia en estas tierras de Azcapotzalco, posteriormente don Octavio me ayudo a reconstruir mi historia familiar después de ese encuentro me invito a conocer su colección arqueología en su museo comunitario que en ese momento se encontraba en la primera privada de Tula número 7 cabe señalar que la recuperación de mi historia familiar fue un acto necesario.

Yo a la fecha me preguntó como sin conocerme supo que en esa etapa de mi vida me encontraba constantemente evocando la memoria de mi abuelo, que llevaba mí mismo nombre… Con gran expectativa quería sobre mi pasado a eso le llamo enganche.

Ya desde hace algunos años vivíamos nuestros sueños híbridos con la música de Rockdrigo Gonzales; el mundo era muy distinto yo decidí buscar el origen desde mi natal barrio originario de Xochinauac, para continuar mi ruta en todo Azcapotzalco. Al realizar mi prácticas de conocimiento antiguo me di cuenta la importancia de conocer nuestra lengua ancestral, en esa búsqueda de las manifestaciones del ser, y las enseñanzas, del algún maestro que me mostrará el mundo desde una realidad aparte; de pronto se abrieron las puertas de la percepción y tuve la oportunidad de conocer a mi maestro Don Octavio del cual quiero preservar sus experiencias y proteger su legado.

Inusitado Tesoro Arqueológico en Azcapotzalco 1988 México Desconocido Número 13.  


            El encuentro con don Octavio; fue para el que escribe entrar a otra forma de pensar y de ver la vida él decía que la historia universal oficial estaba equivocada, por tal motivo tenía una gran preocupación por la veracidad de la historia de México que también decía que estaba tergiversada en un 70 por ciento.

            El me permitió ver a través de sus enseñanzas la cosmovisión de nuestros antepasados, desde aquellos años, los años ochenta él me hablaba de la necesidad de realizar un rescate de la memoria histórica, debido a que estamos sometidos a un perveso circulo vicioso inmerso en una mente colonizada, producto del dominio europeo, por las siguientes razones: desde nuestra tierna infancia la educación oficial siembra en nosotros un sentido euro centrista, lo cual demostrare en el transcurso de mi narrativa, durante diversos relatos de acontecimientos que compartí con el maestro, fue tal la influencia de sus enseñanzas que decidí proteger su legado que llego hasta mi a través de distintas experiencias y conversaciones, lo que conmemora la practica ancestral de la tradición oral y nos acerca a la percepción de un nuevo conocimiento.

            Don Octavio decía: “que la vida cotidiana en el Anáhuac, los saberes eran enseñados de padres a hijos, siendo el conocimiento su verdadera herencia.”

Quiero expresar de antemano que en el curso de la recopilación de dichos relatos  e historias el lector deberá abrir las puertas de su percepción para abrigar otro tipo de conocimiento pues en las enseñanzas del maestro se pueden descubrir un cúmulo de invaluables significados históricos y nuevos saberes.


Importancia de la Orientación

            Don Octavio aseguraba que en el contexto de las civilizaciones del mundo antiguo como los toltecas, teotihuacanos, tepanecas y mexicas, debido a su cosmovisión orientaron sus templos y ciudades de manera astronómica buscaron vincular sus centros ceremoniles y ciudades con el firmamento, por lo anterior los puntos cardinales eran de vital importancia en la filosofía antigua.

Con don Octavio tuve la oportunidad de realizar diversas prácticas espirituales entre ellas, destaco, una práctica denominada comer el sol, que consiste en una serie de ejercicios de respiración fijando la vista directamente hacia el astro rey. Chasqueando los dientes a un ritmo de 7x7 lo cual produce una carga de energía entre otros efectos…

Lo que yo quiero destacar es que también realizábamos diversos recorridos históricos en lugares emblemáticos por la entonces llamada delegación Azcapotzalco de dichas enseñanzas prácticas resulto por iniciativa de la cronista Yolanda García Bustos y del que cuenta esta historia, en un arranque de creatividad y con mucho entusiasmo por los nuevos saberes entonces nació el recorrido histórico cultural llamado: “El príncipe Tlaltecatzin deambula el bici”, el propósito de dicho recorrido histórico es mostrar la riqueza cultural que a través de la transmición oral nos entregó Don Octavio Romero Arzate dándole vida a un sendero con una nueva interpretación histórica, lo cual despertó en nosotros diversas inquietudes filosóficas, e históricas del rescate del rescate de nuestro verdadero pasado tepaneca; lo que impulso a propios y extraños a buscar el legado arqueológico de Azcapotzalco. Dichos recorridos también se realizaban con el objetivo fundamental la preservación de dichas enseñanzas.

Cabe señalar que algunos de estos aprendizajes tuvieron lugar en un sitio llamado Museo Príncipe Tlaltecatzin ubicado posteriormente en la calle libertad número 35 Azcapotzalco centro el cual era dirigido por don Octavio Romero Arzate, que en su momento nos mostró diversas piezas arqueológicas en este sitio maravillosos que ahora sería catalogado como un museo comunitario, pero en nuestro presente solo que la añoranza pues de dicho museo solo se conserva la fachada como mínimo vestigio de su gloria..

 

Año de 1988  

Fue el año de 1988 cuando me encontraba en una práctica de conocimiento antiguo con don Octavio, por lo cual yo me sentí totalmente sorprendido por su saber, cuando tuvimos la siguiente charla:

-Yo insistí en que me permitiera participar en sus excavaciones a lo cual el replico sin pena alguna.

-Se llaman escarbaciones (después de muchos años de reflexionar sus palabras y pensar profundamente en sus acciones llegue a las siguiente conclusión: el realizaba sus descubrimientos usando todos sus sentido abiertos y sus manos, para debelar algún secreto por ello así denomino a su técnica ya que una excavación es algo que se hace de modo técnico con herramienta) yo tenía en ese tiempo 27 años y vivía con unas grandes ansias de saber por ello yo le insistía frecuentemente, que me entregara la llave de su conocimiento para poder realizar dichas escarbaciones (al maestro que por cierto no le gustaba que le dijeran maestro me decía soy Octavio llámame por mi nombre) por otro lado ante mí insistencia de obtener la clase de su saber Octavio me respondió parando mi tiempo, parando mi mundo…  Y entonces me miró fijamente a los ojos declarando –¡No y nunca trates de abrir puertas que no puedas cerrar!, lo que me hizo bajar la cara reverencialmente y me conforme, con la práctica de dichos recorridos, en los lugares emblemáticos de Azcapotzalco…

En Pantaco donde se exhiben las banderas del norte

Un lunes del mes de agosto un mañana nublada y lluviosa, Don Octavio me hizo colocarme dirigiendo mi vista hacia el rumbo del oriente para persignarme mirando hacia el sol haciendo un circulo sobre mi rostro trazando la señal de la cruz haciendo la trinidad con mis dedos. Pero en realidad dicho acto tenía más bien un sentido de salutación a los cuatro rumbos, rito fundamental para nuestros antepasados; lo cual me emociono de sobremanera, entonces me pregunto ¿Qué vez allí? Dirigiendo su mano al cerro del chiquiuite lo cual me genero gran asombro al ver dicho cerro con unas post modernas antenas combinando en su paisaje el presente y el pasado, entonces le dije -¡Qué impresionante es el cerro del chiquiuite! para mí fue una visión que rebaso lo cotidiano.

Calle Aspiros barrio Santa María Malinalco obra gráfica Marisol Gutiérrez.

Entonces me dijo -¡Míralo bien y dime! ¿Porque le dicen el Chiquiuite?, a lo que yo respondí: -Es una gran canasta donde ponen las tortillas, elaborado de tiras de carrizo, por lo que esta perforado por todos sus lados, entonces él me dijo:

-obsérvalo bien a lo que yo respondí -¿Lo observo, lo miro o lo veo? A lo que él  replico ¡A mí no me vengas con fregaderas de que eres muy letrado! ¡Tú ponle atención!, apenas pude percibir como saco de su bolsillo, el silbato de ehecatl y lo coloco en sus labios, produjo un gran sonido semejante al soplido del viento lo cual provoco que se alterara mi percepción de la realidad, y en ese momento vi el prodigio de como se posó una nube densa y negra sobre la cúspide del cerro, y de pronto el cerro comenzó a derramar por sus faltas abismales cantidades de agua, y en el horizonte se dibujaba el rostro de una intensa tormenta, donde los truenos, me hicieron perderme en el goce de mis sentidos al tiempo que veía como una gran ola se precipitaba hacia nosotros, y en ese exacto momento don Octavio me dio un fuerte golpe en el plexo solar que me lanzo como a diez metros de donde originalmente nos encontrábamos de pie, observando el prodigio pero realmente desperté del ensueño y don Octavio me preguntó ¿Qué te paso? ¿Te perdiste? Quedaste como encantado a lo que respondí:  por unos minutos vi a ese cerro vivo y entonces me dijo sarcásticamente: ya no fumes esa yerba si no la controlas, le dije -No Octavio por favor que yo ya no le hago a esa hierba voladora, y más sabiendo que hay otras formas seguras de volar entonces paso su brazo izquierdo sobre mis hombros y me dijo fue ehecatl, el viento y tlaloc la lluvia; que bueno que lo has visto, por lo tanto me sentí muy afortunado de haber tenido tan hermosa iniciación, en este mismo lugar donde deambularon tepanecas, y aztecas; cuando fueron los mejores años del valle del Anáhuac, continuo diciendo hay mucha gente que no sabe ni donde están paradas, y siempre andan desorientadas pero sabes que estas eran las costas del lago salado de la cuenca de la Anáhuac y por ello Azcapotzalco está localizado en estas tierras privilegiadas y benditas, donde deben de saber que aquí vivieron un tiempo los Aztecas y empezaron a concebir la idea de Tenochtitlan, construir su ciudad más al centro el lago, y como ya te dije antes orientado sus teocaltin y plazas de modo astronómico, a lo que yo pregunte con sorpresa ¿Cómo sabes todo esto Octavio? Porque estoy en contacto con mis antepasados las ánimas son mis guías, las mismas que me indican donde debo escarbar para rescatarlas, porque las piezas guardan secretos en la memoria de todos los tiempos.

Pero volviendo a Pantaco este lugar es muy especial porque como decía don Octavio aquí los mexicas comenzaron a concebir la idea de donde ubicar el templo;

en cuanto a su etimología náhuatl viene de Pantli bandera y co locativo náhuatl este lugar es muy importante pues era un punto de paso obligado donde los visitantes a las ciudades importantes del Anáhuac debían de mostrar sus banderas, lugar que tenía una función vital en cuanto a la entrega de tributos; en Pantaco circundado la fuente Xancopican o los Tulares de Acocolco, lo dicho por don Octavio se puede confirmar lo dicho por el Arqueólogo Gilberto Pérez Rico en su trabajo Monografía sobre la Fuente Xancopica, que ahí fue el lugar donde los mexicas comenzaron a concebir la idea de como edificar la ciudad de Tenochtitlan pues estos se vinieron a esconder a estos terrenos pantanosos llenos de tulares y de víboras debido a que fueron expulsados de Chapultepec aquí ellos observaban detenidamente el cerro del Tepeyac el lugar donde habitaba la de la falda de serpientes, la Coatlicue, y la madre tierra; dicho más dulcemente nuestra venerada madre Tonantzin, también aquí vivieron durante muchos años caminando y durmiendo bajo el cobijo del hermoso firmamento viendo el movimiento cósmico de la luna la enjoyada Coyozauzqui y los 400 surianos los zenzotlatoa, en este mítico lugar fijaron su atención sobre Tonalli, el sol que se desplaza por el oriente tocando el cerro de la estrella y al fondo de todo esto el paisaje era enmarcado por dos enigmáticas montañas, el cerro humeante Popocatepetl el guerrero amoroso, e Iztaccíhuatl la mujer blanca, la mujer dormida, el perfecto paisaje natural que hizo a nuestros antepasados concebir el mito de la guerra cósmica donde Coyozauzqui buscara a todo costa impedir que el sol Huitzilopochtli emerja como un poderoso ser dador de vida, a pesar de su cercanía con la concepción de la muerte por ser el dios guerrero, por lo anterior el pueblo azteca cultivo una vocación para mantener en movimiento constante al sol, como pueblo elegido era un honor sacrificarse para que la vida fluyera y el sol no se apagara jamás, entonces instituyeron el sacrificio alimentando al cosmos con su sangre, tal sacrificio era reservado que era reservado para seres iniciados, no cualquiera tenía el privilegio de morir de esa manera, ofrendándose ritualmente en lo alto de los teocalis, lo que se instituye de un modo pedagógico para la cosmovisión del mundo náhuatl en la Leyenda de los Soles, cito:  “…es de noche aun no brilla el sol, aun no hay aurora se reunieron los dioses, se juntaron en consejo en lo que ahora es Teotihuacán uníos se dijeron; venid acá y quien toma a su cargo ¿Quién se hecha a cuestas el oficio de ser el sol y de ser la aurora?..” este mito cósmico renueva el significado del sacrificio entre los antiguos mexicanos teniendo como personajes principales a Nanauatzin el purulento y a Teccuzitecatl el señor del caracol…

Inusitado Tesoro Arqueológico en Azcapotzalco 1988 México Desconocido Número 1

Al conocer a don Octavio tuve la oportunidad de revalorar estos sitios ahora aparentemente sombríos cubiertos ahora de una tosca modernidad industrial; donde convergen diversos significados históricos, por lo cual me siento profundamente agradecido con mi maestro que me permitió despertar mi conciencia así como abrir las puertas de la percepción de mis sentidos por esto entendí que don Octavio tenía la capacidad de comunicarse con las ánimas, sus guías como es el caso de Tlacatecuhtli el señor de la casa de las águilas, un sacerdote mexica que don Octavio decía que era la dualidad espiritual de Cuauhtemoctzin cuando el gran Tlacatecuhtli hizo contacto con don Octavio le pidió que desenterrara unos objetos de poder que se encontraban en la última morada de este ser, y esto fue en Nextlatilco lo que ahora es; la colonia Tlatilco aquí en Azcapotzalco, Tlacatecuhtli le revelo a don Octavio, que tres días previos a que se diera la última batalla en la gran Tenochtitlan este ser le indico que se realizó un importante ritual que fue el sacrificio sagrado entonces este le indico el lugar exacto donde debería excavar y el producto de dicho rescate está ampliamente documentado en la revista de divulgación cultural de nombre México Desconocido del mes de marzo de 1988 número 133, este artículo se llama: Inusitado tesoro arqueológico en Azcapotzalco y es de la autoría del doctor Jorge Paulat, donde se hacen constar los objetos hallados por don Octavio que son entre otros: cuchillo de obsidiana labrado y pulimentado en sus dos partes, este es en sí una síntesis precisa de la mitología que sustentaba ideológicamente al impero del antiguo México, una vasija con pictogramas al estilo de la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini, un sello que se utilizaba para decorar labores como era el caso de cuando se elaboraba pan de amaranto, unas vasijas ceremoniales esas vasijas sirvieron alguna vez, para contener el principio vital que es la sangre y los corazones de los sacrificados, también ahí se mostró el hacha que tiene labrada la figura de un personaje con el nombre pictográfico de Cuauhtémoc el sol poniente, el águila que desciende, y cae sobre su presa, esta pieza de invaluable riqueza, don Octavio nos decía que perteneció a nuestro señor Cuauhtémoc pues era su cetro de poder o su bastón de mando, piezas que algún día regresaran para ser honradas por los mexicanos y entonces se cumpla a cabalidad la consigna de Cuauhtémoc, dejare para otras entregas los valiosos relatos que don Octavio me narro como fue su experiencia con la curandera Pachita que operaba con la ayuda del hermanito Cuauhtémoc y las revelaciones que tuvo al siendo su ayudante; Pachita la que también fue maestra de Jacobo Ginberg y Alejandro Jodorowsky así como su amistad quebrantada con la curandera sacerdotisa de los hongos María Sabina. Además en otras entregas mostrare las increíbles historias como la del Cuerno de Fernando de Roa, y la de su inseparable amigo el pequeño hombrecito el chaneque.


 

OCTAVIO ROMERO ARZATE: 

Una interpretación de nuestras raíces prehispánicas.

Por: Ricardo M. Pilón Alonso

Octavio Romero Arzate

A MODO DE INTRODUCCIÓN

“El Pueblo que no conoce su historia

Merece la oportunidad de conocerla”

Octavio Romero Arzate

Permítaseme de entrada dejar en claro un asunto sobre la figura de Don Octavio: no soy simpatizante, pero tampoco detractor de los actos y pensamientos de ésta persona. El inconveniente de lo uno o lo otro de estas dos posturas, pondría de manifiesto mi discurso en lo personal, producto de la común opinión. Si bien esto último es lo que abunda, el hecho sacude todo prejuicio o exaltación que reivindica situaciones o personas en la historia. ¿Quién todavía cree, al pie de la letra, todo lo narrado por Suetonio o incluso los cronistas hispanos respecto a los hechos directa o indirectamente señalados? La falta de un análisis crítico sobre los hechos debe acotar en lo mayor posible las fuentes o experiencias para dar sentido coherente de lo que se pretende señalar. Por tal razón, estén o no de acuerdo con mi discurso, hablaré sobre Don Octavio apelando a la razón y el sentido común. Nunca con las tripas o el fanatismo de un idolatra.

¿Quién puede decir “yo soy quien conoce o conoció mejor a Don Octavio” como si tal expresión fuera el garante de una verdad? Esta insensatez supondría la mayor aspiración de un filósofo, pero que en realidad no es posible sin el ejercicio primario del autoconocimiento. Sólo Don Octavio sabía lo que hacía o pensaba. Por lo que en el papel del otro –o sea nosotros-, algunos más o algunos menos, se puede decir lo suficiente bajo la condición fragmentario de un tepalcate que nunca es un todo. En este sentido, sólo quedará ante los futuros el quehacer de contrastar y discutir los hechos –de un pensamiento o actos- que circunda la figura de Don Octavio.

Por lo tanto, quedan advertidos sobre lo que a continuación están por leer y que no pretende complacer u ofender a quienes, de alguna manera, fueron cercanos o renuentes a nuestro personaje. Pues como expresara un poema náhuatl (1):

A ca zaniyo nican tlalticpac

Xochitica ya hual iximacho

Cuicatica ya ye on tlaneuh

Ti tocnihuan.

(Cantares Mexicanos, F 24 v)

“¡Ah, solamente aquí en la tierra:

Con flores se da uno a conocer,

Con flores se manifiesta uno,

Oh amigo mío!”

(Poesía Náhuatl I, p.39)

 

 

I- CONEXIÓN INDESTINADA…

Sólo conocí a Don Octavio una vez en el 2010. En esa única ocasión visité el Museo Arqueológico de Azcapotzalco “Príncipe Tlaltecatzin” con el fin de conocer las piezas que contenía y poder tomarle algunas fotos. Al preguntarle al policía sobre si eso era posible, me dijo que le preguntara a Don Octavio, situación que paso de inmediato al verlo bajar de su habitación. Al estar frente a frente con él no hubo nada de aquello que muchos se jactan, como un estado de “ser tocado” o sentir la “conexión de karma”; sino simplemente un par de personas comunes y corrientes que se veían el uno al otro. Platicamos un poco y al recibir su negativa a mi petición, recorrí el recinto y me retiré pensando de lo que observé del lugar. La imagen de Don Octavio no era nada sorprenderte, más bien demacrado y debilitado por el tiempo. Su carácter reservado y desconfiado, sólo podía provocar opiniones adversas.

La razón de esa visita tenía que ver con la creación de un “Museo Móvil” en el entonces Archivo Histórico de Azcapotzalco, por lo que sólo quería tomar unas fotos para su exhibición y al mismo tiempo dar difusión de aquel entonces museo olvidado… Al no lograr esa encomienda, como suelen decir, ello no impidió la creación temporal –sólo un día y unas horas- de dicho “museo” un domingo 20 de junio del 2010.  Aún yo no tenía la preparación arqueológica como ahora, pero ello fue el detonante para empezarme involucrar, en mis observaciones y publicaciones, lo que llevó a estudiar la carrera de Arqueología en la ENAH en el 2012. En una publicación, meses después, en octubre (2) plasme mis observaciones de aquel Museo; una observación técnica sobre la condición en la que se encontraba:

Desde mi punto de vista el espacio es amplio y adecuado para la exposición de las piezas existentes, pero cuya infraestructura técnica y administrativa es la parte débil y descuidada del museo... Las fichas técnicas de las piezas son demasiadas simples y carentes de información fundamental... La suciedad, el polvo y la contingencia de objetos hacen del lugar una bodega a una sala de exhibición... La seguridad, que cuenta con un vigilante, es vulnerable... Y la organización temática es del todo una quimera y si una manifestación fetichista del mexicanismo donde las plumas y penachos son tan irreales como un extraterrestre...

Este antagonismo de mi parte es y sigue siendo una crítica hacia la cuestión institucional, que un comentario personal hacia Don Octavio. Pero como es costumbre, no todos leen el trasfondo de esto y sueltan la lengua por el dolor de sus entrañas hacia los sentimientos depositados. Lo cierto de todo esto es que no existió alguna conexión predestinada. Simplemente un encuentro casual.

¿Quién iba pensar que en marzo del año siguiente, 2011, moriría a causa de su enfermedad y decir adiós, para siempre aquel Museo, orgullo de su solitaria vida? Pero más sorprendente fue ver la aparición de muchas personas que decían conocer o tener contacto con él.  Interprétese esto con juicio. A mí me invitaron  a un homenaje, afuera del Museo, en donde toque y cante un canto náhuatl al cual compuse música, un canto de muertos:

  


Después de esto, sólo escuchaba de voz de muchos, cual leyenda, atributos que se disputaban entre leales o desleales su conexión hacia su persona.  Honestamente yo no estoy entre ellos y antes bien, en ese antagonismo por conocer el pasado, dio pie a que ingresara a la carrera y comprender el valor autentico de su legado, desde el punto de vista intelectual y cultural.

II- CONOCIENDO EL LEGADO…

Personas ordinarias o excesivamente académicos señalarían a Don Octavio como un “loco soñador”, un “demente”, un “saqueador”, un “farsante”… Tales apelativos podrían obedecer, psicológicamente hablando, a causa del rechazo sufrido por el sujeto de su deseo o admiración. Ese afán de ser reconocido por el éxito de otros, es un gesto social que se alimenta si el héroe o maestro lo añade al círculo de su intimidad, de amistad o iniciación, al toque mágico de la complacencia. Si hay rechazo se genera lo opuesto y un enemigo potencial. El amor-odio por la figura se vuelve vacuo y se ponen en segundo plano la importancia de su legado. Lo cierto es que el legado de Don Octavio ha sido injustamente incomprendido y se peca de ser absolutamente adverso o ser demasiado exaltado.

a)      Anticuario por afición.

 Don Octavio era un coleccionista del pasado y su casa fungía más como una sala de anticuario que un museo propiamente, antes de 1984. “Anticuario” puede tener ciertas connotaciones, para placer de sus detractores, ligadas a la obtención y comercio de objetos arqueológicos. Pero se sabe que esté no era la actividad que él realizaba y, por lo tanto, uso este término comparándolo con aquellos pioneros anticuarios, de los siglos XVII a principios del XX, de la arqueología que gustaban coleccionar e indagar sobre su incógnita.  Esto implicaba que para un coleccionista o anticuario no está condicionada a una preparación técnica o intelectual, sino al libre pensamiento de su entendimiento y una labor de búsqueda.

Poco se valora el papel circunstancial que abarca la vida de Don Octavio en términos temporales y espaciales, es decir, el camino contextual que forjó la mente e inquietud de sus actos a éste oficio. El nace en el año de 1923, es decir, en pleno auge de la Revolución Mexicana. Que es como decir que vio con sus propios ojos las trasformaciones y progreso de un México en continuas crisis hasta el año de su muerte, en el 2011. 88 años de memoria histórica que algunos oídos pudieron escuchar de sus labios.  Pero esa natural capacidad para buscar tepalcates, cuyo “instinto” bien podía enunciar a un prolífico arqueólogo, no era proporcional a su dedicación al estudio, leemos:

Cuando Don Octavio Romero era pequeño, poco le interesaba la escuela, se escapaba para ir a buscar tepalcatitos a los solares de Atzacapotzalco. (3)

Para una vida tan larga, y para aquellos que lo conocieron bien, es probable que su modo de vida no se redujera a la de un simple soldador, su discurso estaba plagado de nociones específicas de muchas experiencias en la vida. Pero su interés y afición por los objetos arqueológicos era una actividad que le dedicaba tiempo y momentos de reflexión de su espíritu libre. ¿Cómo se atreven o se atrevieron algunos de acusarlo de “saqueador” en un tiempo en el que la arqueología aún estaba en pañales? Los modernos procedimientos técnicos de registro empiezan en 1909 con Manuel Gamio en zonas de Azcapotzalco (San Miguel Amantla, Santa Lucia Tomatlan, Santa Cruz Acayúcan); la Escuela Nacional de Antropología e Historia nace en 1938  y el Instituto (INAH) nace en 1939. Las incógnitas de las culturas prehispánicas abundaban en interpretaciones atrevidas que no se diferenciaban de los aficionados anticuarios. Y para ese tiempo, antes de 1972, no se tenía regulado una ley para la salvaguarda del patrimonio, por lo que uno podía excavar sin temor a ser denunciado. Si el coleccionismo de Don Octavio se origina mucho antes del decreto de una Ley Federal en 1972, lo dispensan ante cualquier señalamiento, incluso, después de 1984. Su legitimidad radica en la inocente actividad que jamás lo encamino al comercio de sus tesoros. Y eso es algo digno de señalar ante ciertos “arqueólogos” que han hecho de las suyas en la institución que representan.

Su mayor gloria fue lo ocurrido en 1984, año del descubrimiento de unas osamentas y piezas arqueológicas, cuya historia se extendido como una leyenda popular. No he tenido la oportunidad de leer Las Narraciones del Príncipe Tlaltecatzin (2001), pero aún en sus discordancias e imprecisiones históricas y arqueológicas, se debe reconocer que fue el motor fundamental de la actividad e interés por Azcapotzalco. Por él se tuvo uno de los museos que con el tiempo fue abandonado y sólo queda en la memoria de quienes lo conocieron. Él no era un arqueólogo, pero su actividad era la de un arqueólogo con sus propios medios:

Cuando voy a escarbar ya sé dónde debo hacerlo, voy de la zona más alejada hasta el lugar exacto donde está la pieza. Utilizo instrumentos delicados para hacer el rescate a fin de no dañar las piezas. (4)  

¿Qué ideas pasaban por su cabeza para ejercer su oficio con suma dedicación y cuidado para construir un discurso que para él tenía sentido y aceptaba con celo sus raíces de antaño? No hay experiencia comparable con los procesos de excavación arqueológica, profesional o de afición, que producen esa sensación, ese sentimiento, de descubrir objetos del pasado. Eso es algo que un simple escribano no puede vivir y sólo se limita a la pluma y la palabra. Esa emoción es única y privilegiada. Don Octavio era un arqueólogo a su manera…

b)      Síntesis de un pensamiento.

He tenido la oportunidad de tener grata amistan con Don Marcelino Peña Fernández, lo cual ha sido toda una revelación. Relatar todo ese constructo eidético de Don Octavio requeriría de un libro entero. Pero conforme me compartía esas enseñanzas y recorríamos ciertos lugares, pude comprender un aspecto esencial del humano, a saber: la capacidad de construir de la experiencia y conocimientos limitados todo un Mundo. Tras leer su libro –compartido por Don Marcelino- “Cinco Mil Quinientos Años…” (Ver nota 3) me di cuenta que no es una obra nada vulgar y cuya coherencia puede compararse con los relatos míticos de las antiguas civilizaciones. En un lenguaje entre antiguo con nociones modernas, notamos que sabía lo que decía en su limitado conocimiento de las culturas prehispánicas. De haber conocido las fuentes, sin duda, tendríamos una aproximación del pensamiento prehispánico. Desconozco si sabía náhuatl o si era de descendencia indígena; pero sus indagaciones nos muestran que conocía conceptos, nombres, lugares y objetos tal vez escuchando por ahí y por allá, tal vez leído someramente en algún texto público. Lo cierto que eso le fue suficiente para armar un Mundo con el que tenía contacto con sus raíces.

Difícil es juzgar que las visiones de Don Octavio y que estas le indicaran o revelaban lugares u objetos. Tal y como sucedió con su Tlaltecatzin en 1983. Pero no se puede tildar de enfermedad mental o de locura si este estado de trance le daba resultados. Su vida solitaria le permitió no caer en las redes del misticismo y fanatismo mexicanista, aunque hasta cierto punto hay cierta influencia mínima. Su sentido común, su sentido persuasivo radica en el interés de provocar, vaya la redundancia, el interés en los demás. No es que los elementos de su discurso sean errados, sino más bien  tenía claro el máximo ideal de trascender su concepción, leemos de sus propias palabras:

En nuestras ciudades sigue el curso de los años sin faltar las fiestas y la sana alegría hasta desencadenarse una guerra civil terriblemente sangrienta en la que quinientos mil hombres Taxcaltecah y de otros pueblos se aliaron a un bandolero extranjero, extremadamente feroz y criminal… (5)   

Para Don Octavio las culturas del pasado se conectaban en actividades del deporte, la danza y el conocimiento médico. Los dos momentos grandiosos fueron  la llegada de Quetzalcóatl, gran sabio antiquísimo, y el Fuego Nuevo de la fundación de Tenochtitlan y su gran sabio Huitzilopochtli. El entendía que ante la grandeza era inevitable el problema social y que ha sido una constante en toda civilización de todo tiempo. Resulta fascinante la importancia de la educación, su insistente señalamiento de escuelas e Universidades, así como la importancia del papel y culto a la mujer. ¿Cómo se puede traducir estas imágenes y matices que nadaban en la cabeza y vida de Don Octavio? Se dice fácil, pero es algo que hasta el día de hoy le es difícil al común de las personas: La Fraternidad solo logra en la convivencia y amor en el conocimiento y la salud.  No son las danzas o las energías, sino lo esencial en Don Octavio es la convivencia  y el recuerdo de que nuestros ancestros enseñaron este propósito. Muchos tildarán de irónico al señalar de importante la educación, siendo el renuente de la escuela; o hablar de convivencia para la fraternidad, siendo él un alma solitaria, casi misántropa. Esta superficialidad, en ese sentido, no logra comprender el profundo carácter de sus ideales que no admite una educación de borregada o una fraternidad simulada. Como un antiguo sabio, se aíslo del común de las gentes y vivió en silencio la posibilidad de sus ideales…

c)       Conclusión.

Dicho todo lo anterior, no nos extrañe que Don Octavio pase de ser un personaje de ideas “fantásticas” para el común de la gente o los prejuicios de los académicos ortodoxos y dogmáticos. Pero su convicción pertenece a la realidad. A una que sólo él pudo construir desde sus recursos intelectuales y de experiencia. Que su obra sea acrónica, imprecisa, mezclada e incluso alucinada, obedece a una comprensión superficial. ¿Cuántos de los allegados concibieron algo semejante de sus enseñanzas? Por eso pienso que el pensamiento de Don Octavio es una obra de espíritu libre y que no hace falta exaltar, al grado del fanatismo, para reconocer su contribución humana a la comunidad azcapotzalca. Mientras el rivalismo y la arrogancia de honores inmerecidos naden en nuestro pueblo, ¿qué se puede esperar de esas “contribuciones” sino mediocridades de la apariencia intelectual? Don Octavio fue sencillo, humilde y honesto. Tales virtudes son más poderosas que mil libros escritos por la fama y el dinero. Se trata de dar y no de obtener, por eso –y finalmente- me quedo con estas sus palabras:

¿Qué puedo darle a mi pueblo?

Pueblo que me vio nacer

Y correr por sus llanuras,

Si no tengo riquezas

Mi único tesoro es lo que he

Rescatado de mis antepasados. (6)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

(1)    GARIBAY K.,  Ángel Ma. Poesía Náhuatl (vol.1). Edit. UNAM, México, 2000, p.39.

(2)    PILÓN A., Ricardo M. AL RESCATE DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE AZCAPOTZALCO "PRINCIPE TLALTECATZIN". Ver publicación completa en: http://calmcacanahuac-tepaneca.blogspot.com/2010/10/al-rescate-del-museo-arqueologico-de.html

(3)    ROMERO ARZATE, OCTAVIO. Cinco Mil Quinientos Años de Historia de las Tres más Grandes Concentraciones Deportivas del Pasado de México. Edit. SEP, México, 1991, p.13.

(4)    Op. Cit., p.14.

(5)    Op. Cit., p.56.

(6)    Op. Cit., p. s/n.