miércoles, 16 de marzo de 2022

 

EL MUSEO DEL PUEBLO 

“PRÍNCIPE TLALTECATZIN” 

Y DON OCTAVIO ROMERO

Por: El Centinela de Xancopincan, Cronista José Carbajal Cortés


  En las localidades de nuestro México en ocasiones acontece algún suceso que nos llama la atención, tal es el caso de un peculiar museo en Azcapotzalco, aunque antes de anotar este relato, contaré que en nuestro país existen sólo dos museos que han tenido una extraña conformación de su acervo en sus piezas arqueológicas: el Museo de Acámbaro en Guanajuato en los límites con Michoacán, este es un pequeño museo de sitio que nos muestra entre sus piezas algunas que parecen ser extraídas de lo insólito: ya que muestra objetos como mamíferos y fauna del pleistoceno así como de reptiles parecidos a dinosaurios, de una fauna extraña, desconocida y ajena al entorno mesoamericano y prehispánico, además de que se dice estas piezas tiene una maldición y de ahí su leyenda (aunque ha sido desmentida y en debate) y el otro es El Museo Príncipe Tlaltecatzin llamado también “Museo del Pueblo Príncipe Tlaltecatzin” de origen y conformación diferente, inspirado se cuenta, por las apariciones de un espíritu: de un príncipe o noble tepaneca a un habitante oriundo de Azcapotzalco quien aseguraba que tal aparición le indicaba excavar encontrando hallazgos, además presumiblemente del contacto con otras animas o espíritus  y a quien mencionaremos.

  La primera impresión que puedo anotar sobre este museo es que lo vi por primera vez al pasar por la calle de Libertad en el año de 1997 en la colonia El Recreo o el Barrio de San Lucas Atenco, lugar en el que he resido desde hace varios años.

  Me sorprendió ver un recinto de manera local en esta colonia o barrio, que en su fachada decía: MUSEO ARQUEOLOGICO DE AZCAPOTZALCO PRINCIPE TLALTECATZIN, nombre formal de este museo instalado en la calle de Libertad en la Colonia Del Recreo.

  Desde que estudiaba la secundaria, ya se oía hablar de que había un pequeño museo local o de sitio en Azcapotzalco en la Colonia aledaña de Santa María Malinalco y que, en ocasiones, iban algunas escuelas y hasta vecinos a conocerlo siendo algo público, donde la entrada era de cooperación voluntaria y que lo atendía una persona de quien supe después el nombre: sr. Octavio Romero.

  Los antecedentes de este recinto -futuro museo- lo podemos así situar antes por la Cerrada de Tula en la calle Santa María 181 en la Colonia Santa María Malinalco Azcapotzalco, cuyo sitio era cercano a esta ubicación del Recreo y que se le conocía como “el Museo del pueblo” establecido por Don Octavio Romero Álzate, desde el año de 1951 (según la Monografía de la Delegación Azcapotzalco 2000-2003) Aunque aclaro así se le conoció primero al pequeño y sencillo espacio que no propiamente era un museo como tal establecido, pero que Don Octavio lo ostentaba como Museo del pueblo y que por instrucciones del Regente del Departamento del Distrito Federal de entonces que visitó una Feria de Exposición en Azcapotzalco a mediados de la década de los 90’s que se instaló en el predio Van Beuren en San Miguel Amantla (nos lo contó una persona connotada de Azcapotzalco) observó lo expuesto en un espacio de la Feria por  don Octavio, de algunas piezas con el concepto de este “museo casero o del pueblo” al saber que exponía las piezas en una casa y no en un espacio indicado, le fue cedida  una construcción ubicada en la calle Libertad para que pudiera exponer su colección al público que era muy nutrida. Anteriormente esta construcción en la calle de Libertad había sido parte de una cárcel (irónicamente) y hasta de una biblioteca que olía a humedad (lo contó en su momento el cronista decano de Azcapotzalco don David Delgado).  Este museo quedará instalado en la mencionada calle de Libertad número 35 cuando en julio de 1996 tanto el Departamento del Distrito Federal (DDF) como el Gobierno Delegacional concedieron el recinto de la calle Libertad de la colonia el Recreo para el museo e inaugurándose ese mismo año y cuya entrada era gratuita al público y de cooperación voluntaria si así lo decidía el visitante.

   El Museo se conformaba de tres Salas: la Sala 1 era una Introducción al periodo Pleistocénico, al concepto de Mesoamérica, de los horizontes culturales y establecimientos o asentamientos humanos; la Sala 2 era sobre el Señorío Tepaneca, desde la llegada del chichimeca Xólotl en Tenayuca, hasta el gobierno de Tezozómoc o Tezozomoctzin y del fin del esplendor tepaneca con Maxtla ante la guerra de la triple Alianza de Tenochtitlan-Tacuba y Texcoco; la Sala 3 propiamente mostraba las investigaciones realizadas en Azcapotzalco por Arqueólogos y Antropólogos con información de aspectos tales como la cultura o forma de vida tepanecas y relacionadas con el entorno. Al entrar al museo se sentía una atmósfera especial del pasado prehispánico y daba la sensación de que las piezas de este pequeño museo, se antojaban un tanto diferentes a las expuestas por ejemplo de las del Museo de Antropología que, aunque las piezas no eran enormes, si eran muy interesantes observarlas y sentir cierta identidad local en ello, ya que en Azcapotzalco se habían encontrado la mayoría de las piezas por don Octavio y que observábamos entonces como: caracoles con inscripciones, vasijas, utensilios, flautas, pequeñas cabezas olmecas y de pequeñas máscaras rituales de otras culturas mesoamericanas como tolteca, mexica y tepaneca, entre muchas piezas de índole interesante en la colección de don Octavio.

  En el tríptico elaborado por el arqueólogo Gilberto Pérez en el año de 2001 (en la gestión de la delegada Lic. Margarita Saldaña) sobre la información del recinto Museo Arqueológico “Príncipe Tlaltecatzin” se lee:

  El Museo Arqueológico de Azcapotzalco “Príncipe Tlaltecatzin” ofrece al público una visión general sobre la historia prehispánica de la región que ocupa en la actualidad la demarcación Territorial de Azcapotzalco, cuyos antecedentes se remontan desde el poblamiento de América desde Asia por grupos nómadas, las primeras sociedades, los primeros asentamientos humanos y el desarrollo de las altas culturas mesoamericanas, así como el florecimiento del señorío tepaneca de Azcapotzalco.

  La colección de diversas piezas arqueológicas, reproducciones y artesanías que se exponen en el museo, han sido reunidas a lo largo del tiempo, gracias a la entusiasta labor de Don Octavio Romero Arzate, gran parte de los objetos proceden de excavaciones realizadas en distintas zonas de Azcapotzalco y de donaciones”.

  Este Museo llamaba la atención realmente por sus piezas expuestas y era algo que distinguía a la colonia del Recreo y a Azcapotzalco, en él se realizaron varias actividades referentes a las raíces culturales prehispánicas y lo visitaban las escuelas y colegios de los alrededores, así como de visitantes oriundos del lugar y externos a Azcapotzalco.

  Vi en infinidad de ocasiones al paso de los años a don Octavio en su museo atendiéndolo, pero yo no lo abordaba. Un día del año 2010 al pasar por el lugar quise saludarlo y preguntarle sobre su museo y me lo encontré ahí en su recinto museístico vestía un pantalón azul con un saco gris y camisa blanca y al verme fijo su mirada en mi persona, como examinándome o tratar de ver algo más allá de la visión ordinaria, así me pareció a mí ya que, en alguna ocasión debido a algunos problemas de salud visite a una curandera en Michoacán de la que me hablaron y cuando me atendió observé que tenía una mirada especial como si traspasará el alma y la fijaba en las personas la primera vez que los veía como una mirada llamémosle mística o espiritual como examinándolas, esa misma mirada fue la que encontré en don Octavio cuando me vio fijamente con una mirada extraña y con mucha atención, le pregunté sobre su museo, pero al parecer tenía prisa y no pudo atenderme o se sentía indispuesto, algo le noté como un cierto malestar o enojo y quizá cierta desconfianza, pues le hacía creo preguntas muy técnicas que no me respondió a lo cual era entendible, pues no me conocía como vecino del lugar aunque yo si sabía quién era don Octavio, pero era curiosidad por su museo y nada más y salió con prisa dejando al guardia policía en turno a cargo, a que me atendiera el cual amablemente me dejo entrar como en otras ocasiones. Fue la única vez que le hable, ya que pasaron los meses y por ocupaciones ya no volví a visitar el museo, tiempo después cuando de nueva cuenta fui a visitar el museo y de querer poder saludar a don Octavio de nueva cuenta, me tope con que se encontraba cerrado y tenía un moño negro colocado arriba de la puerta de entrada, sentí que algo le había pasado a don Octavio y después me enteré de su deceso y a partir de ahí el museo cerró sus puertas al público desde entonces siendo el año de 2011. Por lo que el Museo Arqueológico de Azcapotzalco “Príncipe Tlaltecatzin” desde su inauguración en el año de 1996 hasta que cerró sus puertas en 2011 funcionó por espacio de 15 años atendido por don Octavio Romero Alzate.

   No es mucho lo que se puede encontrar al respecto históricamente sobre el príncipe Tlaltecatzin ya que existen algunos vacíos, confusiones e interpretaciones en los registros históricos de los códices o mejor dicho amoxtlis existentes y en los escritos poshispanicos por lo que es difícil abordar al personaje histórico debido a las pocas referencias que hay de él y empatarlo con “las historias” que contaba don Octavio que al parecer no concordaban, ya que tales cuestiones es materia y será materia de los historiadores principalmente, sin ofender alguna otra profesión aunque se vale claro investigar sobre el tema, ello va a colación porque don Octavio contaba aquella historia “alternativa” que no se halla en los textos de historia, que no está escrita en la historia formal de los antiguos tiempos y sucesos prehispánicos ya que al parecer le eran contados de quienes según él tenía como sus informantes. Lo que contaba sería algo cierto para él y sólo para él, siendo algo subjetivo. Lo curioso a pensar es que en el sitio que indicaba y excavaba según por sus misteriosos informantes ahí se encontraba lo que él aseguraba estaría, esto según los testimonios de las personas involucradas en ello.

  Reflexionemos también que si se estableció este museo a partir de 1996 es porque varias de sus piezas en un gran número constan ser reales (sin tomar en cuenta reproducciones o reconstrucciones) ya que la controversia en sí fue la curiosa conformación de las piezas prehispánicas, pero fue debido a estas que se estableció el museo, ya que las piezas se encontraban (y encuentran) registradas ante la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos como lo establece dicha Ley y verificadas por tanto ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como auténticas. Dentro del museo las cédulas o mejor dicho “las fichas” con la información de los objetos o piezas expuestas estaban escritas a mano habiendo además cartulinas también a mano con explicaciones concernientes a lo relativo a los temas al interior del museo y de figuras con atavíos prehispánicos y algunos cromos en cartel.

  He de anotar que el mérito de Don Octavio Romero Alzate, fue el establecer el germen si se puede decir así de un Museo en Azcapotzalco -aunque como hemos dicho no un museo formal como tal en sus comienzos- con piezas prehispánicas “rescatadas” en el perímetro de Azcapotzalco al establecerse un recinto o museo en donde antes no lo había en importancia, ya que en alguna gestión pasada existió un pequeño museo local efímero en San Miguel Amantla a mediados de los setentas que paso prácticamente desapercibido ya que casi no se le menciona en ningún lado siendo en realidad nulo y que debió estar tan sólo seguramente lo que dura una gestión administrativa como suele suceder en Azcapotzalco y cuyo número de piezas (unas pobres 16, aunque algo importantes) no se comparara con las que existían en el Museo Príncipe Tlaltecatzin  ya que ninguna autoridad al momento lo había pensado de algún museo de cierta mediana magnitud, hasta mucho después de que se dio el respaldo de las autoridades de entonces, siendo que ya estábamos casi a finales del siglo XX entonces. También debemos de anotar que en el Archivo Histórico de Azcapotzalco en la Casa de las Bombas existían unas figuras en vitrinas que algunos decían es como un “pequeño museo” lo cual es incorrecto no siendo así.  Si reflexionamos la importancia de Azcapotzalco en el pasado de la historia del México antiguo y de la local, si tan antiguo y ancestral es este territorio, entonces ¿Por qué nadie pensó antes en establecer un museo en Azcapotzalco? Aunque su extraña e interesante conformación nos pone a pensar muchas cosas ¿será cierto que el espíritu del príncipe Tlaltecatzin ha deambulado y deambula por Azcapotzalco? ¿Qué don Octavio tenía conversaciones con tal espíritu, además de otros? Ya que la aparición principal le indicaba según contaba don Octavio, las indicaciones para excavar y encontrar vestigios del pasado, desde que él era un adolescente y, conforme fue creciendo, también de los encuentros con otras ánimas prehispánicas y de sus “relatos” del más allá dimensionales, que fueron tomados como testimonios orales verídicos por don Octavio.

  Don Octavio Romero también nos llegó a compartir de manera comunitaria la Leyenda del callejón del beso, cuya leyenda y por tanto del callejón se le debe a él. Este breve callejón se encuentra a un costado de la calle Libertad y entre 16 de septiembre, lugar en donde hace años se encontraba una lámina metálica fijada en un parte del muro del callejón con esta leyenda escrita de la autoría de don Octavio como un rescate de las tradiciones y leyendas de Azcapotzalco, que podríamos apreciar los vecinos al pasar por el callejón y al leerla conocer esta leyenda, dicha lámina actualmente ha desaparecido y de manera desafortunada este callejón del beso pocas veces está arreglado por la autoridad en turno y en muy diversas ocasiones se le halla en un abandono.

  Una de las personas que me comentaba con emoción sobre este Museo es Elena Beltrán quien me decía que escuchaba con atención y emoción cuando don Octavio en su museo platicaba ante un pequeño pero nutrido público, de la historia de las piezas por él rescatadas al excavar algún lugar en Azcapotzalco y la forma como fue y explicar que significaban algunas piezas y de escuchar ella de viva voz de don Octavio de los espíritus guías del pasado prehispánico. Son varias las personas que de alguna u otra forma seguían y le tenían un aprecio a don Octavio y al Museo Príncipe Tlaltecatzin por mencionar algunos como: Marcelino Peña, Miguel Cárdenas, Armando Magadan, Yolanda García, Guadalupe Robles, Socorro Campos, entre otros vecinos y amistades que le frecuentaban.

  Aunque también tuvo sus contrarios o detractores debido a las historias que se tomarían como inverosímiles e increíbles que contaba don Octavio sobre las apariciones de los espíritus que le hablaban en español y no en náhuatl y que no concordaban con los hechos históricos interpretados siendo el principal el del llamado príncipe Tlaltecatzin, cuya historia no compaginaba con lo poco que se tiene al respecto y ante la falta de información histórica realmente o sustancialmente, estaba la de los extraños informantes del más allá dimensionales si vale decirlo así. ¿Verdad? ¿mentira? Qué habremos de decir, lo que sí es que hay algo tangible en todo esto: el gran número de piezas prehispánicas que reunió a lo largo de los años y que se encontraban expuestas en el Museo y que el público de entonces pudo apreciar y de las que existen varias fotografías como un testimonio gráfico.

 Podemos indagar en publicaciones como son libros, artículos y escritos referentes al Museo Príncipe Tlaltecatzin y de don Octavio Romero diversos e interesantes como son, entre otros el de Concha Labarta quien, a manera de anécdota, viajo desde España exclusivamente (ya que no había un corresponsal aquí en México) al museo Príncipe Tlaltecatzin en Azcapotzalco, ya que este museo hizo eco hasta España para así enviar a la periodista y entrevistar a don Octavio del que aparecería un artículo publicado. Doy una lista a continuación de algunas publicaciones [ya que bien puede haber más] amable lector:

v  Un museo inspirado por los espíritus, artículo de la revista Más Allá de 2004, escrito por Concha Labarta, periodista española.

v  Las narraciones del príncipe Tlaltecatzin, recopilación que se hizo en 2001.

v  Del príncipe Tlaltecatzin y don Octavio Romero, perteneciente al libro De Gamio, un gigante, un príncipe y tres mamuts de la cronista de Azcapotzalco Yolanda García.

v  El Museo Príncipe Tlaltecatzin, un apartado del libro Ciudad de México, Ciudad desconocida, de Edgar Anaya Rodríguez periodista, fotógrafo y cronista turístico.

v  El Museo Arqueológico de Azcapotzalco, de Francisco Martínez Arias, escritor y cronista publicada en la revista Tlacuilo número 5 de julio-agosto de 2004.

v  Descubren dos tumbas tepanecas, artículo del periódico La Hormiga, refiriéndose a don Octavio Romero a manera de entrevista y testimonio, escrita por Rosalío Martínez en octubre de 1995.

v  La “aparición” que inspiró un museo en Azcapotzalco, artículo de el Universal de 2019 de Susana Colin Moya, que se puede consultar en internet (entre otros muchos artículos que se encuentran o localizan en la red).

v  Del príncipe Tlaltecatzin y don Octavio Romero, crónica en la Revista digital Azcapotzalco, Historia, Arte y Literatura, número 2 del año 2021, de la cronista Yolanda García Bustos en donde se retoma a Don Octavio Romero por la autora como una nueva y acertada difusión y conocimiento de ello al respecto.

 Además de un programa del canal 22 a don Octavio y su Museo Príncipe Tlaltecatzin.

 Es también de anotar que se le han hecho aniversarios luctuosos cada año a la persona de Don Octavio, no dejando que se pierda su memoria y del legado del museo que debería de ser más conocido llevando una continuidad, de que existió este recinto y la persona que lo cuidaba que, atinadamente algunos cronistas así lo han hecho como han sido las crónicas y las charlas de Yolanda García Bustos y lo difundido por Marcelino Peña Fernández en los recorridos ciclistas llamados “El príncipe Tlaltecatzin deambula en bici por Azcapotzalco”, quienes nos han compartido este saber cómo cronistas y ciudadanos del hormiguero. Particularmente hubiese sido un agrado conocer a don Octavio de viva voz como le conocieron algunos cronistas y vecinos como los descritos, pero que, a través de ellos, se puede decir que lo conocemos en espíritu gracias a los testimonios de quienes lo conocieron y que nos transmiten sus vivencias y su legado.

  Debo decir que nunca había tenido un museo tan cercano a mi domicilio en la misma colonia y quizá no vuelva a tener otro museo tan cerca, ya que tan sólo caminaba desde la calle de Camino del Recreo y daba la vuelta en la calle de Libertad en que llegaba con emoción al recinto y en donde en varias ocasiones como vecino y público asistente veía además afuera del museo, que se realizaban algunos eventos con la presencia de don Octavio, donde se reunían vecinos y autoridades en algunas actividades en torno al museo que se realizaban a cabo por ejemplo algunas danzas prehispánicas, el saludo a los cuatro rumbos y demás, en ese espacio al exterior frente al museo, además de las llevadas a cabo dentro del recinto, hoy en día cerrado pero del que se encuentra abierta su memoria.

  Cuentan que, en la calle de Libertad si caminas a lo largo y la recorres, dicen que, si tú sientes un aliento o una bofetada, es el espíritu del Príncipe Tlaltecatzin que quiere llamar tu atención. Cierto o falso es parte de la historia de esta colonia y del recinto desaparecido del “Museo arqueológico Príncipe Tlaltecatzin” y del que algunas de sus piezas, unas setenta aproximadamente que son pocas en realidad de las que estaban originalmente en el museo de Libertad y en la colección de Don Octavio (según la Monografía Delegacional de Azcapotzalco 2000-2003 y de la Revista Más Allá serían de unas 2500 piezas aproximadamente mencionadas por el mismo don Octavio  y del cual el paradero del gran número de piezas es algo desconocido públicamente) las puedes apreciar en el nuevo Museo de Azcapotzalco inaugurado en agosto del 2018 en los terrenos del Parque Tezozómoc, (cuyo espacio anteriormente fue el Museo de Arte Regional que no tenía que ver con la arqueología) en la colonia Prados del Rosario en Azcapotzalco.

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