SAN JUAN
TLILHUACA, DIA DE LAS MADRES, MISA EN EL PANTEON
Por Martín Borboa
(Grupo Formiga)
Martes 10 de mayo, 12 horas. La entrada al panteón luce
activa, incluso colorida. Venden chicharrones preparados, nieves y congeladas
para este calor primaveral que más parece veraniego. Antojos mexicanos
salados para quien no desayunó pero le
cae bien almorzar.
Yo traigo mi suero sabor lima-limón desde la miscelánea por
donde me estacioné. Desde la entrada que estaba muy limpia noté algo que luego
encontré la palabra: frescura.
La calle y sus grises banquetas, como en cualquier colonia,
son planas y prácticas, pero nada más. En cuanto entré este 10 de mayo al
panteón lo primero que me llegó fue frescura. Quizá por toda el agua utilizada
para regar las flores que hoy adornan el panteón, quizá por todo el dulce aroma
de esas mismas flores. También pudo ser que la tierra de ciertas partes del
lugar todavía retienen humedad por recientes lluvias. Y no descarto que también
registrara esa frescura por alguna loción o perfume de alguien de los
asistentes.
Mi camino de la entrada hasta la capilla en donde se
oficiaba la misa, fue similar a quien pasa por algún pasillo de flores de un
sitio donde las venden. Alegres y vibrantes colores. Varios ramos por ahí,
grandes flores que lucen mejor solas por allá, y hasta arreglos enteros en
ciertos puntos.
Y entrado en saludos y captando imágenes de matices, hasta
me enteré que han plantado nuevos árboles frutales al interior del panteón.
Con los ojos abiertos
destacaban los colores. Con los ojos cerrados notaba más los aromas. Ambas muy
agradables experiencias.
Llegué cuando ya había comenzado la misa, pues el tráfico
para pasar por la entrada del Panteón de San Isidro, antes de llegar a San Juan
me atoró varios minutos.
La exposición religiosa del cura, las respuestas clara de
los fieles, los armónicos cantos del Coro “Amigos
de Jesús”, el incienso que quemaba el ayudante, el aroma de las flores de
las tumbas más cercanas, todo ello enmarcando el motivo de la misa: las madres
que se nos han adelantado en el camino a la eternidad, y también las que
afortunadamente están entre nosotros, e incluso, recalcó el cura, las que están
apenas por ser madres, viviendo los bienestares o malestares del embarazo.
Muy bonito su discurso particular para este día. Muy
simpático cuando venía bien serlo, y serio cuando el trayecto de sus palabras
más lo recomendaban. Es decir, hubo espacio para reír o sonreír, así como para
mirar al cielo y tratar de que la lágrima no desbordara el límite del parpado.
Yo seguía atento a la multitud de colores y aromas que
percibía, y más porque he estado en ese panteón en Día de Muertos, y no lo
notaba así. En noviembre hay muchos globos, arañas y figuras colgantes en
varias tumbas. Interesante que se reúnan en esa capilla la fruta que colectan
los animeros y el conjunto vegetal que logran acumular, para después ser
repartido.
Pero hoy me pareció
aun más interesante, pues el ánimo del público asistente es diferente, más
alegre, más familiar. De no ser por las tumbas diría que era como ambiente de
un salón de fiestas, con cumpleaños por celebrarse.
Y es que aunque es natural que implique tristeza por las
madres fallecidas, me parece que destaca que varios de los asistentes, vienen o
irán después de la misa, a algún festejo familiar. La vestimenta muy cuidada y
lucidora, caballeros de camisa de manga larga, dama de vestido y tacones,
jóvenes muy bien peinados, nenas con su cabello muy bien arreglado por sus
mayores, moños, hasta corbatas vi.
Claro que vi rostros tristes, lágrimas prontas al pañuelo,
pero me parece que más vi caritas de hijas e hijos, satisfechos por haber
entregado amor a sus madres cuando aun las tenía en vida, o sabiéndose
afortunados de aun tenerlas a su lado. Y también vi dos madres embarazadas acompañadas
cariñosamente. Y hasta había una carriola junto al coro. El conjunto de tumbas
lucía principalmente con flores, y si había globos, eran mayoritariamente
corazones. La gente escuchó la misa principalmente desde las sillas que se
dispusieron para ello, pero varios lo hicieron también desde la sombra de
alguno de los varios árboles, o con sombrillas junto a la tumba de su familiar.
En Día de Muertos, la gran diversidad de figuras en globo o
en tendederos da un aspecto, que repite mucho el negro. Hoy, una ola de flores
y rojos corazones dominaba en paisaje
interior del panteón. A eso me refiero que me gustó más el espíritu del
decorado, y como ya dije, el aroma era mucho más floral que el pasado noviembre
que estuve ahí. Y si le sumo tanta gente con un probable banquete y baile
esperándole en algún siguiente punto de su largo 10 de mayo, pues se sentía
ánimo, positividad, buena vibra y satisfacción.
Sé que hubo lágrimas y tristezas que no necesariamente
distinguí y que sus portadores no tenían quizá intención de dejar notar. Muy
válida la reserva de las emociones. Yo mismo me aparte un instante y me senté
en las escaleras que suben a los nichos superiores para dejar salir algunas
lágrimas por mi madre, y mirarla en el cielo y decirle que un día volveré a
abrazarla, no llevo prisa, pero me gustará hacerlo.
Luego de la misa, un
rezo por parte de la Madre María del Dulce Nombre, y después los mariachis.
Desde que terminaba la misa, se escuchaba el activo cuchillo
que preparaba bien picadas las carnitas, y tratar de que alcanzaran hasta el
final.
A su lado, una mesa con refrescos, luego la mesa de las
tortillas, y antes la mesa con platos con guarnición y espacio para los tacos.
Todo muy bien organizado debo decir.
La gente muy ordenada en una larga fila bajo el techo de los
nichos de la planta baja. Iban pasando de diez en diez personas, para darles su
plato servido de carnitas y ensalada de nopales, entregarles tortillas y al
final escogieran su refresco: rojo, piña, cola, limón o manzana.
Los mariachis tocaban, la gente comía, casi nadie se retiró
sino hasta después de haber comido.
La música mexicana se instaló primero entre las tumbas, pero
luego ocupó el sitio bajo el techo de la capilla, y con micrófono en mano, la
vocalista animaba la joven tarde.
Con decir que hasta hubo cantos con las manos alzadas
haciendo ola de izquierda a derecha para corear las melodías…
Un evento muy bonito.
Y como no lo sería, si en familia se pudo rezar, sonreír, llorar, extrañar,
bromear, recordar, cantar, taquear y disfrutar de ese jardín floral que hoy fue
ese panteón.
He venido varias veces a este panteón desde hace más de 25
años. Casi todas en Días de Muertos, de día o de noche. He visto aquí obras de
teatro, animeros, ofrendas y danzas indígenas. Siempre me ha resultado
interesante e ilustrativo, vibrante.
Pero luego de esta mi
primera vez en Día de las Madres, en serio, fue mi visita predilecta.
Creo que a todos nos cobijó un tierno abrazo maternal muy
lindo. Hoy nos cantó, nos dio de comer, y nos perfumó con ese olor que se
impregna para siempre en nuestras narices, desde que asomamos el rostro al
mundo.
¡ Felicidades a las
Madres, y a quienes saben consentirlas y honrarlas !