LAS PLAYAS DE MI BARRIO 1
Por Gustavo Aquino
Las estaciones de radio anunciaban que, como cada año, una vez más
crucificarían a Jesucristo. Hacían entrevistas con María Magdalena, los
centuriones, el niño que cada año va en la procesión para cumplir una manda.
Presentaban reportajes, notas especiales, cápsulas, historias que involucraban
a los personajes de la Pasión.
Se hacía énfasis en la representación que se realizaba en
Iztapalapa.
La ciudad estaba abandonada a su
suerte, El metro llega tranquilamente a cada estación, los pocos pasajeros se
veían desvelados, viajaban sin ganas.
Pero aquel microbús de la ruta Tacuba-San Pablo Xalpa estaba lleno.
Avanzaba sobre la avenida Azcapotzalco, y, de acuerdo a su ruta, tenía que
pasar enfrente del deportivo Reynosa.
Por si fuera poco, se topó con una
procesión, había que esperar a que desfilara la gente, y aunque el chofer
intentó otra ruta fue imposible. A lo lejos se divisó a un Cristo cargando una
cruz, detrás, una multitud lo seguía, llorosos, solemnes.
Según la indumentaria, parecía que los
pasajeros de nuestro microbús iban al mismo lugar.
Se veía a niños y jóvenes con mochila
al hombro, otros con bermudas, pantalones cortos, alguna jovencita con traje de
baño, ¡en plena ciudad!, pero la mayoría, con una toalla al hombro. La razón se
adivinaba con aquellas mantas que anunciaban: “El gobierno del DF de invita a
la playa en el Deportivo Reynosa”.
Y ya fuera caminando, en coche, en
transporte público, ya viviera por la zona o viniera de lejos, la gente
llegaba. Incluso había gente del Estado de México.
Desde la ventanilla se veía una
alberca y la supuesta playa. Al bajar del microbús, uno entraba automáticamente
a la algarabía de los paseantes que entraban y salían del deportivo, la entrada
era gratis, podía entrar quien quisiera.
A unos metros de las rejas de entrada
estaba la tan anunciada playa, criticada, alabada, denunciada, polémica.
Un improvisado locutor trataba de
animar a la gente, cantaba, intentaba bailar, decía chistes. Nadie le hacía
caso.
La playa no era más que un montón de
arena distribuido en unos cuantos metros cuadrados, junto a un chapoteadero muy
pequeño, alrededor, un remedo de palmeras raquíticas, pequeñas.
Los niños, que eran la mayoría, se
divertían como enanos, acompañados de sus familias que ya habían tendido donde
se pudiera, sus bolsas de comida. El gobierno de la delegación había colocado
unas mesas con sombrillas, que no eran suficientes para satisfacer la demanda
de tanta gente.
Algunos jóvenes, que iban ataviados
como si realmente estuvieran en una playa de a verdad, miraban decepcionados la
escena. El chapoteadero era para niños, el espacio era muy pequeño, ya no cabía
nadie, así que tanto atavío para nada.
Se retiraban haciendo comentarios
burlones, irónicos, con risas tímidas, esa playita no era para ellos.
El cielo parecía nublarse, el sol como
que se ocultaba, pero la algarabía en la “playa” continuaba, algunos
funcionarios estaban por allí, se veían preocupados, algo les falló. No se
despegaban de sus celulares, gritaban, daban órdenes, se hacían los importantes
cuando algún ciudadano se acercaba a ellos.
Finalmente se tranquilizaron al ver a
un tipo con una playera anaranjada que tenía un letrero: “SALVAVIDAS”. Y al
parecer sí les salvó la vida a estos funcionarios, que tenían prisa por irse.
Si es Semana Santa, merecemos vacaciones, parecían decirse entre sí.
Hacer el camino de regreso fue más
sencillo, la Pasión continuaba.
Felicidades Aquino , yo recuerdo muy bien esas playas artificiales , yo vivía cerca , Av Real de San Martín casi esquina San Pablo y trotaba en la alameda y pues de Paso las veía en lo personal nunca lleve a mis hijos ,ets un mundo de gente !
ResponderEliminarAsi es, ahí anduve
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