LA LLORONA
DE AZCAPOTZALCO
Por Juan Pablo Rodríguez Vázquez (niño de 9 años)
Barrio de San Marcos
Les voy a contar dos historias sobre la llorona, una me la contó mi abuelita paterna Teresa Guzmán que vivió muchos años en Azcapotzalco y la otra me la contó mi papá que nació y vivió también en Azcapotzalco.
Mi papá me contó que cuando él tenía 7 años, en la noche le dieron ganas de ir al baño, dice que cuando terminó escuchó un ruido que se oía entre lejos y cerca, y que le dio mucho miedo, tanto que se le pararon los pelos de punta. Era un lamento que decía “Aaaaayyyyyy” y como le dio mucho miedo se fue corriendo a su cama y se cubrió con las cobijas hasta arriba.
Al día siguiente le preguntó a su mamá y a sus hermanos si ellos también lo habían escuchado, pero le dijeron ¡que no!; así que él piensa que pudo ser la llorona que se pasea en las noches en Azcapotzalco.
Mi abuelita paterna me contó que al abuelito de mi papá, o sea a mi bisabuelo que se llamaba Alberto Rodríguez, un día iba llegando de trabajar ya muy noche y que en la calle de Coachilco que es donde vivían, ya casi para llegar a la casa, se encontró con una muchacha muy bonita y le dio las buenas noches, pero ella no le contestó, al pasar al lado de ella sintió mucho frío y hasta un escalofrío, cuando volteó para ver el porqué le había dado esa sensación, vio que daba la vuelta por el callejón y luego luego se oyó un grito que decía “Aaaaayyy mis hijos”, a mi bisabuelo le dio mucho miedo y corrió hasta la casa muy asustado. Cuando lo vio mi bisabuela le preguntó que qué le había pasado y él le contó, pero ella no le dio tanta importancia.
También me contó mi abuelita, que en
las noches se oía en la calle el caminar de un caballo y decían que era el
charro negro que se aparecía en ciertas fechas, pero todas las noches se
escuchaba el caminar del caballo y cuando escarbaron para hacer la estación del
metro Azcapotzalco, encontraron a un jinete con todo y su caballo ahí enterrado
en la tierra y como lo sacaron de ahí, ya no se escucha en las noches que
camina por la calle, tal vez eso era lo que quería el jinete, que lo sacaran de
su entierro.
Gracias por animarte a contarnos sobre estás interesantes anécdotas familiares pero espeluznantes...
ResponderEliminarGracias por extender lo que han Sido charlas entre dos, a una comunicación con nuestro público lector. De eso se nutre la crónica, de lo que nuestros mayores nos cuentan y al ponerlo en palabras escritas, amplificamos el número de receptores, y se corre la voz de un conocimiento, de una experiencia.
Impresionante lo del caballo y jinete que por fin tuvieron reposo. Muchas gracias
Ojalá en diciembre nos cuentes algunas anécdotas navideñas, aprovechando que tus familiares guardan sus memorias y que tú les pones atención. La crónica que pasa de generación en generación, ayuda a fortalecer la identidad local, y tú colaboras a ello con tus textos, ahora con relatos de tus mayores, y pronto pueden ser tus propias experiencias. Las esperamos. Felicidades Juan Pablo
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