ESTE VIEJO EDIFICIO
Por: Gustavo Aquino
Es
casi medianoche, horario en el cual me buscan los gatos, y desciende la mujer
de blanco, se sienta a mi lado, sobre este ahuehuete tendido a ras del suelo,
como queriendo regresar a las entrañas de la tierra, y me platica de Ella.
Baja
de las nubes oscuras, siempre espera que se vaya luz, la conocía de oídas pero esta
vez nuestra conferencia duró más de lo necesario, casi todos se han ido, al
parecer me he quedado solo entre estas paredes que guardan tantos secretos.
Empieza
por la tarde su rondín, nadie la ve, acecha alrededor, le gustan las sorpresas,
cuando alguna mujer entristece, creen que es ella, e intenta generar alegría,
cuando no lo logra, se inserta en la penumbra e inicia su llanto.
Ve a
los paseantes, se acerca a sus hombros, admira las exposiciones, conforme va
oscureciendo camina en los pasillos, danza con el viento, el aire frío la
enternece, y ya de madrugada, divaga por los escalones, y el jardín le da la
bienvenida.
Y se
sienta otra vez a mi lado, se sonroja, observa mis mejillas, tan cerca está,
levanto mis dedos pero no la alcanzo, intento un abrazo pero se desvanece.
De
repente, desde el fondo, tendido en este árbol, escucho pasos fuertes,
apresurados, es el policía que me recuerda que todo ha terminado, ya no hay
nadie por aquí, le pregunto por ella, contesta que la vio salir corriendo,
elevándose, yo a la vez, me esfumo por aquel gran portón de madera, la avenida
es tan diferente a estas horas, aún hay locales abiertos, ruidosos, de donde brotan
gritos de borrachos y botellas dejándose caer en alguna mesa.
Alzo
la visto a un lejano cielo, con la esperanza de volver a verla.
Quedó
de contarme su historia.
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