AMOR ENTRE VAGONES
Lucía vivía en la Col. Reynosa en Azcapotzalco, la Línea 6
quedaba cerca de su casa, el Metro era su medio de transporte cotidiano para
llegar a su trabajo, en un almacén, en
el centro de la ciudad, donde se desempeñaba como dependienta con un
horario de las 10:00 a las 20:00, ya sabes se trabajan12 horas en lugar de ocho
como marca la Constitución, pero muchas
veces no se respeta esta disposición.
Era lo que se
llama una mujer bonita, fue su tarjeta de presentación para ser admitida de
inmediato para atender una sección del departamento de caballeros. Muchos
clientes la pretendieron y salió algún fin de semana con alguno de los
pretensos, pero sus intenciones no eran buenas, ya que sólo querían una
aventura y a ella sus padres le habían inculcados muy buenos principios y el
ejemplo que había recibido era de honestidad en todos los aspectos, así que las
relaciones apenas duraban dos o tres semanas, cuando los galanes comprendían
que no era posible avanzar hasta donde ellos deseaban, se despedían o
simplemente no los volvía a ver. Algunas veces aceptaba salir con algunos, pero
sabía que eran relaciones muy superficiales y efímeras.
Su sueldo era
miserable, pues con su precaria preparación de Secundaria terminada, sólo la
admitían en puestos similares y a veces con menor sueldo, en donde trabajaba
era el mínimo y una comisión por ventas realizadas.
Su salario era
el único ingreso en su modesto hogar, pues su padre ya no podía trabajar y su
madre siempre había sido ama de casa, hacia verdaderos milagros para estirar el
dinero para la alimentación de tres adultos y que también alcanzara para cubrir
los servicios: predial, agua, luz, teléfono y además los pasajes. Por fortuna
el matrimonio era propietario de la casa y no pagaban renta.
La señora se
paraba a guisar muy temprano y le preparaba a su hija un refrigerio con
alimentos frescos para la hora de su comida, ella se dirigía al lugar donde
estaban los lockers, buscaba un rinconcito para ingerir sus alimentos. Al
principio comía sola, después se le unió otra compañera en las mismas
condiciones y se convirtieron en dos buenas amigas.
Pasó el tiempo
y llegó a los veinticinco años, la esperanza de encontrar un novio con el cual
tener una relación seria y formar una familia se iba desvaneciendo.
Salía a las
20:00 y se encaminaba hacia la Estación Zócalo para abordar el Metro, en la
Dirección Cuatro Caminos, prefería entrar en el último vagón, pues iba cansada
y ahí siempre encontraba un asiento vacío para sentarse y descansar un poco. Al
llegar a la Estación Tacuba transbordaba a la línea El Rosario para bajarse en
la estación Azcapotzalco y caminaba algunas calles para llegar a su hogar.
En aquella
ocasión a las 20:30 abordó el Metro se sentó en el asiento vacío, ocupó el
lugar junto a la ventanilla y enseguida el otro lugar lo ocupó un joven señor
de aproximadamente treinta años, tenía el aspecto de un oficinista. Ese día el
almacen estuvo con mucha afluencia de gente y no paró ni un momento atendiendo
clientes, se sentía exhausta, y se quedó dormida, no se dio cuenta cuando su
cabeza descansó en el hombro del pasajero del asiento contiguo. El señor muy
amablemente la dejó seguir su sueño y tuvo que despertarla cuando llegaron a la
terminal.
-¡Señorita,
señorita! Ya llegamos a la terminal… Ella despertó y se dio cuenta que su
cabeza estaba sobre el hombro de su compañero de viaje y que había dormido
durante todo el trayecto. Se sintió muy apenada y le dio sus disculpas, muchas
disculpas y trató de explicarle el por qué la había vencido el sueño.
-Perdone joven,
me siento muy apenada pero… soy dependienta de un gran almacén y tuvimos mucha
gente, no paré ni un minuto, con decirle que no pude ni comer y…
- La comprendo, pero salgamos y ahí fuera me
explica…
- Como le decía
tuve un día agotador, quizá por eso me quedé dormida. ¿Por qué no me despertó?
¡Qué pena! Y… para colmo dormida sobre su hombro.
- No quise
hacerlo y no tiene que disculparse. Para mí fue muy grato tener su cabeza sobre
mi hombro. Me hizo recordar aquella canción de Paul Anka Tu cabeza en mi hombro
¿La recuerda?
-Sí es una de
mis favoritas, igual que Cartas de Amor en la Arena con Pat Boone, ¿La escuchó
alguna vez?
-Conque
soñadora y romántica…
-Sí, por eso en
este tiempo todos me consideran anticuada.
- La invito a
tomar un café.
- No puedo
aceptar, mis padres me esperan y no quiero preocuparlos.
- ¡Qué niña tan
bien portada!
- Necesito
tomar otra vez el Metro y regresar a la Estación Azcapotzalco UAM.
-Yo también
necesito regresar, ahí viene el tren.
Los dos
entraron al vagón, él le dijo:
-Quiero volver
a verte, por favor…
-Lucía
contestó: Estoy todos los días a la misma hora y en la misma estación al
final del andén.
Se sentaron y
siguieron conversando y cuando el convoy paró en la estación que había
nombrado, se despidió y salió para dirigirse a su domicilio.
Terminó su
trabajo como siempre a las ocho, se dirigió a la Estación Zócalo, bajo las
escaleras, se dirigió a los torniquetes, depositó su boleto y accedió a los
pasillos que la llevarían a la Dirección Tacuba, se dirigió al fondo del andén
para esperar la llegada del tren. Grata fue su sorpresa al observar que el
joven ya la estaba esperando.
-Hola, cómo estás, espero que hoy haya sido más llevadero tu
trabajo.
-Por fortuna
así fue.
-Me alegro, hoy
no estás tan cansada…A propósito ¿Cómo te llamas? Platicamos y platicamos, pero
no dijimos nuestros nombres. Yo me llamó Fernando ¿Y tú?
-¡Qué bonito
nombre! Mi nombre es Lucía.
-También tu
nombre es bello.
Siguieron
platicando de sus trabajos y de su cotidianidad.
-Así que eres
empleada de los grandes Almacenes del Centro.
- Sí, me gusta mi
trabajo, lo que no me gusta es el sueldo, es el mínimo más la comisión por lo
vendido qué es para dar risa. Total, un raquítico sueldo que apenas me alcanza
para mis padres y para mí.
-En verdad
ganas muy poco para tener una jornada de catorce horas.
-La otra vez
leí en una revista que México es uno de los países que tienen los sueldos más
bajos del mundo.
-Es verdad,
fíjate, ese era uno de los obstáculos que ponían USA Y Canadá para firmar el
Tratado del Libre Comercio.
-¿Y… tú a que
te dedicas?
-Yo soy
contador, tengo un sueldo mejor que tú, apenas empiezo a trabajar en esta
profesión, pues dejé de estudiar un tiempo, espero mejorar, actualmente estoy
en un despacho y el sueldo no es muy bueno, pero el horario me permite seguir
con mis estudios, con el tiempo espero mejorar. De pronto él acercó su cara a
la de Lucía y le dio un apasionado beso, ella no opuso resistencia, protestó
débilmente y se rindió a la caricia. Cuando se apartaron, él se disculpó.
-Perdón, pero
me gustas mucho. ¿Quieres ser mi novia? Nos veríamos todos los días en el mismo
lugar y a la misma hora, dispénsame, pero mi trabajo y mis estudios me dejan
poco tiempo libre. Espero no tengas inconveniente.
-No, no
importa…
Durante algunos
meses se encontraron sin falta como habían acordado y los vagones del Metro
fueron testigos de sus abrazos, de sus apasionados besos, de su amor que crecía
entre vagones.
Pero un día ya
no lo encontró. Pensó, quizá algún incidente, ya le informaría. Sòlo tenía el
teléfono de su trabajo, al otro día temprano llamó y le contestó una secretaria.
-Bueno,
despacho contable.
- Señorita, es
tan amable de comunicarme con el Sr. Fernando Larios.
-El Sr. Larios
fue enviado al interior de la República, no puedo dar más datos, su trabajo es
confidencial.
Lucía se sintió
muy triste, su teléfono lo habían cortado pues su mamà se retrasó en el pago,
así que, si él quiso contactarla no lo pudo hacer.
Pasaron los
meses y él no volvió al sitio de siempre. Lucía lloró muchas noches, su
recuerdo la acompañaba día y noche, sin embargo no le guardaba rencor, pues
gracias a él había conocido el amor. Sí, su amor sería una luz que iluminaría
su solitaria soltería. Del trabajo a su casa y viceversa.
Ella seguía con
su rutina, a las 20:20 estaba en la Estación Zòcalo para abordar el tren que la
llevaría cerca de su domicilio. Caminaba al fondo del pasillo, cuando lo vio,
ahí estaba como antes, esperándola, apresuró el paso y él extendió los brazos y
se fundieron en un amoroso abrazo.
-¡Fernando
¡Cómo te extrañé!
-¡Yo también mi
amor, mi amor! Qué tontos hemos sido,
ahora mismo me das tu dirección y te acompañó a tu casa para saber exactamente
donde vives. Todos los días será así. Mira esta es mi tarjeta con la dirección
de mi trabajo y atrás anoté la dirección del departamento donde vivo. Al
tenerte lejos, comprendí que te amaba. Entraron al vagón semivacío. Él la
abrazó y la besó con pasión. Platicaron de su trabajo en el Estado de Sonora y
que lo había realizado a satisfacción. También le dijo que pronto presentaría
sus últimos exámenes para terminar su carrera.
Salieron del
vagón para salir al exterior de la Estación UAM-Azcapotzalco, caminaron varias
calles para encaminarse a su domicilio, llegaron a su casa y sus padres ya la
esperaban en la entrada, al ver que su hija llegaba acompañada de un hombre, la
miraron extrañados, procedió a presentar a su novio.
-Queridos
padres les presentó a mi novio.
Sus
progenitores no ocultaron su asombro y preocupación
-Mucho gusto joven, pase por favor, no es
conveniente hablar en la calle, somos gente chapada a la antigua.
-Fernando
aceptó y dijo:
- Un momento
nada más, pues entro a trabajar a las 9:00.
-Está bien pase
usted.
Traspuso la
entrada y accedió al comedor que tenía unos muebles artesanales de madera, la
mesa lucía un mantel blanco bordado primorosamente, y una sala del mismo estilo
con unos cojines y unas fundas color rosa mexicano, una mesita con una carpeta tejida
a ganchillo. Un conjunto agradable.
Los cuatro se
sentaron a la mesa, doña Mariquita sirvió unos sopes con salsa verde,
espolvoreados con queso rallado y acompañados de un café calientito. Terminaron
de cenar y Fernando le dijo al jefe de familia:
-Señor don
Sebastián, quiero pedirle permiso para visitar a su hija el sábado y el
domingo, pues son los días de mi descanso.
-Claro que sí,
ella ya es mayor de edad y muchas gracias por tener la atención de pedírmelo. Esta es tu casa,
siempre y cuando respetes y ames a mi hija.
-Muchas gracias
don Sebastián, me despido y hasta mañana, entre semana sólo la acompañaré para
que no venga sola.
Así pasaron
algunos meses, él terminó sus estudios y sólo quedaba pendiente su examen profesional. Lucía estaba muy
contenta y a la vez triste y preocupada, su novio conseguiría un mejor empleo
con hermosas mujeres como compañeras de trabajo y quizá se olvidaría de la
humilde empleada que conoció y amó entre los vagones del Metro. Sólo el tiempo
le daría la respuesta.
-Y así fue, ese
día era un día muy especial. Su novio le pidió matrimonio y ella aceptó
gustosa.
-Mi amor.
¿Dónde quieres que celebremos nuestro matrimonio civil?
-En uno de los
vagones del metro.
-¿En
serio?
-Sí mi amor, un
sábado temprano en el último vagón.
-¡Qué buena idea!
Con tus padres y los testigos. Tengo un amigo que es juez del Registro Civil y
de seguro acepta…
Ahí, en el
último vagón del Metro Rosario-Barranca del Muerto celebraron su matrimonio por
la ley, asistieron sus padres, los testigos y amigos cercanos. El juez hizo la
pregunta crucial: Sr. Fernando Larios
acepta usted a la señorita Lucía Escalante como su esposa. Sí. contesto Fernando.
Señorita Lucía Escalante acepta al Sr. Fernando Larios como su esposo. Sí,
acepto dijo Lucía. Los declaro marido y mujer. Los ahora esposos se abrazaron
emocionados. Firmaron el Acta de Matrimonio. ¡Qué sean muy felices! Uno de los
padrinos tocó en una grabadora la Marcha Nupcial. La ceremonia había
terminado. Filmaron todo el evento para
tener ese hermoso recuerdo: Nuestra Boda
en el Metro.
Soy cursi casi lloro que hermosa historia de amor, de las cuales ya no hay si siguen juntos es amor verdadero felicidades maestra
ResponderEliminarSoy cursi casi lloro historias como esas ya no existen felicidades maestra
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