miércoles, 27 de marzo de 2019

Santa Apolonia Tezcolco, la voz de sus 

recuerdos.

Entrevista a María Micaela Pizarro Gómez.

Por: Ana Marisol Reséndiz Pizarro.

Me llamo María Micaela Pizarro Gómez y soy oriunda de este barrio; originalmente aquí era una hacienda llamada Santa Apolonia dicho ranchito se ubicaba entre Ferrocarriles Nacionales y Camino a Santa Cruz Acayucan lo que es la prolongación de la calle Tochtli. Nos contaba mi mamá Leonor Gómez Elizalde que en los tiempos de siembra o cosecha se hacía una gran festividad con un sentido de celebración similar a los que las veintenas eran para los tepanecas que eran las fiestas agrícolas que celebraban los antiguos mexicanos. Mi abuelo el Doctor Sabás Gómez Picasso era el caporal de dicha hacienda y también el encargado de organizar dichas festividades; el siempre nos contaba una triste anécdota donde se ejemplificaba la pobreza de la época ya que muchos de los habitantes originarios que asistían a dicha celebración utilizaban ropa de manta sin adornos y un morral de manta donde guardaban tacos y tortillas para poder alimentar a su familia, no usaban zapatos, solo unos huaraches. Mi abuelo encontró algunas necesidades en la región motivo por el cual ejerció con mucho gusto su profesión de medico homeópata atendiendo a la gente del barrio además también era el encargado de salud de los animales del rancho, por ello se encargaba de curar a las vacas de empacho cuando habían comido zacate caliente. En la granja de Santa Apolonia teníamos distintos animales como: vacas, caballos, gallinas, guajolotes, gansos, patos, palomas, cerdos y hasta un toro que se llamaba Samuel.
            Contaba mi mamá que tenían una cerda tan enorme que al caminar serpentaba en el patio. Nuestro patio tenía una parte de techo de vigas a lo que se llamaba techo estilo catalán donde hacían nido las palomas.
Este barrio es muy húmedo porque era un lago lo que provocaba que las casas se llenaran de unos insectos llamados palomillas. Al recordar como era mi casa siento mucha nostalgia al recordar como mi abuelita tenía en el corredor tablones llenos de hermosas macetas que se hacían con pedazos de platos rotos y espejos que eran propias de la época a mi abuela le encantaba tener la casa llena de plantas pues eso propiciaba la llegada de las golondrinas y otras aves.
            Indagando en mis recuerdos me acuerdo de una prima de mi abuelo que era una anciana cuando yo era niña, a la que le decían Dorita y nos contaba que en el arroyo que pasaba por lo que ahora es el eje tres, en el cual había carpas y muchos acociles que fue lo que le dio el nombre al metro camarones; fue un lugar que participo activamente en la revolución, algunos vecinos del barrio platican de los tesoros enterrados en el mismo pero también Dorita contaba que los rebeldes ahí escondieron las armas cuando venían huyendo del ejercito realista, armas que junto con tesoros y uniformes realistas fueron encontrados en el cauce del arroyo y en los alrededores, ya que Azcapotzalco participo activamente en la lucha revolucionaria como también fuimos la sede de la última batalla de la Independencia. Cabe señalar que Pancho Villa vino a juntar gente para la bola, algunos de los Gómez y los Romero se fueron con Pancho Villa.
            Este lugar era un paraíso maravilloso con chinampas y milpas, en ese tiempo no se sentía tan duramente el hambre, pues había muchas plantas comestibles principalmente la milpa. Pero todo ha cambiado transformándose y reflejándose en cada una de las calles de ciudad de México. Por ejemplo en este barrio había solo pequeñas callecitas que se inundaban una vez al año, el drenaje era pésimo y por todos lados había mucha basura, nuestro entorno se volvió tristemente folclórico ya que en el porfiriato llegaron las pulquerías, las cantinas y con ellos llegaron los borrachitos y los jóvenes se la pasaban de vagos jugando cascaritas de fútbol, pero no de un modo inocente sino todo a través de las apuestas callejeras, que a veces eran por unos cuantos pesos o por unos chescos (refrescos), después de que nuestro barrio había sido un vergel se convirtió en una romería que completaba la experiencia barrial con hambrientos perros callejeros en cada esquina, y uno que otro peladillo gritando groserías se perdieron las buenas costumbres que tenía la gente que vivió en las rancherías.

            Pero vayamos a otro asunto importante que es la fiesta de Santa Apolonia que se celebra cada 9 de febrero al inicio de dicha celebración que antes duraba alrededor de ocho días; la fiesta comenzaba cuando el mayordomo se encargaba de recoger en efectivo donaciones de los fieles para realizar dicha fiesta, que se engalanaba con la quema de juegos pirotectinos, alegres bailables, palo encebado que en la parte de arriba tenía cinco morrales que contenían despensas que el ganador se las podía llevar a su casa, box, carreras en bicicleta que se adornaban con papel china de distintos colores, también íbamos a ofrecer flores a la virgen, había muchos fieles ya que desde las 10 de la mañana había misas para todos los dentistas por que Santa Apolonia es su patrona. Recuerdo con alegría como desde temprano lanzaban cohetes, le tocaban las mañanitas a la imagen, había música de banda y en medio de la algarabía de la gente sacaban a peregrinar por toda el barrio a la imagen acompañada de los fieles y de las mojigangas que son muñecos hechos de alambre y tela manipulados por una persona que se mete en ellos había dos muñecas, un muñeco, dos tortugas y un diablo o al menos eso creo. Por último recuerdo a mi tío abuelo Miguel Gómez Elizalde que nació el 14 de abril de 1931 y fue hermano de mi madre Leonor Gómez Elizalde, en el año de 1947 estudio en al secundaria nocturna y después fue profesor de secundaria y director que entre otras cosas sembró 200 árboles en este barrio y se dedico a cuidarlos en cuerpo y alma después de los estragos de la deforestación que nos trajo la modernidad así como la construcción del ferrocarril y finalmente la eje vial. Y culminó sus estudios de derecho en la UNAM.

Entrevista Argelia Malagón Muñoz.

Me llamo Argelia Malagón Muñoz, mi pade fue Felix Malagón Guzmán y mi madre fue Josefina Muñoz Hernandez. Se casaron el 4 de julio de 1937. Cuando yo era pequeña en donde comenzó a pasar el ferrocarril hacía viajes a Cuernavaca. Había un hermoso riachuelo y lo demás estaba lleno de milpas, el campo del barrio era hermoso pues había muchísimas flores rojas que eran amapolas, en ese predio correspondiente a la calle de ferrocarriles había varias viviendas y toda esa calle en el camino que va al metro refinería estaba llena de platanales, hablando de los antiguos oficios pasaba un señor gritando ¡Chichiuilotes! Que eran unos pajaritos que se comían y eran muy sabrosos, desafortunadamente al construir las vías a todas las familias que vivían ahí, les fue expropiado el terreno, algunos de los vecinos murieron de tristeza pues no les alcanzo con el pago simbólico para comprar otra casa y murieron de nostalgia pues no conocían otro hogar. En este barrio había leche, nata y dos establos, de los sembradíos más destacados teníamos chile, milpa, cañaverales, las calles eran muy angostas donde solo pasaban carretas, todavía me toco ver ranchitos, y donde ahora es el eje vial a mitad había un hermoso ahuehuete en está casa que se encuentra en frente de la iglesia de Santa Apolonia Tezcolco vivió mi padre que se llamo Félix Malagón que tenía como oficio el de ser molinero de este barrio el molino estaba en la calle de Ferrocarriles Nacionales. Por último me gustaría contar una anécdota mi hija se llama Izel Guadalupe pero originalmente yo había decidido ponerle Itzel Cuatlayopeo, pensando que Cuatlayopeo era un sinónimo de la virgen de Guadalupe pero su padre al ir a registrarla se equivoco y por eso ahora se llama Izel Guadalupe.  

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