domingo, 8 de marzo de 2020




  Memoria e historia de Santa Apolonia Tezscolco
Por Patricio Garibay.
Yo tenía planeado leer este  texto en la presentación del libro: “Memoria e historia de Santa Apolonia Tezscolco”, libro compilado por la maestra Marisol Reséndiz, colaboradora de “La hormiga en línea”,  pero debido a problemas de salud no me fue posible asistir, por ello lo reproduzco a continuación: 


   Si los imperios, las naciones y los países requieren del trabajo sesudo, sistemático y riguroso de antropólogos e historiadores  para organizar el relato que explique ¿de dónde surgieron, cómo surgieron y que los formó? En las ciudades, en los barrios, en los pueblos, y en la propia célula familiar se requerirá del trabajo del cronista, para documentar, organizar y contar sus historias y leyendas, que sin los atavismos de la rígida metodología de la historiografía, pueda con más libertad escudriñar entre las sombras laberínticas qué el tiempo deja a su paso, para rescatar del olvido los aparentemente pequeños sucesos, los anécdotas que fueron determinantes, y ¿por qué no decirlo? las alegrías, las esperanzas, los miedos y hasta la supersticiones de la comunidad, y de  hombres y mujeres que la habitaron. No es tarea sencilla, el cronista tendrá que buscar en archivos, en libros, en viejos periódicos, en algún olvidado álbum de fotografías, tendrá que preguntarle a un vecino a veces colaborador, a veces hostil, consultar a los abuelos de frágiles recuerdos, indagar en la memoria propia y en las ajenas lugares y vivencias que muchos han olvidado para después unir con habilidad las piezas borrosas de un incompleto rompecabezas, y es un trabajo que no termina del todo, pues aún después de ser publicado él documento en cuestión, aparecerán otros importantes datos de alguien que recordó después de leer el libro de marras. 
A pesar de todo esto, es un trabajo que se debe de hacer y que se debe de hacer bien, como bien lo ha hecho la cronista Marisol Reséndiz junto con sus vecinos del antiquísimo barrio de Santa Apolonia Tezcolco en este libro, en el cual consiguen organizar y rescatar del olvido las nostálgicas y entrañables historias y tradiciones del barrio de Santa Apolonia, mismas que se entrelazan con la gran historia  de nuestro México. El popular barrio de Santa Apolonia situado en el más  viejo Azcapotzalco se remonta al tiempo de los primeros asentamientos humanos del Valle de México. Después, forma parte del poderoso reino tepaneca. Desgraciadamente poco se sabe de ese periodo, pues se cuenta con muy pocas fuentes directas que den indicios del origen y la historia de la cultura tepaneca,  pues gran parte de sus crónicas se perdieron  debido a la destrucción del acervo histórico en manos de los tenochcas interesados en borrar todo vestigio del mundo tepaneca. Con la llegada de los españoles y la  caída  de Tenochtitlán en 1521, indígenas y frailes se dan a la tarea de rescatar su historia, sus costumbres y su cosmología poniendo de esa manera las bases de lo que será la moderna etnografía. Los 300 años de virreinato que seguirán, Santa Apolonia recibirá un nuevo aire, en ese periodo será un pueblo dedicado a la agricultura  y a la artesanía, en especial la platería, cercano a la Ciudad de México, a la Ciudad de palacios con todas las ventajas que dicha cercanía implicó. En esos  300 años la vida del pueblo gravitará en torno a su iglesia dedicada a la mártir Santa Apolonia con sus fiestas parroquiales llenas de colorido y sincretismo, facilitando con ello la cohesión social de sus pobladores. 
Con la llegada de la independencia y el siglo XX Santa Apolonia será partido en dos por las vías del tren que lo dividirán, junto con las grandes avenidas que lo cruzan y la rodean, le dará la actual apariencia ambigua de barrio, pueblo o gran ciudad que hoy ya muy entrado el siglo XXI podemos ver. Si la gran historia de una nación suele quedar escrita en letras de oro y en sus símbolos patrios, la crónica, de los barrios, pueblos y colonias está escrita también, pero en el trazo de sus calles, en los nombres de sus callejones y parques, así como también en sus tradiciones y costumbres, mismas que se repiten constantemente en todos los barrios y pueblos de nuestro México y en la patria grande qué es hispanoamérica, aunque con diferentes matices y peculiaridades, así pues por ejemplo, en Santa Apolonia Tezcolco también hay una llorona, un Charro negro y un aparecido, pero muy al estilo de Santa Apolonia, personajes misteriosos pero ante todo entrañables que por centurias han habitado en las vetustas casas, calles y avenidas, pero sobre todo en el recuerdo y en el rumor de sus habitantes.

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