martes, 16 de junio de 2020

DOS POETAS AZCAPOTZALQUENCES 

ESCRIBEN SOBRE EL COVI-19



Por Patricio Garibay
Ante la tragedia que ha representado el coronavirus para  todos los hombres y mujeres que de manera frágil y pasajera habitamos este planeta han surgido ejemplos de lo que puede ser lo mejor y lo peor del ser humano, héroes que en este momento se encuentran arriesgando sus vidas trabajando en todas las áreas de los hospitales intentando salvar otras vidas, ademas de ellos, las otras personas que fuera de los hospitales trabajan  incesantemente, como el personal de limpia, policías, militares, trabajadores de hidroeléctricas y del sistema de aguas,  así como millones de trabajadores de la cadena productiva que no han descansado y que sin su valioso esfuerzo el país entero se colapsaría.  Los artistas creadores aunque más seguros en sus casas intentan no detener su labor, y ante la pandemia han tratado de explicar dentro de su quehacer este lamentable episodio histórico.
En la conciencia colectiva de los que habitamos Azcapotzalco se conserva el suceso de una epidemia que fulminó a un barrio entero a principios del siglo XX, ( Ver el artículo de “UNA CRÓNICA DE LA EPIDEMIA” de José A. Carbajal Cortés publicado en la hormiga en línea del mes de abril: https://lahormigaenlinea.blogspot.com/2020/04/ )
Es por ello que en este número de La Hormiga en Línea publicamos cuatro poemas de los destacados poetas azcapotzalquences María Elena Solórzano y Roque Juan Carrasco quienes abordan con su pluma a la pandemia del COVI-19.
Principio del formulario
Los geranios no saben del coronavirus
De María Elena Solórzano C.
Madre tierra, los hijos nacidos de ti sufren…
estamos destruyendo todo, hemos invadido
y nos hemos apropiado de los nichos ecológicos
de otras especies sin necesitarlos.

Hemos capturado animales exóticos para lucrar,
porque los poderosos los exhiben como preciados trofeos.

El coronavirus ha existido hace mucho tiempo,
en animales que no tienen contacto con el hombre,
nos hemos acercado peligrosamente a ellos,
los hemos destazado, comido su carne y sus vísceras,
entonces se alojó el virus en un Homo sapiens y mutó,
era una gran oportunidad de supervivencia.

Madre Tierra, ojalá aprendamos la lección,
tan solo somos una miga perdida en el Cosmos.
Un ser infinitamente pequeño nos domina,
somete nuestra vida y determina nuestra muerte.

Pero los geranios no saben del coronavirus,
es primavera y en este forzado encierro
alimentan mi esperanza al mirar
como arden sus flores en todas mis macetas.
Parece que me dicen ¡Ánimo,  mira como florecemos!

Esta pandemia terminará algún día.

De María Elena Solórzano C.

Amo tus resplandores Madre Tierra.
Volveré a contemplar tus amaneceres de sandía
y en los crepúsculos cuando esté en medio de un dorado campo,
miraré cómo se desliza el cobre atrás de la montaña azul.

Volveré sin temor a caminar
por veredas bordeadas de acahuales,
por los caminos donde florecen los duraznos.

Viajaré a la playa y dejaré la huella de mis plantas,
luego correré, correré por las doradas arenas
y gozaré la frescura de sus aguas de turquesa.

En la plaza disfrutaré otra vez el olor de las gardenias,
los cálidos abrazos de amigos y vecinos
y podremos cantar a todo pulmón hasta cansarnos.

Los niños volverán a jugar rondas en los parques
y en las mañanas los abuelos se sentarán
en las bancas de metal a mirar pasar la liturgia de la vida.

Madre Tierra de ti vengo y a ti retornaré.
Final del formulario





Primavera en verano

De Roque Juan Carrasco Aquino

I
Una sonrisa de lejos hechiza; la sospecha de látex se asoma entre la penumbra fugaz;
aquellos pasos son cada vez sutiles; la marisma sopla apaciblemente; cuando brotan las
nubes callan los truenos; el sur desdobla las palmeras; un colibrí aromatiza el corredor. Allí
se acurruca la expresión de la niña; su vestido blanco se tiñe de colores mágicos; un bostezo del corazón llama a la puerta; los saltos de la melancolía llegan tristes; aleteos de mariposas suelen avisar el temporal. Un desaliento se aleja antes de la alborada. La primavera languidece de la condena. En polvareda del viento graznan los pardales sin destino.

II
Allí viene el fantasma que recorre países; su presencia no tiene brazos; ni presenta cuerpo
encriptado alguno; se anida en lo interno de los cuerpos; sin avisar irrumpe el metabolismo;
las ánimas no divisan su letalidad siniestra. Las células del organismo se confunden y los
pulmones revientan pulverizados; el oxígeno se escasea y se disipa; la respiración se
dilapida en silencio; vuelve lamento de trasmisión a otra vida; antes del despido rememora
la memoria su marchitada tragedia y dicta: “no dejes el paraje inicial sin voltear el primer
misticismo del otro sueño entre tus dedos”. El viento se llevará el último veterano de
batallas fantásticas.

III
Una esquela llega a destiempo; el horizonte espera el final de la tragedia; ¿fue inventado el
virus o, es la nostalgia del saber taciturno del lapsus? ¿se pensó más allá de los decesos en primavera? Los recuerdos lloran el vacío; el remolino de la prórroga no llega. Los muertos dictan sentencia sin vivirla; antes de alcanzar el infinito llegó la sorpresa; los espasmos de la tentación de la estación han desvanecido la esperanza. Esa es la lectura del loco que comprendió la reclusión; no volvió a su día porque le impidieron las veredas del viaje; cada abstracción del ser acaba expresando las ideas en su articulación. Allí concluye el remedio de otro silencio. Sin iniciar amaneceres brotan rocíos del aura.

IV
Una determinación falsa llegó; fuera de las perspectivas de todos; ¿se asume una visión de
los vencidos en la realidad de los triunfadores? Mientras el cadalso es pieza de un
fragmento sin verano; taciturna está la quietud en la montaña; hoy es noche del ermitaño
cubierto de fantasías de antaño; en su cumbre la torre de marfil un enjambre. El romántico
es más objetivo que el especulador de dogmas. Huye sus musas arengando cenizas sin
ostracismo del espíritu; las aves se alejan del sepulcro y vuelan rapiñas de enterradores del
holocausto. Veo asomar el florecimiento en canícula de lluvias. Por aquellas pupilas aún
permanecen intactas la belleza del rostro de verano.




Romper la gravedad sin manzana

De Roque Juan Carrasco Aquino

I
El esquema del tiempo lo mercantiliza; las mercancías se revierten contra su valor; el alivio
por alcanzar al itinerario se disipa en la morada; el llanto llega a los decesos en torrentes; de gota en gota lágrimas van desesperanzadas; sin tocar el último aliento. La muerte es un
precepto de la vida; sin vida la postrimería no podría volver; a la postre, la substancia es la
agonía antes de iniciar la existencia de otra realidad. Allí se funden los versos por la
humanidad. Suavemente el existir de un segundo es posible vivirla como una eternidad.

II
Así termina el cosmos al alcanzar el infinito; un universo con distintos soles vivirá; en mi
alma viajo con el anhelo de vivir en comunidad; todos somos del viento y en el aire no
habrá disipación; al tocar cada segmento del espacio se vive la balada; cuesta un penique la dura jornada; los esfuerzos del período rompen la gravedad; la manzana vuelve a su
función; en el edén todo está permitido menos la dignidad cosificada. Sin cuerpo no existe
pensamiento. Esa gravedad de la era contradice el peso; el fruto no es de adán es del edén; al caer la creación el pecado se domestica sin sermón; así el nirvana cubrió el precio del peso de la cosecha.

III
Ocasos abiertos del horario impuesto; con seguridad paró del reloj sin cuerdas; se advierte
un silbido del mecanismo. Nos advirtieron; la deliberación es el oxígeno del pensador; los
caminos a la fábrica retumban de voces libertarias; entre dimensiones de las formas
organizan y marchan los suspiros; arde el despido en llamas sin discreción. Pensamiento
orgulloso del ideario antes del movimiento; la lucha es atroz hoy. Es resultado de la
confinación y regreso de otro sueño. Marcado el cerrojo de carmesí abre la puerta de la
gloria; sola la ventana duerme en el balcón de la ficción. Abierta la cortina el cielo se cubre
del último beso.

IV
Estrecharemos a los amigos sin claustros; besaremos al amor de siempre sin lugar definido; cada canción se escuchará al acorde del céfiro; los versos se acomodarán entre pautas y corcheas; callarán los conservadores de la bazofia; las aves regresarán a cubrir la sombra del aliento; los conejos detendrán su reproducción antes de cultivar susurros. La pesadilla sin la pasión no hay semilla sin reproducción; los salmos serán de la manta en extinción; con libros llenos de leyenda escribirán la otra historia; de cada movimiento un amanecer elemental del ser; así la insensibilidad sucumbirá con el desvanecimiento del imperio. La forma se detiene ante la consciencia de la humanidad.

1 comentario:

  1. buenas tardes, por favor alguien que me ayude a conseguir una copia del libro de la uunidad habitacional el rosario de Alejandro Brito Altamirano, o algun correo donde lo pueda contactar a el. muchas gracias.

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