jueves, 20 de agosto de 2020


SEÑOR DE LAS MARAVILLAS, SEBASTIAN DE APARICIO, 

HERMANOS SERDAN 


Por: Manuel Gaviño Quero y Martin Borboa Gómez.

Recogimos en la central camionera a unas amistades que regresaron de un viaje a Puebla. Esteban Ruíz y Juan Alarcón. (Son sobrino y tío). Durante el trayecto a sus casas, nos contaron cada uno su versión del paseo. Resumimos aquí las dos narraciones, con extractos de la documentación que nos facilitaron. Al parecer existe la idea de preparar un texto para “La hormiga en línea” a partir de la información que recabaron, de modo que éste artículo nuestro es sólo una introducción.

INICIO

Juan Alarcón: Todo empezó con la iniciativa de mi sobrino para viajar a Puebla, y visitar al Señor de las Maravillas. Él es muy devoto de ésta advocación de Jesús. Aunque la idea de ir con él me resultaba atractiva pues asegura diversión y muy buena compañía, me excusé planteando que por ser él aún menor de edad (en esa época) era mucha responsabilidad para mí. Sugerí que deberíamos posponerlo hasta su vida adulta. Pasó el tiempo y creí  que él ya lo había olvidado. Mientras tanto, fui armando un plan de ir a Puebla e investigar dos temas vinculados a Azcapotzalco:

1) El Beato Sebastián de Aparicio (dueño de la hacienda que se conoció al final como “Del Rosario” en Azcapotzalco. Detonador del comercio virreinal con sus carruajes y el acarreo de metales desde el Bajío hacia el puerto de Veracruz. Se le considera iniciador de la charrería), y

2) Aquiles Serdán (iniciador del movimiento revolucionario de 1910, cuyo nombre lo tienen en Azcapotzalco, entre otros: una vialidad principal, una estación de metro y una escuela).
Deseaba ir pronto a Puebla por esos temas. Ambos personajes fallecieron en esa ciudad, y allá se ha reunido mucha información de ellos. Mi plan era adquirir libros al respecto. No basarme sólo en internet. Visitar los espacios que los recuerdan y valoran, y armar con ello dos artículos con fotos para la revista electrónica de “La hormiga en línea” en la cual no he publicado nada hasta ahora, pero soy asiduo lector. 

Este pasado mes de junio hablé con mi sobrino para felicitarlo de su cumpleaños y su mayoría de edad. Pero me había olvidado por completo de su propuesta. Durante la llamada, me dijo: “Entonces que tío, ¿ya hacemos lo del viaje?”. Yo no recordaba la idea y pregunté: “¿Cuál viaje?”. Con aplomo respondió: “A Puebla para visitar al Señor de las Maravillas”. Traté de disimular mi olvido y lo intenté distraer diciendo: “Ah claro, ahora sí sobrino, ya eres mayor de edad, y creo que no te había dicho, pero pensé que después del Señor de las Maravillas, podemos hacer dos paradas culturales que se relacionan con Azcapotzalco: El Beato Sebastián y la casa de los Serdán”.
Esteban Ruíz: La idea del viaje nació cerca de mi cumpleaños 17, el cual coincidió con las vacaciones de verano. Yo tenía la idea de viajar con mi tío desde hace tiempo. Mi idea era visitar al Señor de las Maravillas, de quien soy un verdadero devoto, para así tener un tiempo de oración compartido con mi tío, quien es un hombre al que verdaderamente estimo. Cuando propuse la idea de este viaje, no se pudo realizar debido a mi edad, por lo que mi tío y yo decidimos esperar 365 días para que cumpliese 18 años. Creo que esta cuenta fue olvidada por parte del tío, ya que pude escuchar su sorpresa al recordarle el viaje.
Un tiempo después de mi cumpleaños, organizamos el viaje saliendo de Cuernavaca, Morelos. El viaje sería de tres días y nos hospedaríamos en un hotel cercano a la catedral. Nos vimos en la central de autobuses de Cuernavaca, muy temprano. El trayecto rumbo a Puebla fue callado al principio, pero luego de un rato de buena conversación, nos dimos cuenta que resolvimos los conflictos del mundo (sin decírselo a nadie). Llegamos a nuestro destino alrededor de las 8:00 am. Taxi al centro. Un café junto a la catedral para desayunar. Y justo a las 9:00 am., estábamos en la puerta de la iglesia del Señor de las Maravillas. 

SEÑOR DE LAS MARAVILLAS

Esteban Ruíz: Cuando entramos a la iglesia, mi mente estaba en calma, cosa que no había sentido en un largo tiempo, pues por fin pude pagar mi deuda con ese gran Ser. Al introducirnos, me arrodillé frente a su presencia, mis oraciones fueron profundas y agradecidas, incluso me solté a llorar.
Mi emoción provenía de mi deuda acumulada desde hace mucho con el Señor, ya que desde siempre, he sentido su compañía y he presenciado sus milagros, siempre con la promesa de visitarlo en su templo, la cual no había podido cumplir. Incluso le elaboré un exvoto de madera, que es una cruz con una rosa pintada.
Esos momentos fueron muy especiales, ya que mi tío me dejó estar frente a la imagen todo el tiempo del mundo. Era la primera vez en mucho tiempo que no debía rezar “corriendo”, sino que pude tomar mi tiempo, incluso para las lágrimas. Estuvimos alrededor de una hora con el Señor de las Maravillas.
Son momentos que jamás olvidaré, los cuales le agradezco a mi tío y al Señor de las Maravillas, quien al fin y al cabo es nuestro señor Jesucristo. Aun hoy en día no tengo palabras para agradecer lo que hicieron por mí.
  
Juan Alarcón: La profundidad de la devoción de mi sobrino la respeto. He ido con él antes a otras iglesias, y como creyentes, nos sentimos bien dentro de espacios de oración. Ésta visita al Señor de las Maravillas fue especial por atestiguar el muy íntimo lazo que lo une a mi sobrino. Me emocionó. Le di su tiempo y su espacio. Mientras tanto, repasé mentalmente sí en Azcapotzalco he visto la imagen del Señor de las Maravillas en alguna iglesia. No las conozco todas, pero me di cuenta que ni una de las que sí conozco, tiene esa imagen. Decidí que si en éste paseo veo una muy buena imagen fotográfica de Él, la compraré y le propondré a mi sobrino que la obsequiemos a alguna iglesia en Azcapotzalco que permita colocarla a la vista de los fieles. Si no la consigo en este viaje, ya veré si en la “Librería Parroquial” de Clavería consigo una.
  
BEATO SEBASTIAN DE APARICIO

Esteban Ruíz: Tras el encuentro con el Señor de las Maravillas, tomamos rumbo a la iglesia de San Francisco, para visitar el templo donde está el Beato Sebastián de Aparicio, quien me parecía un personaje interesante. Había leído un poco al respecto de éste Beato, entre las cosas más importantes; está la incorruptibilidad de su cuerpo después de muerto, además del interés que presentaba mi tío por su vínculo con Azcapotzalco.
La iglesia desde hace mucho me había parecido interesante, pero nunca había tenido la oportunidad de conocerla hasta éste viaje. La reconocía de la muy premiada película mexicana animada “La Leyenda de la Nahuala” (2007), la cual se sitúa en la ciudad de Puebla. En lo personal me pareció una gran experiencia estar frente al Beato Sebastián. En lo histórico y arquitectónico, me gustó llevar esa iglesia del terreno animado a la vida real.
  Juan Alarcón: Yo había visitado varias veces el templo de San Francisco y al Beato Sebastián de Aparicio, cuyo cuerpo incorrupto es parte de su camino a la santidad. Hombre de fantástica biografía: migrante, rico, labriego, carretero, domador, iniciador de la charrería, casado dos veces, fraile limosnero. Nunca lo visité antes con el objetivo específico de localizar detalles de su vínculo con Azcapotzalco. (Internet ofrece información general, pero su lazo con nuestra alcaldía es mencionado de forma superficial). La tienda de artículos religiosos del templo ofrece bastante literatura, y las librerías que visitamos también. Compré todo lo que cayó en mis manos. Algunos textos son un tesoro para mi objetivo. Por ejemplo ésto del “Romancero de Fray Sebastián de Aparicio”, (edición de autor, Fray Jerónimo Verduzco, 1989, México), versos de Eduardo Enrique Ríos:

“Camino de Azcapotzalco
que ya nos miras pasar,
la cuadrilla de carretas
del rico Don Sebastián.

“¡Ay, llanos de Tlanepantla!
¡Ay, hacienda de Careaga!
¡Qué triste cantan los gallos
al ras de la madrugada!”

O éste de Fray Antonio Corredor (refiriéndose a su posterior vida de fraile):
“Viviste en Azcapotzalco
en momentos decisivos,
por fin, en la Orden seráfica
encontraste amado asilo”.

En internet y en algo de bibliografía publicada en Azcapotzalco, se dice que por haber sido dueño de una hacienda en la alcaldía, y por haber abierto la posibilidad de que los nativos convivieran y montaran caballos, además de ser el iniciador de la charrería, subrayan que ese inicio fue en Azcapotzalco. Es una afirmación audaz, ya que la combinación de Sebastián de Aparicio más ganado más nativos a cargo de dicho ganado, inició muchos años antes de que él adquiriera su hacienda en Azcapotzalco.  Con ganado me refiero mínimo a bueyes y caballos. Haré una muy breve semblanza cronológica: llegó a la Nueva España en 1533. Primero construyó el camino de Puebla a la ciudad de México. Luego construyó el de Puebla a Veracruz. Después se ocupó de trazar y acondicionar el camino de México a Querétaro hasta alcanzar Zacatecas. Al menos una década la ocupó en planear, ejecutar, y supervisar trabajos. En ellos dejaba a cargo a sus peones destacados para que avanzaran las labores, mientras él iba a otro sector a supervisar y resolver imprevistos. El traslado de materiales, personal y abastimiento se hacía en carretas tiradas por bueyes. Hubo caballos involucrados en sus recursos y él personalmente no podía cuidar a cada una de ellos. De modo práctico, enseñó y confió esas tareas a sus peones, y en esa convivencia laboral, pasaron años al lado de los animales, domando y aprendiendo sus oportunidades, comprendiendo sus limitantes, sanando sus enfermedades, y sin duda, disfrutando su compañía, montándolos en el binomio de jinete y animal. La ley lo prohibía y lo terminó permitiendo. Es importante entender que cuando Sebastián de Aparicio concluyó su fase de constructor de caminos, se ocupó de proveer las carretas para trasladar pesados cargamentos de metales desde Zacatecas hasta Veracruz. Continuaba la convivencia entre nativos y animales de tiro, y aunque para ello se ocupaban bueyes, para las tareas de supervisión y acompañamiento, se requerían caballos. Muchos años pasaron. Y fue hasta que amasó una buena fortuna con esos traslados, que decidió terminar esa empresa, y comprar propiedades incluyendo la de Azcapotzalco. Dice Conrado Espinosa en uno de los libros que conseguí (Sebastián de Aparicio, Editorial Jus, México, 1959), que: “sus viajes zacatecanos acrecentaron mucho su fortuna,… decidió… liquidar la empresa y emplear sus dineros en tierras, dentro del mismo Valle de México, y montar una hacienda…”. “Llegó un día en que, dejando las carretas en un corralón, menos una… Sebastián con el resto de sus peones, la emprendiera muy de madrugada camino de Azcapotzalco…”.  “Las tierras de Sebastián… llegaron a nuestra época como Hacienda de Careaga”. “Sin que se precise la extensión afirmándose que Sebastián fue propietario de terrenos inmediatos a Tacubaya y acrecentados éstos con nuevas compras en Chapultepec y todavía más tarde dueño también de vastas tierras por Tlanepantla, terminamos con que nuestro carretero fue un gran hacendado…”.
Otro documento sin autor difundido por la misma iglesia aclara que: “diecisiete años trabajó con su flotilla de carretas, hasta llegar a formar un buen capital, con el cual compró tres haciendas: una de agricultura en Azcapotzalco, y dos a la ganadería en Tlalnepantla y Chapultepec. 20 años se dedicó a trabajar estas 3 haciendas”.  La Orden de San Francisco (fransiscanos.org) dice que con el dinero de la venta de su cuadrilla de carretas: “compra una hermosa heredad a una legua de distancia de la ciudad de México. Está situada entre Tlalnepantla y Azcapotzalco. Para el cultivo de tan gran heredad necesitaba ganado abundante, a tal fin compró una hacienda ganadera en Chapultepec”. “A sus 55 años de edad, se trasladó a vivir a Azcapotzalco… no fueron muchos los años que vivió Aparicio en Azcapotzalco… la abundancia de ganado que tenía en Chapultepec le mueve a marcharse a vivir a aquella heredad…”.

Me parece sensato pensar que en la hacienda de agricultura (Azcapotzalco) se empeñó en lograr que los nativos y trabajadores se esforzaran en la producción agrícola, y en las otras dos con ganadería en Tlalnepantla y Chapultepec, su enfoque fue que los trabajadores convivieran de manera sana, útil y productiva con los animales de su propiedad. Continuó enseñándoles la doma, la monta, el cuidado y su aprovechamiento como animales de tiro y de cabalgadura, es decir, a ser a ser jinetes, lo cual sería después, con el tiempo y el arte: la charrería. Así que vemos en base a estas fuentes, que la convivencia entre nativos y animales de monta y carga, data de muchos años antes de su fase de hacendado: Sebastián primero fue constructor de caminos, luego carretero, después reunió fortuna, y cuando se convirtió en hacendado, ocupó su hacienda de Azcapotzalco para fines agrícolas, y las otras, a su ganado. En esas últimas, las del ganado, habrá continuado la charrería, pues las fuentes poblanas apuntan a que el inicio de la charrería ocurrió en su territorio en los años de su larga fase de caminero y carretero, cuando su centro de operaciones estaba ahí.
Sebastián de Aparicio tenía su confesor en Tacuba. Según fransicanos.org, respecto a su primer matrimonio  (y viudez) en esa localidad “en la misma iglesia donde fue la boda, se celebraron con solemnidad los funerales y el entierro…”. “La dolorosa circunstancia que le oprime, le decide a cambiarse nuevamente de domicilio. Otra vez se encamina a Azcapotzalco… a los dos años del fallecimiento de su esposa decide casarse nuevamente. Sebastián de Aparicio queda viudo por segunda vez, fueron apenas 8 meses los que había durado ese último matrimonio. En la iglesia de los dominicos de Azcapotzalco se celebraron con solemnidad los funerales”.
Según Conrado Espinosa: “los frailes franciscanos de Tacuba y los dominicos de Azcapotzalco, ambas Ordenes en afiebrada tarea de construcción, evangelización y socorro a los necesitados del cuerpo y del espíritu, tenían en Sebastián al feligrés devoto…”. A los sesenta años tuvo fuertes dolencias: “tan grave fue su estado que se creyó en la necesidad de liquidar sus negocios con el mundo y así dictó legal testamento, dejando sus bienes a los nuevos frailes de Azcapotzalco, los dominicos…”. Sobrevivió y ese testamento no tuvo efecto. Continuó viviendo en Azcapotzalco. Comenzó a planear dejar la vida de hacendado para convertirse en religioso. Lo comentó con su confesor en Tacuba. Visitó con frecuencia a los franciscanos de Tlalnepantla. Mostró desinterés por las fincas y sus labores.
Once años después, en 1573, se decidió. Dejó su fortuna a las Clarisas que apenas 3 años antes habían fundado su Orden y se entregó en un convento en calidad de donado. Se ocupó como parte de la servidumbre. Luego fue carretero limosnero. El 9 de junio de 1574 ingresó como novicio a la fraternidad franciscana en la ciudad de México, y al año siguiente, ya fue fraile y se trasladó a Tecali, en la cercanía de Puebla. Un año después, en el convento de Puebla hacía falta un limosnero, y fue requerido a irse para allá. Así pasó los últimos 24 años de su vida. Murió en el año 1600, a los 98 años de edad. Casi un siglo de vida (1502-1600) y vaya centuria para la historia de nuestro país. Su vida dio y da para muchas referencias, incluso las de tipo religioso, campo en el cual es Beato y se proyecta su reconocimiento a la santidad. En ese sentido, en el ya citado “Romancero”, encontré un bello verso de Fray Santiago de los Ángeles Campero.

PASAJE MILAGROSO DE SEBASTIAN DE APARICIO CON LAS HORMIGAS

“Una vez ya colectado
el trigo para los frailes,
unas hormigas arrieras
le dejaron solo el aire.

Comenzaron afanosas
a descargar las carretas
llevando los rubios granos
a sus profundas bodegas.

El Beato San Sebastián
fue a llamarles la atención,
y les mandó devolvieran
lo robado al Señor.

Las hormigas obedientes
a la voz de su mandato,
poco a poco devolvieron
los granos de oro robados.”

La bibliografía que conseguí sobre él da para muchos temas: la creación y mejora de caminos, el desarrollo del transporte y el comercio, facilitar la difusión del festejo sincrético del Día de muertos que mezcló elementos prehispánicos con cristianos, el inicio del deporte nacional, su tránsito de millonario a limosnero, sus dos matrimonios y su escalera hacia la santidad. Además, ya tengo material para “La hormiga en línea” acerca de su época de hacendado en Azcapotzalco.

AQUILES SERDAN

Esteban Ruíz: Tras la visita al templo de San Francisco, fuimos a comer chalupas, luego bebimos café y tomamos camino a la Casa de los Serdán, que ahora es el “Museo Regional de la Revolución Mexicana, Casa de los Serdán”. Este lugar siempre me resultó interesante, a pesar de yo no comulgar con los ideales de Aquiles Serdán, ya que en lo personal me considero un ferviente defensor de Porfirio Diaz, por lo cual el lugar me pareció y me parece un monumento a la queja desmedida e injustificada de unos burgueses que buscaban el poder. Debido a mi postura en los hechos sucedidos en este lugar, mi presencia fue apenas perceptible. En cuanto salimos de ahí me sentí aliviado. La visita fue corta porque en realidad ni yo ni mi tío logramos encontrar un puente entre Azcapotzalco y Aquiles Serdán.
Juan Alarcón: En pleno corazón dulcero de Puebla, probamos un café en un local nuevo llamado “Coffee Brothers”. Compramos un kilo para compartir con su agradable hermano, quien es cafetero como nosotros. En la calle principal para adquirir las delicias poblanas, aprovechamos para comprar unos dulces que nos encargó la mamá de mi sobrino (mi prima) y unos rompopes para su papá. Ahí también llegamos a la Casa de la familia Serdán. Yo buscaba particularmente lo posible acerca de Aquiles Serdán, quién en Azcapotzalco tiene como homenaje una importante vialidad con su nombre, una estación de metro en esa avenida, y una escuela CETIS 4 en la Calzada de las Granjas (con mensaje y mural de mosaico sobre la tecnología).

No hallé nada que uniera específicamente a Aquiles Serdán con Azcapotzalco. Y es que además por algún tiempo, la alcaldía se llamó “Azcapotzalco de Porfirio Díaz”, y las historias de su Casa de Cultura, su Jardín Hidalgo, y hasta el Paseo de los Ahuehuetes, se precian de haber tenido entre sus asiduos visitantes a Don Porfirio. (Cabe recordar que los hermanos Serdán se oponían al gobierno de Díaz). Por ello más me interesaba tratar de hallar algo que vinculara al hombre con nuestra localidad azcapotzalca. Pero no hallé nada en las cédulas del museo, ni platicando con el guía del lugar, ni en los libros que hojeé en librerías ni en las dos biografías que compré. Mi texto para “La hormiga en línea” acerca de él, sería solo descriptivo para conocer (un poco más) del ilustre mexicano a quien se honra con nomenclatura e instalaciones con su nombre. Pero sin poder trazar una línea directa. Lo que aprendí (y creo que mi sobrino ya sabía porque vino recientemente con sus padres y hermano) es que aunque Aquiles Serdán destacó en la historia a veces a título individual, los eventos de armas del 18 y 19 de noviembre de 1910 los compartió hombro con hombro con sus valientes familiares: su madre, su esposa Filomena, su hermana Carmen, su hermana Natalia y su hermano Máximo. Él último falleció en la azotea de la casa durante el tiroteo. Aquiles fue acribillado en ésta casa al día siguiente. La autoridad capturó a las tres mujeres que estaban en la casa (su madre, su hermana Carmen y su esposa que estaba embarazada). Su hermana Natalia era la dueña de la casa. Toda la estructura familiar estuvo comprometida con ese violento arranque de la Revolución de México. Cada uno de los miembros de la familia participó en esa vanguardia, antes del famoso 20 de noviembre de 1910, inicio oficial de la gesta revolucionaria. Me propongo que en Azcapotzalco, con mi texto, al subrayar el valor histórico del gran Aquiles Serdán, difunda yo también la grandeza de sus familiares, pues sin ellos, la obra de él habría sido quizá, menor.
Aquiles Serdán ya vimos que tiene reconocimiento en Azcapotzalco, pero con sus hermanos Carmen, Natalia y Máximo, aun hay omisión. Y más con los otros mártires de aquel 18 de noviembre en esa casa: Andrés Cruz, Fausto Nieto, Clotilde Contreras, Rosendo Contreras, Alejandro Espinosa, Manuel Paz. Un primer paso será citar sus nombres en “La hormiga en línea”.

CONCLUSION DEL VIAJE.

Juan Alarcón: Regreso con mucho por leer y escribir para la revista electrónica que dirige Patricio Garibay en Azcapotzalco. Sebastián de Aparicio sembró trayectos y rutas en esta tierra, es considerado patrono de viajeros y choferes, y padre de nuestra charrería. Me da gusto haber viajado por un camino trazado por él para ir a su encuentro. Celebro haber ido a buscar información de Aquiles Serdán, y regresar con datos sobre él y toda su familia. Mi conocimiento de la Revolución se multiplicó con cada miembro de esa patriótica genealogía que compartió sangre, corazón y destino. Me emocionó haber convivido más con mi sobrino, gran compañero de charlas, y atestiguar que la vida tiene un enorme sentido para él, así como él se da sentido a sí mismo ante Dios y sus prójimos. Será muy agradable platicar con él sobre éste viaje tomando otro café, y revivir el paseo. Intentaré brindarle el gusto de ampliar la devoción al milagroso Señor de las Maravillas, hacia la alcaldía Azcapotzalco, buscando una parroquia o iglesia que nos acepte la imagen.
Esteban Ruíz: Regreso del viaje con una gran satisfacción de haber pasado tiempo con el que yo llamo “mi tío favorito”, ya que es más que un familiar para mí, sino mi amigo. Le agradezco que me haya llevado a ver al Señor de las Maravillas, a quien tanto le debo, y gracias a él; pude pagar mi deuda. Aun así debo agradecer públicamente al Señor de las Maravillas y a mi tío por estar en mi vida, por todos sus consejos y todas sus enseñanzas.

1 comentario:

  1. Felicidades por los datos sobre el Beato o Santo Fray Sebastian de Aparicio , así es hay mucha informacion al respecto y la que encontraron en Puebla es excelente , así como la hay en Puebla, la hay en Azcapotzalco y en España incluso. Y adelante con esa investigación saludos Atte : José Carbajal. Cronista de Azcapotzalco

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