viernes, 15 de enero de 2021

EL ESPANTAJO DEL 

PANTEÓN SAN ISIDRO 

Capítulo II


Por: Patricio Garibay

¿Y recuerda que tumba fue donde rezaba el tal Espantajo.

-Sí, es una tumba que está junto a una de las glorietas del cementerio ¿quiere que lo lleve?   

Le indiqué que fuéramos, y  él se metió en la boca el cacho de torta restante, dio el último trago al café y partimos caminando con parsimonia  entre centenares de tumbas. Debo confesar que siempre he sentido una morbosa atracción por los camposantos. El panteón San Isidro es inmenso, es el tercer cementerio más grande de la ciudad de México, tiene más de 80,000 tumbas y cuenta con una extensión de  311000 metros cuadrados, está dividido en dos secciones, la sección de niños y la de adultos, es fácil perderse entre ese inmenso bosque de lápidas, cruces y árboles de aspecto triste. Luego de diez minutos al fin  llegamos al sitio,  se trataba de una tumba pobre, oculta atrás de un modesto mausoleo, tenía una sencilla cruz de cemento recubierta de azulejos pasados de moda, su  lápida estaba quebrada y de entre sus grietas brotaba hierva, el nombre había sido borrado por el rigor del tiempo y solo se alcanzaba a ver la fecha de 1948-1970, pude notar que a pesar de la hierba que salía de las cuarteaduras de la lápida, la cruz y la tumba se veían limpias a diferencia de las que le rodeaban, como si alguien la limpiara a menudo. 

-Y sabe usted a quién pertenece esta tumba?

Le pregunté. 

-No señor, no está en los registros, algunos registros de ese año se perdieron, pero según me dijo el anterior jefe de veladores don Nicolás; la sepultura corresponde a  una joven, solo eso sabemos y qué es del año de 1970 como se puede ver. Como es lógico nadie ha pagado el referendo ni creo que algún día alguien venga a pagarlo,  ya van dos veces que los de la administración la han querido abrir para volverla a usar el hueco, pero yo les dije que no lo hicieran porque ante este sepulcro vi llorar aquella alma en pena, al principio se burlaron de mí, entonces les dije que si lo hacían se las verían con aquel espectro y su maldición, se volvieron a reír de mí,  pero los muy collones no abrieron la tumba, dijeron que lo dejarían para el próximo año, que el próximo año sin falta ahora si la abrirán aunque llorasen todos los fantasmas del panteón juntos, pero eso fue hace 3 años y hasta hoy nadie se ha animado a sacar los huesos de la difuntita, supongo que no es por miedo a la maldición, sino "por precaución" pero por si las moscas, ya sabe, el miedo no anda en burro mi jefe.

-¿Y aquí es el único sitio donde  ha visto al fantasma? 

-No, fíjese que resulta chistoso, las otras dos veces que lo vi fue en los botes de la basura que están en la entrada, 

-¿Y qué estaba haciendo él? ¿Lloraba también? 

-No, más bien buscaba algo dentro de la basura, parecía a un gato callejero buscando comida. 

-Pues tal vez eso es lo que estaba haciendo, ¿no le parece?

-No, no creo, los muertos no comen, y menos basura, pudiendo comer en otros lugares, vaya usted a saber porque lo hará, ¿Qué buscará?… ¿Quién puede saber porque los muertitos hacen lo que hacen?, Tal vez en vida algo perdió en la basura… tal vez su anillo de bodas, fíjese que en una ocasión perdí mi anillo de bodas, ¿y sabe dónde lo fui a encontrar en?

-¿En la basura?

-Si, veo que es usted un buen detective, y por suerte encontré mi anillo, si no, mi esposa me hubiera matado.

-¿De verdad cree que se trate de un fantasma.

-No, no lo creo, ¡estoy seguro!, tan seguro como que lo vi desvanecerse en el aire, y no solo lo he visto yo, también lo vieron don Nicolás y tres compañeros más.

-¿Cómo fue exactamente?

Le dije mientras comencé a caminar rumbo a la salida del panteón, el me siguió mientras contestaba mi pregunta.  

-Las dos veces que lo vi hurgando en los botes de basura, y las otras 2 rezando frente a esa tumba, y todas las veces en cuanto él noto mi presencia huyó  y se ocultó en las sombras de la noche, se volvió ojo de hormiga. Oiga ¿y por qué no se lanza a visitar al anterior vigilante don Nicolás?, ya está jubilado, pero vive aquí cerquita en San Juan Tlihuaca, fue vigilante del panteón durante 30 años, él sí que lo vio, es  casi un experto en ese asunto del Espantajo,  aunque a veces se hace mucho del rogar para hablar de ese asunto, pero yo creo que usted si la enseña su flamante placa de policía segurito y le cuenta todo.

-Pues ahí será otro día, porque usted ya se echó su lonche pero, yo tengo que ir a comer, ya hace hambre. 

-¿¡Pos qué pasó mi jefe!? Ahí mero frente a la casa de don Nico  venden unas petroleras orgullo de Azcapotzalco, ahí las preparan rete sabrosas, échese una, o dos si le caben, y luego se va a ver a don Nicolás pa aprovechar el viaje, ahorita le apuntó la dirección. Pero prométame que me contara todo lo que le diga el viejito cabrón. 

-Se lo prometo. 

Ya no tenía que volver a la oficina, así que le hice caso al  sujeto y aproveché para degustar nuevamente una calorífica pero deliciosa petrolera, pues tenía tiempo que no venía por esta zona de la ciudad y de probar ese platillo. Después de degustar aquel antojito chintololo, me dirigí a la casa del tal don Nicolás para ver qué más  podría informarme de aquel misterioso asunto.

Toqué la puerta y me abrió una anciana que aún conservaba  indicios de una lejana belleza, le dije que quería ver al señor Nicolas Antuna, Me aclaró    que se trataba de su esposo y me hizo pasar a una pequeña sala de sillones de bejuco y donde parecía que el tiempo se había quedado detenido durante tres o cuatro décadas. La señora me invitó a sentarme y dijo que llamaría a su marido quién se encontraba en el jardín trasero de la casa arreglando las plantas. No tardó mucho en llegar, me puse de pie para presentarme y antes de que yo pudiera hacerlo me dijo mientras apretaba mi mano.

-¿Y para qué soy bueno don Pablo Garcés?

Me intrigó que supiera mi nombre,  enseguida me indicó que me volviera a sentar y así lo hice mientras le dije.

-¿Así que conoce mi nombre?

El veterano individuo se acomodó en un sillón, pidió café a su esposa para los dos y me aclaró.

-Claro señor Garcés soy un gran fisionomista, he visto su foto un par de veces en los periódicos. Usted capturó a los dos depravados que atacaban jovencitos en el parque España, cómo era el asunto? ¡Ah! sí, uno sujetaba a la víctima mientras el otro le bajaba los pantalones y le chupaba la... bueno… eso. 

-Sí fue más o menos así. 

-¡Qué horror!  Lo bueno es que eso casi nunca pasa. 

-Se equivoca amigo mío, eso pasa  más a menudo de lo que se cree, que ya no sea noticia es otra cosa. 

El anciano se acercó y casi en secreto me dijo; 

-Así es, hoy sólo importan las mujeres y los gays y a los hombres que nos lleve la chingada. 

Eso último le hizo reír a carcajada rompiendo la secrecía con la que había empezado. Yo sonreí por cortesía ante aquello que a él le hacía tanta gracia, y en cuanto volvió a retomar su compostura  le dije; 

-Pues bien, vayamos al grano, ¿Qué sabe usted del espantajo del panteón San Isidro? 

                                                                                                                        CONTINUARA.

EL ESPANTAJO DEL PANTEÓN SAN ISIDRO Capítulo I

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