lunes, 27 de febrero de 2023

 

LLORONAS: ARREPENTIMIENTO Y VENGANZA

Por Virginia Hernández Vázquez

ARREPENTIMIENTO

Era ya madrugada, mi mamá y yo dormíamos profundamente, habíamos tenido un día largo de mucho quehacer, luego, entre sueños escuché un llanto débil con profundos suspiros que se atoraban uno tras otro, era una voz hueca en medio de un silencio que se rompió con los aullidos de los perros, esa alma desesperada no gritaba palabras solo lamentos muy largos y dolorosos y con mucho sentimiento. Me quedé congelada, me dio mucho miedo, pasaron muchas cosas en mi mente; primero pensé que era una discusión de pareja, no sería la primera vez que pasaba pero yo no oía ninguna voz masculina, tal vez podría ser una asalto y notifiqué a la policía, que por cierto nunca fue. También a mis vecinos por medio del celular. Antes de levantarme mi mamá tocó mi puerta y me preguntó afligida si yo estaba llorando pero se dio cuenta que no, enseguida se asomó por mi ventanal y no se veía nada, fue a la ventana de la sala y yo la seguí con temor, ella es más valiente que yo, no se veía nada más que oscuridad, el alumbrado público apagado, los árboles con mucho ramaje y un silencio extraño, otra vez volvimos a oírla aún más lejos y con más debilidad, los aullidos de los perros no se hicieron esperar.

Ninguno de mis vecinos me respondió me imagino que ellos no estarían locos como nosotras o que no prestaron atención o no escucharon. Cuando volvió el silencio y paso un largo lapso de tiempo decidimos dormir juntas y nos quedamos dormidas orando.

Ambas habíamos pensado en lo mismo: “La Llorona”.

Así, con medio a pronunciar su nombre ninguna dijo nada. Ya en el día mis vecinos dijeron no haber oído nada, unos decían que era alguna loca y solo una persona había escuchado y pensó en el mismo personaje que nosotras.

Esto paso antes de la cuarentena en el inicio de la pandemia, tal vez era un aviso como se dio antes de la conquista española.

Mi mamá y yo, desde entonces y hasta hoy, pensamos que era la llorona, después de todo en mi colonia, había un espejo de agua, aquí cerca del centro de Azcapotzalco, pero nunca oímos que gritara “¡Ay mis hijos ¿Dónde están mis hijos?, devuélveme a mis hijos” o estoy buscando a mis hijos o algo respectivo a sus hijos!, ni lamentos fuertes como los de los vídeos en YouTube o como algunas personas lo cuentan.

Hasta el día de hoy nos da escalofríos pensar que: se cree que si la “La llorona”  se oye lejos está cerca, y si se oye cerca está lejos. Entonces espero haber usado mi imaginación en pensar que era esta alma en pena y sería mejor si fue una persona viva.  Nunca habíamos tenido ese sentimiento de angustia, de querer salir y ayudarla aunque también teníamos miedo.

 

VENGANZA

Luego de unos días mi mamá me empezó a relatar una historia qué había pasado hace muchos años a mi abuelo en el estado de Oaxaca, en un pueblo de los Valles Centrales. Mi mamá es de allá pero se vino a vivir con su hermana y luego se casó con mi papá. Mi abuelo Nacho, era un hombre alto y fornido, fuerte, valiente, un hombre de campo, de trabajo, también laboraba en una hidroeléctrica, una de las primeras.

Decían que tenían que caminar mucho, salía siempre desde la madrugada de su casa hasta el pueblo donde estaba este lugar, a veces regresaba temprano a veces tarde o estaba por allá algunos días, de noche o día no había trasporte, tenía que irse a pie, aunque le gustaba mucho caminar porque venía metiéndose entre los cerros y los pueblos hasta llegar a su destino, siempre vivió muchas cosas misteriosas.

Uno de esos días, iba con su enorme ramo de flores que ataba con un lazo y traía colgando para mí abuela, de repente se tomaba sus mezcales (ahora creo que para aguantar los espantos que veía en el camino), venía de regreso a su casa con varias copas encima y de noche, se percató que había una mujer esperando en el camino y reconoció a mi abuela, ¡Estaba esperándolo!, la vio caminar hacia él y luego le dio la espalda y camino de regreso por dónde venía, mi abuelo sorprendido se emocionó y le habló: “-¿Chatita qué haces aquí?, ¡Chaparrita!”. Sin embargo mi abuela no contestó y no volteaba a verlo,  mi abuelo empezó a seguirla, pensó que estaba enojada y pedía disculpas por haber tomado, le siguió hablando: “-¿Cómo llegaste aquí? Es muy noche, es peligroso, ¿Para qué viniste?”, mi abuela no respondía a ninguna de sus preguntas solo caminaba lento pero mi abuelo no podía alcanzarla.

“Disculpas por haber tomado”.

De repente le “cayó el veinte”; Mi abuela nunca iba a ese lugar donde él trabajaba, prefería quedarse en casa a cuidar a sus hijos, hacer la comida y a dedicarse al hogar aunque no solamente esas eran sus actividades, siempre estaba al pendiente de las tierras de cultivo, vendían muchas cosas que cultivaban y hacían chocolate, cosas de comer, tenía que estar atenta a los vendedores que pasaban para comprar lo que necesitará, cuidaba mucho a sus animales, etc.

No era lógico que ella estuviera a esas horas por ahí sola. Además se fijó que por donde iban no era el camino hacia su casa.  

Mi abuelo se paró en seco y dijo “esto es un espanto”, “esto no es de Dios, esta cosa no es buena, no es mi mujer, no es mi chaparrita”, entonces sacó de entre su chamarra una imagen que mi abuela siempre le ponía, “La Magnífica” y gritó: “Ave María Purísima”,  se la aventó a esa mujer que había tomado la forma de mi abuela. Enseguida esa cosa dio un grito, se transformó en un remolino de aire y polvo que paso cerca de mi abuelo y desapareció.

Dicen que hasta se le bajó la borrachera de tal modo que se dio cuenta a tiempo que estaba al borde del barranco y que debajo de él solamente había nopaleras y la muerte.

Cuando llegó a su casa le platico a mi abuela lo que le había pasado.

Mi abuela siempre lo esperaba para cenar a la hora que fuera.

Al siguiente día mi abuelo amaneció con temperatura y escalofríos así que trajeron a una curandera para que lo ayudara. Lo curaron del “mal aire”.

El carácter de mi abuelo era muy fuerte, eso lo ayudó así como el amor con el que mi abuela siempre lo encomendada a Dios.

Ese espanto se llama “Matlazihua” y hay varias versiones.

Una dice que es una mujer zapoteca, una mujer maldita que sufrió alguna traición o  hizo algo malo que la encadenó a este mundo. Esta mujer es un alma en pena que se le aparece a los hombres infieles, borrachos, fiesteros. Aparece en las noches, en las madrugadas entre los caminos oscuros silenciosos y vacíos. Toma la apariencia de una mujer que conozca la víctima para que la sigan y matarlos en barrancas, nopaleras o donde hay agua.

Los que tienen suerte y sobreviven despiertan heridos o con un mal aire que les ocasiona enfermedades. Ella es una mujer que viste de Blanco con un vestido largo, de hermoso cuerpo, de pies descalzos, unos dicen que tiene un vestido vaporoso, otros dicen que su vestido es como la de las mujeres zapotecas de época prehispánica, cabello largo aunque algunos la han visto con trenzas enlazadas en su cabeza, de bello rostro que se transforma en un horrible espanto.

A varios de la familia y conocidos les ha pasado, incluso a mujeres.

Hace años yo tenía un novio en ese mismo pueblo, yo vivía aquí en la Ciudad de México en Azcapotzalco, mientras él vivía allá, nos veíamos muy pocas veces al año pero estábamos muy enamorados sin embargo la lejanía y soledad hicieron que él fuera a una fiesta con sus amigos y me fuera infiel.

Se puso a tomar por sentirse arrepentido. Yo me había enterado y terminamos, así que cuando venían de regreso con sus amigos de otra fiesta de un pueblo cercano, se bajó de la camioneta cerca de su casa,  en el camino dice que me vio parada en una esquina antes de doblar hacia su calle. Dice que me habló y me pidió poder explicarme lo que había sucedido pero yo le di la espalda y caminé.

Él empezó a seguirme tratando de que yo lo perdonara, en ese momento él no se había puesto a pensar: ¿Qué es lo que yo hacía ahí?, ¿Cómo había llegado tan rápido de la Ciudad de México a Oaxaca, cuando se hacen 8 horas en camión?, ¿Qué tendría que estar haciendo en la madrugada esperándolo cerca de su casa?

De repente entre su borrachera, entendió que no podía ser yo, vio que los pies de la mujer estaban descalzos y qué traía un vestido blanco. Dice que la borrachera se le bajó y qué solo menciono a Dios y  corrió de tal manera cómo nunca antes había hecho.

Se percató de que su casa estaba muy lejos. Había llegado cerca del rio Atoyac, tendría que haber caminado cerca de 30 minutos para llegar ahí pero dice que sintió que tal vez fueron 5 minutos.

Al pobre también lo curaron de susto pero se lo merecía.

 

AZCAPOTZALCO Y TACUBA

Mi papá también vivió aquí en la ciudad algo con un ente similar. Ahí por los años cincuentas mi padre venía de una convivencia con sus amigos cerca de San Lucas Atenco y la iglesia de San Salvador Nextengo en Azcapotzalco.

Ya era de madrugada y no había mucho trasporte de por sí y menos a esas horas. Venía caminando junto a su amigo rumbo a la casa cuando vieron entre la oscuridad de esas calles estrechas a una mujer con vestido largo y blanco, de bella forma, su cabello negro rebasaba su cintura. Salió de la nada y caminaba delante de ellos contoneándose.

El amigo de mi papá se la señaló muy emocionado a mi papá mientras que él estaba sorprendido de que salió de repente. Ambos iban con unas copas encima y señor Panchito, como se llamaba el amigo de mi papá, decidió muy galán y valiente seguirla y hablarle.

Empezó a decirle lo bonita que era, que la invitaba a algún lugar, mientras mi padre le decía que se calmará y la dejará de molestar, su amigo no entendió.

La mujer se paró en seco y cuando el señor Panchito le iba a tocar el hombro, la mujer se volteó y mostró su horrible rostro de caballo. El señor Panchito gritó y corrió hacia mi papá y mi papá la medio vio y se quedó helado. Ese espanto soltó un gritó cuando mi papá le arrojó su estampa de la “La Magnifica” que mi abuela le había dado.

Desde ese día nunca volvieron a pasar por ahí. Mi padre siempre la llamaba como la “Llorona”.

Años después se enteró que a ese espanto la llaman “La Ciguanaba”. Mi padre también vio y escuchó a la llorona varias veces cuando era muy joven por ahí en el callejón de la Luz en Tacuba. Dice que solo corría y se metía a su casa y cuando ya estaba en su casa y la oía.

Mi abuela y mi tío se ponían a orar la “La Magnífica”.

 

Estoy segura que hay muchos fantasmas que podemos llamar lloronas, la diferencia entre esas almas es que unas penan por arrepentimiento y otras por venganza.

Así que no sean malos hombres para que no se les aparezcan las lloronas.

Hay que estar preparados para el día que nos toque sin nada de qué arrepentirnos y perdonar para no venir a vengarnos.

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