jueves, 24 de septiembre de 2020

 

LIBERTAD ESQUINA INDEPENDENCIA. COLONIA SAN ALVARO.

Por Don Nayarito Cantalicia.



Dos grandes anhelos individuales, grupales, o de toda una nación: la Libertad y la Independencia, tienen sus calles en nuestra colonia, y además, hacen esquina.

La esquina de la calle Libertad con la de Independencia, es sencilla en cuanto a las construcciones que ahí existen. No son museos, ni oficinas de algún partido, tampoco hay una estatua o busto, ni es un gran crucero. No tiene semáforo, ni jardinera. Es un cruce cualquiera.

Y sin embargo, en los nombres de las arterias lleva los valores por lo que se han iniciado guerras, removido ejércitos, y han sido el fuego que hierve en los corazones patrióticos de muchos valientes. De esos que luego dan lugar a un nuevo país, a una nueva nacionalidad.

Para mi es correcto y loable que sea un cruce cualquiera. La libertad y la independencia no se obtienen luego de que se coloque un bulto que lo invoque. Simplemente se viven, se respiran, se aprovechan, se cuidan y se utilizan en el mejor beneficio posible.

Me basta con saber que en esa esquina de la Colonia San Álvaro, como en todas las de México, habitan vecinos saludables que valoran esas cualidades de su patria, que las tienen presentes, y que conocen de donde viene su libertad y su independencia.

Por ello, y desde hace cinco años, voy en fechas patrias septembrinas a ese cruce. Estando ahí saco mi libro de “Poesías patrióticas mexicanas”, y leo para mí algunos versos. Esta vez ya me acompañó mi nieta, así que leí para los dos.

Para generarle más interés a ella, le platiqué de un gran amor que hubo entre dos patriotas, una pareja que tuvo aventuras heroicas, que podríamos calificar “de película”: Leona Vicario y Andrés Quintana. Solo daré una leve semblanza parcial de ella, basándome en el libro “Leona Vicario y la Ciudad de México”, de Héctor R. Olea (Colección popular Ciudad de México, número 34, Departamento del Distrito federal, 1975, México). Este año 2020 se declaró en homenaje a ella.

Para Leona Vicario hay un busto y un mosaico en la esquina de la Avenida Cuitláhuac y la avenida Plan de San Luis, en la Colonia Nueva Santa María.

 

LEONA Y ANDRES

Ella de familia solventada, quedó huérfana de padre y se hizo cargo de ella su Tío Agustín Pomposo, que tenía un bufete de abogados. Él era partidario de la monarquía española. Su hijo Manuel, y su sobrina Leona, lo fueron de la independencia. Al bufete de abogados llegó a laborar Andrés Quintana, que también se inclinó por la emancipación. Se ve que poca influencia pudo hacer el Señor Pomposo sobre los jóvenes que tuvo cerca, y que la determinación de ellos no admitió manejos.

Sobre ello dice el libro que: “tiempo atrás había llegado al bufete un joven yucateco llamado Andrés Quintana Roo, quien era bachiller en Artes y Ciencias en la Real y Pontificia Universidad. Quintana Roo, con el deseo de graduarse de licenciado en derecho, tuvo que cumplir con el requisito legal de practicar por dos años, jurisprudencia al amparo de su catedrático… en la casa de don Agustín Pomposo… Leona y Andrés tuvieron ocasión de tratarse frecuentemente. Hermosa ella, apuesto él, y ambos jóvenes, buenos, inteligentes, instruidos, igualmente apasionados de su patria, era completamente natural que llegaran a amarse… Quintana Roo, hecha su práctica del 11 de enero de 1809 al 11 de enero de 1811, esperó para contraer matrimonio con Leona hasta los primeros meses de 1812… en virtud de que ella en el mes de abril había cumplido los veintitrés años que la ley exigía para la mayoría de edad…”.

Una complicación aparente para el enlace fue que el padre de Quintana Roo, que era periodista, estuvo preso cuatro años en San Juan de Ulúa por sus ideas políticas. Ante la imposibilidad de casarse, Andrés se retiró y junto con otros jóvenes decidieron unirse a los insurgentes. “Se presentó con sus compañeros al Lic. Ignacio López Rayón, jefe de la zona de México que estableció, después de formar la Junta Suprema de Zitácuaro, su cuartel general en Tlalpujahua a mediados del año 1812”. Leona mientras tanto: “Estableció correspondencia activa con los hermanos López Rayón, con Quintana Roo… y principales jefes de la insurgencia. Organizó recuas o “conductas” para enviarles de su propio peculio: armas, ropas, medicinas, municiones, alimentos, pólvora, tipos y tinta de imprenta, hizo gastos para los viajes de los contactos secretos y ayudó económicamente a los huérfanos y a las viudas de los luchadores por la libertad”.

Leona fue descubierta y tuvo que escapar. En una de sus guardias fuera de la ciudad enfermó y su tío la llevó de vuelta a México. La entregó a la autoridad en el Colegio de Belém el 13 de marzo de 1813. Escándalo fue su escapatoria como luego lo fue su prisión en Belém. Un mes después, el 22 de abril un grupo de insurgentes la sustrajeron de su prisión, y se la llevaron montada en un caballo. Esta vez escapó hasta Oaxaca. Allá recibió cartas y apoyos de José María Morelos y Pavón. Mantuvieron correspondencia. Mientras tanto, en la sociedad novohispana, su fama personal comenzó a llenarse de verdades y de cosas inventadas.

A fines de enero de 1814, cuando Oaxaca dejó de estar en manos rebeldes, Leona y los insurgentes  tuvieron que dejar la ciudad. Se dirigieron hacia Chilpancingo, en donde estaba instalado el Congreso Nacional, y en el cual participaba Andrés Quintana como diputado por Puebla. Esa fue la circunstancia que a inicios de 1814 les permitió por fin, casarse. (Aunque muchos dicen que ya se habían casado desde antes). Al año siguiente Morelos fue capturado, y el 22 de diciembre de 1815 fue fusilado. Se le ofreció el indulto a la pareja de Leona y Andrés, pero no lo aceptaron. Siguieron huyendo. Dice el libro que: “en plena fuga tuvo, dentro de una inhóspita cueva de un áspero lugar llamado Achipixlta, a su primogénita hija, el día 3 de enero de 1817. Esta niña fue bautizada posteriormente, y se le impuso, a pedimento de la madre, el nombre de Genoveva… el bautizo de la niña lo apadrinó el general y licenciado don Ignacio López Rayón”.

 Continuaron la fuga acompañados de un grupo guerrillero. El gobierno volvió a ofrecerles el indulto y lo rechazaron. Vivieron más de un año refugiados en una barranca. Un día un contingente realista dio con ellos. Andrés escapó pero Leona fue apresada junto con su hija, y llevada a Tejupilco. El Comandante de Temascaltepec dio noticia de ello. (Ambas poblaciones hoy pertenecen al Estado de México). Leona llevaba el papel del indulto que les había sido ofrecido antes e hizo valer su contenido. Más tarde, Andrés se reencontró con ella. Vivieron veintisiete meses en la ciudad de Toluca y después se mudaron a la ciudad de México. Los peligros sufridos por Leona Vicario fueron del día 23 de abril de 1813 en que fue llevada a su prisión en Belém, hasta el 14 de marzo de 1818 en que tuvo efecto el indulto. Casi cinco años.

Ambos conservaron su libertad, pero su lucha siguió, en el terreno político y en el económico. Una pareja ejemplar, que junto con muchos otros patriotas, lograron la libertad y la independencia de México. Los nombres de ambos se leen en letras de oro en el Muro de honor del Congreso mexicano. Igualmente están sus nombres en la Columna de la Independencia, donde descansan sus restos, siendo la única pareja que tiene ese destacado honor.

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