viernes, 17 de septiembre de 2021

 

DISCURSO PARA LA CONMEMORACION

 DE LOS 200 AÑOS DE LA BATALLA DE

 AZCAPOTZALCO

 

Por Historiador Julio Arellano, Colegio de Cronistas de la Ciudad de México


Son las 9 de la mañana. Hoy hace 200 años a esta hora, estaba sucediendo la segunda escaramuza del día entre realistas y trigarantes. ¿Cómo lo sabemos? Entre muchas fuentes históricas, leemos lo que relató un participante de la batalla al político e historiador José María Luis Mora[1] años después de haber sucedido ésta. Permítanme parafrasear parte de esta narración anónima.

Era domingo, al parecer todo comenzó a las 4 de la mañana cuando una descubierta realista salió del pueblo de Tacuba y se encontraron con una trigarante. Tras el enfrentamiento cada una regresó a su cuartel. Entre 8 y 9 de la mañana una división del ejército trigarante salió con cazadores, fusileros y artillería, y tuvieron otro enfrentamiento en los límites de la antigua hacienda de Clavería que duró tres cuartos de hora.

A las 11 de la mañana los independentistas avanzaron con una pieza o cañón del ocho y un obús, dirigiendo su ataque hacia Clavería. Dicho enfrentamiento duró casi dos horas. Para ese entonces habían muerto dos trigarantes y treinta más habían sido heridos, los realistas perdieron a siete de sus hombres y cuarenta estaban lesionados.

El coronel español Manuel de la Concha llegó a las 3 de la tarde con refuerzos para su ejército, los cuales salieron a provocar a los “Independientes” que estaban situados dentro de la plaza de Azcapotzalco, el jefe principal era el excelentísimo Don Anastasio Bustamante, quien mandó replegar sus fuerzas a la hacienda de Careaga. Concha puso en marcha a toda su división, fueron tras las fuerzas de Bustamente y al ser recibidos con fuerza, regresaron y ocuparon el poblado de Azcapotzalco, para ahora ser ellos los perseguidos.

Entre las 4 y las 5 de la tarde, ya no era escaramuza sino un ataque formal de ambas fuerzas, estaban en los límites del poblado rumbo a Tlalnepantla. Llovía. Rechazando a los realistas, murió el Coronel Don Encarnación, alias el Pachón manejando un cañón de a ocho. Llegaron más refuerzos españoles, pero para ese momento eran ya rechazados hasta por la población. Hubo dos alternativas de abandonar de ambas fuerzas, hasta que a las 4 de la mañana los realistas se retiraron al interior del pueblo y horas después salieron rumbo a Tacuba. Hubo multitud de heridos en el campo de batalla.

El que da esta noticia cayó prisionero y lo llevaron preso a la hacienda de Clavería y siguió con el Regimiento de Murcia en clase de prisionero hasta que capituló dicho campo y fue canjeado el día 26 de septiembre e incorporado al Regimiento de la Libertad donde estaba sirviendo.

Todo esto es lo que pasó el día 19 de agosto con relación a la acción de Azcapotzalco.

Concluyó con la paráfrasis.

Quienes conocemos parte de la historia de la batalla de Azcapotzalco seguramente hemos notado las impresiones y confusiones de nuestro informante, pero imagino que es muy difícil tener la cabeza clara en el momento de una batalla. Aún así, es un documento extraordinario porque nos da la versión de un combatiente de a pie.

Las versiones que tenemos de la batalla principalmente son de historiadores que tras la consumación de la Independencia, el fracaso del Imperio mexicano y la difícil conformación de la Nación no solo narraron la lucha que se libró durante los últimos once años de la Nueva España, sino que también se posicionaron frente a grupos y personajes que creían convenientes para la política y vida de México. No hay que olvidar que toda Historia es una selección y esa selección no es casual ni inocente: en ella está incrustada nuestros valores y reflexiones sobre la vida.

 


         Poco sabemos de cómo lo vivieron los antiguos pobladores de Azcapotzalco, si celebraron la batalla o sólo Consumación, o tal vez ambas les fueron adversas en algún sentido. Solo conocemos la documentación de las cúpulas políticas,  las conmemoraciones que fomentaron las élites culturales, o por las versiones historiográficas como fueron los casos de las de Carlos María de Bustamante y su enemigo intelectual Lucas Alamán.

Este grupo de fuentes históricas son nuestro núcleo duro para conocer lo que sucedió el 19 de agosto de 1821 en Azcapotzalco. ¿Pero de cómo lo vivió y recordó la población? Nada o casi nada.

Apenas hay noticia de como Doña Josefa Zúñiga pidió en 1850 su pensión “porque su esposo falleció a resultas de la herida que recibió en la acción de Azcapotzalco”  o como un periodista muy indignado publicó la noticia en 1901 de que “se hallan a la venta en un bazar tres cruces de Querétaro, tres de constancia y una de la guerra de Independencia por la acción de 19 de agosto de 1821”.

Estas brevísimas notas nos informan que alguien perdió a su esposo, y que un heredero vendió la medalla tal vez de su abuelo, por ignorancia o necesidad. ¿Por qué? La gloria de una victoria sin la vida digna que se buscó cuando se salió a la batalla, tal vez es una derrota. Por ello ahora no solo celebramos la valentía o arrojo del Pachón Ortiz, quien fue insurgente, realista y trigarante, que nació en Zacatecas y murió en nuestro hormiguero tratando de sacar un cañón del lodo. No solo conmemoramos el éxito de la trigarancia que después optó por una monarquía. Celebramos la oportunidad de tener oportunidades, de poder vivir mejor sin tener que luchar con balas o que nuestras batallas se pueden dar desde las ideas. Sé que hay un tono idealista, casi cursi en estos planteamientos, pero entre la exaltación nacionalista o la desconfianza a las comunidades que pertenecemos, prefiero optar por un afecto a la complejidad y promover el cariño por el esfuerzo del otro.

Alguna vez se guerreó para conformar una sociedad más justa. Ahora aprovechemos esos esfuerzos para ser y vivir mejor.

Gracias por estos minutos.


[1] El documento será presentado en el tercer número de la Revista Azcapotzalco. Historia, Arte y Literatura: https://issuu.com/revistaazcapotzalco.hayl

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