sábado, 16 de abril de 2022

 

PLAZAS Y JARDINES DE AZCAPOTZALCO 

Por: María Elena Solórzano C.  

 


LA GRAN PLAZA TEPANECA 

Nací en uno de los barrios de Azcapotzalco, tengo ochenta años, he vivido muchos aconteceres en este lugar. Me gusta leer libros sobre la historia de esta demarcación, mi abuelo nos contaba leyendas e historias muy interesantes. 

De niño disfruté de sus plazas y jardines jugando al trompo, al yoyo o a los encantados, de sus llanos elevando papalotes con mis compañeros de juegos. Muchos saberes y recuerdos se agolpan en mi mente. 

Cuando entro al atrio de la Parroquia de los Apóstoles Felipe y Santiago, me siento a descasar bajo la sombra de un árbol, la historia dice que aquí se levantaba imponente un gran teocalli en la Gran Plaza de los Tepanecas donde se realizaban las ceremonias que ofrecían a sus dioses.  

Cierro los ojos…, miro como van llegando los tepanecas, vestidos con sus mejores galas. Los varones con su maxtlatl finamente bordado, las mujeres con albos huipiles con figuras geométricas. 

Los hombres pertenecientes a la nobleza llevan hermosos copiltin elaborados con plumas preciosas engarzadas en diademas de oro, bezotes, ajorcas, pectorales y alrededor de los tobillos una sarta de cascabeles. 

Las mujeres llevan como adornos collares y aretes de oro con jades y turquesas, sus cabellos negros como el azabache trenzados con cordones de algodón de vivos colores, en sus manos sonajas echas con guajes y piedrecillas. 

Ya percute el huehuétl, se inicia la danza al compás de esa música pentafónica. A lo lejos se escucha el gorjeo de las ocarinas. 

Danzan, danzan, el ritmo es hipnotizante, serán presas del letargo, llegarán a comunicarse con sus dioses.  

LA MUERTE DEL HUEY TLATOANI TEZOZÓMOC 

El Huey Tlatoani Tezozómoc fue un gran gobernante supo a aglutinar a su alrededor a todos los pueblos del Anáhuac, guerreói con cada uno de ellos, venciéndolos, quedaban bajo la férula del Señor del Anáhuac. Pero el Señor de Azcapotzalco sabía cuándo y cuánto estirar la cuerda. Hacía ciertas concesiones a los conquistados: podían elegir a su tlatoani, conservar sus ritos, tradiciones y costumbres, su única obligación era pagel señor ar un tributo. 

Cuando muere Tezozómoc, deja a Tayatzin como Señor de Azcapotzalco y del Anáhuac, su hermano Maxtla señor de Coyoacan inconforme y celoso mata a Tayatzin y queda como el nuevo Señor de Azcapotzalco y del Anáhuac. 

Las honras fúnebres de Tezozómoc son muy solemnes. El cadáver es limpiado cuidadosamente con infusiones de hierbas aromáticas y se le introduce por la boca un cocimiento de hierbas astringentes y agua de tequesquite para evitar la rápida descomposición, es expuesto durante cuatro días. 

Al quinto día el bulto mortuorio es llevado a la Gran Plaza Tepaneca y colocado en la parte media encima de la pira que ha sido preparada para su cremación frente al gran teocalli. Alrededor de la plaza se han colocado los tlatoque de los Señoríos de la Cuenca de México y de otros pueblos vecinos, van ataviados con sus mejores galas, sus orejeras, sus bezote, sus pectorales de oro centellean con los rayos del sol, los copiltin de ricas plumas multicolores ondean levemente con el aire, sus tilmatl bordadas con piedras preciosas y algunas orladas con piel de conejo teñidas de diferentes colores: rojo, azul, amarillo, verde…En sus rostros se mira gran tristeza y algunos derraman lágrimas. El fuego empieza a consumir el cadáver y se extiende el olor a carne quemada entremezclado con el olor a copal, se escucha el sonido del huéhuetl. Son arrojados al fuego varias joyas y posiblemente su ánima llegué al Tlalocan, pues por su edad tan avanzada ya retenía agua en su cuerpo. La carne es consumida casi en su totalidad, quedan algunos pellejos pegados a los huesos, esos restos son depositados en un gran cántaro y enterrado cerca del templo. 

La Gran Plaza Tepaneca ha sido testigo de las exequias de un gran tlatoani, admirado, querido por unos y temido por otros. Posteriormente será el debacle del gran Señorío Tepaneca. 

 

Después de la conquista de los españoles (1521), la vida para los indígenas dio un giro de ciento ochenta grados. En todos los pueblos de la Cuenca de México los templos de los naturales fueron destruidos y sobre los basamentos de sus pirámides, con las mismas piedras se empezaron a construir las iglesias católicas. En Azcapotzalco también fue destruido el gran teocalli para edificar la Parroquia de los Apóstoles Felipe y Santiago. La grandiosa plaza cambió de ceremonias religiosas, después fue destinada a diferentes actividades de evangelización para convertir a todos los tepanecas al catolicismo; la plaza antes llena de los silbos con las dulces ocarinas, del bramar del caracol tempranero, del percutir del atabal y el teponaztle, del murmullo de plata de los cascabeles, ahora el duro silencio es roto de vez en vez por el tañer de las campanas. 

La plaza se convirtió en atrio, y se utilizó: para impartir el catecismo e ilustrar a los naturales sobre la doctrina cristiana, se realizaron representaciones de pasajes bíblicos, de vidas de santos, procesiones del viacrucis, se instituyeron las posadas con un recorrido con José, María, el ángel y los pastores, el resto de la gente llevando velas encendidas y entonando diferentes cantos religiosos. Introdujeron la piñata para enseñar a los nuevos católicos a combatir el pecado. 

La piñata en su forma de estrella con siete picos, cada uno de los picos representa un pecado, siete picos, siete pecados capitales; el oropel y el colorido papel de china representan las tentaciones que debe evitar el buen cristiano. El garrote con el que se golpea la piñata representa la fe que debe sostener al creyente. Al golpear la piñata se está destruyendo el mal. La panza de la piñata llena de dulces y fruta representan los dones que el Señor derrama sobre los hombres, al romper la panza caen sobre los niños que se apresuran a recogerlos.  

Estas son algunas de las formas que usaron los frailes para adoctrinar a los naturales de cada pueblo de la Cuenca de México. 

Al principio los indígenas escuchaban y presenciaban los oficios religiosos en los espacios abiertos de los atrios, pues no estaban acostumbrados a participar en las ceremonias religiosas en recintos cerrados. Así surgieron algunas templos con capillas abiertas de tipo escenario, en Azcapotzalco hay dos San Lucas Evangelista S. XVI y la Inmaculada Concepción, La Conchita S.XVI. 

La vida siguió su curso y los tepanecas se adaptaron al nuevo orden de vida. En la época colonial surgen otras plazas y jardines que se convierten en centros de reunión de los vecinos. 


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