viernes, 27 de enero de 2023

 

LOS REYES IZQUITLÁN TEZCACOAC, ME GUSTA EL NOMBRE

Por Don Nayarito Cantalicia  (Grupo Formiga)

Me llama mucho la atención que por un lado hay fuentes que a Los Reyes, (donde está la Capilla de los Reyes Magos, en Azcapotzalco, Cdmx), le llaman Los Reyes Izquitlán, y otras le llaman Los Reyes Tezcacoac.

Me agrada Los Reyes Izquitlán Tezcacoac, el que contiene los dos nombres prehispánicos. No me voy a basar en el mosaico pegado hace unos años en un muro a un lado de la Capilla, pues en un lance minimalista que irrumpe en la identidad actual e histórica de la localidad, se omiten las palabras “Los Reyes”, y de paso el “Izquitlán”, solo dejaron el “Tezcacoac”. Los nombres de personas que firman ese mosaico si salen con nombre apellido paterno y materno, su historia e identidad están completas y a salvo. No así las del lugar.

Por lo tanto, sugiero al lector no basarse ÚNICAMENTE en ese mosaico pues además de mutilar la parte de “Los Reyes”, igual hace con la parte “Izquitlán”, que le pertenece a este sitio. Y creo que se toma ese mosaico como una verdad incuestionable. Y digamos que es mejorable.

Pregúntenle a Santa Apolonia Tezcolco y su encina torcida. Yo prefiero la versión que relaciona a Tezcolco con Tezcatlipoca. En Santa Bárbara, el mosaico menciona a Yopico, pero no a Tetlanman.

Pero bueno, regresando al tema de Los Reyes Izquitlán Tezcacoac, hay 3 autores importantes para Azcapotzalco que nombran a Los Reyes como Izquitlán, y ninguno argumenta en sus escritos que se le retirara posteriormente el “Izquitlán”, por lo tanto, se entiende que lo conserva:

 

1.- GILBERTO PEREZ RICO

En su publicación “Guía de sitios históricos de Azcapotzalco”, en la página de internet: https://www.monografias.com/trabajos81/guia-sitios-historicos-azcapotzalco/guia-sitios-historicos-azcapotzalco2 explica muy claramente:

 “Cada uno de estos calpultin poseían un dios tutelar o calpulteona y un templo local o calpulco, donde se realizaban las fiestas y ceremonias particulares del barrio. En torno al templo, se agrupaban las casas de las familias residentes…”. “En Azcapotzalco, al iniciarse la evangelización primero por los franciscanos y luego por parte de los padres predicadores de la orden de Santo Domingo, a los antiguos calpultin se les impuso un santo patrono cristiano que de manera sincrética tenia atributos similares a los de los antiguos dioses protectores de los barrios; de los conquistadores españoles, los antiguos poblados recibieron las imágenes y el nombre cristiano de los nuevos patronos protectores… Sin embargo, aunque los barrios recibieron el nuevo nombre de un santo patrono cristiano, conservaron en segundo término su antiguo nombre indígena”.

“En cada uno de estos barrios se erigió entonces la capilla dedicada al nuevo santo que sustituyó al dios tutelar del barrio, quedando según otro antiguo documento virreinal los nombres antiguos y nuevos, de la siguiente manera, agregando los que aún se conservan en la actualidad…

Los Santos Reyes Magos

Izquitlan: "Lugar del maíz tostado o esquites". "Lugar de Izquitecatl".

Tezcacoac: "Lugar de la serpiente de espejo".

Templo de la diosa Ayopechtli, patrona de las parteras”.

Qué bonito que siendo un calpulli donde la deidad se refería al parto, se adjudicaron como patrones, los sabios que asistieron a adorar a un recién nacido. El nombre quedó como Los Reyes Izquitlán Tezcacoac.

 

2.- JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ GÓMEZ

En su “Nueva Cronología histórica de Azcapotzalco”, publicada en internet en la página: https://www.researchgate.net/publication/363534560_Nueva_Cronologia_Historica_de_Azcapotzalco

Indica en las páginas 5 y 7 por ejemplo que existe el “Barrio de Los Reyes Izquitlán Tezcacouac”. Y señala su ubicación en el mapa, dando por actual la información. Es decir, que el nombre actual (a 2022) es de 4 palabras “Los Reyes Izquitlán Tezcacouac”.

En sus páginas 62 y 63, citando sus fuentes, dice que en 1709, los 27: “barrios del pueblo de Azcapotzalco, mencionados en la revisión, fueron…”, y menciona a “Santos Reyes Izquitlán”.  

Qué bonito que entonces le llamaban todavía “Santos Reyes”. Ahora son solo “Los Reyes”.

 

3.- PABLO MOCTEZUMA BARRAGAN

En su obra titulada “Construcción de Identidades y Globalización en Azcapotzalco. Ampliando las posibilidades del diseño”, disponible en https://core.ac.uk/download/pdf/48394469.pdf  en su página 20, nombra a los sitios e indica su antigua ocupación grupal, y dice que:

“en lo que hoy es Los Reyes -el calpulli izquitan- trabajaban los huertos frutales; en San Martín Xochináhuac sembraban hortalizas y flores; en San Juan Tlihuaca se dedicaban a la curación del cuerpo y del alma, por lo que después fueron llamados “brujos”.

En la página 25 dice (citando a Pérez Rico) que: “En el siglo XVII levantaron los templos de…” y nombra varios lugares, y dice que: “Se levantó también la Iglesia de los Santos Reyes Magos –ubicada en el barrio que antes ocupaba el calpulli Izquítan, que tenía un templo llamado Tezcacoac dedicado a Ayopechtli protectora de las parteras-“.

Así tenemos un tercer autor, en que Los Reyes está vinculado a la palabra Izquitlán en materia de nomenclatura. Y ya vimos que se dejó el nombre del calpulli prehispánico pero se le antepuso un patrono católico, por lo que quedó como Los Reyes Izquitlán. Este mismo autor es quien planteó los mosaicos y diseñó el gráfico, pero no quien hizo la investigación. En su texto admite que el sitio llamado “Los Santos Reyes Magos” era el calpulli de nombre Izquitán. Tezcacoac era el nombre del templo, pero el sitio se llamaba Izquitlán.

No he visto documento oficial (o equivalente) que especifique el acto de retirar a este lugar la parte del nombre de Izquitlán, para dejarlo solo como “Los Reyes Tezcacoac”.

Por ello, me gusta Los Reyes Izquitlán Tezcacoac.  Y ahora cambio de tema.

AMPARO DAVILA Y UN CAFÉ DEL DÍA


La gran escritora mexicana nacida en Pinos, Zacatecas, Amparo Dávila, (1928 – 2020), afirmaba que la literatura fluía de la inteligencia y de la imaginación, pero que para perdurar en la memoria e impactar en las emociones, debía partir de las vivencias.

Sus obras no son muy conocidas en México, y probablemente el nombre no suena a mucha gente. Precisamente por ello quise escribir este artículo.

En la Navidad de 2022 recibí un significativo obsequio de parte de mi sobrino y mi nieta, un libro de ella, “Árboles Petrificados”, me lo dieron junto al árbol de navidad de la plaza comercial “Portal Vallejo”, en Azcapotzalco, a donde fuimos a comer unas enchiladas rojas a la “Casa de Toño”.

Saliendo, me senté en una banca con vista al árbol, y ahí me dieron un cariñoso abrazo y mi libro. Fue una agradable sorpresa, pues yo les había dicho que deseaba leer algo de ella pero no en internet, sino en un empastado para hojear acompañado de un café, tranquilo. Qué bonito es cuando alguien te pone atención a algo que dijiste desear alguna vez, y se lo guardó para cumplírtelo.

En esa banca del “Portal Vallejo”, me dieron el libro y además me llevaron un café de Starbucks, de 25 pesos, le llaman “Café del día”. Les dijeron que ese “Del Día” casi siempre es hecho con café de Chiapas, y que le empresa lo distingue anunciando que tiene notas a cacao y sabor a nueces.

Saben que yo adoro el Andatti del Oxxo con crema y azúcar, a un costo de veintitantos. No me agradaba mucho la idea de que esta vez mi café fuera de ese negocio de la sirenita de fondo verde, especialmente por caro, pero cuando me dijeron que costó 25 pesos pues me ahorré la mueca. Fue la primera vez que probé un café de Starbucks. No está mal, puede o no llevar leche. Pero definitivamente al Andatti lo quiero siempre en mi vida.

Mis acompañantes me dejaron un rato a solas y fueron a ver algo del cine: horarios y películas. Yo con café en boca, quité el celofán a mi regalo, y comencé a leer el libro de cuentos (impreso en 2022). Ella ganó en 1977 ganó el Premio Xavier Villaurrutia justamente por este libro que recibí, “Árboles petrificados”, luego en 2015 recibió la Medalla Bellas Artes del INBA, y después el Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura en 2020, que le entregó la Universidad de Guanajuato. La Sociedad Cervantina de México, colectivo hermano de la revista electrónica “La hormiga en línea” en su canal de Youtube, tiene un video cuento de esa autora, llamado “El Húesped”, narrado y acompañado de escenas escalofriantes, y puede mirarse en esta liga: https://www.youtube.com/watch?v=4THoh9-Vf4E

Al comenzar a hojear el libro que contiene 12 cuentos, un dato muy importante se asomó:

“Desde 1901 hasta 2021, el Premio Nobel de Literatura ha sido entregado a 118 personas, de ellas, sólo 16 han sido mujeres.  La gran diferencia nos muestra claramente que en el ámbito de la literatura, como en muchos otros de la vida humana, la participación de las mujeres debe ser promovida e impulsada”. Con ese dato, se puede percibir mucho de lo que la humanidad no ha aquilatado, permitido ni valorado, y es urgente remediarlo. Como un granito de arena, invito a leer dos fragmentos de un cuento de la gran Amparo Dávila:

 

“EL PATIO CUADRADO

Atardecía y desde el patio descubierto se podía ver un crepúsculo tan enrojecido como un incendio o un mar púrpura. Era uno de esos patios de provincia, cuadrados, con corredores y habitaciones a cada lado. Horacio estaba junto a mi mirando el atardecer, y en los rincones de los corredores linos embozados permanecían replegados y quietos como si fueran un coro secundario; un acompañamiento en sordina, o a sotto voce. No sé si sería por aquel ocaso ensangrentado o porque a esa hora de la tarde en que uno se siente especialmente triste que ninguno de los dos hablábamos. De pronto descubrí la silueta de un hombre que se recortaba con el fondo del rojísimo del cielo como un puñal negro, clavado en el borde mismo de la cornisa del patio. Un mínimo impulso bastaba para que se precipitara al vacío.

Se va a matar- le dije a Horacio. Se va a matar- dije de nuevo, porque el hombre permanecía sin dar un paso atrás, como si estuviera resuelto a lanzarse.

Busque con la mirada a Horacio, pero ya no estaba junto a mí. Me tranquilizó saber que había comprendido mi mensaje y lo iba a salvar. Ansiosamente esperé verlo llegar detrás del hombre; pero los minutos pasaban y Horacio no aparecía. Mientras el atardecer se desgajaba en jirones sangrantes. Entonces supe que Horacio estaba frente a suicida, el el otro extremo del patio, en idéntica actitud: como dos dagas clavadas frente a frente, como dos peones en un tablero de ajedrez.

Se va a matar- dije, ya sin esperanza, mirando al desconocido.

En ese mismo instante, Horacio se precipitó al vacío. Los embozados que habían permanecido inmóviles todo el tiempo lanzaron un graznido siniestro y se arrojaron voraces sobre el cuerpo caído, cubriéndolo con sus alas parduzcas y membranosas.

Yo comencé a retroceder, a retroceder…

 

Entré al cuarto donde se guardaban los juguetes de la infancia, pero aquella habitación, llena siempre de muñecas, pelotas, osos, patines, era ahora un enorme vestidor con percheros repletos de ropa. Una vez que se entraba ahí, ya no era posible ver sino prendas de vestir por todos lados, como si fuera una tienda de empeño o de esas que alquilan trajes para toda ocasión. Había cientos, miles de vestidos lindos y costosos de loe stilos y colores más diversos; cualquier prenda de ropa que uno pudiera desear estaba allí. Con gran entusiasmo me dediqué a probarme todas las cosas, pero nada me quedaba bien, o era grande o era chico, largo, apretado. No había nada a mi medida, nada. Comencé a desesperarme y a sufrir verdaderamente por no encontrar algo de mi talla, pero no cesaba en mi empeño y me medía vestidos y más vestidos, y abrigos y sacos y capas, blusas y faldas y negligés. Estaba muy atareada cuando oí que me llamaban por mi nombre una y otra vez. Reconocí la voz de Olivia que salía de entre la ropa.

 = Olivia, ¿dónde estás? – no hubo respuesta a mi pregunta, pero volví a oír el mismo llamado -. Olivia, Olivia, ¿dónde estás?

= Aquí estoy, en el centro de cuarto – contestó entonces con una voz muy queda, como si la ropa la sofocara.

Me puse a remover trajes y más trajes tratando de apartarlos y despejar el camino hacia ella. Lograba pasar entre un perchero y encontraba otro y después otro, y luego otro y otro, como si la ropa y los percheros se multiplicaran y no me dejaran nunca llegar hasta Olivia.

Por fin conseguí salir de aquel mundo de ropa y verla vestida toda de negro y velado el rostro por gasa también negras. Estaba de pie en el centro de un círculo, una circunferencia pequeñísima que parecía pertenecerle.

= ¿Qué haces aquí? – le pregunté.

Ella avanzó un paso, o nada, pero yo sentí que se encaminaba hacia mí, mientras sus manos apartaban las gasas que la velaban.

= Estoy muerta – dijo - ¿no te has dado cuenta de que estoy muerta, de que hace mucho estoy muerta? – y al apartar los velos que la cubrían yo tuve ante mí un rostro hueco, una cavidad donde yo miraba el vacío-. Estoy muerta, muerta…

Y siguió avanzando lentamente hacía mí. Yo me lancé entre aquella maraña de vestidos, que ahora volaban y eran negros murciélagos y búhos y buitres y telarañas que mis amnos arrancaban en la huida…

Y comencé a retroceder, a retroceder…”

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