viernes, 19 de abril de 2019


Agasajo por el metro Tezozomoc

Por: Martín Borboa Gómez

Aunque no siempre es fácil afirmar con total certeza que un platillo fue preparado por primera vez aquí o allá, hay ocasiones en que la vida nos sonríe y nos permite hasta estrechar la mano de quien se animó a innovar en el mundo de la gastronomía.
El trabajo creativo que la humanidad ha aplicado a sus alimentos, ha permitido que se pase de un simple acto de satisfacer el hambre, al de experimentar verdaderos placeres, lo que gusta al paladar se busca repetirlo, se establece una costumbre y con el tiempo se vuelve una tradición. La receta para las creaciones no existe, pero contiene imaginación, ingenio, lleva a menudo un poco de inspiración en algo ya existente, puede enfrentar la posibilidad o no de conseguir los mismos ingredientes, se agasaja con el deseo de explorar nuevos matices, innova hacia lo extraordinario, se adapta a la realidad, y atiende la curiosidad del público que agradece cosas nuevas. Hay hasta quien ha creado algo porque lo soñó, como el caso del científico ruso Dimitri Mendeleyev nacido en 1834, quien en un sueño vio una tabla en la que todos los elementos químicos encajaban ordenados. Dijo que cuando despertó, tomé nota de todo en un papel, y así creó la tabla periódica.
Siguiendo la receta inexistente de las creaciones, un día alguien adaptó un reloj en una pulsera, alguien diseñó las letras minúsculas, usando un motor con aspas dentro de un vaso se licuaron ingredientes, una bola de helado triturada en leche formó una malteada, y así. Lamentablemente no siempre se sabe quien hizo las cosas por primera vez. ¿Dónde se habrá servido el primer hígado encebollado o la primer papa horneada envuelta en aluminio? De aquí la conveniencia de hacer registros sobre algunas cosas sencillas pero sabrosas que se han creado en Azcapotzalco, y que se pueden degustar a menos de 3 cuadras de la estación del Metro Tezozómoc, línea 6 (Cruce de Av. Ahuehuetes y Sauces), Colonia Pasteros.
Es oportuno mencionar (por si decide venir en Metro) que en los andenes de dicha estación, se exhiben replicas de 15 obras escultóricas antiguas de las culturas Huaxteca y Olmeca principalmente, incluidas 4 cabezas colosales. Es de resaltar que siendo el emblema de Azcapotzalco el dios Quetzalcóatl en forma de hormiga roja, rodeado de granos de maíz, entre las
figuras exhibidas, hay una lápida que representa a ese dios sacrificándose, y otra que es la diosa del maíz.
Respecto al personaje histórico Tezozómoc que da nombre a esta estación, fue el gobernante más destacado del pueblo tepaneca, cuya sede principal fue Azcapotzalco, y por ello con justicia la nomenclatura urbana de la alcaldía le asigna parque, avenida, estación y hasta museo de ciencia del IPN, además de una digna escultura frente al edificio de gobierno local.
Afuera de la estación hay un parque de bolsillo muy amplio con juegos infantiles, zona de patinetas, foro, cancha de básquet y fútbol, murales y 13 cómodas bancas circulares de madera cuyos centros tienen un árbol. También está la moderna Parroquia de San Martín de Porres, en la calle de Sauces No. 597, colonia Pasteros. Sus bellos vitrales son muy coloridos, y representan la vida de Jesucristo desde su nacimiento hasta su resurrección y ascensión. Me parece una agradable coincidencia que mi tema es la comida sencilla en esta zona, y que la escultura de San Martín (mi patrono) en el altar, con la mano izquierda sostiene una canasta con pan, y con la derecha ofrece un bolillo a quien lo mira de frente.
En la banqueta de dicha parroquia, hay un remolque del negocio Délit que prepara crepas, malteadas y frappés moleculares deliciosos. Las crepas van muy bien servidas, las hacen sencillas, combinadas, coquetas o especiales, todo lo preparan con productos de muy buena calidad y los frappés mencionados se hacen con perlas explosivas (leyó usted bien). La atención es amable y los precios muy razonables por lo rico y generoso de sus alimentos.


Petrolera de "Las Originales"
PETROLERAS
Este famoso antojito empezó a servirse en el marco de la refinería de Azcapotzalco, en donde la gran cantidad de trabajadores de la construcción que la levantaron, y luego la numerosa plantilla de empleados que laboraron en ella, vieron satisfecha su necesidad de comer en los puestos de comida que se habrán asentado en la zona, además de los que ya habrían existido.
La refinería de Azcapotzalco, la primera de la ciudad de México (hablando de creaciones y novedades), fue inaugurada en 1933 por la empresa privada El Águila, (nótese que fue antes de la expropiación). Contaba entonces con 60 hectáreas que llegaron a ser hasta 174. En 1946 fue reinaugurada con el nombre de “Refinería 18 de marzo” para conmemorar la fecha de la expropiación hecha en 1938. En esta etapa ya como propiedad nacional, se usaron por primera vez en México tanques esféricos (otra novedad). Esta planta llegó a producir principalmente gasolina magna, Premium, turbosina, diesel, gas, gas LP y combustóleo, y alcanzó a refinar hasta 7,500 barriles de petróleo al día.
Mucho tiempo después, por accidentes, contaminación y otros factores, la sección de refinación cerró 18 de marzo de 1991. La revista Proceso del 23 de marzo de 1991 reprodujo las palabras del entonces Jefe del Ejecutivo en la ceremonia de celebración de la expropiación petrolera de ese año: “Doy instrucciones al Director General de Petróleos Mexicanos para que a partir del dictamen de la SEDUE y desde esta tarde, cierre definitivamente la refinería de Azcapotzalco. Solo se mantendrán las instalaciones de depósito y distribución… doy instrucciones al Jefe del Departamento del Distrito federal para garantizar que los predios hoy ocupados por la refinería sean, tan pronto como lo permitan las circunstancias, destinados a la creación de áreas verdes…”.
Efectivamente, se creó el Parque Bicentenario en aquel espacio, se inauguró el 7 de noviembre de 2010. Para transformar la refinería en un parque ecológico, se dio el proyecto a un grupo multidisciplinario a cargo del arquitecto mexicano nacido en la ciudad de México, Mario Schjetnan, egresado de la UNAM en 1968. El diseñó en Azcapotzalco el Parque Tezozómoc en un espacio de la antigua Hacienda El Rosario y el Campus corporativo Tecnoparque donde antes hubo una planta industrial que producía acero. Entre otras cosas, también proyectó el Parque La Mexicana en Lomas de santa Fe, en un espacio que fue antes una mina de grava y arena. Como se ve, el rescate de sitios para integrarlos a una función armoniosa de convivencia son lo suyo. Por eso también se encargó de la rehabilitación del Bosque de Chapultepec. 
La refinería de Azcapotzalco funcionó en su totalidad por casi 6 décadas. Y en una esquina vecina de su instalación se creó el hermano mayor del sope, la Petrolera. Es una base redonda y plana de maíz de tamaño superior a la de un sope normal, untada de frijoles, bañada de salsa verde o roja, con cebolla picada y queso rallado. Se le puede poner algún guiso encima, como bistec, chorizo, huevo, etc. Originalmente iban sin guisado, eran más grandes y mucho más gruesas. Hay pocos sitios para comerlas en Azcapotzalco. No es mi intención proporcionar aquí un directorio de ellos, sino hacer la sugerencia de buscarlas y probarlas. El que si quiero y debo mencionar primero que todos es el llamado “Las originales Petroleras”, ubicado en el contorno del Parque Bicentenario (antigua Refinería) en la esquina de Av. Aquiles Serdán con la calle Otoño, Colonia Ángel Zimbrón. Desde 1970 empezaron la preparación de dicho platillo, así que el año próximo cumplirán 50 años de haber creado el más distintivo platillo de nuestra alcaldía. Es obligatorio ir a probarlas en el mismo sitio donde su historia comenzó. Según me contó muy amablemente la Sra. Lorena Vallejo (descendiente de los iniciadores de esta tradición), la refinería cerró sus secciones en diferentes periodos. La zona de aceites al inicio de los noventas, la de reparto hasta inicios del siglo XXI, y por ejemplo el Hospital de Pemex sigue funcionando. El primer día que fui a conversar con ella, llegaron a comer trabajadores de dicho hospital, así que la historia de este negocio se debe narrar en pasado y en presente: los petroleros siguen viniendo a comer aquí sus especialidades. Incluso choferes de pipas de Pemex siguen parando aquí a deleitarse. No puede haber una crónica que mencione las Petroleras sin decir cuál es su punto de origen, invitar a que se visite el negocio que las inventó, en donde puede seguirlas consumiendo, y vibrar con la historia que hay en sus paredes, y sobre todo, en su comal y en el esmero que ha puesto la familia y Doña Rosita en cada Petrolera que han amasado sus manos en estos cincuenta años.
Habiendo hecho honor a quien honor merece, dirijo ahora mi texto hacia el área del Metro Tezozómoc, en donde he encontrado sabrosos platillos que deseo recomendar y dejar registrados.

A dos cuadras del Metro Tezozómoc, en la colonia Pasteros, están las “Petroleras y Huaraches Vero”, en Av. Aquiles Serdán No. 92, casi esquina con Sauces. Su Petrolera mide 30 centímetros de diámetro, su grosor ronda el medio centímetro, el frijol negro viene integrado a la masa de maíz, aun frita en manteca es suave, y calentada solo al comal sin grasa es aun más suave. El precio varía dependiendo del guisado que se le agregue, aunque también puede ser sencilla sola con salsa, queso y cebolla. No son caras y su tamaño permite compartir. Este negocio se estableció hace 4 años, y coincidentemente ha participado en las 4 ferias gastronómicas anuales que se han hecho en Azcapotzalco desde 2016. La atención personalizada de la Sra. Verónica Guzmán garantiza que la experiencia de probar sus Petroleras sea un éxito.

APLASTADAS
En el mismo local recién mencionado, la Sra. Verónica Guzmán creó este antojito mexicano de excelente sabor, que es muy similar a la Petrolera, pero en vez de llevar frijol tiene chicharrón prensado integrado. Las combinaciones posibles son semejantes a las descritas anteriormente. Podemos decir que es un platillo con apenas 4 años máximo de antigüedad, no son todavía una tradición, pero deseando que lleguen a serlo, más vale registrarlo, que para ello también sirve la crónica.


TORTA DE ESQUITE
Afuera del Metro Tezozómoc en el cruce de Ahuehuetes y Sauces, hay un negocio que vende elotes y esquites, se llama “Con Poldo”, derivado del nombre de Leopoldo, su dueño. Además de patitas, mollejas y elotes, vende esquites, y su propuesta es servirlo en torta.
El bolillo calientito se unta de mayonesa y se le vacía un vasito completo de esquite, el cual puede ir con chile. Rápido, sencillo y barato, es un bocado sabroso que nació en febrero de 2018. El puesto emprende y propone, es una aventura conjunta con la clientela por cuya preferencia y comentarios, puede ir evolucionando. Por ahora es bastante satisfactorio y solicitado, lo cual me hace sospechar que estamos ante el posible surgimiento de una tradición.

TOSATADAS MANSU
Dentro del mercado de la colonia Pasteros, en el local 74 de toldo verde, está la cocina de la Sra. Blanca Díaz. Sus comidas corridas son deliciosas y más sanas que el promedio en otros mercados. Su gusto por la cocina se nota desde que uno cruza palabra con ella. Los viernes de todo el año ofrece pescados y mariscos, y en fin de año bacalao. En búsqueda de lograr un platillo original y sabroso, combinó ingredientes que ha tenido oportunidad de probar en experiencias laborales previas, y una de sus propuestas es la tostada de surimi con mango, pepino y cebolla morada. Del mango y el surimi derivó el nombre de “mansu”. Ahora en su propio negocio, que en mayo 2019 cumplirá 3 años, deleita cada viernes a sus comensales con frutos del mar (además de otros platillos con pollo o carne), de ese modo un viernes ofrece como especialidad ceviche de pescado, y el siguiente viernes las tostadas de surimi con mango, que son una fresca delicia en el paladar y muy agradables a la vista. La porción es muy bien servida, queda uno satisfecho. Vale advertir que estas tostadas son lo primero que se le termina, así que si las desea probar, la sugerencia es ir temprano. Pasado el mediodía ya hay. Diario tiene agua fresca hecha con fruta de verdad, no usa polvos pintados industriales.

CONCHAS TIPICAS, DE CANELA, CREMA PASTELERA, INTEGRALES Y MANTECONCHAS
En la calle de Jacarandas No. 44 esquina con Tejocotes, a un par de cuadras del Metro Tezozómoc, está la Panadería Paulino, bonita por fuera, sabrosa y económica por dentro, además de inspiradora con frases en la pared en donde aclaran que hornean felicidad, y que en donde hubo pan, migajas quedan. Las conchas tradicionales de vainilla y chocolate destacan por su gran suavidad y rico sabor del decorado. Además, tienen una variedad de conchas de tamaño similar pero de canela espolvoreadas de azúcar. Otras con un decorado de vainilla o chocolate más sencillo, pero rellenas de crema pastelera, muy suavecitas. A estas les llaman también “patas”. Ofrecen también las recientemente afamadas manteconchas, que desde un máximo de 2 años se hicieron populares, aunque aún es pronto para asegurar que se quedarán en el gusto del respetable.


Hay en ésta panadería una gran variedad de figuras y panes, pero menciono las conchas porque las diferentes versiones superan lo habitual: regulares, manteconchas, de canela y las rellenas de crema pastelera, éstas últimas por cierto se han convertido en mi pan dulce favorito. También venden unos roles y polvorones de cacahuate deliciosos.

ROSAS, LECHE Y CAFE
En la misma cuadra del Metro, en la calle de Sauces No. 38, desde 2014 está “Campos de Café”, un negocio que ofrece crepas saladas y dulces, sodas, y como su nombre lo indica, café. Aquí crearon el “Rose coffee”. Su carta dice: “¿Rosas, leche y café? Te encantará”. Y es verdad. Su original sabor es tenue pero suficiente para apreciar el enfoque floral que se desea, y brinda una deliciosa experiencia inesperada.


En resumen, este registro que agradece su atención, reúne algunas piezas gastronómicas que surgieron en Azcapotzalco, y están a su alcance a una distancia no mayor a tres cuadras de la estación del Metro Tezozómoc, línea 9, colonia Pasteros. Si usted no ha probado todavía las aplastadas, las tortas de esquite, los frappés moleculares, las conchas de canela o de crema pastelera, ni el café con sabor a rosas, venga y verá que agasajo se da.
¡Buen Provecho!

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