viernes, 6 de diciembre de 2019


487 PEREGRINACION DE LOS NATURALES DE AZCAPOTZALCO

Por: Martin Borboa Gómez

El presente texto habla de hechos inspirados en la fe religiosa de personas, lo cual ha llevado por casi 500 años a varias generaciones de azcapotzalquenses, a efectuar un traslado a pie desde su alcaldía, hasta la Basílica de la Virgen de Guadalupe, en el Tepeyac.
Para los creyentes en la fe católica, las apariciones de la Virgen María en ese sitio de la hoy alcaldía Gustavo A. Madero, y en Tulpetlac, Estado de México, en el año de 1531, son un hecho. Creer en ello no es dogma de fe, no se condiciona la creencia en estos eventos para ser admitido en dicha religión.  Los fieles se dirigen a esa Basílica para adorarla, pedirle, agradecerle, visitarla, acompañarla o ser acompañados por ella. Yo he asistido dos veces a esta peregrinación. La primera en calidad de fiel. La segunda en la misma calidad, además de hacerlo para poder reunir datos y fotografías del evento, para luego compartirlo aquí en “La hormiga en línea”.
Las cuatro apariciones de la Virgen ante Juan Diego en el Tepeyac, y la quinta a su Tío Juan Bernardino en Tulpetlac, en diciembre de 1531, fueron narradas en la obra “Nican Mopohua” redactada por el azcapotzalquense Antonio Valeriano.
El suceso mariano suscitó un gran aumento en la cantidad de bautizos entre la población indígena en aquel tiempo, y aun hasta la fecha, hacen que este sitio, la Basílica de Guadalupe, sea la segunda plaza religiosa más visitada del mundo, solamente después de la de San Pedro en el Vaticano. Para los fieles, este evento marcó el inicio de una relación con la Virgen, que con el hecho de plasmar su imagen en la tilma de Juan Diego, dio a los pobladores de esta región un elemento de cercanía glorioso. Once meses después de las apariciones, en noviembre de 1532, naturales provenientes de diversos puntos de Azcapotzalco, caminaron de forma organizada hacia el Tepeyac para visitar a la Virgen y el sitio en donde ella estuvo. Y como anualmente se ha repetido, comenzó la cuenta de las Peregrinaciones.
Seguramente a lo largo de tantos años, ha habido cambios. Por ejemplo, me comentó uno de los coordinadores que hace 3 años fueron cerca de 25 mil peregrinos. Este año solo éramos 5 mil. Y eso que podría haberse esperado un incremento luego de que apenas en septiembre 2019 la Parroquia de Azcapotzalco fue elevada a la categoría de Catedral por instrucción papal. El trayecto tiene aproximadamente 9.7 kms desde la puerta exterior del atrio de la Catedral de Azcapotzalco, hasta la puerta del edificio de la Basílica, con una pausa en el km 6.4 en el Mercado de San Bartolo.
La reunión se convocó a las 8 a.m. La llegada de los fieles fue saludada con un grande y bello tapete de aserrín en el suelo ante la entrada de la Catedral. Los estandartes se fueron acomodando a un lado.


Algunas personas se introducían a la Catedral y tomaban su sitio para la misa. Otras se quedaban afuera esperando a los demás contingentes o localizando amistades o familiares. Hubo quien colocó verduras en el tapete como ofrenda.
  
A las 9 a.m. ya había más gente en el atrio, adentro de la Catedral, músicos en la puerta, y es cuando entró la gran imagen de la Virgen que era llevada por resistentes cargadores. Fue seguida por los portadores de estandartes (representantes de cada barrio participante) y así en ordenada y alegre fila, se metieron hasta la parte del pasillo más cercana al altar.

  
Ahí dos sacerdotes dieron la bienvenida, la bendición, oramos, se mencionó el hecho de que es nueva nuestra diócesis, se gritaron vivas a todos los pueblos de Azcapotzalco, inició el canto de “La Guadalupana”, y a las 9.10 a.m. dio inicio el recorrido. Es preciso dejar anotado que la alegría, entusiasmo, buen humor, interés espiritual, camaradería, fueron actitudes que se distinguieron a todo lo largo de las 4 horas que tardó toda la gente en desplazarse a su objetivo. No solo se movió el contingente en una misma dirección geográfica, también anímica y espiritual. Las constantes porras a la Virgen de principio a fin, prueba intangible de ello.
Salimos de la Catedral (Km 0), de su atrio, y avanzamos por la Avenida Azcapotzalco. Pasamos frente al mercado local y dimos vuelta a la derecha en la calle Nueva Jerusalén. Los coheteros iban al frente, alejados del contingente, lanzando sus artificios. Metros atrás iban los que sostenían una larga lona anunciando la peregrinación y su antigüedad.
  
Después venían una primera y una segunda imagen de la Virgen y después venía la banda musical.
  
Luego iban los portadores de estandartes y los Chinelos bailando, llenos de enérgica alegría.
  
Después de estas secciones mencionadas, veníamos el resto de participantes. Familias, parejas, personas por su cuenta, mamás con sus hijos de la mano, señores cargando botellas de agua en mochilas a la espalda, mujeres portando flores. Y eso quiero destacarlo. Con mucha frecuencia durante la peregrinación llegaban aromas dulces como a rosa, y a otras flores, principalmente cuando iba uno cerca de las grandes imágenes, pero también en el grueso del contingente. Las flores que llevaban varias mujeres aportaban un pacifico perfume. Había personas de diferentes barrios, unos llevaban infantes en carriola, otros en brazos, otros llevaban personas de la tercera edad en sillas de ruedas, o ayudándolos a caminar sosteniéndolos de ambos brazos, o ayudándose con bastón, pocos iban con bicicleta pero caminando e incluso vi uno que efectuó todo el recorrido descalzo.
  


Pasamos por la estación de Bomberos Agustín Yáñez, cruzando la avenida 22 de febrero, continuamos por la calle Nueva Jerusalén, que curiosamente está en la Colonia del Maestro. ¿A que maestro se referirá si la calle es Jerusalén?
  
Esta arteria desemboca en un amplio cruce y ahí tomamos la diagonal izquierda: Calzada Santo Tomás (Km 0.7). Avanzamos escuchando cohetes, y pronto fueron respondidos por el repique de campanas, que sonaban desde la muy cercana Parroquia de Santo Tomás.
A las 9:51 a.m. llegamos a la Avenida Granjas (Km 1.7). Viramos a la izquierda y avanzamos sobre de ella. Unos pasos adelante fuimos testigos de un accidente. Una camioneta blanca que se pasó el alto provocó daños a un motociclista que cayó mal herido al pavimento. Afortunadamente una ambulancia con paramédicos acompañaba al contingente, así que la ayuda llegó de inmediato, antes que los mirones. Los coordinadores exclamaban que eso es lo que debíamos evitar: un accidente, que atendiéramos sus llamados, tales como “Péguense a su derecha”, “Atrás de las imágenes” (pues las rebasábamos, las rodeábamos, y se ensanchaba la fila). Los caminantes acompañaban su marcha con porras a la Virgen, el rezo de un Padre Nuestro, o alguna conversación. Los que cargaban las imágenes ya pedían relevo.
Luego de avanzar por Granjas, a las 10:06 a.m. llegamos a su esquina con el Eje 4 Norte Azcapotzalco La Villa (Km 2.4), en donde fuimos hacia la derecha, para subir inmediatamente por el puente que pasa sobre las vías del Tren suburbano, cuyo emblema se levanta en lo alto.
Bajando de ese puente, y aun al cruzarlo, el contingente estuvo expuesto a la cercanía del tránsito de camiones pesados. Con buena coordinación y con el respeto de los conductores, todo salió muy bien. Descender de ese puente permitió ver lo largo que era nuestra fila. A las 10:21 a.m. hubo oportunidad de hacer una pausa de 5 minutos, en la equina del Eje 4 Norte con avenida Norte 59.
  
Ahí es donde distinguí a la muy dinámica Mary Domínguez, vecina de San Martín Xochinahuac, ataviada como corresponde al grupo de Chinelos. Puede ver y reconocer su rostro ya que en cierto momento se acomodó la máscara de su atuendo. Vaya energía que tiene esta ágil compañera, tan comprometida con las tradiciones, la cultura y el bienestar. Y como dicta su interés por difundir las actividades vivas e intangibles de nuestro patrimonio ancestral, no perdió ocasión de registrar el evento durante sus descansos de danza. Y no era para menos. El cielo muy azul, y las numerosas nubes impedían que el sol fuera muy fuerte. Por ello la luz era óptima para fotos y video.
Saludé también a la siempre cordial compañera Tere Martínez Legorreta y a Tarsicio López, quien fue tomando imágenes del evento, de modo que para más y mejores detalles sobre todo este suceso, ellos muy bien pueden exponerlos, pues lo vivieron paso a paso de principio a fin.
A las 10:32 a.m. íbamos a la altura del Metro Norte 45. Ahí me alcanzó Martin Martínez Olguín, el entrenador del equipo “Cervantinos” en la cancha “Los Olvidados”. Estuvimos platicando. Me contó de los calistemos que sembró por esa zona cuando trabajaba en la sección de Parques y Jardines del gobierno de la alcaldía. No conocía yo esos árboles. Qué buena sombra dan y que hermoso el color rojo de sus peculiares flores que parecen cepillo. Me dijo que cuando las puso hace 20 años era apenas unas varitas. Hoy sus troncos son firmes de más de 2 metros de altura. Su copa ofrece una fresca protección contra los rayos del sol, que en una procesión se busca y agradece. Esa especie vegetal es originaria de Australia.
Martín, que también es arbitro en la mencionada cancha, me contó que una chica que juega en un equipo y que iba en la peregrinación, se acercó a darle una estampa del patrono de su barrio, San Andrés, y le agradeció lo bien que les había arbitrado el día anterior en el partido que sostuvo ella con su equipo. Me consta que miles de personas en Azcapotzalco (y fuera también) aprecian y valoran su trabajo. Generaciones de deportistas han estado con él y buscan su saludo.
A las 10:46 a.m. y estábamos en el Metro Vallejo, cuyo exterior fue remodelado recientemente con apoyo del gobierno local y la empresa panificadora Bimbo. Tiene varias bancas, y estoy seguro que no fui el único que les echó un ojo, pues ya íbamos para dos horas caminando. Pero nadie se sentó. El descanso era para después.
  
A las 11:00 a.m. llegamos a la Calzada Vallejo (Km 4.9), la cruzamos, y de ese modo salíamos de la alcaldía de Azcapotzalco. La vialidad deja de llamarse Azcapotzalco La Villa y ahí se denomina Poniente 134. Avanzamos un poco sobre de ella, y pronto dimos vuelta a la izquierda, en la calle Norte 25-A (Km 5.1). La recorrimos apenas una cuadra, y desembocamos en el Eje 5 Norte (Km 5.4), ahí llamado Poniente 140, pero que su tramo más popular se llama Montevideo. Ahí está la estación del Metrobús Lindavista Vallejo.
Siendo las 11:13 a.m. cruzábamos el Eje Central Lázaro Cárdenas. Llegamos a la estación del Metrobús Instituto del Petróleo. Luego, por fin, a las 11:21 a.m. llegamos al Mercado de San Bartolo Atepehualcan (Km 6.4). Pausa de 40 minutos. Baños. Refrigerio. Almuerzo. Bebidas. Sentarse. Abanicarse. Soltar los estandartes. Incluso hubo quien se descalzó para revisarse o sobarse los pies. Luego, a las 12:00 exactas, continuamos el avance. Pasamos por la estación de Metrobús San Bartolo y continuamos por Montevideo.
  

Cruzamos la Calzada Instituto Politécnico Nacional (Km 7.1) y pasamos frente a la estación de Metrobús del mismo nombre. 12:26 estábamos en Metrobús Riobamba. Hay bancos por ahí. Aproveché para pasar al cajero automático, pues en la Basílica deseaba comprar veladoras para el año próximo. Ante la mirada de la gente, el grupo expresaba porras a Azcapotzalco y a la Virgen, de modo que se informaba nuestra procedencia y nuestro destino.
A las 12:30 cruzabamos Insurgentes Norte (Km 8.3) sobre un puente que pasa sobre las vialidades, las vías y trenes del metro. Después estábamos frente al Metrobús Deportivo 18 de marzo y la lastimada iglesia que se destinó al culto de San Juan Diego, ahora cerrada por el riesgo de desplome de su fracturada estructura. Poco a poco se asomaba ya el techo de nuestro destino.
   
12:40 Metrobús La Villa. Tres minutos después dimos vuelta en Calzada Misterios (Km 8.8). Siete minutos más tarde, vuelta en la calle Ricarte (Km 9.1), donde está la estación del Metro La Villa Basílica.
   
Y de ahí, por fin, ingresamos al centro del camellón de la Calzada de Guadalupe (Km 9.3). Era la recta final. Avanzamos por ese espacio de peregrinos hacia la reja exterior del complejo religioso.
   A las 13:00 horas exactas, estábamos en la puerta principal del edificio de la Basílica (Km 9.7). El obispo de Azcapotzalco, desde adentro se dirigió a la puerta, y ahí nos recibió. Ingresaron las imágenes y los estandartes. En fila se dirigieron hacia el altar. El grueso del contingente ocupó el interior del lugar. El obispo ofreció una cálida bienvenida, las familias se abrazaron, unos sentados para descansar y atender la misa, otros se hincaron, algunos con lágrimas. No corresponde que yo sepa si de alegría, de tristeza, de agradecimiento, o de algún arrepentimiento por el que ofrecen su más sincera disculpa a la Virgen. Es mi papel ignorarlo y respetarlo. Pero lo menciono porque fue muy conmovedor. Tantos rostros con tan diferentes expresiones. Y todos ahí coincidiendo en la interlocución con el mismo ser divino: la Virgen.
  
La misa fue con coro. El Obispo invitó a que se incremente la profundidad de la fe, del sentimiento y de la cantidad de fieles que acuden a la peregrinación. Mientras tanto, algunos fieles sostenían fotografías de familiares, otros imágenes religiosas de bulto o en estampa. Todos con el corazón en las manos. Quise aprovechar para bajar y desde el pasillo móvil admirar a la Guadalupana. En esos momentos guardé la pluma, el papel y la cámara, y saqué mis lágrimas, mis agradecimientos y mis peticiones. Todo el camino pensé en mi mejor amiga: mi fallecida y muy querida madre Aurora Gómez, y en ese pasillo móvil, sentí su abrazo y alcancé su beso.

TULPETLAC, EDOMEX
Este poblado cercano a la Basílica, es donde la Virgen hizo su quinta aparición ante Juan Bernardino, tío de Juan Diego, a quien sanó. Opino que debería de haber un transporte que conectara la Villa con Tulpetlac, de modo que pudieran visitarse ambos sitios con facilidad. Este año visité aquel lugar, y comparto aquí unas fotografías. La cantidad de visitantes es grande, pero lejos de compararse con el Tepeyac. Sin embargo, el sitio tiene impregnado un valor espiritual tan alto, que provoca una emoción vibrante al entrar y orar en él.
  
Pienso que acudir a Tulpetlac complementa la experiencia espiritual y la vivencia de estar donde alguna vez se apareció la Virgen. En el altar de este santuario, se ve un gran cuadro que la muestra a ella de pie ante un recostado y enfermo Juan Bernardino, efectuando el milagro de sanarlo. El santuario es muy apacible y sus misas muy concurridas. Tiene tienda de artículos religiosos y un pequeño estacionamiento. A un lado hay un panteón y afuera venta de flores.



1 comentario:

  1. cabe mencionar que después de la misa solemne, se reúnen en el parque de los indios verdes, para compartir los alimentos que diferentes pueblos llevan, toca la banda y el señor obispo llega a bendecir dichos alimentos.
    Gracias Martín y enhorabuena por tu artículo

    ResponderEliminar