sábado, 20 de febrero de 2021

 

HORMIGAS Y FEBRERO, 

DE LOPEZ VELARDE

Por Don Nayarito Cantalicia


En esta ocasión, la revista electrónica “La hormiga en línea” parece haber sido hecha especialmente para divulgar a Ramón López Velarde. Es una publicación mensual, y el poeta le dedicó unas palabras al mes de Febrero. Es una revista que lleva por título “la hormiga”, y el poeta le puso ese nombre a una de sus creaciones de amor más realistas, haciendo referencia al “hormigueo” como definición sensorial.

Ignoro si otras culturas o en otros idiomas también se relacione a esa sensación nerviosa en la piel con el caminar de las hormigas. Pero en Azcapotzalco tenemos derecho a ocuparnos de ellas, son nuestro emblema, y febrero es el mes ideal para referirnos a esa emoción incontrolable que provoca el amor o la aventura de una nueva amistad, cuya electricidad llega a vibrar en la piel como el andar de las hormigas. Y quien mejor que el poeta Ramón López Velarde.

Sobre febrero, López Velarde le reconoció un don, un poder especial, una facultad que era encendida durante ese mes: -Mirar el alma-. Por ello llamó a su prosa, “Don de febrero”, de la cual incluyo unos fragmentos.

 

Antes de pasar a su poesía, daré unos breves datos biográficos: Nació en Jerez, Zacatecas en 1888. Su vida transcurrió entre su estado natal, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guadalajara y la Ciudad de México. En 1910 estuvo con Francisco I. Madero. Al año siguiente se tituló como abogado. Un año después ya estaba participando en publicaciones capitalinas con su prosa y su verso. Encuadró en el modernismo literario, manifestando en sus textos su catolicismo y cantando al amor y a la mujer amada. Cuando José Vasconcelos ya era Secretario de Educación, promovió dos revistas en las cuales López Velarde publicó artículos literarios. Desde 1914 permaneció en la Ciudad de México hasta su muerte en 1921, a la edad de 33 años, y está enterrado en la Rotonda de las Personas Ilustres. Por su poema “Suave Patria” muchos lo consideramos el poeta nacional. Es su poema más extenso. Ese poema lo publicó dos meses antes de morir, y este año, cumple 100 de fallecido. La revista “La hormiga en línea” lo recuerda y homenajea.

 

“HORMIGAS”


A la cálida vida que transcurre canora

con garbo de mujer sin letras ni antifaces,

a la invicta belleza que salva y que enamora,

responde, en la embriaguez de la encantada hora,

un encono de hormigas en mis venas voraces.

 

Fustigan el desmán del perenne hormigueo

el pozo del silencio y el enjambre del ruido,

la harina rebanada como doble trofeo

en los fértiles bustos, el Infierno en que creo,

el estertor final y el preludio del nido.

 

Mas luego mis hormigas me negarán su abrazo

y han de huir de mis pobres y trabajados dedos

cual se olvida en la arena un gélido bagazo;

y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,

tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,

tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo

como réproba llama saliéndose de un horno,

en una turbia fecha de cierzo gemebundo

en que ronde la luna porque robarte quiera,

ha de oler a sudario y a hierba machacada,

a droga y a responso, a pabilo y a cera.

 

Antes de que deserten mis hormigas, Amada,

déjalas caminar camino de tu boca

a que apuren los viáticos del sanguinario fruto

que desde sarracenos oasis me provoca.

 

Antes de que tus labios mueran, para mi luto,

dámelos en el crítico umbral del cementerio

como perfume y pan y tósigo y cauterio.

 

DON DE FEBRERO

(Escrito el 28 de febrero de 1915)

(fragmentos)


Soy deudor a febrero de un singular espectáculo, el de un alma femenina que, frente a mi isla de meditación, sufre los embates de locos vientos, sobre el mar, sobre las selvas muy arriba…”.

Y tal espectáculo me reconcilia con el pobre febrero, mes equivoco que se disputan la persistencia de la nieve y el asomar de las rosas. Febrero me es grato por primera vez…”.

“No sé por qué amable fatalismo me ha concedido febrero el don de distinguir, desde mi isla de rumores iniciales, sobrias fuentes y arboleda parca, el alma que, como un punto de plata naufrago en la inmensidad vespertina, es llevada y traída por vientos contrarios, y que paga así su afán mitológico de enclavarse en el Zodiaco, igualando la soberbia del León o la radiosa compostura de la Virgen…”.

“Solo sé que estas horas de febrero en que los dioses, indigentes o irónicos, me otorgan mirar como sangra un espíritu en las alturas, son horas que se irisan con un matiz sentimental, con el rosado matiz que la gota de sangre de un ideal martirio, al ir cayendo, diluyese en la atmósfera…”.

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